07.- "Llave de Repuesto"
Omnisciente
La habitación de un pelinegro se llenaba del sonido que producía su laptop. Tenía tiempo que no veía una película, y como era costumbre, solía enojarse bastante con ellas.
Frank vivía las películas como si conociera a los personajes, y le causaba enojo cuando él sabía lo que se tenía qué hacer y ellos no le hacían caso.
Además, en su tiempo de vida, analizar las películas y series se había convertido en su pasatiempo, así que tenía mucho qué opinar al respecto, le gustaba ser todo un crítico, aunque al final terminaba viendo todas las películas que le decían.
Algo que había notado en esas ocasiones en las que veía por error a Ayden (ajá), se dio cuenta de una gran diferencia entre ellos.
Mientras Ayden se emocionaba y lloraba, Frank solo se enojaba y burlaba.
La película en particular, ya lo había hecho enojar varias veces. Y por supuesto que, Frank hablaba solo.
—El día en que me obedezcan van a ser exitosos —se quejó recostado sobre un sofá pequeño en el que claramente se notaba que él era más largo.
Para Frank, los personajes pueden escucharlo, pero lo ignoran porque según la teoría del pelinegro, ellos son tercos y él es un mentor no escuchado.
Su momento de entretenimiento fue cruelmente interrumpido cuando alguien tocó su puerta.
Entre patadas al aire y maldiciones, se levantó para abrir la puerta.
Del otro lado, se dejó ver a un chico de un cabello rojizo, con un pequeño moño despeinado en la corona de la cabeza. Su cabello estaba lo suficientemente largo en la zona de la cresta para eso, mientras que a los lados se desvanecía con un lindo degradado.
—¿No vas a la práctica? —preguntó el oji-verde de pecas que entró al dormitorio, siguiendo el paso de Frank que se echó en el sofá otra vez.
El más alto miró la hora en su teléfono, apenas daban las 11:00 a.m o un poco menos.
Había permanecido en los dormitorios de su facultad todo el día desde que amaneció, y no se arrepentía de su decisión, era fin de semana y no quería salir ni a tomar aire, aunque claro, necesitaba una excusa para no ir a la práctica.
—Tengo que ir a trabajar —puso sus brazos debajo de su cabeza. No era del todo falso, no era hoy cuando planeaba ir a regar las plantas, sin embargo, serviría que Ayden le daba el dinero de esta semana.
—¿Quién va a trabajar a otra casa un fin de semana? —aquel chico de pecas, robó algo de un pequeño refrigerador al lado de la cama de Frank.
—Alguien que no se quiere morir de hambre ni quiere que lo echen de su carrera. ¿Ya me dejas escuchar?
—Pensé que tus aficiones en la vida eran tu carrera y el soccer.
Frank elevó una ceja. —El soccer no es mi afición, no es mi culpa ser muy bueno jugando... y en la mayoría de cosas que hago.
La mayor parte del tiempo, Frank era una persona muy vanidosa y nada modesta.
En realidad, siempre es así. Y se había vuelto tan monótono que tuviera esas actitudes, que él las consideraba algo normal en su día a día.
Además, él tenía la firme idea de que, si él no se halagaba a él mismo, ¿quién lo haría?
Para Frank, no había nada más realista y que más beneficios personales tuviera, que una persona apoyándose a si misma en todo lo que hace.
En pocas palabras, Frank es su fan número uno.
Y quizá no era lo mismo a un egocentrismo o narcisismo, porque él sabía plenamente que no todo giraba entorno a él y que había personas con problemas iguales o peores, que cada quién se encargaba de si mismo, y que era muy probable que existieran mejores personas que él. Simplemente se quería mucho.
—Es que, me parece insultante que podrías estar demostrando tu potencial como jugador, pero estás aquí viendo una película de dudosa producción.
—A mí me parece que lo que tú presentas se llama envidia. Puedes quedarte a verla si es que quieres, pero en silencio y no me hagas preguntas.
—Qué descaro, qué traición... ¡Esto es indignante!
El mayor asintió. —Sí, soy lo peor que te ha pasado.
Al cabo de unos minutos, el pelirrojo se fue del dormitorio, de cualquier manera no lograría convencer a Frank de ir a una práctica de soccer. E incluso pensaba en retirarse del equipo, por el simple hecho de que no tenía tanto tiempo, y no pensaba desgastar sus pocas horas de descanso.
