CAPÍTULO 10
10
Jungbin revisó su celular cuando la pantalla de este se encendió, anunciando un nuevo mensaje:
Kim Seokjin
¿Namjoon te hizo algo?
Ella tragó saliva e inmediatamente bloqueó el móvil. No podía dejar que absolutamente nadie a su alrededor notase el remitente del mensaje, pues se encontraba en plena clase y la mayoría de sus compañeros también asistían a la clase del profesor Kim. Jungbin le había dado su número de teléfono antes de bajarse del auto y él se lo había dado para que la chica pudiese acudir a alguien ante cualquier eventualidad, aunque no estaba segura de lo que realmente podía significar eso.
Su estómago cosquilleó al recordar lo que había sucedido después de Seokjin se había marchado y sus mejillas comenzaron a tornarse rojas. Luego de haberse quedado unos buenos minutos en aquella posición, sobre el señor Kim, él la había ayudado a levantarse y le había regalado una hermosa sonrisa que la dejó babeando.
—Eres una buena chica —le había dicho, mientras le acariciaba uno de los brazos con extrema suavidad—. Iré a dejarte cada mañana a la universidad y luego iré a recogerte, ¿está bien? Pediré a Jimin, mi asistente, que te enseñe a conducir.
Y a Jungbin le había entrado pánico inmediatamente, pues no era alguien que se desenvolviera del todo bien con las personas nuevas.
Sin importarle que la clase todavía no hubiese terminado, se puso de pie y tomó sus cosas para salir del salón. Tenía que encontrar al profesor Kim, aunque todavía no estaba completamente segura de qué decirle. Caminó a paso apresurado por los pasillos de la facultad hasta que se encontró frente a una puerta que anunciaba el nombre de su profesor en una placa grabada. Era su oficina. Jamás había estado allí dentro, pero sí había visto alguna vez cómo él entraba allí después de dar alguna clase.
Tuvo que darse un momento para aclarar sus pensamientos. Estaba allí, frente a la oficina del profesor Kim, con la intención de decirle algo que todavía no tenía claro. ¿Cómo había sido siquiera que había tenido la valentía para irse en medio de la clase? Había actuado de una manera completamente impulsiva.
La puerta se abrió y se topó de frente con Kim Seokjin, que parecía estarse marchando.
—¿Jungbin? —Preguntó, asombrado de encontrarla allí, y luego de dar una rápida mirada alrededor, le dijo: —. Pasa.
—Profesor Kim... —Comenzó una vez que estuvo dentro.
—Seokjin —le corrigió, interrumpiéndola—. Antes de que digas cualquier cosa, me gustaría aclararte algo.
Ella aplanó los labios, pero terminó asintiendo con la cabeza.
—No tengo la intención de meterme en tu relación con mi hermano, es sólo que... —Hizo una mueca extraña con los labios y pasó sus ojos de un lado a otro, como si estuviese encontrando las palabras adecuadas para continuar— cuando Namjoon me preguntó por ti creí que se trataría de algo normal. Pero veo ese anillo que tienes colgado al cuello y me doy cuenta de que no es así...
Jungbin se abrazó a su bolso, sintiendo que todo lo que había deseado decirle a Seokjin se había esfumado de su mente después de haber escuchado lo que él tenía por decir. Quizás su preocupación era genuina, pero entonces, ¿por qué el señor Kim desconfiaba tanto de su hermano?
—Y no sólo es por el anillo, sino por tu ropa nueva y aquel chupetón que intentas ocultar con tu cabello, pero que de todas maneras puedo ver desde aquí —soltó un pequeño suspiro—. Me siento responsable por tu seguridad y por eso estoy ofreciéndote ayuda, aunque en este momento no creas necesitarla.
El silencio se formó y la chica sintió que debía responder algo. Aquella respuesta sería lo mínimo que podía dar a cambio de toda la preocupación que el profesor Kim había expresado por ella.
—Lo agradezco mucho, profesor... Seokjin —se corrigió inmediatamente—. Y entiendo su preocupación.
—No necesito que la entiendas, Jungbin, necesito que me prometas que acudirás a mí si es que te sucede algo.
Ella se encogió en su lugar.
—¿Qué podría sucederme? —Preguntó en un hilo de voz.
—Absolutamente cualquier cosa.
