Lara III
Podría seguir enumerándoles una por una cuales fueron todas las fantasías que cumplí, pero creo que es momento de pasar a lo crucial, al giro de la trama.
Como ya saben, estaba cumpliendo mis fantasías. Sin embargo, el problema con las fantasías es que cuando las cumples, surgen nuevas, y tienes que cumplirlas. Esto me consumió, y acabó siendo como una adicción. Pero lo que pasó, ese martes 09 de abril, lo cambió todo.
Era un día normal, volvía de mi trabajo tranquila, en mi coche. Hasta que veo a dos trabajadores ferroviarios, trabajando en las vías del tren. Me quedé observándolos un momento, mirando la fuerza con la que manipulaban esas pesadas herramientas, si pueden levantar todo eso, pueden levantarme a mi, pensé.
Me acerqué a ellos, con mi vestido rojo, apretado y escotado, abierto a los lados, dejando ver el ancho de mis muslos, lo que no disimularon en mirar y quedar boquiabiertos. Me alegró que miren, pero también quería que toquen.
Sin intercambiar muchas palabras, los invité a un hotel, les dije que no se preocupen, yo pagaría. Pude llevarlos a mi departamento, pero ahí vivo con mi esposo, y jamás arriesgaría mi matrimonio por acostarme con cualquiera. Por eso cuido muy bien de cada paso, para que nadie se entere.
Pasaron un par de horas y ya me tenían en cuatro, sobre la cama del hotel, quitándose las ganas con mi cuerpo. Uno me embestía dándome un buen vaginal, y el otro cogía mi garganta, mientras me ahorcaba con sus manos poderosas.
No eran dos modelos, perfectos y con cuadrados en el abdomen, pero tenían un cuerpo fortachón y macizo, que me encantó tocar. También venían armados con un par de vergas anchas y duras, las que chupé como de seguro sus parejas ya no lo hacían.
El más alto me acabó tres veces, el otro sólo dos, aun así estuvieron muy bien, me llenaron de semen, y dejaron sus manos bien marcadas en las nalgas.
Luego tuve que ir a almorzar, ya que más tarde había quedado en ver a un abogado, quería que me coja en su despacho. Mi marido también es abogado, pero necesitaba cumplir esta fantasía con otro hombre.
Opté por un restorán cercano al despacho, donde pude comer y reponer energías. Cuando el mozo me trajo la cuenta pude ver como me miró las tetas. Lo observé, tendrá unos veintitantos años, con algo de bello facial y tatuajes decorando sus brazos. Surgió otra fantasía al instante. Miré el reloj y vi que tenía algo de tiempo, entonces dije ¿por qué no?
Lo tomé de la mano y lo llevé al baño, me senté en el retrete, jalé su pantalón y su bóxer, tomando así a su verga con mis manos, vi que estaba depilado, eso me gustó. Me lo metí todo en la boca, sintiéndolo llegar a mi garganta, y él aprovechó para tocarme las tetas, sacándolas de ese vestido, las miró mucho, y luego se dio gusto.
Puso su pene entre mis senos y se hizo una rusa, yo se la escupí para que resbale en su vaivén con facilidad, y él jugaba con mis pechos encima de su miembro. Luego saqué la lengua para lamer la punta de su verga mientras lo miraba a los ojos y le sonría coqueta. El jovenzuelo acabó sobre mi cara y mis tetas, entonces lamí mis propios senos para tomar su leche, tenía un rico sabor.
Sin embargo, esa cosa seguía estando dura. Tomó mi cuerpo y me puso en cuatro sobre el retrete. Levantó mi vestido, corrió mi tanga e invadió mi vagina con su miembro, llevándose un jadeo de mi parte. Así comenzó a embestirme duro y parejo, con mucha energía.
Tomó mi pelo y lo jaló con fuerza, mientras bombeaba en mi vagina como un animal. Era un joven muy dominante, y eso me encantó. Ahogué mis gemidos hasta que mi espalda se arqueó de placer, y mi boca bramó un jadeo sonoro cuando mi orgasmo estalló. Él lo notó, y se puso más violento, apretando mi cuello y escupiendo mi boca, me usó como un objeto para su propio placer. Jugué con su saliva en mi boca, como si fuera su semen, y eso lo hizo estallar.