El de cabello negro y ondulado suspiró, salir de la casa de sus padres jamás fue fácil, no obstante, es la mejor decisión que ha tomado, y de ninguna forma llegaba a arrepentirse ni un poco.
Para bien o para mal, el orgullo latente de Frank era suficiente para demostrarse a él y a sus padres que no los necesitaba, y aunque haya costado en un inicio, sorprendentemente lo estaba logrando con menos complicaciones cada vez.
Pasados unos minutos más, Frank se puso de pie, dejando atrás la comodidad del pequeño sofá.
Salió con las llaves de su auto, su dormitorio, su billetera y todo lo que era necesario para él.
Al momento de salir de la habitación y salir de todo el edificio, la historia se llegaba a repetir. Un clima templado recibió a Frank cuando estuvo al aire libre, había cierto aire que movía considerablemente su cabello hacia la izquierda.
Pasó por el campus de su universidad hasta el estacionamiento, pareciera que sus días eran menos aburridos y tediosos cuando iba a trabajar. Y en realidad, llegaba a ser algo entretenido.
Es decir, estudiar arquitectura era algo que consumía la mayor cantidad de su tiempo, no obstante, el poco tiempo que tenía, no podía desperdiciarlo si quería seguir estudiando.
De hecho tenía que pasar a comprar más materiales, los proyectos se juntan y el tiempo se agota.
Subió a su auto, un Pontiac GTO era el que conducía. Y había sido una excelente compra, impresionante que desde adolescente, Frank le haya puesto el ojo a ese auto y se haya decidido a hacer diferentes tipos de trabajo hasta poder comprarlo.
Era un auténtico auto clásico, de un color negro brillante que más tarde él cambió a un tono mate.
Arrancó por la ciudad tranquilamente, yendo a aquella casa gigante en la que se hallaba un cómodo Ayden que no esperaba la visita de Frank.
Cuando Frank llegó, usó la llave del exterior que Ayden le otorgó. Que de hecho, ahora que lo pensaba, nada le aseguraba que Ayden estaba en su casa. Debería tener su número para haberle avisado.
Pero, meh, ya estaba aquí, si Ayden no estaba, entonces Frank podía irse simplemente y meterse en sus asuntos.
Estacionó su auto dentro del jardín delantero, pasó a la puerta interior y tocó el timbre.
Entonces, vio ahí el atrevimiento, pues Ayden se hallaba cómodamente dormido entre los sofás, con dos pequeños chihuahuas recostados arriba de él.
«Ahí están las tres pulgas».
Esperó otros segundos, volvió a tocar el timbre, y el castaño despertó asustado, los chihuahuas se hicieron a un lado, siguieron a Ayden quien venía corriendo descalzo y con su pijama de nubes.
Frank pensaba que si Ayden no fuera tan desesperante, sería libre de reírse de tan solo verlo.
En el momento en el que abrió, recibió a Frank con una ligera sonrisa y una grata sorpresa. Pareciera que él se alegraba de que el pelinegro llegase a su hogar. Cosa que para Frank es raro de ver, y le provocaba preguntarse la razón.
—Hola, Frank. No recordé que ibas a venir hoy, lo siento.
El mayor negó. —Hoy no iba a venir, pero necesito terminar el trabajo de esta semana pronto.
Claro que no le iba a dar tantas explicaciones. Aunque sea solo porque no tenía mucho qué hacer hoy, también quería terminar sus asuntos en la universidad lo más pronto posible.
Mientras la mayoría de su clase aprovechaba su fin de semana, Frank trabajaba y terminaba todo que hayan pedido en sus clases, y así tenía más tiempo el resto de la semana.
—Oh, está bien. Pasa, no te atraso más.
Cuando abrió más la puerta de cristal para dejarlo entrar, los dos chihuahuas saltaron en sus piernas a saludarlo.
Debido a la amistad entre Hunter y Frank, por supuesto que los chihuahuas conocían al pelinegro, y pese a estar muy cómodos con Ayden y empezar a verlo como un chico que quieren, con Frank actuaban como si fuera el amor de sus vidas.
Propiamente, lo dejó ir a hacer su trabajo.
