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CAPÍTULO 18

18

Los ojos de Jungbin se abrieron con dificultad a la mañana siguiente y lo primero que sintió fue una fuerte incomodidad en el cuello, seguido de un dolor que se extendió por toda su espalda. Quiso acomodarse y notó la dureza del piso bajo su cuerpo. Se había dormido en el suelo en medio de la crisis que había tenido la tarde anterior. Soltó un quejido cuando se sentó, sintiendo el cuerpo cansado, más de lo normal.

Dolía tanto que podía compararse con el dolor que se extendía por su pecho, concentrándose en su corazón.

La escena de la tarde anterior todavía rondaba por su cabeza, repitiéndose una y otra vez como si de una película se tratase. Eso sumado al estrés que su hermano le había ocasionado, llamándola una y otra vez, intentando contactarse de forma urgente con ella. ¿Qué era lo que podría querer? Jungbin no lo sabía y no estaba segura de querer averiguarlo todavía, pues sentía que el tiempo no había logrado calmar el rencor que había juntado por Jungkook y aquello no le sentaba bien porque, después de todo, seguía siendo su hermano mayor.

Bajó en pijama con la intención de buscar desayuno, añorando poder disfrutar un momento de la excelente compañía del señor Kim. Quería estar con él independientemente de lo que hubiese ocurrido el día antes, su cuerpo se lo pedía, como si Kim Namjoon no fuera más que una droga tremendamente adictiva y ella, una débil adicta que no era capaz de mantenerse sobria. Sin embargo, una voz femenina proveniente de la cocina la hizo detenerse en seco.

—Sigues preparando los huevos así, ¡qué recuerdos!

No tuvo que asomarse a mirar de quién se trataba para saber que era la irritante y perfecta voz de An Jiwoo, pero lo que no pudo descifrar era qué hacía ella allí a esa hora. No eran más de las ocho de la mañana, quizás un poco antes, y Jungbin jamás había tenido alguna visita que se apareciera tan temprano de manera tan imprudente.

Volvió sobre sus mismos pasos, intentando hacer el menor ruido posible con la intención de que nadie imaginara siquiera que había despertado. Volvió a encerrarse en su habitación y nuevamente se sentó sobre el suelo, no sintiéndose merecedora de descansar sobre el colchón. No lo merecía porque era una tonta que no dejaba de sufrir por nimiedades, cosas que probablemente el señor Kim hiciese desde hacía mucho antes y que no tenía por qué dejar de hacer por el hecho de tener a Jungbin en casa. Después de todo, ella no era más que una mascota para él.

Y como para toda mascota, el señor Kim, su amo, lo era absolutamente todo para Jungbin.

La puerta de la habitación se abrió lentamente, mostrando el juvenil rostro del señor Kim adornado por sus característicos anteojos. En su mano derecha cargaba una bandeja con lo que parecía ser el desayuno de Jungbin y que desprendía un olor exquisito que terminó por abrirle el apetito. Los ojos del hombre vagaron por la habitación, buscando en la cama, en sus alrededores y finalmente encontrándose con el cuerpo de la chica que estaba sobre el suelo.

—¿Qué haces allí? —Preguntó mientras cerraba la puerta detrás de él—. Creí que estabas dormida, ¿por qué no bajaste?

Kim Namjoon caminó hacia la cama, donde dejó la bandeja, y luego se plantó frente del cuerpo de la chica que parecía haber perdido toda traza de energía, pues sus músculos no respondían ante las órdenes de su cerebro y no era capaz de ponerse de pie por sí misma.

Jungbin cerró los ojos al sentirse envuelta por la calidez del cuerpo de Kim, quien la tomó entre sus brazos y la condujo hacia el colchón. No había sido más que un pequeño instante, pero aquello había sido suficiente para acelerar su corazón y revolotear las mariposas de su estómago.

Hubiese dado lo que fuera para poder sentir esa calidez, aunque fuese un minuto cada día, pero no siempre tenía la misma suerte.

—Te he preparado el desayuno —dijo una vez que la dejó sobre el colchón y le acercó la bandeja.

—Gracias, señor —susurró en respuesta.

Tomó la tostada untada en mantequilla, pero no consiguió llevarla a su boca. Tenía hambre, sí, mas no tenía ganas de comer. Recordó alguna vez haber tenido esa misma sensación cuando su madre la corrió de casa para enviarla a la capital con su hermano, la misma sensación de que, con el tiempo, el aire se encargaría de llenar el vacío que había en su estómago.

—¿Está todo bien, Jungbin?

Levantó la vista hacia el hombre que se encontraba a medio camino hacia la puerta, dudando en sí sería correcto dejarla sola. Ni siquiera Jungbin sabía eso, pues jamás había tenido la chance de estar acompañada cada vez que tenía un bajón de ese estilo.

