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CAPÍTULO 2

2

Jungbin notó que estaba ejerciendo demasiada presión sobre el bolígrafo cuando quiso escribir y rompió la hoja de la libreta. Pestañeó un par de veces, dándose cuenta de que había estado así durante toda la mañana, pues en su cabeza seguía dando vueltas aquel hombre: Kim Namjoon.

Kim Namjoon, el hermano del profesor Kim, el hombre de ojos seductores y voz demandante.

Sentía que si seguía así terminaría por volverse completamente loca, parecía una obsesionada, pues no podía dejar de pensar en sus fascinantes ojos oscuros y en su manera de hablar. La pequeña conversación que habían tenido seguía resonando en su cabeza, una y otra vez, robándole toda la atención que debía ponerle al mundo real.

—Señorita Jeon, ¿se encuentra bien? —Una voz masculina la hizo sobresaltar.

Levantó la cabeza lentamente, bajo la mirada inquisidora de sus compañeros de clase, y se encontró con el profesor Kim viéndola con la cabeza ladeada y una pequeña sonrisa en los labios.

Aquellos días, después de haberlo visto en el restaurante con sus hermanos, él había fijado su atención especialmente en ella. La saludaba cuando se la encontraba en los pasillos de la facultad, le daba la bienvenida cuando ella ingresaba al salón donde daría la clase y se despedía de ella cuando veía que se marchaba, sin importarle si aquello interrumpía la clase. Incluso se había ofrecido en llevarla a casa en su auto después de la jornada, pero Jungbin se había negado en todas las ocasiones.

Asintió con la cabeza rápidamente, sintiendo que la cara completa se le comenzaba a poner roja, y bajó la vista rápidamente hacia su libreta. Jeon Jungbin nunca llamaba la atención, en ningún lugar y en ninguna circunstancia, pero el hecho de que el profesor Kim la hubiese notado cambiaba todo.

—Oye —escuchó un pequeño susurro a su lado.

La chica giró la cabeza discretamente y se encontró con la única persona de la clase que alguna vez le había hablado: Lee Minhyuk. El muchacho la miraba con una ceja alzada y sólo moviendo los labios le preguntó:

—¿Todo bien?

Quizás era el hecho de que Minhyuk sabía que ella siempre estaba completamente pendiente a la clase del profesor Kim o que odiaba que todo la atención se centrara en ella, pero parecía un poco preocupado. Jungbin intentó sonreír y asintió con la cabeza para finalmente volver a centrarse en la hoja que había roto con el lápiz.

Jamás le había ocurrido algo como eso. Jamás se había sentido tan desconectada de la realidad, pues siempre se había esforzado en dar lo mejor de sí en los estudios, que era lo único que debía hacer durante su adolescencia y ahora adultez. No entendía cómo alguien que había visto una sola vez y con quien apenas había mantenido una conversación podía adueñarse de sus pensamientos con tanta violencia.

—Bien, chicos, eso es todo por hoy —anunció Kim cuando se acercó la hora de finalizar la clase—. Haré entrega del parcial, así que hagan una fila.

Jungbin rápidamente se levantó de su asiento y caminó hacia el escritorio del profesor, obteniendo un buen puesto dentro de la fila. Quizás había cuatro o cinco personas delante, por lo que podría irse luego al trabajo, llegar más temprano y hacer feliz a Jungkook. Escuchó cómo el profesor preguntaba el apellido del estudiante para buscar el parcial dentro del montón de hojas que tenía sobre el escritorio. Parecía un trabajo difícil, pero él era increíblemente rápido, por lo que rápidamente llegó al primer puesto.

Kim levantó la vista por un momento y luego movió la cabeza hacia el lado, mirando hacia atrás del cuerpo no muy alto de Jungbin.

—¿Apellido? —Preguntó.

—Jeon... —Murmuró.

Pero no buscó nada, simplemente se quedó mirando por detrás de la chica, esperando la respuesta de la persona que estaba detrás de ella, que precisamente era Minhyuk.

—Lee —le escuchó responder.

Y entonces el profesor buscó el parcial entre el montón de papeles. Jungbin se quedó mirando la escena, sin entender absolutamente nada y hasta tuvo que correrse hacia el lado cuando Kim tendió la hoja a su compañero, que también la miró extrañado. Así, siguió atendiendo a la larga fila de estudiantes que restaban y cuando finalmente el último se había marchado, le pasó a Jungbin la última hoja que le quedaba.

—Calificación perfecta, como siempre.

—Gracias —pudo decir apenas y se dio media vuelta para marcharse.

—¡Jungbin! —La llamó y ella se detuvo a medio camino.

Se giró lentamente y se encontró con un Kim sonriente.

—¿Estás evitándome? —Le preguntó.

Y ella casi se atragantó con saliva.

—No, profesor Kim.

