Piel exquisita; piernas firmes; labios llenitos y puntiagudos; pelo denso, lacio y castaño; ojos grandes y receptivos color miel; y un cuerpo delgado y tonificado de curvas enloquecedoras.

“¿Te has enamorado alguna vez?”, le pregunté.

Ella se giró para mirar a su emisor, con la pregunta “¿Qué?” escapando de su bonita y delicada boca.

No sé lo que vio en mis ojos esa noche, pero fue suficiente para que en su tierna boquita se dibujara una sonrisa.

«Alivio» fue el sentimiento que sustituyó el dolor y la ansiedad en mi pecho cuando me hundí en su caliente y estrecho interior por vez primera.

Fui lento, no quería lastimar el cuerpo que me pertenecería a partir de ese día.

Ella se relajó, sonrojó y sudó sus miedos e inquietudes, el despertar del que yo me apropié y quise sólo para mí.

Fui yo, sólo era yo cuando la miraba mientras la hacía mía.

Fue mía desde el instante que posé mis ojos en ella.

Supe que pasaría encima de quien hiciera falta para que estuviera bajo mi protección, en mi cama, en mi casa, en la palma de mi mano.

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Nota:
Holis, ya volví.
Éste es sólo el principio...