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Amante hipócrita

Ciel Phantomhive Pov

Cerré mis ojos respirando agitadamente. Sus caricias sobre mi rostro me sentaban mal, ni siquiera tenía la fuerza suficiente para verlo a la cara y pedirle que se marchara de mi casa, de mi vida y de mi mente. En este preciso momento, Sebastián significaba un error para mi, uno catastrófico que pone en tela de juicio todo lo que hasta ahora he aprendido...

Su tacto quema mi piel. Aprieto los labios y me siento miserable, mientras mi estomago se estremece de ansiedad, nervios y preocupación. Extrañamente me invaden unas inmensas ganas de llorar y hundo mi rostro en la almohada con fuerza, sintiendo como mi mundo se desquebraja poco a poco dejándome caer a un vacio infinito e incierto. Repentinamente Sebastián se sienta sobre la cama, le miro de soslayo y con fuerza y frustración pasa sus manos sobre su espesa mata de cabello, desordenándolo de manera dolorosa, comenzando a jalarlo.

Frunzo el ceño y me limito a observarlo en completo silencio, siendo solo un espectador de aquel extraño acto de frustración que se apodera de él a una velocidad alarmante. Segundos después sus inquisitivos y molestos orbes buscan los míos, y juraría que los vi resplandecer de un intimidante tono rosa fluorescente por al menos un milisegundo, pero aquello es estúpido.

-¡Eres un maldito mentiroso! -Brama retándome con la mirada-. ¿Cómo mierda pudiste hacerle eso? -Retrocedo instintivamente, como si creyera que está a punto de golpearme.

Su voz es imponente, atronadora y solo puedo apartarme de él por acto reflejo, sintiendo bajo mi mano como aplasto mi móvil. Lo sujeto con fuerza y levanto la vista, notando que el cuerpo me punza, me duele y siento debilitarme. No entiendo de que va su puto reclamo, pero su incesante mirada no se aparta ni un segundo de la mía, taladrándome con desaprobación.

-¡¿De qué mierda hablas?! -Grito a la defensiva.

Tan ágil como una poderosa pantera, se acerca y me toma del brazo, jalándome bruscamente hasta que mi rostro queda a centímetros de él, quien sujeta mi barbilla con brusquedad. Me ve exhaustivamente, mientras mi piel se eriza. Siento miedo, pero obtengo el valor suficiente para apartarlo e intento golpearle la cabeza con el celular que aun sostenía en la mano. Frustrantemente sostiene mi muñeca y me tumba en la cama posicionándose encima de mí.

-De Claude -sisea con odio-. ¿Cómo mierda has podido engañarlo?

-¿Qué? -No entiendo nada, me remuevo sintiendo como su musculoso cuerpo me aprisiona cada vez con más fuerza contra el colchón-. No lo engañe... ahora ¡suéltame maldito perro!

Sus facciones se relajan, pero sigue mirándome con seriedad. Estúpidamente mi cuerpo tiembla cuando su rostro se acerca al mío quedando a escasos centímetros, ladeo la cabeza y sus labios rosan el lóbulo de mi oreja estremeciéndome de una forma escalofriante e intimidante.

-Nunca creí que el prometido de mi hermano fuera una puta ramera... y no te preocupes, me asegurare de que nunca te vuelvas a acercar a él.

Me paralizo y contengo la respiración cuando su agarre disminuye, alejándose lentamente. Finalmente se incorpora y se pone de pie comenzando a recorrer el cuarto para juntar su ropa, poniéndosela con tranquilidad, como si no hubiera pasado nada, como si no me hubiera amenazado en mi propia casa. Un enorme nudo se forma en mi garganta, los ojos me arden y con fuerza sostengo el móvil en mi mano -el cual nunca solté- apretujándolo mientras me siento y lo observo con coraje.

Aun estoy procesando la información cuando sus rubíes se topan con mis zafiros en una lucha interminable que no pienso ceder. Claude muchas veces intento hablarme de su hermano, un tal Sebastián pero por algún motivo su mirada siempre se ensombrecía cuando lo mencionaba así que con el paso del tiempo llegamos a un acuerdo tácito de que yo no preguntaría, ya que cuando llegara el momento él hablaría si es que quería hacerlo. Sin embargo nunca me paso por la cabeza que este Sebastián fuera el que él tanto intento mencionar.

No lo tolero y termino por arrojarle el móvil. Y atentamente le veo atraparlo en el aíre antes de que choque contra su rostro.

-¡Tu hermano es un jodido mentiroso que no tuvo el valor de terminarme de frente y sólo me mando un puto mensaje! ¡¡Yo no lo engañe, nunca lo haría!! Y de haber sabido que eras su hermano esto jamás habría pasado -exaltado, me baje de la cama y me metí al baño, cerrando de un portazo-. Estúpido Sebastián y estúpido Claude...

Actualmente no me importaba la opinión de ninguno de esos dos, solo quería estar solo, y que me dejaran hundirme en mi miseria, porque a pesar de todo, una opresión agobiante se va alojando poco a poco en mi pecho al pensar en Claude. Lo conocí cuando cumplí quince, mi padre quería hacer negocios con su empresa, afortunadamente fue invitado a una reunión organizada por un tal Kelvin, aquel hombre los conocía a ambos, así que mi padre y Claude coincidieron gracias a él -quien nunca me agrado- y terminaron conversando amenamente.

Yo también asistí por pedido de mamá. Y cuando lo vi me intrigo su mirada ámbar y todo de él. Claude siempre fue extraño y atento conmigo, pero decir que me enamore a primera vista seria mentir, más bien fue una extraña atracción, una que se incremento conforme conversaba con él, atrayéndome de manera sutil e hipnótica, logrando que me perdiera en su mirada y gruesa, pero amable voz.

Siempre me escuchaba y consentía, así que al final paso: me enamore de él, de aquel hombre con aíre galante y porte altivo. Su mirada siempre hostil y fría se volvía dulce cuando estaba conmigo, es cursi y estúpido, pero eso me encanta de él. Los siguientes tres años nos dedicamos a conocernos, conversar y salir en citas inocentes que siempre terminaban con un sutil rose de manos, un beso en la mejilla o una mirada avergonzada. Eran diez años de diferencia, un abismo que nos obligaba a tomar las cosas con calma, así que cuando cumplí dieciocho se declaro y comenzamos un noviazgo que muchos considerarían infantil.

La verdad es que no es de extrañar que nos tomara dos años más llegar a intimar. Me gusta y gustaba, eso era un hecho, pero tenía mil y un dudas envueltas en temores, por lo que a cada caricia subida de tono sentía la necesidad de frenarlo, antes de avergonzarme y reprimirme por no poder hacerlo.

Suelto una risa amarga terminando de bañarme, envolviéndome con una gruesa toalla blanca. Es irónico que Sebastián me llame ramera cuando hasta hace dos días el único hombre en mi vida fue su hermano. Ayer fue también el primer día que bebí, ya que solo tomaba una que otra copa de vino con el propósito de socializar, o para acompañar los alimentos, debido a que con eso me bastaba para sentirme un poco mareado, así que no necesitaba ser un genio para saber que mi tolerancia al alcohol era casi nula.

Chasqueo la lengua mientras voy al lavabo y me vuelvo a lavar los dientes con insistencia, al terminar me acerco al enorme espejo de cuerpo completo y con la mano quito el vapor, observándome con atención, sintiéndome patético y despreciable. Muerdo mi labio inferior y recorro el espejo, el cual también es una puerta que da directo al closet. Al adentrarme prendo la luz, tomando mi tiempo para ponerme algo cómodo, la verdad no le doy importancia a nada más, ya que lo más probable es que Sebastián se haya marchado en cuanto termino de vestirse.

Quince minutos después salgo al cuarto vistiendo un pantalón de algodón blanco y una playera del mismo color. Sólo quiero tirarme en el sillón, poner películas estúpidamente cursis, comer un litro de helado, dulces, pastelillos y galletas que tengo en casa mientras me siento miserable. Pero como si la vida me odiara, Sebastián seguía aquí, sentado en el filo de la cama, observándome con la mirada gacha, sujetando mi celular entre sus manos.

-Yo... quiero ofrecerte una disculpa -masculla, viéndome a los ojos.

Parpadeo un par de veces mientras lo observo con atención, dándome cuenta de que lleva la camisa un poco arrugada, aun así se fajo dejando los primeros dos botones sueltos. Completamente incrédulo, puede que molesto, lo fulmino con la mirada, cruzándome de brazos mientras me recargo en la puerta del baño.

-Lárgate de mi casa.

Y como si me ignorara, levanta el móvil, mostrándome el mensaje que me mando Claude la noche pasada en donde decía que terminaba conmigo y un montón de estupideces más, las cuales no vale la pena ni recordar. Aprieto los labios y le miro interrogante, sintiéndome más molesto que antes por haber revisado algo que no es suyo, al parecer no le basto con haberme insultado.

-Ciel...

-He dicho que te largues.

-No lo haré -masculla suspirando con frustración, antes de volver a verme-. Claude no pudo haber mandado este mensaje, él perdió su celular...

-¿Qué?...

-Lamento haberte insultado -repite agachando la mirada-. Pero me sentía molesto... es verdad que entre él y yo no hay una buena relación, pero tampoco soy capaz de arruinar su vida metiéndome con su novio... él te ama.

-No me importa, termino conmigo -espeto con amargura-. Ahora vete.

-No me estas escuchando -farfulla frustrado.

-¿Por qué tengo que escuchar a un varón que me llamo ramera?

-Ya me disculpe -su voz salió seria e intimidante, mientras me mira a los ojos-. Realmente lo lamento. ¿Qué más puedo hacer?

-Irte.

-Me iré, pero antes escúchame -me quedo en silencio, y si es la única opción para deshacerme de él, no me importaría fingir que le prestó atención, por lo que al ver mi mutismo prosigue-. Justamente ayer llegue aquí, a Londres. Mi intención era permanecer en casa, pero la asistente de mi hermano me llamo y tuve que ir a la empresa, Claude quería que me presentara en la reunión de tu familia en su nombre -bufe mosqueado al rodar los ojos, aun así él continua hablando-. Me moleste, y una de las primeras cosas que hice al verlo fue reclamar porque no me contestaba su puto teléfono. Resulta que lo perdió, así que él no pudo haberte mandado el mensaje. Y en cuanto a lo que paso... bebimos de más... tu motivo fue creer que Claude termino contigo y al final paso algo que nunca debió ocurrir.

-No necesito que lo justifiques, está claro que él no quiere estar conmigo.

-Si no quisiera estar contigo nunca abría comprado un anillo de compromiso -soltó mordaz dejando el teléfono en la cama-. Dijiste que él te mando un mensaje terminando contigo, por eso me tome el atrevimiento y revise tu celular creyendo que mentías.

Deje de prestar atención en cuanto escuche lo del anillo de compromiso. Mi estúpido corazón palpito como loco, emocionado al visualizarme compartiendo mi vida con alguien como él, pero mi maldita conciencia me observaba con desaprobación y vergüenza, comenzando a gritar que Claude nunca me mintió y que me ama, mientras que yo me emborrache y me metí con su hermano a la primera oportunidad que tuve, sin siquiera confirmar realmente las cosas. Incluso apoyo a Sebastián con eso de llamarme ramera. Ahora me siento como una mierda y es que inconscientemente sé que tuvo razón al insultarme, no era la manera pero al final me lo merecía.

-Eso es imposible.

Aquellos rubíes examinan mi patético comportamiento. Simplemente no lo soporte más y termine por deslizarme hasta quedar sentado en suelo, abrazando mis rodillas y hundiendo mi rostro en ellas. Lo perdí para siempre, no había marcha atrás. Una relación de seis años y un feliz noviazgo de tres, Claude nunca me perdonara esto y si lo hace, yo jamás lo hare... mierda. ¡Mierda! ¡¡Mierda!! En este punto ya no importa que Sebastián me vea llorar, porque parte de la maldita culpa es suya.

-Ayer por la tarde cambio de teléfono y su secretaria te llamaría para informarte...

-La odio, pero tampoco soy tan infantil como para pedirle a Claude que la despida -farfulle aun con el rostro entre mis rodillas-. Intento llamarme un par de veces y solamente apague el teléfono, sabiendo que si Claude quería algo sería él quien me llamaría al saber que evadí a su tonta asistente.

-Vi que tenías varios mensajes del nuevo número, los cuales no has abierto...

-Siempre ignoro llamadas, mensajes o correos de números o direcciones que no conozco.

Suspire, tampoco sabía porque le contestaba, tan solo lo hacía. Repentinamente escuche como Sebastián se volvía a sentar en la cama, lo mire de soslayo mientras sacaba su móvil y marcaba, extrañándome de que haya puesto el altavoz.

-¿Michaelis? -Mi cuerpo se paralizo al escuchar la voz de Claude, por lo que temeroso veo a Sebastián que coloca un dedo sobre sus labios para indicar que guarde silencio-. Tú no tienes remedio, te he estado llamando desde hace una hora y en vez de contestar apagas el celular.

-Estaba cansado.

-Haya deben ser las once de la mañana -espeta antes de suspirar-. ¿Y... cómo te fue?

-Bien... por cierto, conocí a Ciel...

Lo miro con odio, ¿acaso pretende decirle? Si es así no pienso permitirlo. Me levanto con la intención de quitarle el maldito aparato de la mano y apagarlo, pero en un movimiento rápido me tira a la cama y cubre mi boca, incitándome a escuchar lo que Claude está diciendo.