—Está bien, lo prometo.
Seokjin tomó su maletín y el manojo de llaves para dejar la puerta de su oficina bloqueada, y caminó junto a Jungbin hacia afuera.
—No te hizo nada, ¿cierto? O sea, aparte de eso —aclaró, señalando el lugar donde se encontraba el chupetón.
Jungbin negó con la cabeza a modo de respuesta mientras sus mejillas se ponían rojas. Le abrumaba pensar en que Seokjin pudiera imaginarse lo que había hecho con el señor Kim para que ella tuviese esa marca en la piel.
—Simplemente me preguntó qué había sucedido y... —Se detuvo allí, sin saber si es que debería seguir humillándose a sí misma, pero finalmente dejó la vergüenza de lado—lo cierto es que no sé conducir. Así que él vendrá todos los días a dejarme y a buscarme mientras su asistente me enseña a conducir.
Seokjin, que caminaba junto a Jungbin, se detuvo y arrugó las cejas.
—¿Su asistente?
—Sí —Jungbin asintió con la cabeza—. ¿Jimin? Creo que ese era su nombre...
El profesor soltó una carcajada seca mientras reanudaba su caminata y la chica lo siguió, apresurando el paso.
—Me sorprende que confíe en alguien como él para estar tanto tiempo a solas contigo —murmuró.
—¿Por qué dice eso?
Seokjin nuevamente se detuvo, se encontraban al final del pasillo, en donde el camino se dividía en dos: la salida del edificio y la cafetería de este, y le dedicó una pequeña sonrisa ladina antes de responder:
—Ya lo averiguarás tú misma.
Y se despidió de ella con un asentimiento de cabeza.
Jungbin se quedó con ganas de saber más, pero no se atrevió a seguirlo para conseguir más información. Tampoco se arriesgaría a que alguien se diera cuenta de que intercambiaba más palabras de las prudentes con un profesor. Por lo que decidió irse hacia la biblioteca para poder estudiar un poco.
El señor Kim la había llevado hacia el centro comercial, por segunda vez, después de recogerla en la universidad. Nuevamente había conducido a Jungbin a hacia las tiendas de lujo, pero habían entrado a otra diferente de la vez anterior.
—Bienvenidos —dijo la vendedora, saliendo de detrás del mostrador para recibirlos—, ¿en qué puedo ayudarlos? ¿Busca algo en específico para... su hermana?
Todas las interrogantes que rondaban la cabeza de Jungbin acerca de qué era lo que necesitaban aquella vez se esfumaron. ¿Acaso había escuchado bien? Buscó la mirada del señor Kim, que se había distraído mirando hacia su alrededor, en busca de algo que sólo él sabía.
—Sí, de hecho, nos serías de mucha ayuda —murmuró en respuesta—. Mi novia y yo buscamos un vestido para una ocasión especial.
La garganta de la chica se secó, sobretodo al ver cómo la vendedora pasaba repetidamente los ojos desde el señor Kim hacia ella, y viceversa. Su rostro enrojeció al sentir que se le entrecortaba la respiración, así que se escondió detrás del cuerpo de Namjoon.
¿Por qué había dicho eso? Por supuesto, no podía decir que Jungbin era su sumisa, pero podría haber utilizado otra palabra para describir su relación. Debería haberlo hecho, por el bien de su frágil corazón. Por otra parte, ¿era tan difícil de creer que ellos dos tuviesen una relación romántica? Tenían diferencia de edad notable, no porque el señor Kim se viera viejo, sino porque parecía muchísimo más maduro y serio que ella, pero tampoco era imposible una relación entre una veinteañera y un... ¿treintañero?
Jungbin no estaba segura de la edad que tenía el señor Kim.
—¡Por supuesto! —Respondió la mujer, tomando camino hacia el sector de los vestidos—. Tenemos para todo tipo de ocasiones, ¿qué es lo que necesitan, precisamente?
El señor Kim tomó a Jungbin por la muñeca y la llevó consigo detrás de la mujer.
—Una cena en la empresa, celebraremos una nueva sucursal abierta en China —dijo moviendo la mano, como si le estuviese restando importancia—. Buscamos algo simple y elegante.
La mujer buscó entre los colgadores y sacó un par de vestidos que luego analizó para saber si es que le quedarían bien a Jungbin.
