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DIECISIETE


CAPÍTULO 17
VULNERABILITY


     TENÍAN algo así como un plan. Tras inspeccionar el cobertizo, Hopper decidió aislarlo. Tiraron la mayoría de pertenencias en el garaje, excepto por las luces brillantes y calentadores. Cubrieron las paredes con sábanas y cartón, al igual que dejaron una silla para que Will se sientara en ella. Para evitar que supiera dónde estaba, tuvieron que remodelar el cobertizo. Eso bloquearía al Desuellamentes de espiarlos.

     Los niños estaban a cargo de todo fuera del cobertizo mientras Veronica y su padre buscaban en la casa por más calentadores y luces. Nancy y Steve colocaban sábanas y toallas sobre las viejas paredes. Esa era la principal forma de aislar el cobertizo.

     Steve estaba parado sobre una silla para engrapar una lona marrón en la parte superior de la pared. Nancy sacó un pedazo de cinta adhesiva y la colocó a los lados de la lona. Levantó la mirada cautelosamente hacia su ex novio mientras él bajaba de la silla. Decidió tragar la ansiedad que se acumuló en su garganta antes de hablar.

     ―Oye ―llamó. La mirada de Steve se encontró con la suya―. Lo que hiciste... al ayudar a los chicos... eso fue increíble.

     Steve recagó su brazo en un estante frente a él. Observó a Nancy con una pizca de escepticismo, pero tomó sus palabras como genuinas.

     ―Sí ―replicó―, esas pequeñas mierdas dan muchos problemas.

     Nancy vio a Steve subirse a la silla de nuevo mientras reía.

     ―Créeme, lo sé ―respondió. Sus ojos se dirigieron hacia él de nuevo y se encontró a sí misma retorciendo la cinta sin darse cuenta. Sacó más de ella y la pegó a la pared―. Así que... estás... ―respiró fuertemente por la nariz, sin darse cuenta de que los ojos de Steve estaban sobre ella―. ¿Ahora estás en algo con, um, Veronica Moreda?

     ―¿Ahora estás en algo con Jonathan Byers?

     Nancy parpadeó ante su pregunta, dejando que Steve sacudiera su cabeza. Dejó salir una pequeña risa.

     ―No lo sé ―respondió finalmente―. Es una linda chica.

     ―Ustedes dos se verían bien juntos ―dijo Nancy con una sonrisa incómoda. Steve solo asintió y le devolvió la misma sonrisa. Ambos trabajaron en un incómodo silencio, lo que era suficiente para Nancy.

     Dentro de la casa, Veronica estaba revolcando todo el cuarto de Joyce para encontrar otro calentador. Eventualmente, cuando observó en el clóset, encontró uno pequeño y compacto en la esquina. Mientras lo sacaba, Edward estaba desenchufando y levantando unas cuantas luces del cuarto. Una gota de sudor se deslizó en la frente de Veronica y se puso de pie para secarla.

     ―No puedo creer que me haya metido en esto ―murmuró Edward.

     ―Tú y yo, papá ―rió Veronica.

     Edward giró su rostro hacia su hija mientras sostenía dos luces.

     ―Todo esto es completamente ridículo ―dijo―, pero vi el agujero hacia ese Otro Lado. Esa mierda es una locura.

     ―¿Ya has visto a los Demodogos? ―preguntó.

     Ambos asintieron con sus cabezas.

     ―De locos ―dijeron al unísono.

     Veronica rio ante su simpatía. Codeó amigablemente a su padre y, por primera vez, sintió una conexión con él. No se había sentido así en mucho tiempo y probablemente se debía a su agradecimiento porque Edward haya sobrevivido al laboratorio.

     ―Quizá... ―Edward suspiró. Pensó por un momento, bajando ambas manos―. Quizá, cuando todo esto termine, tendremos las respuestas que siempre quisimos.

     Le tomó a Veronica un segundo para darse cuenta de qué estaba hablando. Se acercó a su padre, observando sus ojos sombríos con confusión.

     ―¿Estás diciendo lo que creo que dices?

     ―Nunca tuvimos respuestas reales por la muerte de Louie ―susurró. Su mostacho se movió ligeramente―. Quizá ahora lo sabremos.

     ―¿Crees que Louie está atrapado en el Otro Lado?

     Edward se encogió de hombros.

     ―No lo sé. Quizá nunca lo sabremos.

     Veronica pasó una mano sobre su cara y miró hacia otro lado. La ansiedad comenzaba a adherirse a ella como una sombra.

     ―Oye ―dijo su padre―, no te estreses por eso. Nuestra meta es primero terminar esto, ¿de acuerdo?

     Ella le dio una mirada conocedora. Pedirle a Veronica que no se estresara era pedir por un milagro. Lo último que Veronica quería era encontrar a su hermano en otra dimensión habitada por monstruos. Estaba satisfecha sin saber las respuestas sobre su muerte porque no quería pensar sobre su error. Veronica no quería estar de luto por su hermano otra vez.