Esta vez, Frank no se colocó sus audífonos, regó las plantas en silencio y se apresuró, entre más pronto terminara, más pronto compraría su material, más pronto haría su proyecto, y más pronto se iría a dormir.
De vez en cuando y de manera inconsciente, llegaba a ver de reojo al interior de la casa, en donde se encontraba con Silverman haciendo cualquier cosa, y desde lejos llegaba a notar que las cosas se caían de sus manos fácilmente, y que hablar con los chihuahuas parecía ser su elemento.
Y también, notaba que este chico se le quedaba viendo a un jarrón roto que después escondía en la alacena.
Frank no negaba que Ayden era alguien agradable a la vista, pero jamás había visto a alguien tan torpe con las manos o en las situaciones bajo presión.
Normalmente, Walker siempre se llegaba a estresar con este tipo de personas, tal vez por su vida agitada y porque tenía hambre de comerse al mundo y llegar al éxito soñado cuanto antes, o tal vez por la costumbre de años de haber sido apresurado en todo momento, y de haberse visto obligado a solucionar los problemas incluso si debía tomar decisiones precipitadas.
Después de haber terminado el trabajo de hoy, llevó las herramientas a su lugar, regresó al interior de la casa, y como todos los días, había una botella de agua sobre la mesa, la cuál Ayden colocaba con mucho cuidado de no derramar.
Cerró la puerta de cristal detrás de él, ya había perdido de vista a Ayden, lo último que vio fue que había corrido a algún pasillo.
Entonces, escuchó el grito ahogado de Ayden en otra habitación.
Apenas terminó de beber la botella, escuchó al castaño salir del baño, y lo acompañaban los dos chihuahuas que corrieron a saltar para que Frank los cargara.
Por más indiferente que pudiera ser con los desconocidos o con personas que no tiene mucho tiempo de conocer, Frank no podía decirle que no a los animales sin importar cuánto tiempo de verlos tenga.
—Traidores —susurró Ayden—, ah... ¿ya te vas?
—Sí.
—Emmh, sobre eso...
Luego de bajar y cargar a Kiwi y Pinky entre sus fuertes brazos, caminó a la salida mientras estos lamían las mejillas del mayor.
Claro que Ayden sintió envidia.
«Mi turno».
Al llegar a la puerta, esta no abrió.
—¿Le pusiste llave?
—De eso quería charlar —dijo tímido, colocando sus brazos detrás de su espalda—, yo quería...
—Déjame salir ahora, tengo cosas qué hacer.
Se hizo más pequeño. —Déjame terminar.
Suspiró pesadamente e intentó relajarse.
—¿Qué?
—Es que... —balbuceó un poco y después aclaró su voz, empezó a hablar a una velocidad muy rápida y nerviosa, pero claro que había hecho algo—, yo quería hacerte una pequeña broma para que convivieramos. Así que me dije: no lo dejaré salir. Le puse llave a la puerta para que la buscaras por medio de pistas. Estaba en el baño con Kiwi y Pinky pensando dónde esconderla pero entonces tú cerraste la puerta del jardín muy feo y me asusté y... se cayó por el retrete y aunque quise recuperarlo, desapareció. ¡No me mates!
Frank no dijo nada, no emitió ningún sonido, se mantuvo estático por unos segundos.
La frustración salió de nuevo.
Cerró los ojos con fuerza intentando no descontrolarse. Pensó que podría tener un poco más de paciencia con él, y definitivamente falló.
—La llave de repuesto.
—¿Qué llave de repuesto?
—La llave que tienen las personas por si acaso una llave no funciona o alguien la deja caer por el retrete.
Pensó un poco. —...¿A poco las personas tienen eso?
—Eres un caso perdido —se quejó Frank. Negó con la cabeza varias veces, y su mente tuvo qué agilizarse para hallar una mejor solución.
Se quedó callado unos segundos, mirando a todos los lados de la casa, de ninguna manera saldría saltando los arbustos del jardín, no piensa deshacer todo su trabajo.
—¿Y si ahora salimos por la ventana? —preguntó el menor.
—Qué gran idea —respondió confiado.
—¿De verdad? —sonrió.
—No.
—Ay...