-... espero que hayan podido llevarse bien, después de todo pronto será tu cuñado. Aunque lo más probable es que en estos momentos este un poco molesto, ya que le pedí a Ángela que lo contactara para que le avisara de mi celular, pero como se negó a contestarle, lo pospuse, pero estaba a punto de marcarle cuando me llamaste.

-Me dijo que eras un idiota por no contactarlo.

-Él nunca diría eso, no es un grosero como tú. Ciel es alguien maravilloso, por eso lo amo...

Su voz tranquila y aquella seguridad con la que hablaba terminaron de hacer mella en mi, quería gritar de frustración, de enojo... no sé. Lentamente rodé sobre la cama haciéndome bolita, enterrando el rostro en la almohada, deseando sumergirme en mi propia miseria, una tan grande que amenazaba con mantenerme ahí eternamente. Soy una mierda... sé que muchas veces he actuado mal, y que no soy precisamente un ángel, pero esto... esto es demasiado, lo peor de todo es que ni siquiera fui consciente de la mitad de lo que paso.

-... adiós.

Finalmente había colgado. Ahora si se podía ir y dejarme tranquilo sintiéndome la peor persona del mundo por engañar a mi novio... porque a pesar de todo aun lo es. Pero su suave tacto sobre mi brazo me erizo la piel por completo.

-Vete... que yo no me volveré a acercarme a ninguno de ustedes.

-Claude te ama.

Frustrado, tome la almohada más cercana y se arroje al rostro.

-¡Eres un estúpido perro idiota! -Brame intentando contener las lágrimas de rabia-. ¡Me acosté contigo, el hermano de mi novio!

-Vaya, vaya -murmuró con socarronería, colocando la mano sobre su frente en una pose dramática-. Sé que soy atractivo, pero el hecho de que mi cuñadito fantasee conmigo es todo un halago -me guiñó un ojo encaminándose a la puerta-. Nadie nos vio -aseguró seriamente con la mano sobre el pomo-. Por mi parte no pienso decir nada, es más, esto nunca ocurrió. En cuanto a su supuesta ruptura, todo fue una serie de malentendidos, mismos que aun hay que resolver -suspiró con cansancio-. Si decides estar con mi hermano créeme que no te juzgaré, de hecho pienso que sería lo mejor, pasar página, tan solo eso. Tal vez al final decidas terminar, no lo sé -me miró de soslayo, y mi cuerpo se erizo por su penetrante mirada-. Solo te prohíbo... no, mejor dicho, te pido de favor que nunca le digas que ocurrió algo entre nosotros. Para Claude sería muy malo que ustedes terminaran, así que no veo la necesidad de contarle esto.

No fui capaz de responder, así que simplemente le vi salir en completo silencio. Cinco minutos después mi celular comenzó a sonar insistentemente, temeroso lo tome y conteste sin fijarme en quien llamaba.

-Amor...

-Claude... -musite con un nudo en la garganta.

Me explico lo de su celular y varias cosas más, al final me dijo que regresaría a Londres mañana por la tarde y que le encantaría verme... así que simplemente pase saliva y con lágrimas en los ojos intente sonreír mientras le decía que me encantaría verlo.

•••

•••

Respire profundamente mientras salía a la calle. Claude permanecía al frente de mi edificio, recargado en su precioso Ferrari negro, sonrió en cuanto me vio. Contuve la respiración y aparte la mirada siendo incapaz de verlo sin sentir que había hecho algo muy, muy malo -realmente hice una bajeza-, y como si no quisiera llegar a su lado, comencé a caminar lentamente, estremeciéndome cuando sus fuertes brazos me rodearon con cariño.

-Te extrañe.

-Yo también -escondí mi rostro en su pecho, deseando fervientemente regresar el tiempo.

Había decidido tomar el concejo de Sebastián y seguir con él fingiendo que nada había ocurrido, pasar página y listo, asunto resuelto. Pero era mucho más difícil de lo que imagine, sintiendo que la culpa me carcomía de forma lenta, como si disfrutara hacerlo. Constantemente me perdía en mis pensamientos fingiendo escucharlo mientras nos adentrábamos tranquilamente en un lujoso restaurante en el cual había hecho una reserva. Se podría decir que la cena paso con tranquilidad, hasta que al salir caminamos cerca de una plaza, llegando justo al centro donde había una preciosa fuente con luces de colores que le daban un aspecto mágico al agua, entonces paso. Me tomo de las manos y se arrodillo ante mí.

-Ciel Phantomhive, ¿quieres casarte conmigo?

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~
Continuará

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