
DIEZ
CAPÍTULO 10
YE' OLD JUNKYARD
DESPUÉS de no haber visto a su padre por tres días (y posiblemente más), Veronica pensó que era hora de contactarlo. Lamentablemente, no tenía cerca ningún teléfono, y la estación de gas más cercana estaría a kilómetros de distancia. Cielos, hasta había tenido que orinar detrás de un árbol. Estaba en el bosque con dos chicos y Edward de seguro que estaba volviéndose malditamente loco. Cuando acabó de divagar sobre estas ideas frente a Dustin y Steve, el menor sugirió que usara su walkie para que hablara con su padre. Veronica pensó que esa era la mejor idea que había oído en el día.
Cuando le alcanzó su radio, Veronica trató lo mejor que pudo de sintonizarlo en una estación específica. Era difícil recordar, ya que la última vez que habló con su padre en su walkie fue cuando era una niña. Se devanó los sesos mientras caminaban por la larga y sucia vía férrea, pero, eventualmente, recordó la estación. Sintonizó la radio y aclaró su garganta, colocando su boca cerca del micrófono.
—Papá —dijo claramente. Veronica esperó un minuto, pero no recibió respuesta—. ¿Edward Moreda?
No hubo respuesta. Solo había estática.
Ella estaba segura de que esa era la estación correcta. Veronica suspiró y observó al cielo. Tras fruncir sus labios, habló en el walkie otra vez.
—Hey, papá. Es Veronica —pasó una mano por sus secas y azules raíces—. Sé que probablemente estás... enloqueciendo. Lamento no haberte podido llamar, y ahora ni siquiera estoy cerca a algún teléfono. No sé cuándo estaré volviendo a casa. Estoy en una situación complicada ahora mismo —levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los de Steve, quien observó por sobre su hombro en su dirección—. Si tengo que ser sincera, creo que el mundo se está acabando y quizá trate de evitar que eso pase. No lo sé. La responsabilidad y yo no vamos de la mano, pero, um... eso —Veronica frotó sus ojos—. Te veré pronto. Espero.
Finalmente, apagó la radio. Mordió su labio, bajando la mirada hacia el walkie y deseando haber dicho más. Pero ahora no era el momento. Veronica le devolvió el aparato a Dustin y él lo guardó en su bolsillo.
Pero lo que Veronica Moreda no sabía era que su padre había oído todo. Aunque, justo como ella, él también estaba en una situación difícil. Edward seguía en el laboratorio de Hawkins, observando cómo Will Byers recibía tratamiento solo para que no funcionara. Tras haber sido informado de todo lo que ocurrió el año pasado y el problema actual en el que se encontraban por Hopper, Edward ahora estaba consciente de que Will Byers estaba conectado a ese... mundo. Otra dimensión, había dicho Hopper. Por lo tanto, no pudo responder a su mensaje bajo los constantes gritos de Will. Solo esperaba, sobre todas las cosas, que ella estuviera bien.
⁕ ⁕ ⁕
Horas después, Veronica comenzó a arrastrar sus pies.
—¿Ya llegamos? —se quejó, aunque no tenía la más mínima idea de cuál era su destino. Sus ojos se sentían como si estuvieran girándose hacia su cerebro y su frente estaba ligeramente cubierta en sudor. Sopló un mechón de cabello de su rostro a la vez que Steve le daba palmadas en el hombro.
—Es gracioso que lo digas —sonrió.
Veronica levantó la mirada, colocando una mano sobre sus ojos debido al sol que comenzaba a cegarla. Entre los árboles y el pasto muerto se encontraba un claro en donde reposaban docenas y docenas de vehículos y equipos viejos. Estaban a las afueras de Hawkins. Steve estiró su mano haciendo un gesto.
—Bienvenida al viejo tiradero, Veronica Moreda.
Ella dejó caer un pedazo apestoso de carne cruda antes de mandarle una mirada a Steve.
—Por fin —murmuró—. ¿Exactamente qué estamos buscando?
Dustin señaló directamente frente a ellos. Lejos se encontraba un viejo y abandonado bus escolar sobre el césped. Estaba pintado de crema y granate, pero estaba tan sucio que combinaba con el suelo bajo sus pies. Veronica levantó una ceja.
—Oh, sí, esto funcionará —le dijo Steve a Dustin, quitándose sus lentes de sol—. Con esto bastará. Buena idea, amigo.
Veronica cubrió sus ojos del sol mientras miraba a Steve alejarse hacia el vertedero.
—No sé lo que hiciste, niño —dijo—, pero buen trabajo.
