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CAPÍTULO 16

16

Las tardes no eran lo mismo para Jungbin desde que el señor Kim había estado evitándola. Hacía lo de siempre: llegaba, se duchaba y se cambiaba de ropa, pero él no iba a buscarla a la universidad ni tampoco la esperaba en casa.

Jungbin desayunaba y cenaba en compañía de sus turbulentos pensamientos, llegando a creer que quizás se había aburrido de ella, a pesar de que Jimin le había dicho que, de ser ese el caso, ya la hubiese mandado fuera. Era algo que tenía sentido, pero en las tardes en que la chica comenzaba a comerse las uñas por culpa de los nervios, no era tan descabellado.

—El señor Kim no se anda con rodeos, ya deberías saberlo —le había dicho el muchacho un par de tardes antes, al finalizar la lección de conducir—. Sólo dale tiempo, quizás está confundido.

La chica no había dado mayores detalles sobre lo que había ocurrido con ellos la última vez, pero Jimin pareció entender bien las cosas y realmente parecía ser quien mejor conocía al señor Kim. Sin embargo, su mente no la dejaba tranquila.

Aquella noche ella se había quedado despierta con la intención de encontrárselo sabiendo que quizás el señor no querría hablar con ella, pero Jungbin necesitaba verlo, aunque fuera un instante. No podía pretender que la chica sobreviviese sin su presencia después de haberla acostumbrado a tenerlo a su disposición todos los días. Así que se había ido a la sala para no perder de vista la puerta de entrada y se había puesto a mirar los estantes llenos de libros cuyos títulos no conocía.

Histoire d'O fue uno que llamó su atención, pues se encontraba completamente escrito en francés y a juzgar por las páginas amarillentas y flácidas parecía ser muy cercano a la primera edición publicada, si es que no era. A Jungbin le hubiese gustado tener algún conocimiento en ese idioma para al menos tener una noción de lo que trataba, pues la portada simplista de color amarillo no le decía mucho.

Escuchó un auto detenerse frente a la residencia, por lo que dejó el libro en su lugar y corrió a la entrada. Su corazón había comenzado a saltar, no sabía si de emoción o de ansiedad, pero sí sabía que estaba a punto de verlo después de tantos días de martirio. Se quedó de pie en la entrada de la sala cuando la puerta de entrada comenzó a abrirse, aguantándose las ganas de correr hacia él y envolverse en sus brazos sólo por temer ser rechazada.

¿Qué sería de Jungbin si su señor la rechazaba? No quería siquiera imaginarlo.

Sin embargo, lo que vio una vez la puerta fue abierta no fue lo que pensaba. El ceño fruncido de Kim Seokjin era el protagonista de la expresión de esfuerzo que llevaba plasmada en el rostro al intentar mover el cuerpo flácido del señor Kim.

—¡Gracias a Dios, Jungbin! —Soltó en un suspiro—. Llama a alguien para que me ayude a llevarlo.

Ella se apresuró a ayudarle a tomarlo por la cintura, teniendo que ignorar las mariposas que cosquilleaban su estómago cuando sintió la calidez de su cuerpo teniendo contacto con su piel.

—¿Qué ha sucedido? —Preguntó.

—Bebió demasiado.

El señor Kim pareció querer incorporarse y lo primero que pudo ver la chica fueron un par de ojos brillantes y redondos, totalmente diferentes a la mirada de dragón que a menudo tenía, y no le pareció más que un muchachito inocente. La sonrisa que le dedicó, marcando sus hoyuelos, la hizo derretir. Había esperado tanto tiempo para verlo...

—Ya déjame —le dijo a Seokjin, intentando zafarse de su agarre.

—Malagradecido... —Refunfuñó el mayor, soltándolo de a poco para que no perdiera el equilibrio, y luego lo apuntó con el dedo—. No le hagas nada a Jungbin.

—Vete —bufó Namjoon, cargando su cuerpo en el de Jungbin.

Su hermano negó con la cabeza, con una expresión de desagrado en el rostro, y se marchó no sin antes advertirle a Jungbin que tuviese cuidado, pues era poco común ver a Namjoon borracho. Ella le rodeó la cintura con sus brazos delgados, disfrutando del contacto físico, y lo ayudó a caminar hacia su habitación, un lugar donde la chica jamás había entrado.

