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DOCE

CAPÍTULO 12
EXPANDING THE MENU

     —¿QUÉ ESTÁ haciendo?

     Veronica casi pasó por alto la pregunta de Dustin mientras trataba de buscar por la niebla. Al lejano final del vertedero, entre la suciedad y el hollín, estaba de pie una figura sombría. Estaba en cuatro patas y ella solo pudo ver que tenía una cabeza larga. Casi habría podido suponer que era un perro, pero al notar las expresiones en los rostros de Dustin y Steve, pensó lo contrario. El monstruo continuó gruñendo.

     —No lo sé —respondió finalmente Steve.

     La figura negra olfateó el borde del vertedero en donde había una pila de carne cruda. Moscas revoloteaban por el área, pero el monstruo solo caminó por la carne. Veronica elevó una ceja.

     —No está mordiendo el anzuelo —murmuró—. ¿Por qué no está mordiendo el anzuelo?

     El monstruo acercó su cabeza hacia la pila de carne otra vez, pero solo le gruñó. Dustin parpadeó unas cuantas veces.

     —Tal vez no tiene hambre.

     Steve negó con la cabeza.

     —Tal vez se cansó de la res.

     Veronica lentamente giró su cabeza para encontrar los ojos de Steve. De inmediato vio lo que estaba planeando.

     —No —murmuró.

     Él no la escuchó. Steve ya estaba alejándose de ellos, ignorando los llamados de Dustin. Veronica se apresuró hacia el final del bus en donde él estaba levantando su bate. Ella lo jaló de su chaqueta.

     —No seas un maldito idiota, Harrington —masculló entre dientes apretados.

     Steve frunció el ceño en su dirección antes de lanzar su encendedor hacia Dustin.

     —Solo prepárense.

     Ella lo vio deslizar la puerta oxidada y bajar por las escaleras. Veronica de repente apareció en la puerta.

     —No puedes solo... —exclamó, pero no pudo terminar su oración. La puerta fue cerrada en su cara, dejándola furiosa. Corrió hacia las ventanas y lo vio caminar hacia el vertedero lentamente. Veronica golpeó sus puños en las ventanas cercadas mientras gritaba—. ¡Métete en el maldito bus!

     Steve ignoró sus gritos y levantó su bate. Escuchó cómo se incrementó el gruñido del Demodog y tragó fuerte por los nervios. El bate en sus manos comenzó a temblar. Empezó a silbarle al monstruo.

     —Vamos, amigo —murmuró.

     Veronica dejó de gritar por la ventana cuando sus manos comenzaron a dolerle por golpearlas contra las cercas. Su respiración se aceleró y sus manos necesitaban ser tronadas. Todo el aire parecía haber escapado de sus pulmones. Sintió cómo el pánico aumentaba cuando Max bajó del techo por las escaleras.

     —¿Qué está haciendo? —exclamó.

     —Más opciones para el menú —replicó Dustin.

     Veronica hundió su mano en el hombro de Dustin.

     —¡No digas eso!

     Afuera, Steve siguió llamando al Demodog, que comenzó a dar pasos hacia él.

     —Vamos, amigo —suspiró con tono cantarín—. Hora de cenar —Balanceó el bate entre sus manos, rotándolo con sus dedos—. Los humanos saben mejor que los gatos, te lo prometo —dijo, enterrando sus zapatillas en el suelo.

     —Está loco —murmuró Max.

     —Es increíble —replicó Dustin.

     —No, sí está loco —añadió Veronica, observando a los niños.

     El Demodog se acercó y, desde dentro del bus, su apariencia se volvió más clara. Veronica sintió que un escalofrío recorrió su espina cuando la boca del animal se abrió completamente, como una flor floreciendo. Su piel era como cuero, pero también lucía pegajosa con baba. Ella tragó fuerte ante la imagen, casi sin creer lo que había frente a sus ojos. Era demente, era irreal.

     Steve se paralizó en su lugar al ver al Demodog completo frente a él. Trató de tragarse su miedo, pero era extremadamente difícil. El Demodog le gruñó, abriendo su cara un poco. Él comenzó a dar pasos hacia atrás.

     La respiración de Veronica se atracó en su garganta. Al escuchar un golpe, miró hacia un costado de Steve. Trepando sobre un carro abandonado, sacudiendo su cara abierta, había otro Demodog. Veronica luego observó el otro lado del vertedero. Otro Demodog. Estaban acorralándolo por todas las esquinas y ellos estaban dentro, mirando la muerte inminente de Steve.

     Sin mucho pensar, Veronica corrió hacia la escalera y trepó al techo. Sus uñas se clavaron en el caucho de arriba cuando su cuerpo impactó con el metal colgante. Jadeó cuando alcanzó el techo, una mano llendo a su pecho, en donde su corazón latía errático.

     —¡STEVE! —chilló—. ¡Métete en el bus!

     —¡Estoy algo ocupado aquí! —él respondió, deslizando su bate lentamente mientras se le acercaba el Demodog.

     Veronica encontró los ojos de Lucas, y ambos intercambiaron una expresión de terror.

     —¡TRES EN PUNTO! ¡TRES EN PUNTO! —gritó Lucas, señalando a su derecha.

     Steve observó por sobre su hombro y sus ojos casi se salieron de su cráneo ante la vista de otros dos Demodogs arrastrándose hacia él. Solo podía ver a los Demodogs en shock.

     —¡Aborta! ¡Aborta! —gritó Dustin desde la entrada del bus.

     Veronica no sabía qué hacer, pero sabía que tenía que hacer algo. La adrenalina corrió por sus venas cuando saltó del techo y corrió por el bus. Encontró su letal palo de hockey, dándole una última mirada al exterior para ver a uno de los Demodogs abrir su cara para revelar una gran dentadura. Cuando Veronica escuchó el grito de Steve, empujó la puerta metálica y salió corriendo.

     Dustin le gritó que regresara, pero tan pronto Veronica estuvo fuera en el campo abierto, todo se detuvo en cámara lenta. Steve se giró para mirarla y le gritó que volviera adentro. Sus oídos comenzaron a zumbar. No oía nada. Veronica vio que un Demodog corría hacia ella, pero inmediatamente lo golpeó con su palo de hockey. El Demodog salió volando por el campo, y ella se giró para ver a Steve rodando sobre un auto viejo mientras esquivaba a otro monstruo.

     Veronica pudo ver su aliento en el aire. Los niños estaban llamándolos para que regresaran. Vio otro Demodog apresurándose hacia ella y todo lo que pudo hacer fue quedarse mirando. Vio que la luz venía por ella. Los gritos de Steve no tenían caso. Estaba llendo hacia ella, sus dientes al descubierto. Levantó su palo y...

     Steve jaló su chaqueta, arrastrándola por el pasto. Los Demodogs eran más rápidos y los alcanzaron en poco tiempo. Veronica se sostuvo del brazo de Steve como si su vida dependiera de ello y lo dejó llevar su anonadado cuerpo hacia el bus. Tan pronto estuvieron cerca, los dos adolescentes saltaron hacia el abandonado vehículo y abrieron la puerta a golpes. Veronica aterrizó en el piso con un ruido sordo, su cabeza impactando contra el duro material. Steve tomó un pedazo de forro de metal de la ventana frontal y cubrió la puerta como protección extra.

     —¿Están rabiosos o algo? —gritó Max.

     Veronica se sentó, sosteniendo la parte posterior de su cabeza.

     —¡Por supuesto que lo están!

     —¡No pueden entrar! ¡No pueden! —trató de sugerir Lucas, pero el estruendo en la entrada continuaba.

