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III. A un paso de la libertad

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El estruendoso chirrido memorizado de la armadura de la guerrera se asomó por su puerta, pese a saber de antemano su visita debido a las cámaras de seguridad de su oficina, la científica no se giró a encarar a la guerrera.

Su mirada yacía escondida tras sus lentes que recibían el reflejo directo de la luz de la pantalla, manteniendo su expresión en el total anonimato.

—Alphys —llamó Undyne a un metro prudente de ella, haciéndose notar de una vez.

Aún así, la científica se tomó su tiempo para girarse, sus anteojos clavados en la dirección de la pantalla de en medio que mostraba el puente abandonado, el último lugar donde el humano había llegado. El lugar de su caída donde dio su último respiro.

Ahogó un gemido, provocando que temblara cuando Undyne le tocó el hombro con extrañeza, pensando que se había quedado inmersa de nuevo en su mundo.

Le había dicho a Mettaton, en un auge de emoción desenfrenada y afán de compartir algo que podría ser de interés de su amigo, las aventuras de la pequeña que había avanzado por el Subsuelo con astucia y determinación, sin que causase daño a nadie y que se empeñaba en salvar a quien pudiera, como si de un programa de TV se trataba, como si fuese una verdadera heroína y ella la entusiasta espectadora.

Y su amigo se había mostrado interesado y apasionado en formar parte de la aventura de la niña. Incluso Alphys estaba convencida de ayudarle a dar una escena dramática, a pesar de que en un inicio su amigo robótico no se mostró muy convencido con ser el robot asesino, finalmente había terminado aceptando una vez la idea se había instalado en su sistema, pronto se metió en su papel como la estrella de la actuación que es.

Mettaton.exe podría haber sido presentado con el modelo de arma, pero el ser en su interior nunca estuvo interesado en el combate o la supervivencia, quería llegar a la cima y dar sentido a la vida de los demás siguiendo su sueño, hacer la vida de los demás y la suya, más llevadera, hacer de este Subsuelo su hogar y no su prisión que lentamente los consumía. En ese sentido, Alphys había revivido emociones al ver a la niña seguir el mismo camino que su amigo había escogido. La presentación simplemente seria dramática, espectáculo puro, disfrutar cuanto pudieran de la humana antes de guiarla hacia Asgore, despidiéndose de ella con la cabeza en alto. Como una espectadora más que en realidad no intentó hacer nada por la niña, más que beneficiarse y mofarse de sus intentos por sobrevivir al luchar con su vida, deleitándose en su desesperación.

¿Por qué pensó que iba a disfrutar eso? ¿Por qué todos sus planes incluían divertirse con la humana cuando todavía estaba pensando en dejarla ir hacia su muerte segura? Ya se había rendido con su alma, con su vida, mientras pensaba en darle esperanzas de sobrevivir cuando nunca pensó en darle siquiera esa posibilidad. Una espectadora. Una mentirosa. Una hipócrita.

Lo habían planeado todo. La científica real. La encargada de las almas, la que iba a continuar el legado de sus predecesores, el monstruo de más alto rango debajo del rey, que después de décadas de desesperación finalmente tenía en su poder la última pieza ganadora. Y solo había pensando en el entretenimiento de su amigo y de ella. Cuando desperdicio.

Ella solo quería ver al exótico humano, no tenía la intención de hacerle daño. Y al mismo tiempo, tampoco tenía la intención de apelar a Asgore para permitirle buscar otra solución que no implicase su muerte, ella tampoco buscó otra solución, ciñéndose a las conjeturas de los antiguos científicos reales, porque pensaba que ellos sabían lo que estaban haciendo y la tonta y torpe Alphys no tenía voz ni voto para intentar cambiar el pensamiento de sus ilustres predecesores.

Alphys solo observó como la mataban, como corría por su vida mientras lloraba y padecía mucho miedo. Ella solo miro, hasta el final, sin perderse nada de sus últimos momentos. Nunca le dieron la oportunidad de formar partes de sus vidas, solo la empujaron hacia el barranco, arrebatando sus sueños en el camino.

Todo lo que pudo pensar fue en jugar un poco con ella antes que lo inevitable sucediera, consolándose y engañándose con que al menos la niña se había divertido.

Así que, verla ahí, tendida en el suelo, siendo brutalmente asesinada por la persona que más admiraba en este mundo, le había resultado en un enorme shock. Sus ojos todavía continuaban hinchados por derramar tantas lágrimas y ahogarse en sollozos. La culpa y la frustración haciendo añicos su temple, llegando a la conclusión que en realidad nunca quería que la travesía de la niña terminara y en cómo ella no había hecho nada por ella a pesar de sus recursos. Ella había cometido tantos errores, ¿La niña humana no se merecía también otra oportunidad? Y en consecuencia, ni siquiera podía ver a Undyne.

