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01.- "Jardinero Sexy"

¡Es hoy, es hoy!

Hoy era el día, por fin llegó el día en que las vacaciones iniciaban.

Había mucha emoción, por supuesto. Las vacaciones son del disfrute de muchas personas, pero estas en especial, iban a ser asombrosas. Era común escucharlo, que habría vacaciones en específico que serían increíbles y terminaban siendo un desastre.

Y con el riesgo inminente de que también sea mi caso, no podía dejar de estar alegre, no cuando me enteré que podría tener la casa solo para mí.

Claro que ya no era un adolescente al cual no podían dejar solo por temor a que hiciera un desastre. O bueno, no que a mí respecte.

En cuanto marcaron las ocho de la mañana en el reloj de mi habitación, me levanté de la cama con todo el cabello castaño revuelto, con la pijama azul arrugada y sin una calceta.

Fui corriendo hasta el cuarto de mis padres, encendí las luces de su habitación cuando vi que ya se hallaban poniéndose de pie.

—¡Buen día para irse de viaje! —apoyé.

Despejé las cortinas de la gran ventana con euforia. No podía engañar a nadie, quería que se fueran rápido.
Cualquier persona joven que está acostumbrada a no ver a sus padres tan seguido en casa, se vuelve feliz en cuanto sabe que no estarán en mucho tiempo.

—Buen día, Ayd —mi madre ordenó su cabello frente al espejo—, pareces estar más emocionado que nosotros.

—Y no te equivocas —asentí.

Pasaron los minutos para que pudieran despertar mejor y bajar a desayunar algo.

—Ayden —me llamó la misma mujer desde la mesa, mientras yo bebía de un jugo de uva—, ¿conseguiste trabajo para las vacaciones? No confío en que sepas administrar el dinero que te dejamos.

Entre cerré mis ojos. —Conseguí un trabajo sacando a pasear mascotas, no es mucho, pero es trabajo honesto.

El hombre a su lado de cabello igual de castaño claro que el mío, solo sacó una risita.

—El descaro —le dije—, es buen primer trabajo, y me gustan los animales.

—Quizá el problema es que tú no le gustas mucho a ellos —volvió a hablar el hombre.

—¡Difamación!

—El perro del vecino casi te muerde hace un mes por pisarle la cola.

Finalmente, me rendí, mis padres saben bien cómo humillarme.
Aunque bueno, él tenía razón.

—Fue un accidente, le pedí disculpas a él y al vecino.

Siguieron comiendo y hablando conmigo. A veces logran caerme bien, pese a no verlos tan seguido.
Podría ser lo malo de que los dos padres tengan buenos trabajos en los que deben estar ocupados casi todo el tiempo; que no solía verlos a menudo.

Al tiempo, ya deja de importar si están o no.

Les informé que saldría mi primer día de trabajo, pues me habían comentado que solo tenía que sacar a dos perritos a dar una vuelta en la cuadra, pues me habían comentado que esa vuelta era de todos los días.

Y debido a que aún era temprano y yo soy una persona que evita a cualquier costa esforzarse más de lo que quiere, me fui en pijama.

Llegué a la casa que estaba muy cerca de la nuestra, abrí la puerta con la llave que me habían dado y los primeros que me recibieron fueron dos perros de la misma raza, dos chihuahuas de color café y negro.

—¿Y ustedes se pasean solos o qué? Vengan para ponerles sus correas —les pedí.

Sorprendentemente se acercaron cuando tomé las correas, esto iba a ser más fácil de lo pensado.
Las coloqué en sus pequeños chalecos, cerré la puerta de la casa y salí con ellos.

«La verdad, son muy bonitos y obedientes. Debería adoptar un perro».

En medio de nuestra caminata, algún perro de otra casa los alcanzó a ver y dio algunos ladridos repentinos.

—Aceleren y no miren atrás —les ordené.

Cuando esos ladridos se intensificaron, temí por nuestra vida y tomé a los chihuahuas para salir corriendo y alejarnos de esa casa antes de que ninguno de los tres llegue completo a casa.

Por fortuna y gracias a mi agilidad, el primer paseo fue un éxito.
Regresé a los chihuahuas a su casa y regresé a mi propia casa feliz y orgulloso de mi mismo. Nunca había tenido un trabajo, y aunque este fuera pequeño, era el primero.

