Déjame amarte
Sebastián Michaelis Pov
No sé qué me despertó, si el insistente llanto del bebé o la alarma, era igual, cualquiera que fuera la causa, me obligó a ponerme de pie, sintiendo como la cabeza me daba vueltas, provocando una sensación de vértigo y mareo mientras andaba tambaleante hasta el cunero, deteniéndome unos cinco pasos de llegar.
Lawrence lloraba con desespero, removiéndose en busca de atención, comida y mimos, haciendo que suspire con cansancio, observándolo a la distancia como si todo fuera un sueño del que anhelo despertar cuanto antes. Sin atreverme a cargarlo en un intento absurdo de evadir mi realidad o puede que responsabilidad autoimpuesta que muchos catalogarían como capricho.
—Shhh, si sigues llorando, despertaras a Beast...
Finalmente me acerque intentando tranquilizarme, acunándolo entre mis brazos con cierto reproche que no podía eliminar y que amenazaba con aumentar con cada día que pasaba, al mismo tiempo que era inundado con un terrible remordimiento porque muy dentro de mí, comenzaba a culparlo por todo, por mi cansancio, el estrés, la soledad, la ansiedad, por mi incompetencia, mis problemas... por absolutamente todo cuando él no ha hecho nada malo.
Suficiente tenía con una "madre" que lo rechazó y negó, así que yo no pensaba hacer lo mismo, sin embargo lo hacía. Estúpidamente lo estaba culpando porque ya habían pasado cuatro meses desde que Ciel se marchó, cuatro meses en los que no he tenido noticias suyas. Cuatro meses en los que ni siquiera se tomó la molestia de llamar para preguntar por su hijo al que abandono sin siquiera verlo, como si nunca le hubiera importado, y pese a todo, si en estos momentos regresara no dudaría ni un segundo en recibirlo con los brazos abiertos, fingiendo que nunca se fue para mantenernos en una burbuja rosa, falsa y frágil.
Colocando una máscara de falsa felicidad, creyendo que en todo este tiempo nunca quiso dejarnos y tan solo necesitaba "un respiro" ¡un maldito respiro que lo tranquilizara! Despejar su mente para esclarecer todo, para que pudiera darse cuenta que nuestro hijo nunca fue un error y que al final lo ama, y pese a ser una idea en extremo fantasiosa, sigo aferrándome a ella porque es lo único que me ha mantenido centrado estos meses.
Mi raciocinio depende de una maldita mentira que acabara por consumir la poca cordura que aún me queda. Es algo enfermizo, y tal vez sea la falta de sueño, la molestia constante, la frustración o puede que la decepción en general, pero últimamente no estoy pensando con claridad y tal vez no lo vuelva a hacer en un largo tiempo pese a que soy consciente de mi error.
Puedo fingir, actuar y sonreír afablemente. Puedo intentar convencerme de que el abandono de Ciel no me afecta porque una parte de mi sabía que pasaría tarde o temprano, que la patética historia de mi vida amorosa se repetiría una vez más. Y son detalles insignificantes los que marcan una diferencia, pero ahí está, todo se repite y cada vez una parte de mi muere en el proceso, como si siguiera una línea invisible hacia un desenlace turbio que se ha ido anunciando con más fuerza en cada ocasión, e intento ignorarlo porque "es lo mejor".
Al final, solo soy capaz de llegar a la conclusión de que Ciel y Gregory tienen más similitudes de las que me gustaría, inclinándose a las negativas, las más visibles y problemáticas que asegure, no me importaban. Porque ambos son caóticos a su manera, como un huracán que arrasa con todo a su paso sin importarles sobre quién o qué deban pasar para seguir su camino, porque ambos son serios, inteligentes, sumamente hábiles, reservados, fríos y orgullosos, y sobre todo, porque a ambos les gusta largarse dejando una escueta nota que creen justificara y enmendara su ausencia.