Parece que le gustaron mis nalgas, porque las cubrió con su blanco semen. Luego se subió los pantalones y se marchó, dejándome así. Me limpié antes de que ese mocoso cambiara de idea y viniera por más.
Me dirigí al despacho del abogado, el que estaba en un edificio muy elegante. Su oficina era muy amplia y espaciosa, con un enorme ventanal detrás de él.
—El vidrio está polarizado —me dijo—. Podré apoyarte contra él y nadie nos verá.
—Ya quiero que lo hagas —respondí, acercándome a él de manera coqueta.
Se trataba de un hombre de cuarenta y cinco años, calvo, pero se lo veía imponente. Me arrodillé frente a él, esperando que saque su miembro, cuando lo hizo lo chupé con desesperación, para luego lamer cada centímetro del mismo, hasta bajé a sus bolas.
Después de estar media hora arrodillada lo hice acabar, solo con mi boca. Entonces me subió a su escritorio, donde pone mis piernas en sus hombros, y me embiste como un toro, haciéndome gemir de placer.
No tardé en tener un squirt, empapando su traje.
—Tendrás que limpiarlo con la lengua. —dijo sobre mis labios.
—Encantada. —respondí coqueta.
Siguió dándome duro, hasta que sus manos me dieron vuelta y mi cola quedó empinada para él, que me nalguea y me muerde. No sé porque esa obsesión de los hombres con las nalgas femeninas, pero me fascina que me toquen de esa manera.
Volvió a penetrar mi vagina, mientras apretaba y llevaba mis nalgas hacia él. Voltee a mirarlo, y me mordí el labio al ver lo bien que la estaba pasando. No tardó mucho más en venirse, llenándome con su semen.
Sus manos me tomaron de nuevo, y mi vestido terminó en el suelo. Me arrojó a la ventana, y se lanzó a lamer el punto placentero que habita entre mis nalgas. Dejé escapar un jadeo al sentir como abrió mis glúteos con sus manos y pasó su lengua húmeda, lubricándolo con su boca.
Entre gemidos y caricias pasaron los minutos, y se puso de pie, recorriendo mi cuerpo a besos desesperados. Su miembro comenzó a invadir mi ano, con un lento vaivén, abriéndose paso en mi interior. Suspiré disfrutando de su ancho pene entrando por mi lugar más apretado.
Empezó lento, pero rápidamente el deseo lo envolvió y me embistió con fuerza, haciéndome gemir más agudo. Deslizó su mano hacia mi clítoris, y me masturbó mientras me daba duro.
Y fue en ese momento cuando lo vi, a través del vidrio, en el patio del edificio, charlando con otros colegas, era mi esposo. Miró en mi dirección, pero el vidrio era polarizado, así que no me vio, pero yo si lo vi a él y sentí que me miraba.
La sensación de coger con otro mientras mi marido me observaba me hizo enloquecer. Mis piernas temblaron, y me derramé en un orgasmo sin igual, mojando todo.
El abogado me acabó en la cola, pero ni lo sentí, tan pronto me soltó caí al suelo. Él aprovechó para acabarme una vez más en la cara aunque eso me dio igual. Estaba absorta en la sensación de tener a mi marido cerca en mis aventuras. Esto me abrió un nuevo horizonte de fantasías que antes no tenía, y que necesito experimentar.
—Entiendo —dijo el psicólogo al que le estaba narrando todo—. ¿Qué piensa hacer de ahora en adelante?
—Vivir mis fantasías al máximo —respondí coqueta—. Y una de esas fantasías es coger con un psicólogo, después de contarle algunas de mis aventuras
—¿Sabe que aunque tengamos relaciones igual tendrá que pagarme honorarios verdad?
—Ja, si tengo un orgasmo le pagaré el doble.
Dije gateando hacia él, esto se pondrá bueno.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro