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CAPÍTULO 11

11

—Recuerda, Jungbin, no debes alejarte de mí —le recordó por quinta vez el señor Kim.

Apenas la noche había caído, el señor Kim había encendido el motor del auto para ponerse en marcha a la cena de la empresa. Aquella cena de la que Jungbin se había enterado sólo un par de días atrás. Ella, ya lista, dentro de su vestido negro y maquillada y peinada por una estilista profesional, lo había seguido un poco temerosa.

La chica murmuró una respuesta afirmativa. Jamás se le había pasado alejarse más de medio metro de su dueño y señor, pues las multitudes le aterraban. Sabía que iba a estar repleto de gente, incluyendo a los hermanos del señor Kim, quienes eran accionistas de la empresa familiar de la cual Namjoon había tomado el cargo cuando el padre de los Kim había muerto. Y quién sabía cuántas personas más estarían allí, sobretodo teniendo en cuenta lo que Jungbin había descubierto días antes cuando buscó en internet "K&A" y el primer resultado había sido "Conglomerado K&A".

—Sabes las reglas —volvió a hablar él cuando estaban todavía dentro del auto, esperando a que algún empleado llegase a retirar las llaves para estacionarlo dentro del edificio—: siempre un paso detrás de mí; no hablar a menos de que te haga una pregunta directa; y, por sobre todas las cosas, jamás te quites el collar.

Jungbin desvió la mirada hacia su pecho adornado en un hermoso escote en v y donde resaltaba la brillante argolla que el señor Kim le había dado. ¿Sería que alguien de allí dentro podría comprender el significado de aquel anillo que obligatoriamente debía estar a la vista de todos?

—Sí, señor —respondió.

Él la observó por un segundo, con una media sonrisa y los ojos brillantes, como si estuviese intentando demostrarle lo satisfecho que se encontraba con ella. Eso hizo que el corazón de la chica pegase un salto de emoción.

Había logrado convertirse en lo que él quería más rápido de lo que esperaba y eso la hacía sentirse orgullosa de sí misma.

Bajaron juntos del auto y Jungbin esperó a que el señor Kim rodeara el auto para tomarse de su brazo, tal como él le había pedido momentos antes. Según Kim le había explicado, cada cena se celebraba en diferentes salones de eventos, pertenecientes a las diferentes empresas del conglomerado, y en aquella ocasión se trataba de un hotel de lujo ubicado en pleno centro de Seúl.

El interior estaba repleto de gente, todos vestidos elegantes y, por primera vez, Jungbin sintió que no desentonaba. Incluso, por un momento juró que sobresalía, aunque eso podría deberse a que era la acompañante del mandamás del conglomerado K&A. Se removió incómoda en su lugar cuando Kim la soltó para saludar con un apretón de manos a un hombre que se acercó sonriente.

Sin duda, se sentía fuera de lugar.

—¿Quién es la hermosa señorita que te acompaña?

El corazón de Jungbin pegó un salto al darse cuenta de que estaban hablando de ella y esperó a que el señor Kim se girara hacia ella para mirarla, pues no tenía idea qué debía hacer. Él le puso la mano sobre la espalda, esbozando una pequeña sonrisa incómoda, y la acercó hacia el canoso hombre de mediana edad, que la observaba de manera curiosa.

—Ella es Jeon Jungbin —respondió Kim.

Y no dijo nada más. Jungbin sintió una pequeña punzada en su pecho. ¿Por qué había sido diferente a la vez que habían comprado el vestido? Claro, no eran novios y ni siquiera tenían una relación romántica, pero ¿por qué lo había hecho antes?

La chica esbozó una pequeña sonrisa y estiró la mano en dirección al hombre, quien inmediatamente la estrechó. No dijo nada, no lo tenía permitido porque no se le había concedido el permiso, y de cierta manera era mejor, pues no era demasiado buena socializando las personas que no conocía. Y con las que conocía tampoco. Sintió los ojos del hombre recorrerle el rostro y, de pronto, desviarse hacia su pecho, donde descansaba la argolla del señor Kim.

—Ya veo... —murmuró mientras le soltaba la mano—. Nos vemos por ahí, Kim.

¿Acaso él sabía el significado del anillo?

No se lo preguntó al señor Kim y él tampoco le dijo nada. Siguieron su camino hacia el centro del salón, que constantemente se vio interrumpido por la gente que llegaba a saludar a Namjoon. Jungbin obedeció en todo momento e incluso le regaló pequeñas sonrisas a la gente que le iban presentando, pero no volvió a mirar al señor Kim, ni siquiera cuando él apoyaba sus manos sobre sus hombros o su espalda para llamar su atención.

¿Estaba enfadada? Quizás. ¿Tenía derecho a estarlo? Probablemente no. Todo se había vuelto confuso en la cabeza de Jungbin, a pesar de que las cosas entre Kim y ella estaban delimitadas desde el momento en que firmaron el contrato.