     El bus rodó hacia adelante, dejándolos en diferentes posiciones. El metal se rompió y el vidrio salpicó sobre ellos, y Veronica entró en desesperación. Un momento de silencio le siguió, pero no duró. Un Demodog irrumpió por la entrada del bus. Veronica dejó salir un grito crispante, lo que imitaron los niños. Steve cogió su bate y lo lanzó contra el Demodog.

     Veronica llevó a los niños hacia el otro extremo del bus, pero le tomó un gran esfuerzo arrastrar a Dustin con ella. Sostuvo al chico rizado por el cuello de su camiseta y lo mantuvo cerca de sí misma, ambos respirando con dificultad. Dustin llevó sus auriculares hacia su boca y comenzó a gritar.

     —¿Hay alguien ahí? ¡Mike! ¡Will! Diablos, ¡alguien! ¡Estamos en el viejo tiradero de chatarra y vamos a morir!

     Una larga garra apareció en la pared junto a ellos, causando que Veronica se estirara para alcanzar su palo de hockey y usar toda la fuerza que le quedaba para golpear la pata. Se retrajo inmediatamente, pero Veronica siguió aplastando los clavos de su palo de hockey contra la pared y oyó al Demodog soltar un chillido agudo. Todos cubrieron sus oídos.

     Steve se dejó caer cuando el Demodog salió del bus. Pero no se había ido. Aporreó el techo. Cada pata golpeaba el metal antiguo, sacudiendo el bus entero. Todos miraron arriba, hacia el agujero que daba para el techo. El Demodog se había asomado hacia ellos, sus patas tocando la escalera.

     El grito de Max penetró los oídos de Veronica, causando que los tapara con sus dedos. Abrazó a Dustin cuando Steve gritó:

     —¡Fuera del camino! ¡Fuera del camino! —La boca completa del Demodog se abrió y de sus dientes emanó un olor nauseabundo—. ¿Quieres más? ¡Cómete esto!

     Steve casi se abalanzó hacia el Demodog gritando. Su bate tembló en sus manos, pero Veronica vio a través de sus ojos abiertos que estaba a punto de darle. Otro gruñido se oyó desde afuera del bus y el Demodog rápidamente levantó la cabeza. El sonido causó que se levantara y se alejara, así que, antes de que Steve pudiera lanzarse, el Demodog ya estaba saltando del bus, corriendo.

     El bus se sacudió otra vez, pero tras un largo minuto de silencio, no hubo movimiento. Las manos de Veronica seguían sosteniendo la sudadera de Dustin con fuerza. Todo lo que podía oírse eran grillos. Steve observó el hueco del techo, esperando que algo más apareciera, pero nada lo hizo. Todos se acercaron hacia las ventanas. Nada. El aire estaba despejado, además de la interminable niebla del tiradero.

     Veronica tragó la bilis que estaba en su garganta. Steve abrió la puerta de nuevo, lentamente moviéndose hacia las escaleras mientras empujaba el pedazo de metal hacia un costado. Veronica levantó su palo de hockey y lo siguió, pero cada vez que sus Converse tocaban las escaleras, sentía dolor. Respiró pesadamente mientras seguía a Steve, y ambos observaron cómo los Demodogs se alejaban en la noche.

     —¿Qué...? —Lucas reprimió un grito—. ¿Qué pasó?

     Dustin se asomó sobre la cabeza de Max para ver.

     —¿Steve los asustó?

     —No —susurró Steve, sus ojos aterrizando en una Veronica preocupada—. Van a alguna parte.

     Los pies de Veronica tocaron el suelo y colocó sus manos en sus caderas.

     —Por favor, no me digan que vamos a seguirlos.

     Steve rascó su nuca y miró sus zapatillas. El resto de los niños la miraron con el entrecejo fruncido, pero Veronica vio por detrás de sus expresiones. Pasó una mano por su rostro, gruñendo fuertemente tras su cercana experiencia a la muerte.

     —¡Tienen que estar bromeando! —sacudió su cabeza—. Mi mierda de angustia adolescente ahora tendrá un recuento de cuerpos.

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