Al regresar, encontré a mis padres lavando los platos y limpiando la cocina, seguramente ya estaban listos.
En menos de treinta minutos, ya estaban encaminados a irse, gracias al cielo.
Los ayudé a sacar todas sus pertenencias necesarias de la casa, ni siquiera quise entrar en detalles cuando me contaron. Si iban a hacer un viaje de un mes, me da igual la razón, un mes es gloria, y más si son vacaciones.

—Ya vamos, parece que nos estás corriendo de nuestra propia casa —dijo mi padre en risas, sacando sus propias maletas a su gran camioneta negra.

No entiendo porqué nunca han querido comprarme un auto, soy un buen conductor.

—¡Exactamente! —grité feliz tomando las maletas de mi madre, las llevé yo mismo a la parte trasera de la camioneta.

Salí al jardín de enfrente junto con ellos, cualquier persona que venga por primera vez pensaría que es un jardín de ensueño, y la verdad es que si es algo grande, lleno de arbustos y césped, además claro de diversas flores.

Y cómo culparlos, si ellos adoraban su jardín, lo cuidaban desde que finalmente obtuvieron esta enorme casa, tal vez querían más este jardín que la misma casa. Y claro que juntos consiguieron que se mantuviera brilloso y lleno de vida.

El jardín de la casa, alguna vez fue mi lugar favorito cuando era niño, era de ese tipo de cosas que nunca se te olvidaban, y no podría dejar de lado eso, si en ese césped yo viví mis mejores aventuras con mis juguetes e imaginación infantil.

Con el paso del tiempo, atribuí la belleza de su jardín a que su matrimonio era realmente bonito.

No sabía cómo o porqué, pero cuando los veía regar las plantas unidos, sentía que era la manera en la que cuidaban uno del otro. Pues lo que uno plantaba, el otro lo ayudaba a crecer y viceversa.

Organicé todo su equipaje en la parte trasera de la camioneta y la cerré cuando todo estuvo listo.

Entre más pronto se vayan, mejor.

Antes de que ellos partieran, la reja de la entrada estaba abierta desde hace tiempo por mi padre.
Y por esa misma reja de tonos dorados, entró un auto negro, era clásico, muy parecido a los de los años 80'. Este en particular, se veía en un diseño entre esa década pero modernizado.

Y ahí apareció mi primera gran preocupación del día.

—Por favor, dime que es un ladrón nada más. Me niego a compartir hogar con algún familiar o persona que creas que debe supervisarme —tomé a la mujer rubia de los hombros.

—No, no es un familiar, ni algún tipo de niñero, eres mayor de edad —dijo mi madre, Alyssa. Puso un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

En estos momentos me recordaba que ella era más alta que yo por unos pocos centímetros. Sé que no soy una persona que podría presumir de su "gran" estatura. Pero no había necesidad de lamentarme, solo era necesario un poco de estiramiento y prometo que podría ser mucho más alto que ella y Edward, mi padre.

Sabía que la mayoría de mis rasgos preceden de mi madre, yo era su viva imagen pero en masculino, y me sentía bastante honrado de decirlo. Mi madre era bastante hermosa, siempre sonriendo a todos lados, era como una luz que iluminaba a mi padre y a mi.

Yo siempre lo había dicho; mi padre sacó la lotería con Alyssa, a veces hasta yo me preguntaba cómo lo logró. Mi padre era mucho más serio con las personas que ella.

Daba igual, incluso yo sabía que eran una linda pareja.

—Contratamos a un chico para que cuide del jardín. Dudamos que tú te hagas cargo de él —añadió Edward con toda su maldad.

Pues razón no le faltaba. Nunca he estado acostumbrado a cuidar de este jardín. Una vez le arranqué las flores a una planta porque pensé que les gustaría que se las llevara a ellos.

Es decir, mis padres siempre dieron mucha atención a este inmenso lugar. A veces más que lo que pudieron darme a mi. A la fecha, sigo pensando en porqué no tuve un hermano tan siquiera.

A pesar de ello, reconocía la astucia y el carisma de Edward y Alyssa Silverman, no podía quejarme de mis padres, eran muy buenos en su papel, de vez en cuando... cuando estaban en casa tal vez.