—Sí, señor.

Hubo un momento de silencio que Kim tardó en romper, titubeante:

—¿Quieres... que me quede contigo?

El cosquilleo en el pecho de Jungbin se hizo presente. El señor Kim era el único que lograba provocar aquella sensación en ella, provocar que su corazón se derritiera por algo tan simple como esa pregunta.

—Quizás su invitada le echará de menos —soltó sin pensárselo mucho.

Nuevamente se formó un momento de silencio y Jungbin supo que sería mejor comenzar a comer, de esa manera Namjoon podría marcharse con tranquilidad y ella lograría finalizar su desayuno, por más difícil que se le hiciera en ese momento.

—Estuviste abajo —concluyó él.

—Sí, pero no quise interrumpir, señor —respondió cabizbaja después de darle un largo trago a su zumo de naranja—, así que pensé en bajar más tarde.

El tercer silencio entre ellos fue el más incómodo y Jungbin de pronto sintió como si un elefante estuviese recostado sobre ella y ella estuviese intentando coger una bocanada de aire. Parecía que su último comentario no le había agradado al señor Kim, por lo que levantó la vista, temerosa, y se encontró con lo que más temía: su ceño ligeramente fruncido que expresaba más que mil palabras.

—No te entiendo, Jungbin —negó con la cabeza—. No quieres que me aleje de ti, pero tú no te acercas a mí.

Un nudo se formó en la garganta de la chica. Por supuesto que se acercaba a él, pero no quería hacerlo si An Jiwoo se encontraba merodeando por allí. ¿Cómo no iba a querer estar cerca suyo si su presencia le permitía algo tan básico como respirar? ¿Cómo podía explicarle que no le agradaba su amiga, siendo que ella no era más que una mascota? No tenía ningún poder de decisión sobre él y, aunque lo tuviese, jamás se atrevería a sugerir que el señor Kim dejase de ver a alguien que era importante en su vida. Jungbin no era ese tipo de persona. Pero cuando Jiwoo andaba cerca...

Su mente no fue capaz de pensar una respuesta convincente y, contrario a lo que pensó que ocurriría, el señor Kim soltó un suspiro, como si estuviese intentando calmarse a sí mismo, y se acercó nuevamente a la cama para sentarse a un lado de la chica.

—Te acompañaré.

Jungbin sintió su corazón encogerse y desvió la vista hacia el lado contrario para que él no pudiese ver cómo sus ojos se habían llenado de lágrimas. ¿Era demasiado exagerado pensar que el señor Kim era el mejor hombre con el que se había topado?

—Hoy a la noche tengo una reunión con mis hermanos, así que... —El sonido del celular de Jungbin vibrando lo interrumpió—. Adelante, contesta.

Ella estiró la mano hacia la mesa de noche y notó que se trataba de quien más temía: Jungkook. Cortó inmediatamente y silenció su celular para finalmente volver a dejarlo en su lugar.

—Puede esperar —respondió.

—No me esperes despierta —continuó—. Prometo que mañana te llevaré a cenar.

Jungbin no lo notó, pero su rostro se iluminó al escuchar aquello. Sus ojos brillaron y una pequeña sonrisa se apoderó de su rostro, provocándole una especie de calidez en el pecho al señor Kim.

Los ojos masculinos le recorrieron el rostro lentamente, casi como si estuviera disfrutando al admirar cada pequeño detalle, y se detuvieron sobre sus labios que fueron relamidos por la chica, casi como si estuviera preparándose para aquel contacto tan deseado, ese beso que únicamente había ocurrido en sus anhelos. ¿Sería que alguna vez tendría la dicha de probar sus labios? Un beso parecía algo demasiado íntimo que, a pesar de que ya habían tenido la suficiente intimidad, parecía traspasar las barreras de su relación. ¿Sería que el amo besaría a su mascota o dejaría eso exclusivamente para sus parejas? ¿Habría tenido parejas Kim Namjoon? ¿Realmente An Jiwoo era únicamente una amiga?

Las preguntas la absorbieron por un segundo, pero todo pareció desaparecer cuando él estiró su brazo y acarició la comisura de los labios de Jungbin con el pulgar. El aire abandonó sus pulmones y estos olvidaron cómo se respiraba, pues lo único en lo que podía concentrarse su cerebro era en cómo su piel seguía cosquilleando en aquel lugar donde él le había tocado, como si de una agradable quemadura se tratase. Lo vio retirar su mano y llevarse el dedo dentro de la boca para succionar ligeramente, probando de los restos de mermelada que a la chica le había quedado en la comisura del labio inferior.

No era más que una pequeña acción que a Jungbin le pareció increíblemente íntima y privada, casi como un beso.