No era precisamente evitarlo, pues nunca habían cruzado más de dos palabras antes de que se vieran en el restaurante de Jungkook, pero sí había estado escapándose de él.

Él soltó una risa suave y negó levemente con la cabeza.

—Tienes razón, deben ser cosas mías.

Se formó un momento de silencio en el que la chica no hallaba la manera de despedirse. Le urgía tremendamente llegar temprano al trabajo, pero se sentiría descortés si es que se marchaba de esa manera.

—Conociste a mi hermano Namjoon —dijo él de pronto.

—Sí —respondió ella, volviendo a evocar la preciosa imagen de Kim Namjoon en su cabeza.

—Me preguntó por ti ayer, en una pequeña cena entre hermanos como la de la otra noche.

El corazón de Jungbin subió por su garganta, luego bajó, se detuvo por una fracción de segundo y terminó por acelerarse violentamente. No supo qué responder y de haberlo hecho, estaba segura de que no podría haber pronunciado ninguna palabra de corrido.

¿Por qué alguien como Kim Namjoon se molestaría siquiera en pensar en alguien tan insignificante como ella? No tenía sentido. Por supuesto, el hombre había estado viviendo en su mente desde la noche en que lo había conocido, pero era simplemente por ser él. En cambio, Jungbin no tenía nada que valiese la pena recordar.

—Creyó que ibas a llamarlo.

La boca de la chica se abrió, tanto que provocó una carcajada en su profesor.

—Mi hermano es un poco impaciente. Créeme, lo conozco desde que nació y como su hermano mayor he intentado enseñarle a ser perseverante, pero me escucha sólo cuando quiere.

Nuevamente se formó el silencio. El cuerpo de Jungbin se había petrificado, parecía no responder a ningún estímulo después de haber escuchado aquellas confesiones por parte del profesor Kim.

—Hazle el favor de llamarlo, por favor.

—Sí, profesor Kim —logró responder.

Kim, que había comenzado a recoger su abrigo y su maletín, se dio un segundo para observar el rostro de la chica, y luego sonrió.

—Llámame Seokjin. Tengo la sensación de que nos veremos más seguido. Llama a Namjoon —repitió una última vez.

Y se fue del salón, dejándola sola, plantada en el suelo.

No entendía qué acababa de pasar. No sabía por qué Kim Namjoon había estado esperando su llamada y por qué era tan urgente. ¿Qué podía tener ella que él quisiera? Se notaba que era un hombre influyente, podría tener a cualquier mujer para lo que quisiera y de manera inmediata. No necesitaba a cría buena para nada.

Terminó por pasarse las manos por el rostro, arrugando la hoja del parcial en el proceso, y salió corriendo por el pasillo para poder alcanzar el autobús que justamente la dejaba a dos minutos del restaurante de su hermano.

La acotada jornada laboral se le hizo más lenta de lo normal, pero al menos no cometió ninguna estupidez como las que acostumbraba a hacer. Cuando llegó a casa, corrió a encerrarse en su habitación y sacó una pequeña cajita metálica que escondía debajo de su cama.

La tarjeta negra con los datos de Kim Namjoon saltó a su vista. La había guardado como una especie de tesoro, sin saber exactamente por qué. La tomó entre sus manos con extremo cuidado y pasó la yema de los dedos sobre los dígitos que conformaban su número telefónico.

El profesor Kim le había pedido que llamara a su hermano porque era impaciente, pero él jamás mostró algún indicio de querer recibir una llamada por parte suya, simplemente le había dado una tarjeta. Para Jungbin resultaba un acto confuso. ¿Qué debería hacer ella con aquella información? Pero después de haber estado pensando días entero en aquello, había resuelto que le había dado sus datos en un símbolo de educación.

Miró la hora en su celular: las doce en punto. Probablemente era demasiado tarde para hacer una llamada, sobretodo teniendo en cuenta que se trataba del CEO de una empresa. Aunque si llamaba y no recibía respuesta, podía quedarse con aquella excusa y dejar el tema pasar.

Se llevó el celular al oído después de haber tecleado aquellos benditos números. El teléfono sonó tres veces y alguien descolgó.

¿Hola? —Escuchó al otro lado de la línea.

A la chica se le cerró la garganta de pronto, por lo que no respondió nada, pero se sorprendió al escucharlo hablar nuevamente:

Jeon Jungbin, ¿eres tú?

Cerró los ojos con fuerza y asintió con la cabeza. Luego se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se sintió estúpida.

—Sí... Soy yo —respondió en un hilo de voz.

Creí que nunca llamarías.

—No sabía que quería que le llamara, señor.

Escuchó un suspiro al otro lado de la línea, como si Kim Namjoon estuviese disfrutando de su inocencia. Un escalofrío le recorrió la columna al escucharlo. Su voz sonaba ronca, como si acabara de despertar y por un segundo Jungbin se imaginó a ese hombre recién despertado, con el cabello alborotado y los ojos hinchados.