—Vendrá todos los días a cuidar las plantas, haz que se sienta cómodo y frecuenta ofrecerle agua ¿Quieres? —ella besó mi frente.

Sádica. Acaba de sentenciar mi comodidad.

Segundos después, mi madre sonrió, escuché a mi padre decir un nombre detrás de nosotros.

—¡Oh, hola, Frank! —saludó la mujer, dándome la vuelta con ella tomando mis hombros.

Mi expectativa a lo que me encontraría, sería algún hombre de edad mucho mayor a la mía.

Pero no, cuando ví a la persona que se postró enfrente de mí, hubo una chispa instantánea, un impacto y sorpresa por creer que este tipo de persona era real.

Un enorme chico frente a mi, desde primera vista mis nervios se pusieron de punta, y cómo no, con ese cabello mediano color negro, su físico era algo increíble, estaba sorprendentemente alto y fuerte, sus manos iban a sus bolsillos de pantalón, con una sencilla camisa azul fuerte que, estando ajustada, no me ayudaba a controlarme viendo sus proporciones.

Miré un poco hacia arriba encontrándome con su rostro, tenía ojos avellana que se iluminaban por el sol de la mañana, una expresión seria lo cubría, y un piercing en su labio inferior de anillo.

No sabía quién era, cómo se llamaba o de dónde venía, pero era increíblemente atractivo a tan solo primera vista.

Reconocer cuando alguien es apuesto nunca está de más. Y este chico es una persona demasiado atractiva en toda la extensión de la palabra.

¿Este chico es un modelo o algo? Porque es jodidamente apuesto.

—Ayden —escuché a mi mamá sacarme de mi trance, pestañeé un par de veces.

—¿Qué? —volví a girar a verla.

Sonrió y levantó una ceja al ver mi rostro, y yo en cambio, tenía muy en claro sus sucios planes para mí.
Ella era como yo, siempre tomando la primera oportunidad para decir algo que le convenga.

—Frank, él es mi hijo Ayden —me hizo volver a ver al tipo, ella abrazó mis hombros por detrás y susurró en mi oído—. Si vas a sonrojarte, disimula o lo vas a espantar.

El pelinegro se inclinó y mostró una "sonrisa" cerrada y muy forzada, estiró su mano hacia mí, correspondí el saludo y en cuanto su grande mano tomó la mía de nuevo, me puse nervioso por el gran tamaño de esta.

A pesar de su reciente educación, aún no decía nada, y sentía una rara aura falsa alrededor de él.

No entendía mucho de lo que era una presentación formal, pero si iba a estar un mes con él, tenía que hallar lo positivo a que un modelo iba a cortar las flores del jardín algunos días.
Soy humano, y los humanos nos ponemos felices con personas que consideramos atractivas.

Volví a la simple realidad, viendo que su mano tenía algunas venas notorias, y pocos anillos de metal en sus dedos, negros y plateados.

¿Cómo cacas me pone nervioso su mano?

No podía ser mi culpa, mi fetiche se basa en manos, brazos y cuello con venas notorias.

—Un placer —dijo con un tono de voz bastante limpio, calmado y frío.

Y si sus manos son así de atractivas y con total dominio de mi atención, su voz me golpeó directo a las zonas erógenas.
Qué buena voz, maldita sea.

No van ni cinco minutos, y mi homosexualidad se hizo latente frente a este chico.
¿Me avergüenzo? Ni un poquito.

—Bueno, bueno —me quité del centro.

Mi madre asintió, y pasé a abrazarla para poder susurrarle algo más.

—Pásenla bien, no me extrañen de más y... vuelvan pronto, no creo poder verlo todos los días. Seguro tú sabías que esto iba a pasar.

Mi madre sabía abiertamente de mi orientación sexual, recuerdo bien que el día que se lo confesé creí que me despreciaría por el hecho de que nunca conocí bien la mentalidad de ellos debido a su ausencia.

Obviamente al inicio le costó asimilarlo, pero en ese mismo momento me apoyó. Y como buena madre, no dudó en preguntarme si conocía a alguien especial en esos momentos, y como buen chico que sabe que es lindo y puede tener a cualquiera; le dije que no, porque estaba más soltero que nunca.