—Escucha, busca la llave de repuesto, o llama a tus padres y pregúntales en dónde está. Ellos deberían conocer esta casa mejor que tú.
—¡Buena idea! Tú siéntate en el sofá, ¡No temas, saldremos de aquí sanos y salvos!
Silverman buscó su teléfono y corrió escaleras arriba para buscar la dichosa llave.
Walker miró a los chihuahuas.
—¿Por qué permitieron esto? —les preguntó con molestia—, debieron morderle alguna pierna o algo.
Cuando a Walker le decían algo como "Estás en tu casa", "Ponte cómodo", o que podía tomar asiento en cualquier sitio. Él no era del tipo de persona que se apenaba o parecido, él se lo tomaba en serio.
En cuanto Ayden desapareció de la planta baja, Frank se echó en el sofá con los chihuahuas, a los cuáles empezó a relatarles de qué forma pudieron haber construído esta casa.
Walker era un chico extremadamente curioso, y más cuando se trataba de edificios, construcciones, casas, todo eso llamaba su atención, combinado a que estudiaba la carrera de sus sueños, daban como resultado que analizaba a detalle toda construcción en la que entra o logra impresionarlo desde fuera.
Tal vez él no lo recordaba muy bien, pero incluso desde pequeño, sus ojos llegaban a brillar al ver un inmenso edificio en plena construcción, y más allá del miedo que podría tenerle un niño, era admiración y asombro lo que se proyectaba en su mente.
Y pese a que los chihuahuas no le entendían, él les seguía explicando.
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—Y así es como no se deben realizar los cimientos de una casa o se caerá. ¿Se entendió la clase?
Kiwi lamió la mejilla de Frank en repuesta, fueron los mejores 30 minutos de su vida, tal vez. Ser acariciado y mimado por Frank Walker era un verdadero sueño para los perros... y para cualquier ser viviente.
—¡Noticias! —un castaño bajó alegre por las escaleras.
Una pantufla salió de su pie a la mitad, regresó por esta con algo de queja, y volvió a bajar hasta llegar a Frank.
—Tengo dos noticias, una buena y la otra no tanto. ¿Cuál quieres escuchar primero?
—La que haga que salga de aquí sin el remordimiento de que no tienes una puerta funcional.
—La buena es que ya sé dónde está la llave de repuesto —aplaudió una vez.
Frank juntó sus cejas. —¿Y la mala?
—Que está fuera —aplastó sus labios— debajo de una maceta... el problema es salir y cruzar el muro que divide el jardín trasero y el delantero, es muy alto.
El mayor asintió, si bien, tuvo una reacción menos catastrófica de lo que Ayden hubiera imaginado.
—Sí, ya lo había visto —pensó un poco—, ¿sabes exactamente en qué maceta está?
—Oh, está debajo de las dalias.
Él contrario volvió a darle una expresión irónica.—¿Te parezco alguien que sepa qué son las dalias?
Ayden cruzó sus hombros. —Eres un jardinero, ¿y no te sabes el nombre de las plantas que riegas?
—Te voy a...
—¡Ya voy! —interrumpió el oji-rojo, y salió corriendo al jardín de atrás.
Se apresuró a salir por la cocina, dio la vuelta por el lado derecho, mientras que Frank caminaba detrás y a su propio ritmo, tenía la seguridad de que este chico no iba a lograrlo solo.
Tal vez estaba mal pre-juzgarlo, pero desde su perspectiva y dentro de lo poco que él ha visto de Ayden, sería raro pensar que va a resolver este problema por si mismo.
Y tampoco estaba mal que le pidiera ayuda a Frank si es que se ameritaba, a Walker no le molestaba a ayudar a otros pese a que su forma de hablar demuestre lo contrario.
Sin embargo, sí tenía curiosidad de saber hasta dónde iba a a llegar el menor.
Lo siguió hasta rodear el lado izquierdo de la casa en el jardín, llegaron a un muro de un poco más de 2 metros de altura, que bloqueaba el paso entre el jardín de enfrente y este. Pues iba de un costado de la casa, hasta pegar con una cerca metálica que dividía el terreno de la casa.
Frank miró la escena junto con Kiwi y Pinky.
Ayden saltó algunas veces para alcanzar el borde de la barrera de madera oscura.
Sus brazos colgaron después, le había faltado fuerza o impulso para poder subir.
Discreta e inevitablemente, Frank tuvo vista a toda la espalda de Ayden.
Ayden no era una persona extremadamente bajita, sin embargo, no era una persona alta, y combinando eso a su forma de ser con Frank, o su pijama pequeña, daban como resultado que a Walker le pareciera algo gracioso ver a Ayden saltar, luchando por alcanzar y poder sostenerse del borde del muro.
«Salta y salta, como las pulgas».
De unos segundos a otros, los chihuahuas creían que había algo en el otro lado, y se unieron con Ayden, para que Frank viera a las tres pulgas saltar enfrente del muro.
Aunque no pareciera, aunque lo ocultara muy bien, a Frank Walker a veces le era imposible tener seriedad. Eso conllevó a que su descaro lo obligara a reírse por lo bajo de la escena en cuestión.
Finalmente se rindió de esperar, y pasó a caminar hacia Ayden.
Ante la postura del sol, daba sombra a las siluetas cerca del muro, Ayden estaba bien dándose cuenta de su pequeña silueta en el muro, hasta que una silueta más grande se postró detrás de él.
Se giró y se cruzó con la cercanía de Frank, el cuál lo miraba completamente neutral.
Para Silverman, la fragancia de Frank era algo que siempre le iba a agradecer a cualquier deidad que le haya permitido poder aspirarla. ¿Será ese su aroma natural? No lo sabe, pero es delicioso.
Se vio obligado a mirar arriba para darle la cara al de ojos avellana.
—No puedo.
—Sí puedes —exclamó, para ponerse a su lado, ahuecar sus dos manos y entrelazarlas, además de bajar un poco la espalda.
—¿Qué?
—Pon tu pie en mis manos, te ayudaré a subir.
—¿Y cómo?
A Walker se le agota la paciencia.
—Es como una escalera, pon tu pie izquierdo en mi mano, sube y cuando te sostengas del borde, pasa tu otro pie por arriba para que puedas lanzarte.
Ayden asintió temeroso, lo intentó, colocó una pantufla en la escalera de mano de Frank, y este también intentó empujarlo hacia arriba.
Lamentablemente, el muro de verdad era alto, y solo se necesitaba un poco más para que pudiera pasar su pie.
—¡Auxilio!
¿Por qué no se habrá podido pasar a Ayden al otro lado?
Bueno, no fue toda su culpa, Frank no aguantó la risa de oírlo gritar con esfuerzo.
Terminó bajando a Ayden rápidamente, y al girar a otro sitio, tapando su boca con el cuello de su camisa, dio unas cuantas risas.
Para Ayden no fue gracioso, para Frank ha sido la cosa más graciosa que ha visto siendo Ayden el protagonista de la desgracia.
Aunque no haya querido, Ayden logró escucharlo reír aunque fuese un poco.
Y tal vez Frank no le tomó importancia o tal vez ni siquiera se dio cuenta, pero escuchar la risa de Walker había sido algo... muy bonito.
«Entonces sí sabe reír... ¡Es tan lindo riendo, es encantador!».
Hubo una ligera sonrisa en Ayden, a consecuencia de haber sentido la alegría de haber hecho reír a Frank.
Pensando que Walker lo haría sentir mal por no lograrlo, terminó siendo un momento agradable. Y logró relajar un poco los nervios que hace minutos sentía.
Cuando a Frank se le pasó el pequeño ataque de risa, regresó a donde se hallaba Ayden, y le indicó que volvieran a intentarlo, pero de diferente manera.
Ayden se colocó enfrente del muro, y con muchos nervios, permitió que Frank pusiera sus manos en su cintura.
El mayor no logró verlo, pero a Silverman se le exaltaron los ojos, ese par de manos grandes y atractivas estaban tomando su cintura. Y eso no habría pasado ni en sus más fantasiosos sueños.
Además, sus manos encajaban perfectamente alrededor de él.
—¿Listo? —cuestionó de forma concentrada.
«¿Para ti? Siempre».
—Sí.
Frank contó hasta tres, le señaló a Ayden que debía saltar, y él ayudó elevándolo. El castaño alcanzó el borde con sus manos, y en ese momento, empezó a "escalar" dicha barrera de madera.
