04.- "Fiesta"
Ayden Silverman
Las horas luego de haber llegado a mi casa pasaron rápidamente. La soledad fue más fuerte de lo que pensaba, sin embargo, no me molestó.
Hice bastantes cosas solo, dichas cosas no resultaron muy bien.
Escuchar música.
Ver televisión.
Bailar por toda la casa.
Cocinar algo.
Y romper uno de los jarrones de mi madre.
Felicidades Ayden, acabas de cavar tu propia tumba, y no será una muerte rápida, será lenta y dolorosa. Todos tus pecados serán cobrados en cuanto esa mujer ponga un pie en esta casa.
Realmente, considero que tuve una buena vida dentro de lo que cabe.
Fue un accidente totalmente, causado por un movimiento de baile porque quería tomar un plato para servir.
Y en lugar de arreglarlo solo he estado mirando media hora al jarrón muerto en el suelo.
No sé si debo prepararle un funeral al jarrón o a mi.
—Dios, ayuda a esta pobre alma —puse las manos juntas en oración.
Junté rápido los pedazos que quedaron en el suelo y los puse uno en uno sobre la barra de la cocina.
De tan nervioso que estaba y tan rápido que levanté todo, solté un quejido al sentir una pequeña cortada en mi dedo, la sangre salió casi enseguida cubriendo gran parte de mi huella.
Este tipo de cosas solo me suceden a mi, es mi vida diaria; la desgracia, el sufrimiento eterno.
Empezaba a acostumbrarme lentamente a esta etapa en la que rara vez algo me sale bien, porque prefería creer que en algún punto las cosas iban a mejorar.
Porque mejoran, ¿verdad?
Terminé de dejar todo en la mesa de barra. Fui a la llave de la cocina para mojar mi dedo.
En la cocina siempre había un pequeño cajón con todo lo necesario para estos casos, pastillas, banditas, agua oxigenada, entre otros.
Después de mojar mi cortada, saqué una caja de banditas de dicho cajón.
Antes de abrirlo, escuché el timbre de la reja sonar.
«¡Ay, ¿pero por qué a mi?!».
Corrí hacia la salida después de cerrar la llave, tenía la caja de banditas en una mano, y si quería abrir la puerta, necesitaba la mano libre.
Salí hasta el jardín de enfrente, ese auto negro ya lo había visto.
Había un gran cuerpo apoyado en la puerta de este, con sus brazos cruzados y su mirada a otro lugar.
Para empezar, ¿qué hace aquí?
Me acerqué a la reja, y Frank lo supo.
—Ah... ¿hola?
—No vine a molestar. Quería saber si dejé una tarjeta de identificación aquí —explicó directa y claramente.
Ah, sí es cierto.
—¡Oh, sí! La encontré en el jardín cuando regresé a casa. Ah... no recordé que estaba aquí y la dejé dentro, ¿puedes esperar aquí mientras la busco?
Asintió vagamente, hasta que sus cejas, totalmente expresivas a diferencia del resto de su cara; se juntaron en duda.
—Tu dedo está sangrando —señaló mi dedo.
—Ah, sí, es normal —intenté sonreír, me puse muy nervioso ante su mirada, la cuál volvió a dudar—, cuando te cortas, claro.
Y volvió a dudar.
—Por accidente —finalicé aún más nervioso—, es normal cuando te cortas por accidente.
Asintió lentamente. —Deberías atender eso primero.
—No pasa nada, solo es un corte.
Cruzó sus brazos autoritariamente. —Y se puede infectar si estás fuera y no lo has cubierto. No me importa esperar más.
—Pero, solo es un pequeño corte sin importancia, si se infecta...
—Si se infecta te quedas sin dedo o sin mano en el mayor de los casos.
«Uy, pero qué humor».
—Voy a cubrirla... me apresuraré.
No dijo nada más, corrí de nuevo a la casa para hacer todo.
Como he de recordar, soy muy malo actuando bajo presión, simplemente no se me da porque las veces en las que había estado bajo presión antes; fueron muy escasas.
Por lo mismo, cuando entré a casa, no supe qué hacer primero aún cuando me habían mandado a hacer algo.
¡¿Pero qué hago?!
¿Busco la tarjeta?
¿Salvo mi dedo?
¿Dónde dejé la caja de banditas?
En medio de mi crisis y mi expresiva desesperación, al querer tomar la caja de banditas que había dejado en la orilla de la mesa de barra, terminé dejándola caer pues la había tomado con mi mano no dominante, y estaba en pánico.
¡Carajo!
Qué vergüenza. Soy un desastre.
No llores, no llores, no llores.
Me agaché para levantar todo lo más rápido que pude, las banditas caían de mis manos.
Al levantar algunas y elevarme, me di un golpe en el hombro con la mesa de barra.
Di otro quejido, y apenas pude acariciar mi hombro con mi mano libre.
¿Por qué todo me sale mal?
Me pude haber lamentado en silencio, sin embargo, escuché un silbido desde fuera.
Era Frank.
Con solo un dedo, me indicó que me acercara, aún con sus brazos cruzados.
Sí a todo.
Torpemente, caminé rápido hasta él, el más alto se acercó a la reja.
—Abre, antes de que te quites otra parte del cuerpo.
Mi piel se erizó. ¿Cómo voy a dejarlo entrar así como así?
Meh, de cualquier modo ya estuvo aquí en la mañana.
Con la mano que aún tenía entera, abrí la reja, él la empujó ligeramente y se dio entrada a la casa.
Sin esperar otra cosa, él mismo pasó por el jardín y entró, yo iba detrás de él, sus piernas eran más largas y grandes que las mías, claramente. Este hombre es un dinosaurio.
Al llegar, el chico levantó todas las banditas del suelo, y puso la mayoría en la caja. Después fue al lavamanos a hacer lo propio.
—Tu dedo —me indicó.
—¿Ah?
Ahí estaba, esa expresión de enfado.
—Enséñame tu dedo para poner esto.
—Oh, sí.
Hice lo que me pidió, me dejó volver a mojar mi dedo en el mismo lavamanos, lo sequé yo mismo con una servilleta. Él quitó la protección de una de las banditas mientras tanto, y cuando volví a acercarle mi mano, él rodeó mi dedo con la respectiva bandita.
«Pero qué bien huele, este hombre es semi-perfecto».
—Gracias —miré mi dedo, al menos mi hombro ya no duele tanto.
—¿Dónde está mi identificación?
Miré a todos lados, no estaba en ningún sitio donde recordé haberla puesto.
—Ah... sé dónde está. Pero, ¡Es una adivinanza!
—Tengo prisa —atacó—, juega con tus amigos a encontrar el tesoro, yo quiero mi identificación, ahora.
Volví a mirar alrededor de la casa, no, nada.
Miré al suelo, luego mi ropa, mis pantalones, los bolsillos de mis pantalones.
—¡Ay, aquí estaba! —saqué la identificación de uno de los bolsillos.
La entregué a su dueño, él la tomó y la miró velozmente.
—Gracias.
Abrí la poca para decirle algo más, y para esto, él ya se había decidido a ir por un lado de mi y caminar hasta la salida.
Mejor lo sigo para cerrar la reja y tener una excusa para verlo de cerca.
—Yo cierro allá fuera —fue lo último que dijo antes de desaparecer por la puerta deslizable.
Ash.
Hizo lo que mencionó, caminó con esa postura tan segura y sin detenerse, apresurarse o ir más lento. Llegó a la reja, salió y la cerró junto con él, después volvió a su coche, y simplemente se fue.
Cuando ya no lo ví cerca, me odié.
¿Por qué me tenían que pasar estas cosas con él presente? Doy mala impresión.
Así nunca iba a lograr ese sueño fantástico de Jean, la vida de un chef está construida por siempre estar listo y calmado en momentos bajo presión y poder actuar cuanto antes.
Ordené la cocina nuevamente. Ahora sí estaba calmado, y pude terminar de servir mi comida en mi plato.
Llevé mi plato a la sala, seguí con mi serie mientras comía y me preguntaba si vale la pena seguir diciendo que conservaba mi dignidad cuando la acabo de perder aquí.
Aunque, al menos me alegra saber que no es un despiadado sin consideración.
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Bien, pantalones negros, botines negros, y una camisa blanca que Jean dejó aquí y ahora planeaba utilizarla abierta, por arriba de un casi top igualmente negro.
¿Me veo bien? Por supuesto que sí.
Mi cabello no era muy largo, pero tampoco corto, tenía una forma muy voluminosa y desordenada, la cuál apenas y podía peinar. Siempre he querido dejar de ser castaño y tener el cabello quizá... ¿Pelirrojo? También me gustaría un color negro, o tal vez hacerme rubio totalmente. Pero también un rosa se vería bonito.
Estas vacaciones quería hacer cosas nuevas, salir de fiesta, hacer locuras, al menos hacer ejercicio de vez en cuando, pues había dejado la natación de lado desde hace tiempo.
«¿Cuánto ejercicio hará Frank para estar así?».
Solté una risa burlona de pensar en cuántas series de abdominales debe hacer, preguntándome también, si las hace con la misma expresión de que odia todo.
Me cacheteé internamente por volver a pensar en él de esa forma. Tenía que recordar que era el jardinero de mis padres y un ser humano.
Terminé de vestirme y demás. Jean me había avisado hace una hora que pasaría por mi después de llevar a un familiar a su casa. Al final, también invitamos a Kay, y ella negó, justificandose con que iría con un chico a una cena.
Me pregunto qué tanto debió hacer ese tipo para que Kayla aceptara salir con él. Esa mujer es... orgullosa y tranquilamente soltera.
Revisé que todo estuviera en orden en mi habitación, bajé las escaleras para seguir con la revisión. Las ventanas y puertas estaban cerradas, las luces del interior de la casa; apagadas a excepción de la sala, la casa tal y como mis padres la dejaron. Perfecto, primer día: superado.
Me quedé más tiempo en el sofá, hasta escuchar el claxon de la camioneta de Jean llamarme.
Di una última vista, necesitaba cerciorarme de que todo esté en su lugar.
Tomé las llaves de la casa y salí de ella, corrí por todo el jardín hasta llegar a las rejas de entrada, el cielo ya está dando los últimos rayos de sol y yo no pienso verlos desde mi habitación.
Cerré la reja y aceleré mis piernas hasta el copiloto de la camioneta de Jean. La puerta abrió fácilmente, y en cuanto entré, otra vez noté que Jean volvió a poner una fragancia. Últimamente le gustan mucho.
—¿Fresa? —cerré la puerta.
—Vainilla.
Lo miré rápidamente, se veía apuesto. Su ropa estaba entre tonalidades azules oscuro y blanco. Jean lle hacía honor a un vampiro. Se veía presentable, bonito y resplandeciente.
«Espero que hoy alguien le robe su primer beso».
—Huele bien —me acomodé mejor en el asiento.
—Gracias, lo sé —respondió, poniendo en marcha la camioneta.
Las fiestas con Jean jamás fueron aburridas, mucho menos cuando incluíamos a Kayla.
Gracias a ella fue que di mi primer beso, que aunque no terminó muy bien; también conocí a Hunter.
Hoy me comprometo a ser el encargado de que Jean tenga una buena fiesta.
En el camino escuchábamos música que cada uno elegía respectivamente. Y descubrí que Jean está obsesionado con una canción, otra vez.
—Te queda bien esa camisa, que es mía —opinó amable.
—Gracias, lo sé —burlé.
—Touché.
Llegamos a la fiesta luego de diez minutos. El atardecer ya estaba desapareciendo poco a poco, era una cosa normal como cualquiera pero al parecer el ambiente ya estaba dentro de la casa.
Estacionó la camioneta en una parte de la cera, bajamos simultáneamente. Caminamos juntos a la entrada, las personas ya estaban fuera disfrutando de la música.
Entre más nos adentrabamos, más gente estaba divirtiéndose, había diferentes luces de colores, había gente charlando, bebiendo, haciendo juegos de mesas, etcétera.
—¿Quieres algo de tomar? —me preguntó cerca de mi oreja.
—No gracias, deberías ir a ver a tu amigo.
—¿Me acompañas? Tú sabes que me da miedo llegar con alguien y que esté el resto de sus amigos.
Se llama inseguridad, Jean.
Asentí sin decirle mucho, caminé detrás de él por la casa.
Pasábamos entre la multitud, aquí las personas parecen no mirar mucho a los demás y criticarlos, no como en las fiestas que ha dado nuestra escuela.
Llegamos a la cocina donde había menos personas y ahí estaba un chico del tamaño de Jean, ¿por qué todos son más altos que yo?
Él estaba de espaldas en la cocina, pero podía ver bien que no era alguien débil.
Tenía el cabello rizado y castaño, en un corte lindo, pues la corona de su cabeza era la que tenía más cabello que lograba caer como una palmera por toda su cabeza.
Se giró, quizá al escuchar pasos cerca de él.
Expandí un poco mis ojos.
—¿Por qué no me dijiste que tu amigo es guapo? —susurré entre dientes.