El único que no lo sabía es mi padre, aún no sabía cómo decirle, su reacción era incierta y misteriosa, porque sabía que jamás ha mencionado nada en contra de las personas como yo, y por eso mismo, tenía miedo, porque nunca ha dicho nada, no sé si les da igual o si los odia.

De cualquier modo, confío en que Alyssa lo haría entrar en razón.

El dichoso Frank habló con mi madre unos segundos de las cosas que tendría que realizar, él solo asentía y prestaba atención, pero no había alguna respuesta de parte de su lenguaje facial. Yo me dediqué a observarlo.

No es un chico muy expresivo. ¿De dónde lo conocerán?

Afortunadamente, mi madre me alejó un poco junto con ella, pues ahora Edward era quien parecía estar dándole algunas indicaciones al modelo.

—Escucha, Ayden. Frank no va a molestarte, solo vendrá unas pocas horas al día y se irá, no quiero que estés coqueteando con él, es cuatro años mayor que tú, no sabemos casi nada de su vida personal y no quiero que mi casa sea testigo de eso ¿Quedó claro?

Asentí sospechosamente, cuatro años no son nada, yo tengo dieciocho y el veintidós si es que hacemos cuentas de lo que dijo. Tampoco es como que yo sepa sus preferencias sexuales, ¿Qué tal que hasta homofóbico es?
No quería arriesgarme, no señor.

—No haré nada malo, lo prometo.... pero si lo encuentro sin camisa voy a actuar —bromeé, obviamente no haré nada, creo.

Me dio un golpe en el brazo con gentileza, y no tardó mucho para poder despedirse de mi, al mismo tiempo, Edward aprovechó y dijo unas palabras antes de arrancar el motor.

—¡Adiós, Ayden! Cuídate y cuida la casa. Llámanos si algo pasa.

Asentí y me despedí de ellos con la mano.

«Ay, ajá. Como si ustedes vinieran a casa cuando los he llamado».

Ambos entraron al coche, lentamente el auto de mis padres arrancó y se alejaba a la gran reja que dividía la calle de la casa. Cuando la pasaron, mi padre fue quien bajó a cerrarla, volvió al copiloto, y finalmente se fueron.

Al verlos irse, sentía mucha más vergüenza ahora que solo estaríamos dos aquí, en especial yo, porque él no tenía un rostro de preocupación o incomodidad.
¿Cómo se supone que pueda actuar normal ante tal monumento?

Frank y yo seguimos viendo esa camioneta hasta que desapareció de nuestra vista.

¿Al menos me veo bien?
Miré hacia abajo y vi que tenía la pijama de osos más vergonzosa del mundo, intenté ocultar mi vergüenza notoria, era imposible para mí ocultar alguna emoción que no podía controlar.

Volví mi vista al pelinegro de cara linda, y este me miró de arriba a abajo con una expresión fría, que la vida me libre de que sea homofóbico o en el peor de los casos, un asesino.

Inconscientemente, estaba muy atento a su rostro y ojos, en especial a los ojos, era un color muy bonito desde mi punto de vista, más cuando el sol golpea directamente en ellos.

Iba a hablar, saludarlo, decirle que se siente a cómodo, algo por el estilo.
No obstante, él se adelantó.

—¿Dónde están las tijeras? —preguntó mirando a algunas zonas.

—¿Eh? —reaccioné de repente.

—Las tijeras para cortar arbustos, la podadora, una manguera para regar las plantas ¿Conoces algo de eso —habló con más autoridad, apresurado por una respuesta.

En ese justo momento, la realidad me dio uno de sus golpes. Como siempre.

Sabía que eran esas cosas, pero, al parecer la amabilidad se acaba de ir de vacaciones junto con mis padres.

Intenté sonreír. —Claro, sígueme.

Lo guié por la parte exterior de la casa hasta llegar a una bodega en el jardín trasero, ahí teníamos una piscina y una bodega que ellos construyeron. Quise abrir la puerta pero estaba atascada, además de algo oxidada, y como no soy una persona muy hábil para abrir cosas, me rendí a los pocos segundos.

—Momento, debe haber una forma —dije.

Escuché un suspiro. —Yo lo hago.