Apretó las piernas y se reprendió a sí misma por pensar estupideces.

¿Has vuelto a pensar en la pregunta que te hice aquella noche?

La chica sabía a la perfección a qué se refería, pues la conversación entre ellos no había dejado de dar vueltas en su cabeza. Pero no sabía cuál era la respuesta que él esperaba. Se mordisqueó los labios, pensando en que lo decepcionaría al no tener una respuesta diferente.

Hasta antes de encontrarlo se había considerado una chica inteligente, torpe en sus acciones, pero inteligente. Pero luego de aquella noche no dejaba de sentir que había algo en él que ella no podía ver, como si la mente de ese hombre trabajara a una velocidad mucho mayor al promedio. Aquella noche no pudo evitar sentir que cada vez que Kim Namjoon decía algo, ya había analizado todas las posibles respuestas que Jungbin podía dar y elegía la más acertada, como si fuese una especie de adivino.

—Sigo sosteniendo lo mismo: a todos nos hace falta algo.

¿Y qué es lo que te hace falta?

—¿Qué le hace falta a usted? —Soltó sin pensar.

E inmediatamente se arrepintió. Hubo un momento de silencio en el que Jungbin tuvo que revisar si es que la llamada seguía en curso, pues no escuchaba absolutamente nada por el auricular.

¿Acaso se había molestado por su impertinencia?

Quiso darse un golpe en la cabeza, pero no lo hizo por miedo a que el señor Kim la escuchara al otro lado de la línea.

Creo saber de algo que te hace falta —dijo, ignorando la pregunta de la chica—. Si quieres, puedo mostrártelo. ¿Tienes libre mañana a partir de las siete de la tarde?

Jungbin pensó en el trabajo, pues a esa hora debería estar en el restaurante, y luego pensó en que al llegar a casa debería comenzar a estudiar para los siguientes parciales. Aunque no podía negarlo, lo que el señor Kim quería mostrarle le causó mucha curiosidad.

¿Qué podría tener él que ella necesitara?

Y más que curiosidad, sabía que no podía perderse la oportunidad de volverlo a ver. Un hombre como ese no se encuentra todos los días y, aunque Jungbin sabía que estaba totalmente fuera de su alcance, en otra liga, no le haría mal mirar un poco. Jamás había sentido una atracción como esa por alguien y luego no quería arrepentirse por no tener más material para seguir fantaseando durante el resto de su vida.

Si se trata de tu trabajo, puedo resolverlo y enviar a alguien que te cubra. ¿Qué dices?

La chica tragó saliva. Estaba aguantando las ganas de responder como una cría.

—Estaré saliendo de la universidad a esa hora, por si gusta pasar a recogerme.

No hubo una respuesta y la llamada simplemente se cortó.

Jungbin dejó el celular sobre la cama y se dejó caer de espalda. Se sentía aturdida y en cierto momento su corazón se había acelerado como si hubiese corrido una maratón. Se tapó el rostro con las manos y tuvo que aguantarse las ganas de soltar un chillido, pues aparecería Jungkook en la puerta de su habitación para regañarla.

No tenía idea de dónde había sacado el valor para mantener la conversación, pero de cierta manera se sintió orgullosa de sí misma. Todavía no podía convencerse de que al día siguiente vería a Kim Namjoon y de pronto el labio le tembló, sintiendo que comenzaría a entrar en pánico. No se sentía lo suficientemente fuerte como para estar a solas con él, asumiendo que no habría ningún otro invitado y que simplemente irían a una cafetería a conversar sobre la gran oferta que él tenía.

Entre toda la mezcla de emociones que experimentaba, se sintió acalorada. Imaginó al hombre sentado frente a ella, observándola con aquella mirada hipnotizante y a la vez demandante mientras le platicaba con su voz profunda. Su cuerpo se estremeció. No sabía cómo afrontar el hecho de que Kim Namjoon despertaba cosas en ella que pensaba dormidas, pues Jungbin jamás se había dejado llevar por la atracción física, y menos por el deseo sexual, porque nunca nadie le había parecido lo suficientemente llamativo ni tampoco nadie le había prestado atención por más de cinco minutos.

¿Cómo había sido que llegó a sentir tantas cosas en un solo encuentro y en un escaso intercambio de palabras?

Rápidamente decidió que sería mejor dormir. Las horas pasaban más rápido mientras se dormía y no podía negar que estaba ansiosa por saber qué era lo que tramaba el señor Kim Namjoon.

Cuando estuvo entre las cobijas de su cama, acurrucada con el cuerpo recogido, se dio cuenta de que el profesor Kim tenía razón: su hermano era un poco impaciente.

Yo? Yo voy a darme el tiempo de construir tensión sexual. Me retiro...

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