Él pelinegro siempre estuvo pendiente de que Ayden no se cayera, no era que se hiciera mucho daño, pero tampoco sería para menos si es que cae y se lastima algo.
—¡Ya casi! —luchó el de ojos rojos, hasta que logró pasar una pierna por arriba del borde.
Contrario a lo que Frank suponía, Ayden no demostró cobardía, pese a que le costó, no había sido alguien que prefiriera no hacerlo. Eso, o tal vez es alguien que acostumbra a seguir órdenes mientras no fuera él quién tuviera que hallar la solución.
Entre la pequeña y espontánea preocupación de Frank porque Ayden no se cayera, notó que se estaba sosteniendo mal y estaba a pocos movimientos de caerse del otro lado.
—Espera, te ayudo a bajar.
Posiblemente ninguno de los dos lo notó debido a que este muro de madera apenas se hallaba en modificación.
Pero, Frank empujó una supuesta puerta de madera en la que apenas notó el contorno y un hoyo donde debería ir la perilla.
Pasó al otro lado, Ayden apenas bajaba, Frank volvió a sostenerlo de la cintura para que pudiera soltarse y este lo pondría en el suelo.
Al estar debajo, Ayden limpió su pijama con sus palmas, mientras los chihuahuas pasaban tranquilamente por la puerta.
—Gracias.
Entonces, ambos se dieron cuenta, observaron la puerta abierta.
Ayden miró a Frank, Frank miró a Ayden.
El menor aplastó sus labios, luchando para no sonreír.
Y por su parte, Frank golpeó su mejilla interior con su lengua, evitando el mismo acto de reír.
—Yo siempre había querido subir el muro —bromeó Ayden.
Y eso había sido suficiente para que ambos volvieran a estallar en carcajadas.
Frank maldijo por lo bajo, pero no se negó en burlarse de su propia acción.
Posiblemente si alguien llegaba y los veía, darían por seguro que solo se trataba de dos buenos amigos riendo.
Pero entre los dos, parecía que esta escena y sus risas combinaron de manera exacta y perfecta, la sonrisa de Frank volvió a cautivar a Ayden, mientras que la sonrisa de Ayden lograba causar un efecto de felicidad en Frank añadido a lo que pasó.
—Lo siento —se disculpó el menor entre risas—, no recordé que habían marcado una puerta que era del mismo estilo que el muro.
Ayden sintió lo que en verdad era ver a alguien como una persona extremadamente encantadora, cuando Frank respondió con otra sonrisa.
—No pasa nada —negó—, busca la llave. Me tengo que ir.
Por su parte, asintió, sintiendo cosquillas en su estómago.
—Está bien, ve con cuidado.
El ambiente se puso un poco... raro.
Hace mucho que alguien no le decía "ve con cuidado" a Frank.
Inevitablemente, este momento provocó que se pusiera de buen humor.
Y eso era malo. O más bien, él creía que era malo.
Asintió, dejando de ver la sonrisa deslumbrante de Ayden, mismo que pareció ir y venir dentro de un mundo donde Walker no tiene pudor y lo agarra a besos.
—Hasta luego —se despidió Frank.
Ayden se despidió con la mano, observando al mayor retirarse en silencio.
Cuando este salió por su cuenta de la casa, y se alejó en su auto, Ayden ya había buscado aquella llave debajo de la maceta en donde había un par de dalias color vino.
No pudo evitar mirar a los chihuahuas, pues parecían juzgarlo.
—En esta casa no podemos estar tres seres vivos a los que les gustan el mismo chico, así que lo siento, pero tendré que quitarlos de mi camino —los amenazó.
Recibió un ladrido de parte de ambos.
—Está bien, que él elija —volvió a bromear.
Abrió la puerta de la casa, asegurándose de no volver a hacer las mismas bromas sin supervisión de un adulto responsable.
Pero, nadie le iba a quitar su corazoncito latente de felicidad.
Él y Frank pasaron por lo menos unos segundos se risas compartidas. Y fue hermoso, fue mejor de lo que Ayden pudo imaginar.
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Por más que su mente quisiera concentrarse en sus asuntos, Frank fue a comprar el material necesario para sus maquetas, y regresó conduciendo a su dormitorio, y en muchas ocasiones en su conducción, su sonrisa llegó a su rostro sin querer de solo recordar lo que sucedió.