Me hizo a un lado, tomándome de los brazos, tomó la manija él mismo, sus músculos se tensaron un poco, con intentos y pequeños jadeos de esfuerzo, logró abrirla exitosamente.

Luego ví sus manos y una que otra vena se había resaltado por ahí. Qué lindas manos, en serio eran llamativas.

—¿Algo más? —preguntó pasando su mano por su cabello.

Si, ahorcame con esas manos por favor.

—Gracias —lo miré nervioso. Él se cruzó de brazos y se quedó parado, comprendí, ya quiere que me vaya—. Bien, jardinero Frank, te dejaré hacer tu trabajo, si necesitas algo, avísame.

Asintió sin más. Suspiré y caminé de regreso por la puerta trasera de la casa, detrás de mi escuché su grito diciendo mi nombre.

—Ayden— volteé, me emocioné con tan solo oírlo decir mi nombre ¿Qué me pasa hoy?. —No vuelvas a llamarme jardinero Frank, jamás— dijo duramente.

—Lo siento —dejé de verlo para entrar a la casa.

La cocina estaba enseguida de la piscina, es una casa grande y bonita la verdad, fácilmente se podría pensar que somos gente de dinero pero, preferimos mantenernos eso guardado y mostrarnos más sencillos con las personas, preferíamos decir que teníamos una estabilidad media a estar mostrando nuestras pertenencias que quizá tenían un poco de más valor.

Además, de nada me servía presumir cosas materiales, incluso me daba flojera hacerlo.

Esos eran los tipos de valores que me habían enseñado, a no creer que mi persona valía más que otra solo porque yo tenía lindas cosas y otros no.
Incluso nos parecía repugnante ver a aquellos que tomaban un papel de soberbia por dinero. Cuando claramente al conocerlos, nos dábamos cuenta del tipo de personas que eran en realidad.

Subí las escaleras tratando de olvidar cualquier pensamiento irrespetuoso, tendré a Frank por mi casa todo un mes, no puedo dejar que me afecte algo así, pero al primer instante, me causaba intriga saber de él.

Se trataba de una persona nueva, alguien al cual vería en todos estos treinta días, por supuesto que quería entablar al menos una amistad.

Era claro, que físicamente era demasiado atractivo y sexy, aún no podía creer que en serio fuese real. Este sujeto era como una especie de escultura de arte facial y corporal masculino, una escuela que jamás creería que alguien en el mundo es así.

Caminé por todo el pasillo iluminado por la luz solar hasta mi habitación, la cuál se llenaba en tonos claros y grisáceos.

Rápidamente me senté enfrente de mi computadora e hice lo que cualquier persona que acaba de ver al chico más apuesto del mundo haría; se lo conté a mis amigos.

Inicié una llamada grupal con dos personas, las que espero contesten pronto.

Mis dos mejores amigos, Jean y Kayla. Realmente, los únicos que tengo, los conozco desde que entramos a preparatoria, y han estado conmigo desde el primer día, y después de cierto acontecimiento, jamás dejaron de estar para mí.

Ambos eran la razón por la que yo me he enamorado y no he muerto en el intento, jamás dejan de apoyarme y de recordarme que nadie merece que lo traten mal.

Pese a no ser los mejores en los temas del amor, somos tres almas en busca de sus complementos.

Kayla era una chica rebelde, despreocupada, sin miedo y dispuesta a todo, su estilo es bastante urbano y le encantan los tatuajes y los piercings. Varias veces me ha hecho la invitación a probar algo de eso pero no quisiera experimentar dolor en mi piel, no por ahora.

Además, la chica de piel morena, suele ser muy extrovertida cuando de coqueteos se trata.

Por otro lado, Jean era alguien carismático solo con nosotros, ya que con el mundo exterior, es la persona más reservada que hemos conocido, casi siempre tenía que cuidarnos de que nos pase algo a Kayla y a mí cuando estamos en la calle, somos un poco despistados para su gusto.

Las amistades de tres no solían funcionar según lo que hemos visto, pero sorprendentemente, hemos logrado que esta sí lo logre.

Esperé primero a que me contestara Kayla, esa mujer se la pasa pegada a su computadora, debería contestar.

Finalmente, vi en la pantalla a una chica de sonrisa resplandeciente, con ojos gigantes en tono marrón y cabello rizado. Estaba en su habitación, reconocía ese fondo blanco.