Dustin le sonrió en grande antes de seguir a Veronica hacia el claro. Siguieron dejando un rastro de carne cruda sobre el pasto muerto hasta que llegaron al área cercana al bus. Steve y Veronica, entonces, dejaron caer el resto de la carne allí, sacudiendo el balde de metal para que todo cayera. Veronica sacudió su mano frente a su nariz.
—Huele a podrido —dijo.
—Perfecto —sonrió Steve.
Veronica frunció el ceño.
—Entonces, ¿qué va a hacer esto? ¿guiar a los Demodogs hacia aquí para que nos maten o qué mierda?
Dustin asintió.
—Probablemente.
—Genial —replicó entre dientes apretados.
—¡Te dije término medio!
Los tres levantaron la mirada para ver a dos nuevos niños saltar de una bicicleta cerca del tiradero. Veronica no reconocía a los niños, pero supuso que eran amigos de Dustin al juzgar por su reacción. Eran un chico y una chica, y el chico les saludó apuradamente.
—¿Quién es esa? —preguntó Steve y Veronica no supo bien a quién se refería. Cuando entrecerró sus ojos un poco, reconoció a la chica a la que le habló en el carro de Billy Hargrove.
Dustin estaba mirando a la pelirroja caminar hacia el claro. Veronica inclinó su cabeza, observando a Dustin con una sonrisa conocedora.
—Oh —dijo con aire de suficiencia—, así que esa es la chica.
Dustin inmediatamente saltó para colocar sus manos sobre la boca de la chica de cabello azul. Veronica rápidamente las empujó.
—¡No digas nada!
—¡No lo haré! Cielos —se quejó, dándose la vuelta para comenzar a trabajar.
Veronica caminó hacia el bus, abriendo la puerta oxidada para ver el interior. Era un vehículo muy grande y calculó que podría guarecerlos a todos cómodamente. Lucía algo acogedor también, dado que esa noche estaría fría para otoño. Cuando se adentró, encontró basura en las grietas. Sábanas y algunos asientos estaban cubiertos de polvo, pero se las arregló con ellos. Fuera del bus habían algunas vallas, las cuales usó para bloquear el exterior del vehículo. Llevó la vallas adentro y las colocó sobre las ventanas para protección extra, especialmente sobre las que tenían agujeros en el vidrio.
Cuando se limpiaba el sudor por las cejas, vio a Steve entrar al bus por el rabillo del ojo. Tras notar la decoración del bus, sus ojos aterrizaron en Veronica colocando su decolorado cabello en una coleta alta. Sintió que sus manos comenzaron a sudar y no entendía por qué. Steve tragó fuertemente.
—¿Qué estás mirando? —preguntó Veronica, haciendo reaccionar a Steve. Descansó una mano en su cintura.
Steve negó con la cabeza, observando sus zapatos.
—Um, nada. No es nada.
Veronica le dio una mirada extrañada antes de colocar otras vallas sobre la ventana. Steve se acercó y la ayudó a sostener la valla para que luego usara un martillo y un clavo oxidado para asegurarla. Le sonrió a modo de agradecimiento, pero, como siempre, salió como una expresión incómoda.
—Así que —dejó salir—, ¿por cuánto nos quedaremos?
—Hasta que esas cosas aparezcan —replicó. Steve pasó una mano por su cabello.
—Ah, esperar la inevitabilidad de nuestras muertes —asintió con una sonrisa sarcástica—. Eso es reconfortante.
Steve rio, colocando un brazo alrededor de Veronica mientras la conducía hacia afuera del bus.
—Vamos, Harrington. Vaciemos toda esa gasolina apestosa en el pasto para hacerlos venir más rápido. Prefiero no esperar a que demonios interdimensionales me coman viva.
Bajaron las escaleras del bus juntos, y la proximidad de ambos casi le recordó a Veronica los viejos tiempos: Cuando estaban en segundo y no tenían que preocuparse por mierdas estúpidas como esas. Sintió que su corazón latía con fuerza al tener su brazo en sus hombros, y se encontró a sí misma tragando fuertemente.
—No hay necesidad, Moreda —bromeó Steve con una expresión alegre—. Este tiradero podría prenderse en llamas solo con tu presencia.
Veronica rio, pero terminó deteniéndose en sus pasos cuando sus pies aterrizaron en la tierra. Observó a Steve Harrington alejarse para agarrar la gasolina y ella se quedó con una expresión confundida. La boca de Veronica estaba abierta, pero la cerró para ocultar su perplejidad.
—Espera —replicó—, ¿acabas de decir que estoy caliente?
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