Se trataba de una habitación de paredes blancas, tan ordenada que, si no fuera por el cesto de ropa sucia, Jungbin jamás hubiese pensado que alguien la ocupaba. Todo estaba perfectamente limpio y puesto en su lugar. Ella lo dejó sobre el colchón, le quitó los zapatos y se dispuso a dejarlo solo, pero su voz la interrumpió:

—No te vayas.

El señor Kim la observaba desde la cama, con la ropa y el cabello desordenado. Jungbin se quedó de pie en su lugar, sin saber realmente qué hacer, pues no quería abusar del estado de Kim y luego disgustarlo cuando él estuviera consciente de lo que había sucedido entre ellos, aunque fuese algo tan simple como ella estando en su habitación.

Él siempre le había dado su privacidad y habían sido muy pocas las veces en las que había entrado a su habitación. Ese era el lugar de Jungbin y era un espacio personal que él respetaba, por lo que ella jamás había siquiera pensado en ir a la habitación del señor.

La chica se decidió por ayudarlo a ponerse ropa más cómoda, quizás buscando una excusa para quedarse. Abrió el armario y buscó entre los cajones que contenían montones y montones de ropa hasta que encontró su pijama. Lo dejó sobre la cama mientras lo ayudaba a sentarse, le quitó los anteojos y comenzó a desabrochar los botones de su camisa, sabiendo que su corazón comenzaría a saltar como loco.

Le hubiese gustado hacer eso mismo, pero bajo otro contexto.

—Eres un ángel, Jungbin —lo escuchó decir.

Sus manos tibias se posaron sobre su cintura para acariciarla, provocándole un escalofrío. Se acomodó sobre el colchón y se inclinó hacia adelante para poder apoyar su cabeza sobre el pecho de la chica que se encontraba de pie frente a él. Sus brazos la rodearon, atrayéndola con fuerza, como si estuviese intentando retenerla. Ella, sorprendida por esa repentina muestra de afecto, le acarició el cabello.

¿Era esa una manera de pedir disculpas?

—¿Señor? —Lo llamó en un hilo de voz.

Jungbin era débil, lo sabía, pues, aunque él la hubiese lastimado anteriormente y luego la hubiese evitado por días enteros, un simple abrazo bastaba para olvidar su sufrimiento. Su corazón martilleaba contra su pecho, emocionado por finalmente volver a sentirlo, y su estómago cosquilleaba por aquellas mariposas que se hacían presentes cada vez que lo tenía cerca.

—Sólo... quedémonos así un momento —le pidió él en un susurro—. Quiero sentirte.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Jungbin, sus manos acariciaron la espalda de Kim y cerró los ojos mientras su cuerpo se relajaba, fundiéndose en tal inesperado y anhelado abrazo.

—Debería descansar, señor —dijo Jungbin después de unos minutos, alejándose levemente.

Los ojos brillantes la observaron desde abajo, más abiertos de lo normal, redondos como nunca los había visto, como si aquel hombre dominante que era su dueño hubiese desaparecido tras beber un poco de alcohol. Jungbin pudo darse un instante para admirar su rostro, con las mejillas sonrojadas por culpa de la borrachera y los labios carnosos apetecibles, como siempre. Su mano se levantó lentamente y le acarició el rostro en un roce con las yemas de los dedos, sorprendiéndose que él cerrara los ojos un segundo para disfrutar de su toque.

Jamás se había atrevido a tanto y supo que era muy probable que lo que la había impulsado era que él no recordaría aquello a la mañana siguiente.

Sus dedos bajaron temblorosos de la mejilla hacia los labios. Aquel era el contacto más cercano que había tenido con ellos alguna vez y volvió a preguntarse cómo se sentiría besarlos. Él se humedeció los labios con la lengua y abrió los ojos, luciendo estos nuevamente como los de un dragón.

Entonces Jungbin quitó la mano. El señor Kim parecía haber vuelto en sí y no quiso incomodarlo. Dio un paso atrás, con el fin de marcharse lo antes posible de la habitación, pero se vio impedida por las manos que la sujetaban todavía por la cintura.

—No te vayas —volvió a pedirle y cuando notó que ella obedecería tomó la camiseta del pijama que la chica había sacado para él—. Ponte esto.