Menos de un día sin mi y ya me necesitas, Ayden, entiende, eres gay no puedo ser tu novia —expresó de forma egocéntrica, cosas de Kayla.

Reí sarcásticamente. —Sí, claro, después de que cuente querrás venir a mi casa a gritar que soy soltero y estoy en busca del hombre ideal.

Uh, cuenta, cuenta.

—Te lo voy a resumir, mis padres ya se acaban de ir al viaje que les comenté, y resulta que contrataron a un jardinero para que cuidara de su jardín —soltó un "ajá" para que siguiera—... solo hay un pequeño detalle.

Miré discretamente a mi ventana que tenía las cortinas abiertas, miré hacia abajo viendo perfectamente como empezaba a quitarse la camisa enfrente de unos arbustos que empezaría a cortar.

Me mordí el labio y la cerré rápidamente. No debo pensar así de alguien que acabo de conocer, no debo. Además, esto es irrespetuoso.

Aparte, el sol estaba bastante agresivo hoy, así que está en todo si derecho de despojarse de esa camisa.

¿Cuál es el detalle? No me digas... ¡Es homofóbico!

—No, no sé, quizá. El detalle es que es literalmente el chico más guapo que he visto en mi vida, no es cualquier jardinero, es un jardinero sexy Kayla, ¡Jodidamente sexy!

¡¿Y por qué estás aquí y no con él convirtiéndote en su amigo?! ¡El tiempo es oro, niño!

Pensé por un momento y tenía razón, no quería parecer un acosador, pero de verdad quería hablarle.
Soy joven, y los jóvenes les deberíamos hablar a las personas que nos llaman la atención.
A menos...

—El problema es que no parezco agradarle mucho, puede que jamás le hable ni él a mí.

—Jamás lo sabrás si no lo intentas.

Ni siquiera puse atención a lo que Kayla decía, estaba más ocupado admirando a ese tipo, no ha pasado ni medio día y ya le puse el ojo.
Pero es que, quién no lo haría, nadie en su sano juicio no lo vería si lo encuentra por la calle. Es como el tipo de todos.

Que digo, debe haber alguien a quien no le llame tanto la atención. Pero dentro de lo que las personas consideramos atractivo, él se lleva todo el maldito premio.

¿Y qué dice Jean sobre esto?preguntó sencillamente.

—¿Eh? Nada, no sabe aún, le iba a contar pero no contesta.

Bien, dile pronto, ya sabes, antes que se vuelva a ilusionar.

—Kay... eso pasó hace meses, ya no le gusto a Jean.

¡Solo dile, ojitos!me colgó.

El descaro.

No odiaba que me dijera así, es un apodo que me gané cuando vio mis ojos la primera vez, son algo grandes pero eso no es todo, su color es bastante raro, pocas personas tienen los ojos color rojo y yo fui una de ellas.

Kay me había atormentado muchas veces con historias de la inquisición donde mataban a personas por poseer ojos de color extravagante al creer que eran demonios. Por lo que no me gustaba que las personas de ciertas religiones me vieran. A veces hacían sentir mal a mis ojos.

Al final, Jean no respondió. Finalizamos la llamada después de unos minutos posteriores a la charla sobre el jardinero nuevo.

Kayla se tuvo que ir a hacer algunas cosas con su hermano, y yo aquí, perdiendo el tiempo.

Me mantuve pensando en esta situación aproximadamente dos horas. Había un tipo sumamente lindo en mi casa. Esas eran unas excepcionales maneras de empezar las vacaciones.

Continué la tarde en mi habitación, a veces mirando por la ventana, porque no todo se trataba de su físico, también quería observar cómo iba su labor, y además vigilaba que no hiciera nada que no debía.

La vista era perfecta, solo él haciendo un trabajo tan sencillo como cortar arbustos y podar césped.

Hubo un momento donde lo observé por un largo rato, y di un salto al verlo girarse hacia la puerta, como si fuera a entrar a la casa. Bajé rápidamente las escaleras cuando lo oí gritar mi nombre de nuevo.

—¿Qué pasa? —pregunté sin interés, llegando a la cocina.

«Dios, si alguna vez he hecho algo bueno para merecer esta vista, gracias, amén».