Y es aquí que me pregunto si el problema soy yo o ellos. No lo sé, y si digo que no me importa estaría mintiendo, y no vale la pena. Estoy cansado y pensar en ellos puede resultar bastante agotador, sin mencionar que el llanto del bebé no cesa a pesar de que lo arrullo entre mis brazos, tarareando mientras camino por la habitación. Diez minutos después me rindo y termino en la cocina intentando preparar un biberón, haciendo malabares para tenerlo listo sin dejar de mecer a Lawrence cuyo llanto se ha transformado en constantes gimoteos que poco a poco disminuye.
Una vez listo, me siento en el sofá, observando a Lawrence con detenimiento al verlo comer, pidiéndole perdón en silencio por todo y por tener un padre como yo, cuando él es perfecto. Sus ojos son de un azul intenso, mucho más obscuros que los de Ciel, yo diría que es una mezcla perfecta entre él y yo, agradeciendo que la mayor parte del tiempo sea tranquilo y se la pase durmiendo, pero cuando llora me es casi imposible lograr que vuelva a dormir.
Sonrío y recuerdo que Ciel me preguntó ¿dónde estaba la magia de ser padre? Yo creo que la magia viene cuando los veo dormir tranquilamente, cuando Lawrence sonríe o me mira maravillado, moviendo sus bracitos en busca de mimos. O cuando Beast me busca únicamente para abrazarme y decir te quiero...
—Papi... —levanto la vista, viendo a Beast bostezar y frotarse los ojos mientras se acerca a nosotros—. No puedo dormir.
—Ven amor, ¿quieres que te lleve a tu cama?
—No sé…
—¿Quieres un vaso con leche?
—No… —niega lentamente con la cabeza mientras se sube al sofá, acurrucándose junto a mí, quedándose dormida en cuestión de minutos.
Cuando le dije que tendría un hermanito se alegró, diciendo que finalmente tendría a alguien con quien jugar, aunque mi preocupación más grande no era que no lo quisiera, porque al final acabaría amándolo, sino que preguntara por Gregory, y es que sigo sin saber cómo explicarle que su papi está en el hospital y jamás despertara, porque ella sigue creyendo que tuvo que irse a trabajar, e inconscientemente sigo esperando que despierte...
•••
—Michaelis, luces horrible.
—Gracias, que amable —ironizo, viendo de soslayo a Claude.
Llegó a casa hace dos horas y ha estado jugando con Beast y Lawrence, dándome un respiro de todo, pero aun con su presencia me sigo sintiendo obligado a no perder de vista a mis hijos, como si en cualquier momento algo terrible les pudiera pasar y todo sería mi culpa. Al mismo tiempo deseo salir, subirme a la moto y conducir sin rumbo fijo, sintiendo el frío viento golpear mi rostro conforme aumento la velocidad. Sería tan fácil pero una parte de mi me mantiene anclado al sofá buscando una mejor posición, luchando con la tentación de ir al mini bar y tomar la botella de whisky de malta, bebiéndomela en tiempo record aun cuando se debe disfrutar.
—Son preciosos —susurra en cuanto Lawrence se acurruca contra él, analizando detenidamente un par de tarjetas con dibujos de animales—. Y me encanta jugar con ellos, tal vez la próxima semana los lleve al zoológico o el acuario, aun no me decido. ¿Tú qué opinas?
—Si tanto te gustan, te los regalo —conteste con fastidio.
—Sebastián... son mis sobrinos y sabes que me encanta venir a verlos —sonrió dejando a Lawrence sobre la alfombra—, y pese a que la oferta es tentadora, por ahora tendré que rechazarla.
—Deberías conseguirte tus hijos, piénsalo. Puro amor y diversión con altas dosis de ternura —ironice pero él pareció no notarlo o si lo hizo, decidió que era mejor omitirlo a enfrascarse en una discusión sin sentido, en donde nadie saldría ganando.
—No es tan sencillo.