Entonces, ¿qué era aquella sensación incómoda que sentía en su pecho? Por una parte, podría ser el hecho de estar rodeada de tanta gente, pero la chica sabía que había algo más. Quizás se sentía herida, quería que el señor Kim le dijera a todo el mundo que eran novios. ¿Por qué? No lo sabía, pero la vez que lo había hecho le había resultado tan placentero... Casi había podido imaginarlo.

—¡Oh, Dios! ¡Namjoon! —Una voz chillona hizo sobresaltar a la chica—. Creí que no te vería en meses.

Kim se giró con una amplia sonrisa en sus labios y dio un par de pasos largos para encontrarse con una mujer de cabellos anaranjados y trotaba hacia él. Jungbin vio cómo ella se colgaba en su cuello, dándole un abrazo que le hubiese gustado que el señor Kim no devolviera, y sintió sus pies parecieron quedarse pegados en el piso. Aguantó la respiración mientras Namjoon le hablaba a esa mujer de una manera en la que jamás le había visto comportarse.

Parecía feliz.

Jungbin también se sentiría feliz de tener una amiga tan atractiva, de cuerpo excepcionalmente curvilíneo y rostro llamativamente hermoso. Claro que se sentiría feliz de ser su amiga si es que ella no se estuviese colgando nuevamente del cuerpo del señor Kim.

—Te ves un poco... incómoda —una voz conocida le habló desde atrás.

Jungbin no tuvo que girarse para saber que se trataba del profesor Kim y, aunque hubiese dado lo que fuese para fijar su atención en otra cosa, no podía apartar los ojos de la escena que tenía frente a sus ojos.

—No gusta la gente desconocida —susurró en respuesta.

—¡Pero ya estoy aquí!

Entonces se dio media vuelta y se encontró con aquel rostro conocido y amigable de Seokjin. Quiso lanzarse a sus brazos para encontrar el consuelo que necesitaba ante todas las sensaciones que la estaban abrumando, pero eso significaba salirse de todos los límites que el señor Kim le había impuesto en el contrato, pues eso era salirse de todos los esquemas. ¿Qué diría el resto de la gente si es que ella abrazaba a otro hombre?

Incluso, el hecho de estarle hablando a Seokjin ya rompía las reglas.

—¿Quieres ir a la barra?

Jungbin abrió la boca, sin saber qué debería hacer. Tenía completamente claro que el hecho de ir por una copa podría furioso al señor Kim, pero sentía ganas de ajusticiar a su confundido corazón. Miró de reojo a Kim, que todavía hablaba con la mujer, y terminó por negar con la cabeza:

—¿Sabes quién es ella?

Seokjin desvió los ojos hacia la mujer e hizo una mueca con los labios.

—¡Ahí estabas, Jungbin! No me fijé que no estabas detrás de mí.

La voz del señor Kim interrumpió la conversación, obligando a la chica a girarse hacia él con el corazón latiendo cada vez más dolorosamente, pues Kim había estado tan ensimismado en la conversación que ni siquiera había notado su ausencia.

—Ya veo que te encontraste con Seokjin —dijo, dándole una mirada fugaz al rostro de Jungbin y saludando a su hermano con un apretón de manos.

—Kim Seokjin —saludó entonces la mujer, que había seguido a Namjoon.

El nombrado esbozó una sonrisa y dio un asentimiento de cabeza.

—An Jiwoo.

La mujer pasó sus ojos rasgados desde el rostro de Seokjin hasta el cuerpo delgado de Jungbin, que recorrió de arriba hacia abajo.

—¿Es tu novia? —Le preguntó al profesor.

Antes de que pudiese responder, el señor Kim se aclaró la garganta y habló:

—De hecho, es mi acompañante. Jiwoo, ella es Jeon Jungbin. Jungbin, ella es An Jiwoo.

La mujer volvió a mirarla de arriba hacia abajo y se detuvo especialmente sobre la argolla que colgaba en el cuello de la chica.

—¡Qué linda! —Soltó entre dientes y luego se giró hacia Namjoon, dándole la espalda a Jungbin—. Tus gustos no cambian jamás, debí suponer que era tu...

—Por favor, Jiwoo —la interrumpió Kim en una carcajada—. Cualquiera podría oírte.

Jungbin ahogó un suspiro y se cruzó de brazos, intentando encontrar en sí misma aquel apoyo que necesitaba.

—Todavía falta un poco para la cena —escuchó la voz de Seokjin muy cerca de su oído—, ¿quieres ir a dar una vuelta?

—Gracias, pero no debería... —Respondió la chica.

—Jungbin —ella se sobresaltó al escuchar al señor Kim—, vamos a nuestra mesa. Ya queda poco.

Ella se despidió de Seokjin con una sonrisa incómoda y siguió al señor Kim cuando este comenzó a caminar en dirección a otro salón completamente poblado de mesas redondas con manteles blancos que llegaban hasta el suelo. Siempre acompañados de An Jiwoo, que parloteaba de lo buenos que habían sido sus viajes en el extranjero.

Por un segundo le recordó a su hermano mayor.

—Este es tu asiento —le dijo Namjoon a Jungbin, señalando una de las tantas sillas con funda blanca a juego con los manteles.

Como la gente ya comenzaba a acomodarse en sus lugares, Jungbin creyó que sería buena idea tomar asiento y se quedó impresionada al ver que el señor Kim rodeaba la mesa para sentarse frente a ella y que An Jiwoo ocupaba el asiento que estaba a la derecha de la chica.

Estaba sola, nuevamente.

¿Dónde estaba Seokjin? ¿Por qué no estaba en la misma mesa que ellos si era uno de los socios importantes? El corazón de Jungbin se estrujó al verlo sentarse junto a su otro hermano a unas mesas de distancia de ellos.

Qué mala suerte tenía.

Puso una de sus manos sobre su pecho, notando que su corazón martilleaba contra este y que su respiración estaba más acelerada de lo normal. Eso no estaba para nada bien. Se paró rápidamente y tomó camino hacia fuera del salón, necesitando urgentemente llenar nuevamente sus pulmones de aire. Se apoyó contra la pared, sin importarle que la gente que todavía no entraba a la cena la viese con las cejas fruncidas, como si fuese un bicho raro.

Bueno, lo era.

Y se sentía estúpida por haber siquiera pensado que ignorarlo iba a quitar ese rasgo tan desagradable de ella.

—¿Jungbin, estás bien?

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas. ¿Por qué llegaba a socorrerla la persona incorrecta? Seguramente porque el señor Kim se encontraba demasiado ocupado dándole miradas confidentes a An Jiwoo.

—No me siento muy bien —susurró entre jadeos.

—Él es mi hermano, Taehyung, es médico y puede ayudarte.

La chica enfocó su vista en ambos hombres que se encontraban frente a ella y notó al otro Kim que había visto la primera vez en el restaurante. Rostro delicado adornado por un cabello ondulado negro. Era el más bajo de los tres y, notablemente, el más joven. Quizás tenía un par de años más que Jungbin, quizás un poco más.

El chico se acercó a ella y estiró la mano para que ella la tomase.

—¿Qué está sucediendo?

Jungbin se limpió las lágrimas inmediatamente al escuchar la voz del señor Kim y se incorporó en su lugar.

—Jungbin no se está sintiendo muy bien —respondió Seokjin, que se había quedado a un par de pasos de distancia.

El rostro de Namjoon se contrajo en una mueca de ira mientras observaba la, todavía, alzada mano de su hermano menor hacia Jungbin.

—Vamos —le ordenó a Jungbin.

En menos de un segundo, la chica se había puesto en marcha, justo detrás él.

—Namjoon —escuchó la voz calmada de Taehyung a su espalda—, está atravesando una crisis...

—Jiwoo la cuidará —resolvió él, girándose a ver a su hermano—. Estará bien con ella.

Jungbin no quiso mirar atrás y sólo se dedicó a seguir al señor Kim de vuelta a la mesa. Recién comenzaban a servir la entrada, por lo que habían vuelto justo a tiempo. Tomó asiento entre Jiwoo y el hombre canoso que la había saludado al entrar a la fiesta. No quiso mirar a ninguno al rostro, pero sentía cómo su pecho nuevamente comenzaba a cerrarse, dejando pasar el mínimo de aire.

—¿Te encuentras bien? —Le preguntó la pelirroja.

La chica le dio una mirada fugaz y asintió con la cabeza.

—Las multitudes pueden ser abrumadoras a veces —volvió a hablar ella mientras se disponía a comenzar a comer.

Jungbin no respondió nada. Ella tenía razón, pero su malestar iba mucho más allá del encontrarse en una multitud. La miró de soslayo antes de ponerse a comer la ensalada que habían puesto frente a ella. Quizás no era una persona mala. Quizás no podía evitar ser tan cercana con Namjoon.

Quizás eran muy amigos. Tanto que ella sabía el significado de la argolla que Jungbin llevaba en el cuello.

—Así que... —Siguió la mujer, acercándose a ella para que nadie más las oyera—. A juzgar por esa argolla, puedo deducir que tienes ese contrato con Namjoon.

Jungbin aguantó la respiración, sintiendo que su rostro completo comenzaba a ponerse dramáticamente rojo.

No respondió nada, pues no era necesario, y la mujer continuó:

—Debí haberlo sospechado cuando te vi. Nam tiene gustos muy particulares y realmente todas se parecen... —Hizo una pausa, en la que Jungbin sintió que toda la comida que tenía en su estómago quería devolverse por su boca, y luego soltó una pequeña carcajada para decir: —. ¡Excepto yo! Claro, porque fui la primera.

Qué opinamos? Les leo

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