  ⁕   ⁕   ⁕ 


     Tomó horas aislar el cobertizo y mover las luces hacia el interior, pero seguía siendo de noche cuando quedó listo. Dejaron una silla para Will y posicionaron luches brillantes justo frente a ella. Hopper cargaba a un Will inconsciente hacia el cobertizo, dejándolo sentado en la silla antes de envolverlo con una cuerda blanca. Veronica se sintió nerviosa ante la imagen de Will atado a su silla, su cabeza colgando mientras seguía durmiendo.

     Pronto, los adultos mandaron a los niños y adolescentes fuera del cobertizo. La única persona joven que pudo quedarse fue Mike. El resto se refugió dentro de la casa, esperando impacientemente. Veronica se sentó en el piso de la cocina, su piel picando con nervios. Cuando se preocupaba en demasía, sentía que todo le picaba. Su piel quemaba cuando rascaba sobre su ropa. Dejó caer su cabeza hacia atrás hasta una alacena a sus espaldas.

     Steve suspiró antes de tomar el espacio junto a ella. Observó a Dustin caminar por la ventana de la cocina y luego sus ojos encontraron los de Veronica. Alejó sus manos de su piel, obligándola a dejar de rascarse. Veronica resopló, cruzando sus brazos sobre su pecho.

     ―¿Así que también lidiaste con toda esta mierda el año pasado? ―murmuró tras un momento de silencio.

     Steve asintió lentamente. Veronica se sintió extrañamente cómoda con el silencio. Observó cómo sus ojos oscuros se llenaron de pánico, provocando que cruzara su brazo son el suyo y descansara su cabeza en su hombro. El contacto se sentía como en cámara lenta y Veronica se sentía extraña dando el primer paso, especialmente sabiendo que quizá, de alguna manera le gustaba. Quería vomitar, pero no iba a hacerlo sobre sus Nikes. Su hombro estaba cálido, lo que hizo que el contacto fuera tranquilizante.

     ―Vivimos en un pueblo pequeño. ¿Por qué no podemos vivir en un pueblo pequeño y ser normales? ¿Por qué no solo podemos tener diecisiete?

     Steve deseaba tener una respuesta para ella. Estaban sentados en un misterioso silencio, ambos mirando a Nancy, quien caminaba de un lado a otro en la sala. Sus botas rechinaron contra las baldosas del piso. Veronica apretó su agarre en el brazo de Steve cuando se oyó un ruido desde afuera. Tragó fuertemente.

     ―Dios ―murmuró, cerrando sus ojos―, solo somos jóvenes por tan poco. No elegimos quién vive o muere. No deberíamos tener que pensar en esa decisión.

     ―A veces crecemos muy rápido ―dijo Steve, su voz casi como un suspiro.

     Su voz estaba cálida contra su oreja, pero tenía un extraño efecto refrescante. Hacía que su espina se estremeciera, aunque trató de ignorarlo.

     ―Desearía que fuéramos normales. Desearía que pudiéramos ser vulnerables y no llenos de paranoia ―replicó tras unos pocos minutos.

     Steve tragó con fuerza y Veronica lo oyó. Se sentó derecha y giró hacia él. Su consciencia estaba gritando. Le exigía que solo lo hiciera, que solo lo besara. Pero el miedo de cometer otra equivocación la retenía como una sábana cubriendo su cuerpo. Veronica era joven, era una adolescente y, como muchos adolescentes, no podía detener sus inmaduras y compulsivas decisiones cuando miraba los ojos de un chico lindo. Su corazón comenzó a latir a todo volumen. Las mariposas la golpeaban como un tren y se sintió incómoda.

     Steve sabía que debía besarla pero, entonces, no lo hizo. Se sentó increíblemente quieto, intentando tragar su miedo hacia el rechazo frente a la ávida chica de cabello azul. Ambos adolescentes no sabían qué hacer, como si fuera su primera vez besando a alguien.

     ―¿Puedes hacer algo por mí, Harrington? ―susurró finalmente.

     Steve asintió rápido.

     ―¿Puedes dejarme ser vulnerable por un segundo?

     Y fue ahí cuando Veronica Moreda, impulsivamente, inconscientemente e incautamente, besó a Steve Harrington. Se había inclinado velozmente, presionando sus resecos labios sobre los de él. Sintió cómo su corazón prácticamente se salía de su pecho, casi tocando el suyo. Steve la acercó con su mano sobre su nuca y la otra fue hacia uno de sus mechones azules. La piel oliva de sus manos quemó sobre sus mejillas pálidas y, por primera vez, Veronica se sintió joven de nuevo.

     Realmente estaba dispuesta a darlo todo esta vez.

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