Observó atentamente cómo ella se quitaba el vestido, quedando completamente desnuda, y se metía en la camiseta de mangas cortas que le llegó justo debajo del trasero. Por su parte, Namjoon se puso de pie y terminó de quitarse la camisa, quedándose con la camiseta sin mangas que llevaba debajo.

Jungbin tragó saliva, mirando atentamente y por primera vez los trabajados músculos de sus brazos, la anchura de sus hombros y el cómo su piel morena se hundía en el sector de las clavículas. A pesar de que él la había visto completamente desnuda un montón de veces, ella siempre lo veía enfundado en una elegante camisa y en sus pantalones de vestir.

—Recuéstate.

No supo cómo la situación había cambiado tan repentinamente, pasando de la ternura que le inspiró el hombre en su estado de ebriedad a recobrar la lucidez y dominarla de la manera en la que solía hacer. Ella obedeció y caminó hacia la cama con las piernas temblorosas. Él se recostó a su lado, sin romper el contacto visual que tan nerviosa la ponía, y se acomodó de costado, apoyando su codo sobre el colchón para sostener su cabeza.

Jungbin aguantó la respiración cuando la mano libre del señor Kim se posó sobre su estómago y comenzó a moverse de arriba hacia abajo en caricias que le hubiese encantado sentir directamente sobre su piel y no sobre la ropa. Estaban tan cerca que se sentía abrasada por el calor corporal del señor Kim y sus mejillas inmediatamente se tornaron de color rosado.

—Te extrañé —le dijo él.

Algo en aquella frase le dio a entender que no solamente de refería a que había extrado su presencia tanto como ella lo había hecho. Kim Namjoon había extrañado su cuerpo, cómo este se retorcía bajo cada toque que le daba, ante cada caricia que tenía un toque sensual y cómo siempre reaccionaba de la manera que él esperaba.

Jungbin también lo había extrañado, demasiado y en todos los sentidos existentes. Sentía que comenzaría a volverse loca si no volvía a verlo, pero allí lo tenía: recostado a su lado, acariciándola con manos juguetonas que de vez en cuando bajaban más allá de su estómago, sugiriendo lo que quería hacer con ella.

Soltó un suspiro cuando dichosa mano bajó hasta su vientre, cerró los ojos que hasta ese momento habían estado siguiendo milimétricamente los movimientos, sin notar que él la observaba también, analizando cada expresión que emitía su rostro. Simplemente era una mujer hermosa, a Namjoon le encantaba la manera en la que su rostro lucía sin una sola gota de maquillaje y la seductora curva que formaban sus labios.

Su mano vagó hasta encontrar el borde de la camiseta para tirarla hacia arriba, descubriendo nuevamente la desnuda piel de la chica. Los muslos sensuales y todavía magullados que no podía sacar de su mente, ligeramente más rellenos que cuando la había conocido, lo que indicaba que Jungbin sí estaba consumiendo las cinco comidas diarias que él le había ordenado. Su entrepierna, cubierta de vellos, que tantas ganas tenía de probar. Hasta había soñado una noche con que pasaba su lengua y alguna otra cosa por los jugosos labios, pero ¿cómo podría proponérselo sin que ella se asustara? Él también soltó un suspiro, obligando a sus ojos a volver su atención al rostro de la chica mientras sus dedos comenzaban a acariciar con suavidad los muslos.

—Señor —soltó Jungbin en un jadeante susurro—, por favor no vuelva a dejarme.

Kim Namjoon ahogó un jadeo y tuvo que reprimir sus ganas de formar un puño con su mano libre, pues no quería dejar de darle atención a los muslos de Jungbin. Se dio cuenta de que había estado sufriendo, probablemente más que él, y aquello le hizo sentir más culpable de lo que ya sentía. Subió sus dedos hacia aquel centro que emanaba calor húmedo que moría por tocar.

—¿Puedes aceptar mi disculpa? —Le respondió mientras sus dedos presionaban el botón de nervios que provocaba todo el placer de Jungbin.

La chica soltó un quejido y su cuerpo se sacudió al sentir aquel toque tan repentino que no se detuvo. Cuando estuvieron en el hotel, Namjoon había estudiado detenidamente los movimientos que habían hecho los dedos de Jungbin para darse placer, los había guardado en su memoria como un tesoro porque sabía que en algún momento los utilizaría.