Se había puesto su camisa, pero aún así, la puso mal y pude ver un poco de piel. Quedé embobado viendo su cuerpo, sus bíceps, lo poco que me dejaba ver de sus abdominales, su pantalón quedó más abajo de lo que había llegado, supongo que por el trabajo. También estaba un poco sudado, nada anormal.

«¡Basta, Silverman! ¡Respeta a un ser humano!».

Claro que, él estaba hablándome y yo sin hacer caso.

—Ayden... Ayden —subió el tono de voz y reaccioné, le di una mirada confundida para que repitiera todo—. ¿Puedo beber agua?

—Oh, sí, seguro —fui a un estante y tomé uno de los muchos vasos grandes que mis padres compran con entusiasmo, la llené de agua purificada y se la entregué.

Bebió con mucha rapidez, algunas gotas de la botella caían por su garganta y bajaron por su cuello, pasaron por su camisa, otras saltaban directamente a su pantalón o su abdomen.

«Ay».

Me entregó el vaso de cristal, lo volví a llenar y la coloqué enfrente de mí otra vez.

—Puede que más tarde te vuelva a dar sed, puedes quedartelo y servirte hasta que termines.

—¿En serio? —preguntó y yo asentí, dio una muy pequeña, pero muy pequeña expresión amable—, gracias.

Asentí. —Por nada.

«Bueno, al menos dice gracias».

Salió de nuevo, dejándome solo en la cocina.
Su aura era dominante y eso se notaba a kilómetros, quién quiera que sea Frank, es el chico más guapo que he visto, y siendo apenas un día de tantos que voy a verlo, no fue una buena primera impresión.

Odiaba esto de fascinarme tan rápido de los chicos lindos. No porque me ilusionara rápido, sino que, yo no tenía una personalidad tan segura enfrente de ellos, pues las personas bonitas lograban ponerme nervioso.

Solo pedía comprensión, porque Frank es una persona que pareciera haber nacido en el paraíso.

»»————- ★ • ★ ————-««

Acaricié a los pequeños perros que dormían sobre el sofá de color gris.
No entiendo porqué la gente le teme a los chihuahuas, son muy bonitos.
Menos por la parte en la que tiemblan cuando se enojan.
Pero fuera de eso, son adorables.

Había pasado algunos minutos en mi casa hasta que me llamó la persona que me dio este mini trabajo pidiendo que me llevara a los chihuahuas un poco a mi casa para hacer compañía pues iban a llevar visitas que a ellos les molestan. Tuve que dejar la casa con Frank, mismo que poco le importó, él estaba trabajando y me lo recalcó.

Frank ya había bebido mucha agua, y seguro que estaba terminando el trabajo de hoy.

Jugué con los perros un poco, hasta que se durmieron en uno de los sofás.
Este trabajo no iba a durar mucho, simplemente lo había tomado por órdenes de mis padres. Sin embargo, para ser el primero que he tenido, es muy tranquilo.

Lo que me emocionaba de esto, era que finalmente iba a poder comprar cosas con mi propio dinero. Cosa que jamás había sucedido, y por fin podría decir que las cosas que tuviera, iban a ser porque yo las compré.

Mientras ellos dormían, me recosté un poco a su lado. Ellos no han hecho nada más que dormir, comer y jugar muy poco.
Creo que encontré mi animal espiritual.

Mientras tanto, revisaba mi teléfono y charlaba con Kayla por mensaje. Pasó una gran parte del tiempo preguntándome si ya era amigo del chico de fuera.

No tardé en tomar sueño, los perritos se veían tan cómodos que yo mismo quería hacerles compañía.
Puse mi teléfono en algún lugar del sofá, adopté una mejor postura siempre y cuando no molestara a los pequeños.

Aún no sé quién es Kiwi y quién es Pinky, los confundo un poco, por lo menos no se enojan si los llamo por otro nombre.

Tal vez si me duermo un poco no pasará nada...
Después de todo, es mi casa.

»»————- ★Fin del capítulo 1★ ————-««

Así es, en esta versión editada de la novela, Ayden va a trabajar, jajs.

Habrá varias cosas modificadas o añadidas, pero no se preocupen, no afectarán el curso de la novela.

P.

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