—¿No? —levante una ceja, intentando no soltar un comentario ácido, aunque al final no lo logre porque ya estaba harto de sonreír afable y fingir que estaba bien con la situación, entonces explote—. Mírame a mí, siempre, en el momento más inoportuno al destino se le ocurre darme un hijo únicamente para mí, vienen con nota de entrega por parte de su padre doncel, quienes desean salir corriendo como si hubiera algo toxico en todo esto y pensándolo bien, tal vez toda esta situación es nociva y yo soy el único imbécil que no lo nota, por eso sigo aquí. Ambos me advirtieron que se irían... y qué crees, lo cumplieron en cuanto hubo una oportunidad. ¡Se largaron por un maldito capricho infantil!
—Sebastián.
—¡¿Qué?! —le mire intentando no alterarme—. No necesito otro de tus sermones, Claude, y si se te ocurre decir algo, es mejor que te marches.
—No puedes seguir así —farfulló con seriedad, acomodándose las gafas—. Y no creo que Gregory te importe después de todo este tiempo y en cuanto a Ciel, ha pasado un año desde que se fue y tú solo te preocupas por su paradero en vez de enfocarte en tus hijos.
—¡¿Enfocarme en mis hijos?! Por si no te has dado cuenta es lo único que hago, ellos consumen todo mi tiempo libre y mi energía, pero aquí estoy, ¡¿qué más enfocado me quieres?!
—No me refería a eso.
—¡¿Entonces qué quieres que haga?! —grite poniéndome de pie—. ¡Yo no fui quien se largó dejando una maldita nota adhesiva.
—¡Ya supéralo, Michaelis! Ciel se fue pero tú sigues aquí, ¿cuánto tiempo necesitas para dejarlo ir?
—¿No lo entiendes? Soy yo quien desea irse —brame, luchando para no levantar tanto la voz pero era imposible— ¡Ciel dejo de importarme. Hace quince meses que se largó y sinceramente estoy harto de todo, incluso de ellos!
Los niños me voltearon a ver con sorpresa en cuanto los señale, o puede que miedo por ver una faceta desconocida de su siempre tranquilo padre, pero no me importo, al contrario, de cierta forma era liberador la idea de gritarles y desahogarme, tal vez por eso Beast abrazó a Lawrence quien comenzó a gimotear, logrando que lo mirara con enfado como si todo lo que había estado reprimiendo estos meses finalmente explotara, siendo ellos las primeras víctimas. Y como si se avecinara el apocalipsis, Claude me tomo del brazo sacándome de mi propia sala para ir a la cocina, evitando que asuste más a los niños, cuando soy yo el que quiere salir corriendo.
—¿Qué diablos te pasa, Michaelis?
—¡Nada!
—¿Nada? —reprochó tomándome de los hombros para que lo viera a los ojos—. Sé que no es fácil lidiar con dos hijos, pero gritarles no es una solución. No los culpes por tus errores.
—¿Entonces fue mi error que Ciel y Gregory se fueran?
—Lo fue, y lo sabes. Eras consiente de que se negaban a formar una familia, las circunstancias fueron diferentes con cada uno pero el problema era el mismo, ninguno estaba listo. Tu tampoco lo estás de lo contrario no querrías salir corriendo a la más mínima oportunidad.
—No te atrevas —farfulle—. No importa si estaba listo o no, siguen siendo mis hijos.
—¡Entonces deja de quejarte!
—¿Y qué propones?
—Mírate —suspiró con desgana—. ¿Cuándo fue la última vez que te duchaste o que comiste algo que no sea comida rápida?
—No molestes...
—Solo contesta, Michaelis.
—No lo sé, estoy cansado y... estresado —le aparte, dejándome caer en el banquillo a un lado de la isleta—. Por ahora tienes razón y no es fácil lidiar con una niña de cinco años que juega, corre, sonríe y hace infinidad de preguntas porque tiene ganas de conocer todo a su alrededor y porque es feliz, ni con un niño de un año que gatea y que intenta desesperadamente ponerse de pie para seguir a su hermana a todas partes. Y es que así son los niños, pero yo ya no los soporto, no soporto cuidarlos, no soporto estar aquí. Me agobia tener que hacerme cargo de ellos, de la galería de la familia de Gregory, y de mis malditos negocios al mismo tiempo que me esfuerzo por no irme como Ciel, como Gregory, dejando todo atrás.
—Cuatro —murmuró sentándose a mi lado.
—¿De qué mierda hablas?
—Dijiste que Beast tiene cinco, pero falta un mes para que los cumpla.
—No me interesa —sonreí de medio lado, logrando una mueca de enfado en Claude.
—Debería, es tu hija.
—No me interesa ser padre.
—Pero lo eres y no es algo que puedas cambiar. Y aprende a delegar, contrata una niñera, un asesor de arte o representante para la galería y otro asistente para tus negocios y descansa.
—Las niñeras no sirven, hace tres años Beast acabo en el hospital porque se le cayó el librero encima, cinco meses después regreso por pulmonía, luego fue fiebre, y no olvides la vez que se intoxico. O cuando Lawrence tuvo varios moretones porque según la niñera, no dejaba de llorar.
—Ya entendí, no más niñeras, y ¿qué hay del representante?
—El último me robo y en cuanto al asistente... tengo dos.
Al mirarlo rodé los ojos recostando mi cabeza sobre la isleta como si estuviera a punto de dormir, viendo de soslayo a Beast que asomaba su cabeza por el marco de la puerta, comprobando si es que seguía gritando o no sé. Y por primera vez me tenía sin cuidado la impresión que pudiera darle, así que me levante pasando a su lado sin siquiera mirarla porque me estaba sofocando, ella, Lawrence, la situación, todo.
—¿A dónde vas, Sebastián?
—Necesito salir, así que tú te quedaras aquí a cuidar de ellos.
La voz de Claude se redujo a un eco demasiado lejano en cuanto me metí bajo el chorro del agua, tomándome mi tiempo para ducharme mientras sentía mi cuerpo relajarse considerablemente. No tengo idea del tiempo que me tarde, pero cuando salí, me vestí con lo primero que encontré, tome mi cartera y las llaves olvidándome del móvil, decidido a desaparecer por al menos unas horas, eso es todo lo que necesito de lo contrario mi yo amable desaparecerá y en su lugar habrá un demonio con sed de sangre e instintos homicidas.
—Sebastián, creí que tendría que ir a sacarte de allí.
Claude me observaba desde el sofá con una expresión de desespero, arrullando a Lawrence mientras intentaba jugar con Beast quien hablaba sin cesar mostrándole libros y dibujos, haciendo infinidad de preguntas, por lo que sonreí arrojándole mi móvil que comenzó a sonar en cuanto lo atrapo en el aíre.
—Saldré un par de horas, si llaman de la galería confío en que sabrás que hacer —su expresión de pánico se acrecentó conforme me acercaba a la puerta, haciéndome sonreír con mofa, después de todo él siempre ve las cosas fáciles, reprochando mi falta de interés y desorganización en todo, por lo que es momento de demostrarme que yo solo exagero con mis obligaciones—. En cuanto a mis asistentes, ya casi son las tres, por lo que comenzaran a llamarte para informarte de todo y coordinar o reorganizar la agenda, eso depende del movimiento que hubo. Y ya debes levantarte o la comida no estará lista, el menú de la semana está sobre la isleta, solo ve que toca hoy y prepararlo.
Frunció el entrecejo mirándome con lo que deduzco era un enorme odio, aunque no entiendo porque, él siempre está diciendo que mis hijos son un amor y que planea llevarlos a diferentes lugares, cuando la realidad es que por primera vez estará completamente solo con ellos y no me importa.
Al llegar al estacionamiento suelto un suspiro subiéndome a la moto, conduciendo sin rumbo fijo, aunque veinte minutos después, soy consciente de que me dirijo al hospital. Extrañamente deseo verlo, y añoro más que nunca los días tranquilos en donde nos sentábamos en la terraza a platicar de cosas sin sentido mientras lo veía dibujar paisajes preciosos.
Tal vez Gregory nunca me lo dijo, pero tenía la manía de verme de soslayo, sonreír y dibujarme en poses comprometedoras, en donde casi siempre iba completamente desnudo. Inevitablemente sonrío al adentrarme al hospital, caminando hacia su habitación, pero en cuanto lo veo, mi expresión cambia porque aquella persona tendida sobre la cama, conectada a varias máquinas, ha dejado de ser mi esposo, simplemente es un cuerpo inmóvil que lentamente se va deteriorando, postergando lo inevitable.
Al final, termino sentado en la orilla de la cama, acariciando su rostro y por primera vez pienso que es suficiente, que él no querría estar anclado a una cama. Sutilmente acaricio su mejilla, acunándola entre mi mano, observándolo con un cariño que creí perdido porque tal vez sea la última vez que lo haga, y sin pensarlo, me inclino besando sus labios en un toque ligero, lleno de sentimentalismo y recuerdos que jamás volverán.
—¿Señor Michaelis?
—Si —respondo sin voltear a ver, probablemente se trate de una enfermera que me compadecerá por el estado de Gregory.
—Soy la doctora Sieglinde Sullivan, jefa del departamento de neurocirugía. Necesito hablar con usted acerca de su esposo.
Pese a sus palabreas, su voz era dulce, por lo que levante el rostro, observando a una hermosa mujer de cabello negro, demasiado joven para ser quien dice ser, aun así me incorpore, dispuesto a prestarle toda mi atención. Lucía nerviosa y el movimiento excesivo de sus manos me lo confirmaban, había escuchado sin decir nada, sumergido en un trance del cual no podía salir fácilmente, mientras intentaba poner todas mis ideas en orden pero era prácticamente imposible.
—Han pasado dos años —susurre volviendo a centrar toda mi atención en Gregory—. Y hoy, al entrar aquí y verlo conectado a un respirador me dije que no era justo dejarlo así, que debía desconectarlo, ahora viene usted y me dice que mi esposo puede despertar. No solo eso, sino que desde un principio fue un mal diagnóstico.
—Lo sé y lo lamento mucho, créame que haré todo lo que esté a mi alcance…
De soslayo la mire, preguntándome cuanto de lo que decía era el maldito protocolo para evitar que tomara medidas legales contra ella o el hospital. Y mentalmente sonreí, Gregory era impredecible, aún lo es porque realmente creí que moriría, ahora solo tenía que firmar el consentimiento para que lo operaran y muy posiblemente todo estaría bien.
—Opérelo, y esta vez no se equivoque.
Era un procedimiento largo y complicado. Sullivan menciono que Gregory fue llevado al hospital luego de desmayarse por una sobredosis, le hicieron los exámenes correspondientes pero hubo un error, uno que aseguraba que tenía muerte cerebral, cuando no era así. Y hoy en la mañana descubrieron que reaccionaba, que podía ser tratado y que si todo salía bien, él viviría…
Suspire buscando una mejor posición, llevaba diez horas en la sala de espera. Sentía mi cuerpo agarrotado conforme una sensación inquietante se apoderaba de mí conforme las manecillas del reloj avanzaban con decadencia, hasta que finalmente la vi. Sullivan sonrío ampliamente mientras se acercaba a mí.
—Él estará bien, si gusta puede pasar a verlo, seguramente no tarda en despertar.
Asentí sin saber que más hacer mientras era guiado hasta su habitación. En cuanto entre, me senté a su lado, sujetando suavemente su mano, tal vez paso media hora antes de que se moviera ligeramente y comenzara a abrir los ojos.
—S-Sebas…
—Shh, tranquilo…
—¿Dónde…?
—En el hospital —respondí en un murmullo, acercándome cuidadosamente para abrazarlo, besando su mejilla antes de esconder mi rostro entre la curvatura de su cuello y hombro—. Todo está bien, aquí estoy y te prometo que no me iré. Gregory… te amo tanto…
~ * o0O0o ♦ o0O0o *~
Continuará
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