Sus dedos se humedecieron inmediatamente de los fluidos de Jungbin y orgulloso de lo que había provocado se inclinó hacia ella, dejando sus rostros a una distancia milimétrica.

—Responde —susurró, mirándola directo a los ojos—, de otra forma me detendré.

Jungbin abrió los ojos y recorrió el rostro del señor Kim, deteniéndose sobre sus labios brillantes. Quería besarlo para así dar una respuesta afirmativa, pero temió arruinar el momento.

—Sí.

Él tuvo que darse un momento para controlarse y no lanzarse sobre ella, aunque sus dedos parecían tener vida propia. Se relamió una vez más los labios y terminó por acortar la distancia, aterrizando sus labios sobre el cuello de la chica, uno de sus lugares favoritos. Los dedos completamente mojados se abrieron paso entre los labios y se introdujeron en aquella cálida humedad que lo hizo sentir abrazado. Jungbin curvó su espalda a la vez que soltaba un gemido y tuvo el reflejo de cerrar las piernas, pero aquella mano que intensamente buscaba su punto débil en su interior se lo impidió.

Namjoon encontró aquel punto rugoso que provocó que Jungbin comenzara a retorcerse, no había dejado de succionar y morder su cuello, y su propio cuerpo comenzaba a reaccionar a todos los estímulos que se le presentaban. El olor de la chica era lo que más lo enloquecía, seguido del sonido de sus gemidos y su respiración agitada. Pero la posición en la que se encontraban no ayudaba, pues su otra mano se encontraba aprisionada sosteniendo su propia cabeza.

Las caderas de la chica habían comenzado a moverse al ritmo de las embestidas que le daban sus dedos, que fácilmente se resbalaban en su interior. Su cuerpo estaba cubierto de una pequeña capa de sudor que hacía que se le pegara el cabello a la frente y sus ojos brillantes de pasión lo observaban mientras mantenía la boca abierta para soltar aquellos gemidos que estaban volviéndolo loco. Cerró los ojos por un instante concentrándose en sus toques y no en su miembro, que fue más que necesario para que Jungbin tomara el valor de estirar su mano y colocarla sobre el abdomen fibroso que conducía hacia la gloria que tenía entre las piernas.

Si Namjoon pensó que estaba más duro de lo normal, se había equivocado, pues su pene se hinchó todavía más bajo el suave toque que daba la palma de la mano de Jungbin. Soltó un gemido y sus caderas se movieron hacia adelante buscando un poco más de fricción. El toque de la chica era delicado, diferente al que había recibido otras veces e incluso diferente al que él mismo se daba, pero eso no significó que fuese menos placentero.

Quería que ella metiese la mano dentro de su pantalón y también de su ropa interior, que lo rodeara con sus dedos y que lo masturbara, y a la vez no quería sentirse tan vulnerable bajo su toque, así que optó por acelerar la velocidad de las embestidas de sus dedos. Los gemidos de Jungbin se volvieron más agudos y desesperados, y tuvo que afirmarse de su cintura, dejando de lado las caricias que le daba a su miembro, para evitar que su cuerpo se sacudiera tanto. En menos de un minuto los músculos de su vientre se cerraban en espasmos alrededor de sus dedos, y Namjoon se dio un momento para fantasear sobre cómo se sentiría si en vez de los dedos se tratara de su pene.

Quería follarla y su cuerpo ya se lo pedía desesperadamente.

—¿Señor? —Logró decir Jungbin entre jadeos.

—¿Sí?

—Yo también lo extrañé. Por favor, no vuelva a dejarme.

Aquella súplica, que había cambiado totalmente de tono en comparación a la anterior, lo sorprendió, pues estaba bañada con un tinte de desesperación.

—No lo haré.

ESTAMOS EN EL CAPÍTULO 16 Y EL NAM SOLAMENTE LA HA DEDEADO NO PUEDE SER

Perdonen si hay alguna falta en el capítulo, lo he escrito en el celularrrr

Este sería el último capítulo de la maratón. Espero que lo hayan disfrutado y muchísimas gracias por darse el tiempo de leerme, sin ustedes yo no estaría aquí. Les amo

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