Había sido tan ingenua y egoísta. Nunca debió haberse encariñado con el humano. Se suponía que ella tenía que ser quien le entregara el alma a Asgore y comenzara la transformación para volverle el ser que destruiría La Barrera. Pero en su lugar se había sentado, acomodado y disfrutado junto a una pantalla, comiendo botanas, mientras que el humano arriesgaba su vida afuera. Solo.

No sabía ni cómo comenzar a decírselo a Mettaton siquiera.

Aspiro profundo, sonando inevitablemente triste y cansada, por lo que Undyne arrugó su cara y se acercó a ella haciendo ademán por sostenerla.

—B-Buen trabajo, Undyne —emitió con suavidad, alejándose lentamente del tacto de la Capitana sin voltearse a ella, por lo que no notó como el ojo de la guerrera vibraba de dolor—. Ahora me encargaré yo, entrégame el alma.

—Es un poco pesada... —inquirió en un afán por alargar el encuentro y poder hablar más con Alphys, su actitud le preocupaba un poco.

—Es-Esta bien —finalmente se giró, pero Undyne no pudo discernir su mirada al ser el brillo de la pantalla reflejado en sus lentes más denso que la luz de los ojos de la científica. Alphys estiró sus manitas—. Yo le llevaré, tú descansa.

—¿Estás... bien? —Se aventuró a preguntar con un poco de nerviosismo.

El tono inquieto de la pelirroja obligó a la científica a levantar su mirada del casco de su armadura que cargaba al lado del alma con esperanza de distraerse. Torció el cuello hacia arriba y observó el semblante intranquilo de Undyne, quien había formado una mueca de preocupación ante su actitud. Alphys suspiró y se acomodó los lentes, sus ojos se habían vuelto a humedecer.

No tenía ni la remota intención de hacer sentir mal a Undyne, ella sólo había seguido órdenes, había hecho su trabajo excepcionalmente, no como ella. Así que se esforzó por darle una sonrisa, en su lugar, suspiró de nuevo y se abrazó a sí misma.

Antes de que la Capitana de la Guardia hablara de nuevo, Alphys agregó con un tono lento y muy bajo.

—No he dorm- dormido bien en varios días —Si bien era cierto, no era de hecho la razón de su congoja, pero no veía al caso decirle cómo se sentía a quien precisamente había matado al humano por quien se sentía abatida—. Y todavía no puedo asimilar que estemos a un paso de la libertad, es demasiado por digerir y expulsar.

—Bueno... es verdad, llevamos mucho tiempo abajo.

—Por fin vamos a ser libres, ¿no?

—Así es... —Como si pensar en la libertad de su pueblo hiciese que la culpa se borrara y las accionas se justificaran, el fuego regreso a la mirada de la guardiana—. ¡Es verdad! ¡Los niños ahora tendrán un campo ilimitado para jugar! ¡Los adultos ya no tendremos que buscar en la basura! ¡Y el sol...! ¡Las estrellas...! ¡El mar...!

—Nos espera un enorme mundo por descubrir —aún cuando pudo esbozar una pequeña sonrisa ante la alegría repentina de Undyne, al detenerse de nuevo en el recipiente que contenía el alma, se congeló.

—¡Habrá muchas nuevas comidas y entretenimiento que probar! ¡Y muchos estilos de batalla por aprender! ¡Ese robot petulante tuyo tendrá que actualizarse mucho! ¡Todo será tan nuevo y emocionante! ¡Finalmente...!

Repentinamente, la voz de Undyne se ahogó, provocando que Alphys abriera sus ojos como platos, preocupada.

Undyne había bajado su ojo hacia el recipiente donde yacía el alma escarlata contenida, su amplia sonrisa se deshizo y adoptó una postura más seria, extendiendo el recipiente hacia Alphys.

—Y también habrá muchos enemigos... —susurró tan bajo que Alphys tuvo problemas para entenderle.

—¿Qué?

Parecía que Undyne tuvo la intención de repetirlo, pues su boca se abrió un poco, más sus labios se cerraron sin añadir nada, negando con la cabeza.

—¿Segura que no quieres que te acompañe? Sé que no soy muy útil con todas estas cosas de ciencia, pero al menos puedo cargar las cosas pesadas —cuestionó acomodándose el casco en debajo de hombro sin tener la intención de ponérselo. Si bien, dentro de los aposentos de la científica había aire acondicionado, al salir de ahí volvería al horno viviente que era Hotland y no quería tener un desmayo por el calor de la armadura en su cabeza.

Alphys enrolló sus patas firmemente en el recipiente, sintiendo como su alma se estremecía por la calidez que desprendía, casi parecía que el alma estuviese acariciando su cabeza y sonriendo con gentileza. Sus ojos apenas podían cargar con sus lágrimas, así que se esforzó en negar con la cabeza.

