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DIECIOCHO



CAPÍTULO 18
YUCKY


     CUANDO Veronica se separó de Steve, sintió la electricidad aún recorriendo sus labios. Los tocó, volteándose inmediatamente mientras contemplaba su decisión. Su boca prácticamente quemaba por un simple beso y las mariposas en su estómago no podían malditamente cesar. Era muy molesto.

     ―Oh, cielos ―murmuró Steve, alejándose de ella y pasando una mano por su cabello―. Sabía que debí de haberme puesto un bálsamo.

     Veronica lo observó con una expresión confundida.

     ―¿Qué?

     ―¿Mis labios estaban partidos o algo?

     Ella arrugó su nariz.

     ―No, yo solo... ―Exhaló fuertemente y llevó sus rodillas hasta su pecho―. Creo que me gustas y eso me hace sentir... asquerosa.

     La boca de Steve se abrió, pero ninguna palabra emergió por unos segundos.

     ―¿Asquerosa?

     El cabello de Veronica cubría su rostro y lo agradecía, dado que Steve no podía ver el sonrojo que pintaba sus mejillas.

     ―Sí, asquerosa.

     Antes de que él pudiera cuestionarle más, el jefe Hopper y Edward Moreda entraron de lleno por la puerta seguidos de Joyce, Jonathan y Mike. Veronica y Steve se desprendieron de sus lugares en el piso de la cocina y corrieron hacia los adultos que se reunían alrededor de la mesa. Los niños que estaban en la sala pronto los siguieron.

     ―Algo extraño ―murmuró Edward, entregándole al jefe Hopper un lapicero y papel cuando se sentaron en la mesa.

     Hopper presionó el lapicero y comenzó a escribir.

     ―Creo que está hablando, pero no con palabras.

     Veronica entrecerró sus ojos mientras Hopper arrastraba el lapicero a lo largo del papel. Su cabeza comenzó a doler conforme apretaba sus ojos para leer lo que escribía. Dios, podría tener un cigarrillo en ese momento. Cuando Veronica se inclinó notó que Hopper no estaba escribiendo palabras, estaba haciendo símbolos. Hizo cuatro puntos, un espacio y luego otro punto. Pausó por un momento y luego hizo otro espacio y un punto, una línea larga y otro punto. Hubo otro espacio, seguido de un punto.

     ―¿Qué es eso? ―preguntó Steve con una ceja levantada.

     ―Código morse ―respondieron los niños al unísono.

     Veronica se asomó por el hombro de Hopper.

     ―¿Pero qué significa?

     Hopper escribió letra por letra lo que cada símbolo significaba.

     ―A-Q-U-Í...

     ―Aquí ―murmuró Mike. Joyce le envió una mirada preocupada a Jonathan antes de girar hacia Hopper.

     El jefe de policía rascó su barbilla.

     ―Will sigue aquí. Está hablándonos.

     ―Entonces, esas son buenas noticias, ¿no? ―preguntó Veronica cuando Jonathan salió de la habitación. Lo vio tomar unos pocos casetes y un estéreo de su cuarto. Sus cejas se fruncieron cuando lo vio salir por la puerta con Joyce―. ¿No? ―Volvió a repetir.

     Steve lentamente colocó su brazo sobre el hombro de Veronica, dándole palmaditas incómodamente con su mano.

     ―Sí, sí ―replicó, ganándose una expresión confundida por parte de ella.

     Hopper les explicó que seguirían tratando de obtener más información de Will. Se comunicarían desde el refugio a la casa a través de una radio, en donde Edward les mandaría el código que Will estaba indicando y los niños tendrían que escribirlo. Los adolescentes se sentaron en la mesa tras encontrar un alfabeto de código morse en la sala de estudio. Nancy tenía una hoja de papel frente a ella con un crayón rojo y se encontró dando miradas cautelosas hacia Steve de rato en rato, quien trataba de colocar su brazo por sobre la silla de Veronica. Sabía que algo estaba pasando entre esos dos, pero con total honestidad, eran tan opuestos que le costaba creerlo.

     En pocos minutos, Edward envió la primera tanda de códigos.

     ―Punto, raya, punto, raya ―dijo Lucas mientras Dustin escribía―. ¿Qué letra es esa?

     Veronica escaneó el abecedario.

     ―C ―le dijo a Nancy, que escribió la letra rápidamente.

     Más códigos llegaron. Era trabajoso seguir el ritmo con una nueva ronda cada treinta segundos. A Veronica le costó encontrar algunas oraciones dado que las letras en el código eran similares. Eventualmente, llegaron a una palabra completa y luego una oración. Will se estaba comunicando con ellos por el único medio que podía. Cuando la oración estuvo lista, Veronica la analizó para ver solo dos palabras. Todos se reunieron alrededor de Nancy mientras levantaba el papel.

     Decía CIERREN PORTAL.

     Antes de que alguien pudiese preguntar qué quería decir, el teléfono de la casa comenzó a sonar excesivamente. Dustin corrió hacia él gritando ¡Mierda!, ¡mierda!, ¡mierda! Colgó inmediatamente, pero sonó de nuevo. Nancy le quitó el teléfono y lo arrancó de la pared, tirándolo sobre la alfombra.

     Steve tomó su bate y le dio a Veronica su palo de hockey sobre el que se inclinó.

     ―¿Qué fue eso? ―murmuró en voz alta―. ¿En serio creíste que esa era una llamada del maldito monstruo?

     Dustin se dio media vuelta, dándole a Veronica una mirada confundida.

