Sixth day
Jaemin se preguntaba varias veces al día el por qué estaba tan enamorado de un simple mortal como lo era Jeno, siendo tan tranquilo y común como cualquier otro humano que estuviera pisando la tierra.
No lo sabía, creía que nunca podría descubrir la razón detrás de sus sentimientos por el pelinegro, sin embargo, ahora tenía una pista.
Sentados cómodamente en la cama del chico mientras una manta cubría sus fríos cuerpos, no pudo evitar que su respiración se atascara en su pecho al mirar su perfil, el hermoso rostro que se asemejaba al de muchos ángeles que ha visto a lo largo de su existencia, mas nunca estos superando el de Jeno.
Se dejó libre a sí mismo para alcanzar sus manos, entrelazando los dedos sin decir nada. Esperaba que lograra identificar todo lo que le provocaba sin tener que romper el mágico ambiente que los envolvía.
Así, pasando la tarde del quinto día viendo películas, riéndose y robándose besos en la mejilla cuando uno se ponía demasiado sentimental al discutir para elegir drama o terror, pues ninguno era muy fan de la opción contraria.
Piedra, papel y tijeras los salvaron de enfadarse con el otro.
En algún punto de la madrugada el frío se volvió insoportable para Jaemin, cosa que lo llevó a esconderse en los brazos de la vida más preciosa que le ha tocado terminar.
─ Jen─ preguntó.
─ ¿Pasa algo?
─ No... solo quería escucharte─ se burló del sonrojo en sus mejillas, molestándose entre manotazos e iniciando una lucha de cosquillas que pronto tendría fin porque la muerte era incapaz de sentirlas.
Obviamente el pelinegro perdió.
─ ¡Jaemin, basta!─ los ojos de medialuna le pedían piedad, su cuerpo retorciéndose entre risas melodiosas bajo el de Na.
Y maldita sea la vida, porque por muy horrible que sea, trajo al mundo un ser tan precioso como lo era Jeno.
Suspiró y lo observó desde arriba, esperando que se tranquilice.
─ Hey─ llamó por su atención─ no soy el único que siente una conexión... ¿o sí?
Jeno negó avergonzado.
─ También lo siento.
Aprovecharon esas cortas horas para compartir tiernos besos. El ruido de fondo desapareció, las películas pasaron a segundo plano y ambos cayeron en los brazos del contrario.
Y quizás.
Solo quizás, si Jaemin no hubiera estado tan cansado, podría haber reconocido el espacio vacío a su lado apenas Jeno fue arrancado de la cama.
No tuvo tiempo de quejarse por el doloroso mareo que atacó su cabeza cuando se levantó estúpidamente rápido, despierto debido al estruendoso sonido de un jarrón roto.
Se deslizó descalzo por el pasillo, tropezando contra algunos muebles y derribando un cuadro en el proceso. El corazón en su pecho golpeando sin parar cuando escuchó quejidos bajos de Jeno en el salón.
Abrió los ojos con verdadero miedo, recién cayendo en cuenta de que Ruby le había mentido todo este tiempo, pues era imposible que no estuviera enamorado de Jeno si en este momento la muerte se encontró horrorizada con la escena frente a él.
Un hombre adulto sosteniendo al mortal en el suelo.
Sus manos golpeando el delicado cuerpo de su ángel, quien lo miró a través de la sangre cayendo por su ceja.
Vete, le susurró, o al menos eso cree haber interpretado con el movimiento de su boca.
No lo sabe.
No lo sabrá tampoco.
El tiempo pareció detenerse cuando el hombre, quien supuso era el padre del chico, lo miró fijamente al captar las señales de su hijo y su respiración agitada.
─ ¿Quién mierda eres?─ escupió, soltando el cuello de Jeno y provocando un golpe en su cabeza al caer duramente contra el piso.
Trató de encontrar las palabras indicadas para no levantar sospechas ante esa pregunta, mas el silencio claramente no era algo que le gustara al mayor.
Un manotazo dio vuelta su rostro, llevándolo de rodillas justo frente a los ojos de su amado.
Sus preciosas medialunas entrecerradas y llorosas, observándolo con el miedo grabado en el fondo de su pupila.
Mierda, no podía quedarse ahí como un imbécil, era la jodida muerte.
Jaemin se puso de pie, su mirada desafiante fija en los ojos del hombre mayor. Su apariencia casi tranquila difería demasiado con la ira que masticaba su cuerpo desde adentro.
─ ¿Quién soy? Qué mierda te importa─ atacó, la voz firme mientras sentía sus garras negras crecer lentamente desde sus manos─ Lo que realmente debería importarte es saber que has herido a alguien que amo profundamente y eso no te lo voy a permitir.
Ignoró por completo el asco en las facciones ajenas cuando, sin previo aviso, se lanzó con todas sus fuerzas hacia el hombre, con movimientos rápidos y precisos que harían gritar a cualquier ser vivo. A pesar de lo obviamente sobrenatural que era Jaemin, sus capacidades se veían levemente restringidas en el mundo mortal, sin embargo, esto no parecía ser un impedimento justo ahora, presionando y rasguñando con fuerza y agilidad tal como su forma natural haría.
Se contuvo de muchas maneras para no asustar a Jeno, mas no pudo evitar la intensidad de la pelea. Intercambiaron gritos y golpes, el padre de Jeno resistió con todo lo que podía para defenderse.
Pero la misión de Jaemin era proteger a su amado.
Decidido dió un último golpe certero que logró derribar al hombre hasta dejarlo inconsciente en el suelo, por suerte un poco lejos del menor.
Se apartó el sudor y la sangre de su cara antes de apresurarse a volver con Jeno, preocupado por las heridas y moretones que percibía en su cuerpo.