No era tanto porque la sonrisa de Ayden llegó a ponerlo más tranquilo, sino que, a Frank se le podía hacer reír de maneras misteriosas, a veces nada le provocaba una sonrisa, y a veces cualquier cosa podía sacarle carcajadas.
Lo que no negaría, era que inexplicablemente, su humor mejoró demasiado, como si acaba de ver un show de comedia en el que todos los chistes causaron efecto en él.
Siguió su camino hasta la gran universidad, pasando por muchas facultades, hasta llegar a los dormitorios.
Dejó su auto en el estacionamiento, y bajó por si mismo todo lo necesario para empezar sus proyectos.
Subió por un elevador hasta su piso, afortunadamente en estos momentos había muchos alumnos fuera de la universidad o encerrados en sus dormitorios, hoy no había ningún tipo de clases, y contrario a los que aprovechaban este día para salir, Frank lo aprovecharía para empezar sus proyectos, terminar más pronto, y disfrutar el resto de la siguiente semana de evaluaciones.
Es decir, Walker no era un estudiante totalmente responsable, no dejaba toda su vida en la escuela, había ocasiones en las que prefería no hacer nada, sin embargo, era un chico muy estratégico, y sabía que había cosas que tenía que hacer para poder pasar las materias sin mucha dificultad y aprender algo de estas.
Frank no buscaba calificaciones altas pero salud mental por los suelos, no señor. La vida ya le había enseñado que desgastar su salud por eso, era sencillamente innecesario cuando en un futuro no usaría ni la mitad de cosas que aprendió desde secundaria hasta primer año de universidad.
Al acercarse a su dormitorio, abrió la puerta con su respectiva llave. La cerró detrás de él y caminó por el pequeño pasillo de un "recibidor".
Y entonces, lo vio.
—Holi —dijo un moreno con su cuerpo extendido sobre su cama.
—¿Por qué tienes la llave de mi habitación? —preguntó un Frank sin alguna sorpresa, dejando sus cosas en su propia mesa de dibujo extensa y ajustable, cortesía de un profesor que le tenía aprecio por su sensatez.
—Bruno me prestó la llave de aquí —contestó tranquilo.
—¿Y por qué Bruno tiene la llave de mi habitación?
—Sacó una copia con recepción cuando no le devolviste su cigarro electrónico.
—Era por su propio bien. ¿Qué haces aquí?
El de rulos se levantó, terminando por sentarse en la orilla de la cama.
—Me están insistiendo en que tienes que ir a cenar porque...
—No.
—Frank —aquel chico joven le dio una expresión de pena.
—Les dije que no iba a cenar ahí otra vez si no es completamente necesario —sentenció, ajustando el restirador para diseñar un plano durante todo el día, aunque primero tendría que hacer la idea en un pedazo de papel incluso si es una servilleta.
Finalmente, el chico suspiró.
—Eres un... estupidito.
—Para ser mi hermano menor, no me tienes el respeto que merezco.
—¡Soy inmune a tu dictadura de hermano mayor, Frank!
Asintió. —Sí, Daniel, sí. Pero nadie quitará esas veces que te obligué a llevarme de desayunar a mi cuarto.
Frank y Daniel Walker eran probablemente los hermanos más lindos que algunas personas han visto.
Y bueno, hasta hace un año o un poco más, que su hermano menor se integró en la misma universidad que él.
—¿De verdad no vas a ir? Me dijeron que tienes la obligación de verlos, son tus padres.
—Y los tuyos —burló—, no voy a ir, no tengo nada qué hacer allá, y estoy ocupado.
Esto se sentía diferente.
Durante toda su vida hasta que se fue a la universidad, Frank siempre escuchó esa frase, "Estoy ocupado".
Ahora, él nunca dudaba en decirla cuando se trataba de visitar a sus padres.
Daniel Walker negó, pero pasó a retirarse de ahí cuando Frank se lo pidió.
Y por mala suerte, el buen humor que se puso en él, en la casa de Ayden, se esfumó.
No le gustaba, pero mencionar a Jonathan y Erika Walker le causaba un mal humor.
»»----- ★ Fin del capítulo 7 ★ -----««
tqm kiwi y pinky.
P.
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