—Buen tra-trabajo, Undyne —Felicitarla solo hizo que el nudo en su estómago se tensara más.

La capitana terminó asintiendo, retirándose marchando del lugar sin dar una segunda mirada. Alphys pensó que quizás la había molestado su actitud tan rígida, así que se desinfló en su lugar, cada vez veía más lejana la oportunidad de hablar con la guerrera de manera más casual y aquello le dolía el corazón. Le admiraba demasiado... pero tal parecía que solamente estaba limitada a observarla triunfar desde lejos.

Que tonta había sido al pensar que podía tener una oportunidad con alguien como Undyne. Tan diligente y apasionada. Y ella tan patética y miserable. Sin duda hubiera sido caótico y desastroso, la guerrera solo había sido amable con ella, lo era con todos. No había nada en especial con ella...

Sin poderlo evitar, sus lágrimas terminaron siendo derramadas sobre el recipiente cuyo brillo rojizo se reflejaba en sus anteojos, acabó sentada ante la flaqueza de sus piernas y abrazó incondicionalmente aquel contenedor donde yacía el alma del último humano caído que necesitaban, como si de alguna manera pudiera darle consuelo que debería de dar estar tan cerca de la libertad y la finalización de años cautivos.

—¿Seguro... crees que soy horrible, no es así? —Habló entre hipos, removiéndose los lentes mientras se limpiaba bruscamente con una mano su rostro, solo para que más lágrimas bajasen de ahí—. Tú acabas de morir por nuestra causa y yo estoy llorando sobre ti, seguro debes pensar que soy lo peor... Ni siquiera puedo pedirte disculpas porque mi objetivo también era matarte...

Con un movimiento torpe y débil, Alphys colocó su mano sobre el contenedor, acariciando como si pudiera tocar la cabeza de la pequeña humana. Como si el alma pudiese sentir el gesto de la mujer monstruo, destelló con un par de divertidos resplandores, como una suave risa. Alphys se burló entre mocos al pensar que la humana le estaba respondiendo. Como siquiera fuera digna de ello.

—Es una pena que cayeras a este infierno, ¿sabes? Nunca volverás a ver el sol... Y en su lugar nosotros saldremos... Debería sentirme bien, ustedes nos encerraron aquí, pero tú no hiciste más que pelear por volver...

El hocico de la lagarto se chocó contra el recipiente, suspirando como si la vida se le escapase en ello.

—Mettaton quería conocerte tanto... Yo también...

Una vez más, el alma respondió entre fulgores.

—Aún si haces eso, no se si realmente me entiendes, las almas humanas son muy misteriosas incluso para mí que he dedicado mi vida a estudiarlas. Vaya vida...

Le pareció que el alma estuviese tratando de distraerla con tantos resplandores irregulares, por lo que incorporó poniéndose de pie. Más no tenía ganas para caminar hasta New Home y entregar el alma a Asgore. Seguro él preguntaría por su desastroso aspecto y lo menos que quería era ver esa cara de preocupación que había visto en la guerrera en alguien más.

—No sé si sientes frío o si siquiera me escuchas, pero tus compañeros parecen más relajados cuando pongo música.

Se encaminó hasta su escritorio, dejó el contenedor en el suelo un momento (no había forma que cupiera en todo el desorden de papeles y restos de comida chatarra) y comenzó a tirar sus libros hacia el piso para abrirle un espacio al alma humana. Con su bata, comenzó a limpiar la zona y rebuscó entre su desorden una pequeña bocina que conectó a su computadora.

—En esta USB solo hay canciones de Mettaton —rió Alphys al notar la brillantina en la memoria pegada a la bocina—. Pero estoy seguro que a él le gustaría que lo escucharas. Yo iré a asearme un poco —levanto el recipiente y lo puso en donde limpio, enrollándolo con su bata como si estuviese envolviendo a un bebé—. Volveré por ti.

Levantó su brazo y sintió la poderosa oleada de olor a rancio, sonrojándose al pensar que Undyne le había encontrado con ese aspecto. No podía presentarse ante el rey así. Y aunque lo normal sería correr felizmente hacia él por haber obtenido al séptima alma, la alegría no cabía dentro de su pequeño cuerpo.

Había sido una niña inocente. Como todos previos a ella.

En verdad eran unos monstruos.

Oficialmente vamos por la mitad de esta mini historia. Y estoy muy feliz de llegar hasta aquí, durante mucho tiempo me quedé relegada al capítulo 2 y ver que sigo caminando me emociona mucho 💖.

¡Gracias a todos los lectores que pasan por aquí y a los que comentan también! 💖. Me llena d mucha ilusión que lo estén disfrutando 🫶

¡Nos leemos pronto! 🌼

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