─ Jeno, cariño, ¿me escuchas?─ un quejido salió en respuesta─ estás bien. Estaremos bien─ murmuró, acunando el rostro del chico entre sus manos lastimadas.
La sangre de Jeno se mezcló con las lágrimas que cayeron por sus mejillas, asintiendo débilmente cuando procesó lo que acababa de suceder.
Jaemin estaba bien.
Él estaba bien.
Con Jaemin a su lado siempre estaría bien.
Después de asegurarse de que Jeno estaba lo suficientemente estable y consciente para quedarse solo un momento, la muerte lo ayudó a regresar al cuarto, dejándolo en el borde de la cama.
─ Jen─ llamó─ necesitó que te quedes aquí. Voy a resolver una última cosa con tu padre─ Na besó su sien con ternura mientras esperaba una respuesta.
Jeno asintió débilmente, aún perturbado por lo que acababa de vivir, sin embargo, no sentía que pudiera hacerle caso a Jaemin de quedarse en el cuarto cuando su ansiedad lo estaba matando de curiosidad.
Cuando el moreno salió de la habitación, Lee espero unos segundos antes de levantarse silenciosamente. Lo siguió a través del pasillo, escondiéndose en una esquina mientras observaba la extraña escena que se presentaba ante sus ojos.
Jaemin no era humano.
Se tapó los labios con miedo, viendo a Jaemin tomar su verdadera forma como la muerte. Él no debería estar viendo esto, nadie nunca debería presenciar algo como aquello.
Divisó a su padre con los ojos abiertos en horror, moviéndose como un asqueroso gusano en el suelo de la sala, tratando de alejarse desesperadamente del ente oscuro en el que su Jaemin se había convertido.
Casi olvidó cómo respirar, incapaz de apartar su mirada del miedo palpable de su padre.
Y aunque se extrañó por todo, se alivió de por fin liberarse de sus maltratos para siempre. En el fondo disfrutó sus quejidos agonizantes bajo la cruda muerte. Gozó de sus ojos llenos de terror y leve arrepentimiento cuando ardió en llamas hasta volverse pobres cenizas.
Ver a Jaemin enfrentar esa amenaza de manera tan decidida le hizo comprender que su amor por él estaba justificado.
Jaemin minutos después regresó en su forma mortal a la habitación de Jeno, donde lo encontró mirándolo con una mezcla de asombro y horror.
No necesitó más para saber que ignoró su petición y presenció su verdadera naturaleza.
Se acercó con las manos temblorosas, sujetando las pálidas ajenas del chico al que ahora miraba con tristeza.
─ Lo siento, Jen─ sollozó, aferrándose a la vida de rodillas cuando escondió el rostro en sus muslos─ no era mi intención que vieras eso.
─ No te disculpes─ el pelinegro liberó una de sus manos para acariciar el cabello de la muerte─ él quizá no debía morir hoy, pero... se lo merecía y no me importa nada más que eso─ las palabras aparentemente serenas tenían una leve angustia detrás que preocupó a Jaemin.
Sin embargo, un repentino abrazo lo hizo salir de su miedo.
─ Gracias por protegerme─ musitó y algo dentro de la muerte se agitó con dolor.
Es la hora.
Ahora era el momento de acabar con todo, con la preciosa vida de Jeno.
Ruby le dió el consejo de la muerte menos dolorosa que conocia para terminar con su amado.
─ Te amo, Jeno─ susurró.
El tiempo se congeló. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras esperaba por una reacción a su confesión mortal.
Pero nada pasó, excepto que la fuerza de su abrazo incrementó.
─ También te amo, Jaemin.
Su cuerpo se tensó.
Ruby mintió.
El muy hijo de puta lo engañó.
Su corazón mortal se apretó con desesperación, esquivando el hecho de que era su deber acabar con la vida de Jeno esa misma noche al haber presenciado la verdadera muerte.
Era injusto.
Aún le quedaba un día más, pero... ¿cómo podría soportar más tiempo a su lado si sabía que tendría que asesinarlo después de confesarle su amor?
Deseó morir junto a él, mas no era posible. Ruby no lo permitiría.
Se resignó a seguir el destino que se le había dado a Jeno, acomodándose en la cama justo a su lado. Jaemin lo sostuvo entre sus brazos con dolor, sintiendo una última vez el precioso retumbar de su corazón y la calidez de su piel.
Le susurró palabras tranquilizantes al oído, muchos te amo que mantuvo ocultos gracias a la mentira.
Ahora no parecían suficientes.
Jeno se aferro a él, aún conmocionado por la situación, pero encontrando un consuelo en los brazos de la muerte, la tranquilidad envolviendo el momento hasta el punto de caer rendido por el sueño.
Jaemin observó a su amado mientras dormía, llorando sin parar mientras intentaba no despertarlo. Recordó lo poco que habían compartido juntos y deseó haber desafiado antes a la muerte superior para así pasar más de siete días junto a Jeno.
Sin embargo, no sería posible.
Porque abrió con cuidado la mortal cicatriz en el antebrazo de Jeno que él mismo había cerrado. Aparto la mirada hacia el techo para no ver su sangre, sujetando fuertemente el cuerpo del pálido contra sí para disminuir aunque sea un poco su dolor.
Escuchó sus quejidos y llamados con su nombre a los que no pudo responder por el nudo en su garganta.
Jaemin jadeó cuando el movimiento se detuvo, hiperventilando sin soltar ni un poco el cuerpo de Jeno.
Y Jaemin gritó con genuino dolor.
Si no le hubiera creído a Ruby puede que Jeno aún estuviera a su lado.
Si hubiera tenido un día más.
Pero eso no fue y jamás lo será.
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