—Todo le quedará bien, su novia tiene el cuerpo de una modelo —concluyó.
El señor Kim sonrío y se giró para mirar a Jungbin, mostrándole sus hermosos hoyuelos.
—Estamos intentando subir un poco de peso, ¿cierto?
Antes de darle tiempo de responder, la mujer los conducía en dirección a los probadores: una sala bastante amplia con un buen par de espejos de cuerpo completo y varios sofás acolchados de color rojo.
—Cierre la tienda, queremos privacidad —pidió Kim, entrando con Jungbin al probador y cerrando la puerta detrás de ellos.
La chica se quedó de pie, en medio de la sala, sin saber si es que simplemente debería comenzar a quitarse la ropa o esperar a que el señor Kim le dijese algo. Sus mejillas todavía no perdían la coloración carmesí que habían adquirido minutos antes, y sus piernas temblaban producto de su acelerado corazón.
Quiso decirle algo, preguntarle por qué había dicho que eran novios, pero se quedó hipnotizada viendo cómo él tomaba asiento en uno de los sofás, con las piernas bien abiertas y los brazos estirados a lo largo del respaldo.
—Adelante —le dijo, haciendo una seña con la mano.
Jungbin comenzó a quitarse la blusa con dedos torpes y temblorosos, pues todo lo que había sucedido sumado a la fija mirada del señor Kim sobre su cuerpo había logrado ponerle los nervios de punta. Quitó el broche de su falda tubo y la dejó caer al suelo.
—Quítate todo —ordenó él cuando se disponía a recoger la ropa que había caído al suelo.
Ella obedeció inmediatamente, tirando de sus nuevas bragas de encaje hacia abajo y quitándose el sujetador que hacía juego. Intentó ignorar los ojos fijos sobre ella y el incómodo aire acondicionado de la sala que le había erizado la piel y endurecido los pezones. Tomó el primer vestido, largo y con un corte que dejaba ver su pierna izquierda, el color azul resaltaba la piel pálida de Jungbin y el escote en v daba un espacio perfecto al anillo que llevaba colgado al cuello.
—Déjame ayudarte —aguantó la respiración cuando se encontró con el señor Kim a su espalda, subiéndole cuidadosamente el cierre.
Se quedaron un par de segundos así. Ella mirándolo a través del espejo que tenía delante y él recorriendo su cuerpo completo de arriba hacia abajo, deteniéndose un momento más en sus pezones erguidos.
Jungbin quiso retroceder un paso para chocar con el cuerpo fornido y sentir aquel calor que podía sentir desde su lugar. Quería envolverse en ese fuego y quemarse, dejar que él le rodeara la cintura con los brazos y la apegase a él, al igual que la tarde anterior. Pero el deseo quedó únicamente en eso cuando vio que se daba media vuelta y volvía a caminar en dirección al sofá.
—Siguiente.
Se quitó el vestido y tomó el siguiente: largo, negro con escote de hombros caídos e incrustaciones de piedras brillantes en la tela. Se giró hacia él, para que pudiese observarla completa, y esperó. Los ojos del señor Kim centelleaban fuego. Se acomodó sobre el sofá, echando las caderas hacia adelante, y se acarició el labio inferior con las yemas de los dedos.
—Ven aquí.
Jungbin inmediatamente caminó hacia él y abrió mucho los ojos cuando posó las manos sobre sus caderas para jalarla y lograr que quedase sentada a horcajadas sobre su cuerpo. Era la primera vez que su rostro se encontraba tan cerca del de Kim, por lo que no pudo evitar darse un momento para admirar cada detalle de su varonil rostro. Los ojos de dragón que tanto habían llamado su atención hasta hacerla enloquecer, los labios gruesos que cada cierto rato eran relamidos por aquella lengua juguetona. Algo dentro de Jungbin se retorció y se dio cuenta de que su respiración se había vuelto pesada cuando los dedos largos y hábiles comenzaron a acariciarle la piel de los hombros.
—Llevaremos el azul para la cena —susurró y el aliento cálido chocó con la piel sensible del pecho de Jungbin, provocándole un estremecimiento—, pero este lo quiero para cuando estemos solos.
SIENTO MUCHO el relleno de este capítulo, pero ya con el siguiente capítulo empieza el drama jeje
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