—Porque no vivo mi día a día pensando en quién es atractivo o no. La última vez que lo ví, era heterosexual, no te emociones —procedió a subir el tono de voz cuando el chico vino a nosotros—, hola, Dani, el es Ayden. Ayden, es el Daniel.
El chico me observó. —Un placer, Ayden. Pasen, mi casa es su casa... bueno, no es mi casa, es de un amigo, pero no se preocupen que debe andar por ahí disfrutando.
Reí. —El placer es mío.
—¿Les ofrezco algo de beber? —nos dejó ver una gran variedad de botellas.
Tenía una pinta de ser muy simpático. Aunque ese rostro, siento que ya lo he visto antes.
Su piel parecía de una tonalidad cuál canela, tenía un rostro alargado, con cejas pobladas y dos lindos hoyuelos que se marcaban mucho cuando sonreía.
Aún así, sigue asemejándose a alguien.
—Tranquilo, yo te llevaré a casa si tomas —me explicó Jean cuando me vio dudar.
—Por eso me preocupo —confesé.
Daniel rió por lo bajo. —No tienen de qué preocuparse, yo no puedo tomar hoy, si los dos terminan en mal estado puedo llevarlos.
—Entonces, acepto —asentí.
Daniel nos dejó elegir las bebidas, e incluso él mismo nos dijo que podíamos servirla nosotros para que no nos preocuparamos.
Siguió yendo de un lado a otro con sus amigos, Jean y yo nos quedamos un poco en la cocina.
—Se ve que es muy amable, y es lindo.
—No te emociones, recuerda, él no es gay —tomó unas gomitas de un plato.
Rodeé los ojos. —No estoy interesado en él, pero nunca está de más elogiar a las personas.
—Ayden —me miró—, tus elogios normalmente se confunden con coqueteos.
Bebí de mi vaso discretamente.
—Grosero.
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Y eso fue lo último que recordé totalmente, luego de la charla con Jean; los tragos se convirtieron en botellas.
Me uní a todos los juegos de mesa, a todas las charlas, a cualquier canción a bailar o cantar. Me daba igual todo, si antes no conocía a nadie de aquí más que a Jean, ahora tenía por lo menos a cinco amigos nuevos.
Hice algunos intentos para que Jean también se acercara a más personas y quizá en una de ellas, pudiera interesarse en alguien. La verdad no fui tan perseverante y tampoco quería obligarlo, por lo que, al segundo intento fallido me rendí.
Lo último que recordé sobre su amigo Daniel... fue que ya estaba besándome detrás de la casa.
No fue mi culpa, fue su culpa por proponer el juego de la botella y yo no soy nadie para negarme.
Quizá una de las cosas que sucedieron en ese mismo juego, fue que también tuve que darle un beso a Jean, pero este fue corto y simple, porque hace un año, fue un beso por juego el que provocó que Jean se ilusionara.
Pero lo conocía, y él parece entender que solo fue un juego.
Y por supuesto que después de ese beso que casi parece de mentiras, la nueva regla del juego fue que debían ser besos más largos.
Cuando fue el turno de Daniel y la botella cayó en él y en mi, sucedió lo que tenía qué suceder.
Tal vez Dani descubrió lo bueno que es besar a alguien del mismo sexo, y por eso es que me buscó para intentarlo de nuevo.
Sus manos no eran tan posesivas en mi cintura, sin duda alguna este era su primer beso con un chico y no quería arruinarlo.
Sus labios eran bastante dulces y gentiles conmigo. Yo estaba apoyado en la pared mientras lo dejaba explorar lo que era este lado de la atracción.
Pasaron largos minutos, finalmente nos separamos, Daniel tenía sus labios hinchados y rojizos, seguramente yo igual.
—Escuché por ahí que tú no eras gay o algo similar —sonreí—, si fue por curiosidad, está bien, es bueno explorar.
—No lo era hasta hace... una semana —empezó a reír—, a decir verdad, ya tenía mis sospechas por alguien.
—¿Y cuál es la conclusión?
Alzó sus hombros. —No lo sé. De cualquier modo solo tengo permitida la heterosexualidad.
Dudé un poco, después de todo, yo no estaba tan ebrio.
Me pregunto a qué se refiere.
Imaginé que sería por sus padres, pese a ser una sociedad que comienza a aceptar este tipo de cosas, aún existían padres que seguían poniendo a sus hijos en una horrible ansiedad de ser lo que ellos detestan.
—Entonces, ¿fui utilizado como experimento?
—Dime el nombre de la persona que te hizo dudar de qué te gustaba realmente, y luego el nombre de la persona con la cuál lo confirmaste.
Pensé entre cerrando los ojos.
—La persona que me hizo dudar se llama... Hunter, y la persona que lo confirmó... creo que se llamaba Alec, o algo así.
Asintió lentamente. —¿Y cuál de los dos fue el experimento?
—Alec.
—Ya lo entiendes —finalizó un poco más triste—, eres muy bonito, Ayden. Y gracias por ayudar a esta alma en desgracia que no sabe qué es lo correcto.
Pobre, el alcohol y el dolor no es una buena combinación.
Ojalá todos pudieran tener la misma suerte de que sus padres los aceptaran. El mundo sería un lugar mejor.
¿Qué no fue él quien dijo que no iba a tomar?
«Y por supuesto que soy bonito».
—¿Cómo se llama? —lo miré—, la persona que te hace dudar y que probablemente terminará contigo.
—Bruno, pero no se lo digas, no se puede enterar.
«Claro, como si conociera a algún Bruno».
—No diré ni una palabra —aseguré—, suerte con él.
Aunque lo viese más de cerca, de verdad se parecía a...
—Deberías buscar a Jean, lo vi preguntando por ti, supongo que ya deben volver a casa.
Asentí. —Iré por él. Pero, recuerda que solo él entrará a tu facultad. Más les vale tratarlo bien.
—Tranquilo, nadie molestará a los nuevos bajo mi mando.
Compartimos una despedida, Daniel se fue balanceándose con sus amigos, yo busqué a Jean, mismo que estaba sentado en las escaleras de la entrada con una botella de cerveza en la mano.
Me acerqué a él y me incliné un poco a su altura.
—¿Te diviertes?
Levantó su cabeza cuál niño pequeño, a veces Jean era adorable.
—Me divierto más en clase de química que sentado en unas escaleras. ¿En qué momento lograste que Daniel ya no sea heterosexual?
—Tiene miedo de fallarle a alguien —comenté, tomando lugar a su lado—, pero creo que ya tiene una persona que le interesa.
—¿Crees que sean algo?
—No lo sé, Daniel se ve como un buen tipo, y es muy coqueto. Seguro que lo conquista —aseguré—, ¿y tú? ¿Ya conociste a alguien?
Negó amargamente. —No, estoy más preocupado por nuestro último año en preparatoria. No puedo reprobar ninguna asignatura ahora que sé que ya casi estoy dentro de la universidad.
—Qué exagerado que existan universidades que aplican exámenes meses antes.
—Solo son exámenes para aspirantes seleccionados, aún tengo qué hacer muchos cursos y exámenes. ¿Qué se siente que te aceptarán en la universidad si horneas un pastel?
Sonreí. —Mejor de lo que parece.
—Honestamente, siento envidia de la mala —volvió a bromear—, vamos, te llevo a casa.
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—¿Me puedo quedar a dormir? —pidió Jean después de terminar el último bocado de pay de manzana que había en el refrigerador—, estás viviendo solo y amas cocinar, mañana habrá algo bueno de desayunar y yo quiero ser testigo de eso.
—¿Soy tu amigo o tu cocinero? —dudé, quitando el plato para llevarlo al lava platos.
—Las dos —sonrió.
—Todos me utilizan —asentí—, te puedes quedar en mi habitación. Pero no muevas mis cosas del escritorio, primera vez que tengo mis cosas ordenadas y no quiero que eso cambie.
—Fuerte y claro, espero mi desayuno en bandeja de plata.
Jean se levantó y caminó torpemente a las escaleras. Impresionante que hayamos logrado llegar a mi casa enteros y sin cometer ninguna infracción vial.
El rubio ya podía estar aquí como si fuese su casa, mis padres lo conocían a él y a Kayla, y además, cuando mi casa estaba sola, los invitaba a pasar el día o a quedarse a dormir por la noche.
Alyssa les tomó aprecio por no dejarme solo, y Edward... pues también, mis padres no estaban muy atentos a nosotros.
Suspiré para poder apagar la luz de aquí abajo.
Hoy había sido un muy extraño día, vi a un dios viviente, a mi ex, después los vi juntos, y finalmente fui a una fiesta en la que he sido partícipe de que alguien descubriera qué es lo que le gusta.
«Que se repita todo, estuvo muy emocionante el día».
»»————- ★Fin del capítulo 4★ ————-««
Gpi a la fiesta, pinche Jean :c
P.
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