     ―Uh... sí.

     Nancy respiraba pesadamente, mirando el teléfono en el piso.

     ―¿Creen que escuchó eso? ―preguntó Max.

     ―Solo es el teléfono ―aseguró Steve―. Podría estar en todas partes... ¿verdad?

     Un rugido se oyó desde afuera. Era un tosco y doloroso chillido que atravesó los oídos de Veronica. Colocó sus manos sobre los lados de su cabeza, sintiendo lágrimas picando en sus ojos por el sonido. El grupo se acercó a la ventana de la sala.

     ―Eso no es bueno ―soltó Dustin.

     ―Estás bromeando ―susurró Veronica. Cuando los niños giraron hacia ella, repitió―. Estás bromeando.

     ―¿Parece que está bromeando? ―exclamó Lucas―. ¡Nos van a comer vivos!

     Veronica ágilmente levantó su plao de hockey, casi golpeando a Steve en la cara.

     ―Todos tranquilos... ―dijo este.

     Veronica giró con fuerza su cabeza en su dirección, golpeando su cabello azul en su rostro.

     ―¡Estoy tranquila!

     Hopper ingresó por la puerta trasera con Edward a su lado. Joyce y Jonathan cargaban a un Will inconsciente, que descansaba en sus brazos pacíficamente. Edward sacó su pistola al mismo tiempo que Hopper y el jefe levantó el rifle que estaba escondido en la cocina de Joyce. Otro rugido sonó mientras ingresaba a la sala y vio a los niños de pie frente a la ventana.

     ―¡Hey! ―bramó―. ¡Aléjense de las ventanas!

     Todos retrocedieron mientras Hopper se giraba hacia Jonathan, mostrándole el rifle.

     ―¿Sabes usarlo?

     ―Yo sé ―ofreció Nancy, quien preparó el rifle tan pronto se lo dieron. Lo apuntó directamente a la ventana, como si supiera exactamente qué estaba haciendo.

     Veronica estaba entre su padre y Steve, sosteniendo su palo de hockey en alto. Apretó el mango ferozmente, como si su vida dependiera de ello. Técnicamente, así era. El palo estaba deslizándose lentamente por sus manos y sabía que se debía a que estaba nerviosa. Notó los brazos de Steve comenzar a temblar junto a ella.

     Los niños se movieron hacia atrás cuando el silencio llenó la casa. Todo lo que Veronica podía oír era respiraciones. Luego hubo un crujido. Los arbustos se movían afuera. Luego hubo un sonido astilloso y una rama rompiéndose en dos. Veronica sostuvo su  respiración en su garganta. Otro rugido, esta vez más cercano.

     Un gorgoteo fue escuchado desde la puerta. Todos jadearon y giraron sus armas en esa dirección.

     ―¿Qué están haciendo? ―preguntó Nancy a través de respiraciones pesadas.

     ―Hay un juego en la selva entre el depredador y su presa ―murmuró Veronica, sosteniendo su arma más cerca―. Mientras más juegue el depredador con su presa, mejor sabor tendrá.

     Un chillido fuerte se escuhó desde afuera, causando que los arbustos se inclinaran de lado a lado. Joyce de repente tomó a sus dos hijos y los abrazó con fuerza, sosteniendo su respiración en el acto. Los chillidos se volvieron más fuertes y provenían de ambos lados de la casa. El suelo bajo los pies de Veronica comenzó a temblar, ¿o era su cuerpo entero? Probablemente era lo último.

     Si iba a morir esa noche, estaba feliz de que fuera a lado de su familia y del chico que finalmente le había provocado mariposas.

     El silencio volvió de nuevo. Veronica tragó fuertemente. Casi se sintió segura por un momento, pero luego un Demodogo atravesó volando una de las ventanas. Steve chilló, saltando inmediatamente al mueble con su arma apuntada hacia adelante. Hopper gritó que todos se colocaran detrás de él y disparó una bala antes de darse cuenta que el Demodogo no se estaba moviendo. El cuerpo se mantuvo completamente quieto y sangre oscura se derramaba desde la cabeza abierta.

     Estaba muerto.

     ―¿Qué carajos? ―murmuró Veronica antes de girarse hacia Steve―. ¿El que gritó detrás de mí hace unos segundos fuiste tú o una niñita?

     Steve tragó en seco y le mandó una sonrisa incómoda. Sacudió su mano para restarle importancia.

     ―¿Qué? ¿Yo? ―rio nerviosamente―. Debiste de haberme confundido con... con Max.

     La joven pelirroja le mandó una mirada a Steve. Observó a Hopper acercarse al cuerpo y darle una patada.

     ―¿Está muerto?

     Hopper lo movió con su pie una vez más. Levantó las capas que habrían abierto la boca del Demodogo y las vio completamente quietas (y cubiertas de baba). Hopper dejó salir un suave suspiro, bajando levemente su pistola. Veronica miró la oscura sangre salir de su gruesa piel y sintió un fuerte hedor escapando del cuerpo.

     La puerta comenzó a abrirse.

     Todos giraron rápidamente, escuchando el cerrojo abrise. Hopper, Edward y Nancy dirigieron sus armas directamente a la entrada. El segundo cerrojo se abrió. Veronica empujó a los niños detrás de ella mientras levantaba su palo de hockey con Steve a su lado. Lentamente se acercaron a la puerta, mirando cómo se abría sola lentamente.

     Pero lo que se adentró en la casa de los Byers no era un Demodogo, ni ninguna clase de monstruo.

     Era una niña.

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