Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

UNO


CAPÍTULO 1
CONTAMINATED PUMPKINS


     HALLOWEEN era un día festivo deplorable. Si no eras un niño pidiendo dulce o truco en algún disfraz barato, eras un adolescente de fiesta con un disfraz de bruja que involucraba la menor ropa posible. Era extraño para Veronica recordar que solía amar Halloween.

     Tenía una foto de su hermano menor, Louie, en su mesita de noche y, mientras recordaba que Halloween se acercaba rápido, su alma comenzó a destrozarse. Si tan solo pudiera volver a aquel Halloween de 1982, si tan solo pudira retroceder el tiempo, quizá entonces podría haber salvado a su hermano de... lo que sea que le haya sucedido. Nunca supo qué le ocurrió realmente, aunque tampoco era como si quisiera. Todo lo que Verónica sabía era que su hermano había desaparecido porque ella no había querido hacer de niñera esa noche. El sufrimiento de su familia recaía en sus hombros.

     Veronica había estado observando el retrato de su hermano en sexto grado por algún tiempo. Suspiró antes de colocarlo en la mesita una vez más y caminó hacia el espejo de su cuarto. Sentía las bolsas bajo sus ojos por la falta de sueño, y trató con todas sus fuerzas de cubrirlas con más delineador en sus párpados inferiores. No ayudó. Cepilló su enredado cabello azul, que estaba despintándose drásticamente, como siempre. Deslizándose en sus zapatillas rasgadas, lanzó su mochila por sobre su hombro y entró a la cocina.

     Su padre, Edward, estaba sentado en la mesa de la cocina convenientemente. Veronica trató lo mejor que pudo de evitar contacto visual mientras llenaba un plato con cereal. Edward Moreda era la familia más cercana que le quedaba, y, aun así, Veronica se encontraba alejándose a sí misma. Él sabía que no podía detenerlo, aunque tampoco era como si tuviera tiempo de confrontar el problema, dado que trabajaba la mayoría de las noches en la estación de policía.

     La madre de Veronica estaba fuera de imagen. Ella los dejó tres años después de que Louie naciera. Veronica la había conocido por catorce años, pero, de alguna manera, había bloqueado la mayoría de recuerdos con ella.

     —Usualmente haces café en la mañana —dijo Edward mientras Veronica se sentaba al otro extremo de la mesa—. ¿Ahora tampoco harás eso?

     Él sabía que podía seguir con la lista de responsabilidades que Veronica había abandonado, pero no sofocaría a la adolescente. Veronica solo había levantado la mirada para encontrar sus ojos. No dijo una palabra y, en vez, metió una cucharada llena de cereal en su boca.

     Edward se detuvo, tomando un largo sorbo del café que él mismo había hecho.

     —Lo sé, Ronnie —Se rascó la frente—. Sé que el treinta y uno está cerca, pero trata de tener un buen espíritu. Podría tratar de pedir permiso en el trabajo y salir, si quieres.

     —No —dijo levemente—. Solo me quedaré en casa.

     —¿Por qué no... sales con amigos?

     Veronica llenó otra cucharada de cereal.

     —No necesito amigos, papá.

     —¿Qué hay del chico que vino una vez? -sugirió Edward—. El chico Byers.

     —Eso fue para un proyecto —replicó, apartando la mirada solemnemente. Lentamente, Veronica se paró de su asiento para dejar su plato de cereal comido a mediasen el lavadero. Ya no tenía hambre. Casi alcanzaba la puerta para dirigirse a la escuela, hasta que su padre la llamó de vuelta.

     —Antes de que te vayas —dijo Edward, aclarando su garganta. Observó a Veronica cerca a la puerta—. ¿Quieres decirme quién te ha estado comprando cigarrillos?

     La mano de Veronica estaba en la puerta. Su boca se abrió a la vez que volteaba hacia su padre. Sintió la cajita en su bolsillo, pero no era como si él hubiera visto.

     —No estaba husmeando -dijo, levantado sus manos—. Solo las vi en tu chaqueta.

     —Suena bastante a husmear —soltó.

     —Ronnie, vamos —se quejó, levantando una mano—. Me dijiste que ibas a parar. No quiero que estés muerta para cuando...

     Veronica le manó un saludo de despedida.

     —Suena bien, papá. ¡Me tengo que ir!

     La puerta se cerró fuertemente y Edward Moreda fue dejado una vez más en silencio. Pero esto no era nuevo para él, dado que ya se había dado por vencido en su relación con su hija. Ya no podía razonar con ella, y sabía que, si realmente quería cambiar, tendría que hacerlo por sí misma.


⁕   ⁕   ⁕


     De alguna forma, Veronica sabía que su padre tenía razón. Necesitaba un cambio, pero no sabía cuándo o cómo. Quería diversión en su vida de nuevo, especialmente con Halloween a la vuelta de la esquina. Aunque, en Hawkins, la mayoría de diversión venía de las personas con las que solía salir, y ya no le gustaba estar con ellos exactamente.

     Veronica usualmente caminaba a la escuela porque no tenía un auto. Incluso a los diecisiete, no tenía licencia, lo cual era la razón por la que no podía comprarse sus propios cigarrillos. Cualquiera que fuera alguien en la secundaria Hawkins tenía su propio auto y responsabilidades, pero, a diferencia de ellos, Veronica disfrutaba caminar y el fresco aire que la rodeaba. Le gustaba llegar a la escuela temprano y esperar en la entrada mientras fumaba un cigarrillo. La mantenía calmada antes de enfrentarse a un día lleno de clases.