Cuando ella finalizó su desayuno el señor Kim la dejo sola, con la excusa de que quería darle privacidad. Al parecer sin saber que Jungbin quería pasar su vida pegada a él. Así que aprovechó para hacer sus quehaceres y tareas pendientes de la universidad, estudiar y avanzar en aquel maldito trabajo que Seokjin les había dado y para el que nuevamente había olvidado consultar a Namjoon. ¿Qué ocurriría si el mundo se enterara de la relación que ambos mantenían? Últimamente las cosas relacionadas al BDSM habían estado de moda entre los libros y las películas, pero Jungbin no tenía idea cómo reaccionaría la gente si se llegaran a encontrar con eso en la vida real.

Almorzó en su habitación, poco contenta de no poder andar libremente por lo que se había convertido en su propio hogar por la culpa de una mujer desagradable, y cuando ya era hora de la cena y el señor Kim se había marchado se atrevió a bajar, creyendo que se encontraría completamente sola.

Había sido un gran error pensar eso, porque la cabellera anaranjada de Jiwoo se encontraba en la cocina, otra vez, sólo que en aquella ocasión Jungbin no pudo pasar desapercibida y volver a su habitación porque ella ya la había visto.

—¿Siempre eres así? —Cuestionó la mujer que estaba bastante concentrada en una sartén que acababa de poner al fuego—. Tan asocial, me refiero.

La chica tuvo que actuar con normalidad y tomó camino hacia la nevera para buscar algo que no sabía qué era.

—No me gusta estar con gente que no me agrada —soltó.

Y se sorprendió a sí misma por la hostilidad con la que había contestado. Siempre había acostumbrado a callar, a quedarse en silencio y guardar cada uno de sus pensamientos en lo más profundo de su mente.

An Jiwoo soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Realmente lo crees, ¿cierto?

Jungbin cerró la nevera luego de decidir que la había abierto para sacar un poco de zumo de naranja. Estaba haciendo lo posible para no reaccionar de manera exagerada, a pesar de que le hubiese encantado darle un empujón, tomar la sartén y arrojarle el contenido en su hermosa y costosa ropa.

Pero jamás había sido del tipo de persona que dejaba que sus pensamientos intrusivos le dominasen.

—¿Qué cosa? —Respondió con tranquilidad.

Tranquilidad completamente fingida, pues aquella mujer le agradaba tan poco que le era imposible relajarse siquiera un segundo.

—Realmente crees que Nam siente algo por ti. Crees que porque te dedica un poco de atención, te trae a vivir a su casa, te prepara el desayuno en las mañanas y lleva a cenar es porque siente algo por ti y todavía no se ha dado cuenta.

Jungbin tragó saliva ante aquella descripción tan minuciosa de su situación, pero fingió apenas haberle puesto atención y dejó el vaso sucio dentro del lavavajillas.

—Crees que te quiere o está enamorado de ti y que sólo es cuestión de tiempo para que lo note, pero déjame decirte algo, Jeon Jungbin, no eres ni serás la última mujer que está entre sus brazos y que piensa esa tontería... —Jiwoo sirvió en un plato su preparación y le dedicó una mirada despectiva a la chica—. No eres más que una mujer del montón para Nam y estás tan ciega que no te permites verlo.

Jiwoo tomó el plato, cubiertos y un vaso y se sentó sobre la isla de la cocina, sin romper el contacto visual que había mantenido con Jungbin.

El corazón de la chica le golpeaba el pecho con dureza, cada latido le dolía más que el anterior. Pero lo que más le dolía eran las palabras de esa horrible mujer, pues no sabía qué mal tan terrible le había provocado como para que le dijera algo como aquello.

—Namjoon no es un hombre de romance, Jeon Jungbin, no te confundas, y lo tengo claro porque lo conozco desde hace muchos años, a diferencia de ti. Él es el amo, tú, su mascota, y yo soy su amiga. He visto decenas de chicas iguales a ti marchar por aquí y, como ves, ninguna sigue acá, pero yo prevalezco.

Jungbin guardó silencio un momento, intentando encontrar el lado lógico a lo que acababa de escuchar. Por primera vez en su vida intentaba ser una persona analítica en vez de emocional y agradeció la capacidad que tenía para memorizar frases porque así pudo pensar en una respuesta coherente:

—Debe ser bastante doloroso.

—¿Qué cosa? —Replicó la mujer en medio de una carcajada—. ¿Enterarte que todo este romance está únicamente en tu cabeza?

—No —Jungbin negó con la cabeza, siguiendo la carcajada que Jiwoo había dado—. Me refiero a que debe ser bastante doloroso estar enamorada de tu amigo y no poder ser algo más que eso. Me imagino que ha de ser difícil para ti ver cómo él trae diferentes mujeres a casa y que ninguna eres tú... Realmente lo siento mucho, An Jiwoo.

A mí me cae re mal la Jiwoo esa

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