     Presionó su encendedor mientras sostenía un cigarrillo entre sus dientes, y finalmente se encendió tras unos intentos. Veronica inhaló el humo gradualmente antes de dejarlo salir. Observó algunos estudiantes de su clase observarla de forma rara, pero no dijo una palabra.

     Estuvo de pie en el mismo lugar por un tiempo, observando estudiantes pasar por las puertas. Chequeó su reloj, notando que solo faltaban diez minutos para que las clases comenzaran. Podía terminar su cigarrillo para antes. Cuando levantó la mirada de su reloj, escuchó el particular sonido de llantas sobre el pavimento. Veronica juntó sus cejas antes de voltear en dirección del sonido.

     Venía de un gran y negro Camaro, acercándose hacia el parqueo de la secundaria. Veronica inhaló otra vez de su cigarrillo, observando el vehículo acelerar hacia una zona libre antes de que cualquiera pudiera adelantársele. Oyó a un grupo de chicas detenerse cerca de ella, comentado sobre el lindo auto. Un momento después, un par de botas oscuras pisotearon el pavimento, y un chico revestido de jean apareció.

     —¿Quién es ese? —preguntó una de las chicas a las demás.

     —No tengo idea —replicó otra con una sonrisa—. Miren ese trasero. Miren como camina.

     Veronica rio silenciosamente ante el grupo de chicas que se iba alejando. Pegó su espalda contra el frío pavimento de la escuela y observó al chico nuevo con una mata de cabello rubio acercarse a la entrada de manera petulante. Un cigarrillo colgaba de su boca también. Dejando salir una gran cantidad de humo, ambos encontraron miradas, y Veronica vio furia y rebelión en ellos. El chico se detuvo justo junto a ella y lanzó su cigarrillo al suelo. Lo aplastó con la punta de su zapato antes de observar sus oscuros ojos.

     —Sabes que esos son malos para ti, ¿verdad?

     Veronica levantó una ceja mientras lo veía entrar a la escuela. Tragó fuertemente, pero se encontró a sí misma sonriendo solo un poco. Se deshizo del cigarrillo y acomodó su mochila. Quizá, solo quizá, había encontrado la diversión que necesitaba.


⁕   ⁕   ⁕


     Edward Moreda ingresó a la estación de policía de Hawkins con un café y una dona en sus manos. Dio un gran mordisco a la dona dejando que el dulce se pegara a su mostacho. Lo sacó con un dedo mientras saludaba a sus compañeros oficiales.

     —¿Dónde está Hopper? —preguntó a uno de ellos.

     —En su oficina —murmuró el policía—. Murray está aquí. Otra vez.

     Edward rodó sus ojos ante la mención de Murray Bauman. Se dirigió en dirección de la oficina del jefe Hopper, deteniéndose en el marco de la puerta para encontrar a dicho hombre fumando mientras Murray continuaba su interminable plática sobre rusos en Hawkins.

     —Esta niña —Murray pausó— es un tipo de, uh, arma rusa, ¿no? Barbara vio a la niña, quizá trató de ayudarla, pero antes de hacerlo los rusos la encontraron y...

     —Murray —llamó Edward, mandándole una mirada al hombre en la silla—. ¿Sigues con esta mierda de espías rusos? Déjalo ir, amigo.

     —Espera, espera, espera —lo detuvo Hopper—. ¿Estás diciendo que a Barbara Holland la secuestraron espías rusos?

     Murray asintió ansiosamente mientras Edward le alcanzaba un pedazo de su dona a Hopper.

     —La secuestraron o la asesinaron.

     —¿La asesinaron? —repitió Hopper con una mirada incrédula.

     —Es lo mismo que le pasó al hijo de Moreda! —exclamó Murray, volteando al otro oficial—. ¿Qué pasó exactamente esa noche de Halloween?

     Edward señaló a Murray.

     —Esos no son tus asuntos.

     —Todo comenzó en 1982, pero nunca nadie se ha preguntado cuán raro fue que el hijo de Eddie desapareciera sin dejar rastro —continuó Murray—. Creo que fueron los rusos.

     —Murray, juro que si no cierras...

     El hombre más pequeño sacudió sus manos en el aire mientras volteaba a Hopper.

     —¿No lo entiendes, Jim?

     —No.

     —Esto podría tener consecuencias internacionales —masculló Murray, pero Edward aun podía oír desde detrás de él—. Quiero decir, una invasión rusa, ¡aquí en Hawkins!

     Hopper jugó con su máquina de escribir mientras le daba una calada a su cigarrillo.

     —¿Tienes pruebas de esta niña? ¿Alguien la ha visto recientemente?

     —No, pero son fuentes separadas...

     El teléfono de Hopper comenzó a sonar fuertemente, y Edward le señaló que respondiera rápido. El jefe levantó el teléfono, provocando que Murray se detuviera con sus palabras.

     —¿Hola?

     —Merril llamó. Dice que quiere que revises sus calabazas —dijo la secretaria de la estación—. Dijo que fueron contaminadas por su vecino vengativo, Eugene. De nada.

     Hopper golpeó el teléfono. Observó a Edward, quien estaba levantando las manos con emoción.

     —Calabazas contaminadas —dijo en voz alta.

     Edward asintió con una sonrisa.

     —Calabazas contaminadas suenan más criminal que esta mierda.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro