# 06: Un extraño anhelo
Un estremecimiento recorría su interior. Un horrible sentimiento creciendo cual semilla. Las ordenes fueron dadas. Ercole sostuvo desde los hombros a Luca. Una cara de la moneda nunca antes vista... estremeciéndose cuando vio esa malicia. Un segundo bastaba con tal de oír la voz de su madre dándole vuelta. Los monstruos de tierra no eran buenos. Un riesgo. ¿Estuvo siempre en lo correcto...? Estaba en una cuerda floja.
Meciéndose en el aire.
Una caída aguardando un movimiento erróneo.
¿Por qué...? Se cuestionaría cuando continuaba estática observando toda la situación. El corazón le daba un vuelco. Horrible sentimiento. Impotente cuando Ercole solo continuaba empujando a Luca en la dirección de la fuente.
— Ya — exclamaría Ercole sin tomar un peso de la situación que él mismo está tejiendo. El riesgo de provocar a una hermana mayor —. Solo es un ligero baño.
— ¡No, no... (t/n)!
— No la llames por su nombre — casi vocifera Ercole con su voz llena de malhumor, una parte de si mismo sabe que siempre se saldrá con la suya. ¿Pero incluso está vez sería de ese modo...? Cuando no notaba las llamas de furia acomodándose sobre los ojos (c/o) de la adolescente —. Es divertido, vamos.
En la lista mentales de Luca existían ciertas cosas redondeadas en un círculo. Eran cosas de alta importancia. Que hacer o no hacer. ¿Que estaría en lo más alto? Nunca hacer enfadar a su hermana mayor. Eso lo aprendió cuando la veía discutir con su madre. Ambas con el mismo carácter de no callarse, pero también sabia... que si algo lastimaba seriamente a (t/n) ella caería en el abismo del silencio. Pero en ese entonces no tuvo chances de notar el cambio en su actitud. No vio la llama de furias adornando esa mirada. Ni la manera en que ella se hizo su camino, tanto Guido como Ciccio no hicieron nada para detenerla. ¿Por qué lo harían? La consideraban una compañía grata a diferencia de Ercole. Pero también nunca iban a imaginarse tal reaccionar... en como ella arremetió contra Ercole en cuestión de segundos, un poco de forcejeo cuando él tenía su mano contra la cabeza de Luca.
Ella nunca antes había acudido a la violencia. Ni en sus sueños... ahora estaban cruzando esa línea. Con Ercole casi tropezando contra la propia fuente. Alcanzando a detener su caída. Un dolor rodeándole el rostro... su mano inconscientemente en el sitio donde la mano de (t/n) lo había golpeado sin dudarlo. Quitando a Luca del camino, un brazo sobre los hombros de él protectoramente mientras retrocedía hacia donde Alberto fue liberado.
Ercole nunca lo habría esperado o imaginado... estaba avergonzado. Humillado. Podía oír pequeñas risas de niños pequeños. Ser derrotado por una mujer. No, esto no fue por ella... estaba centrando toda su furia en la dirección del pequeño Luca que solo estaba agradecido por ser rescatado por su hermana. Se tomaría la molestia de no olvidar ese nombre.
Luca.
El momento era más extraño a cada segundo. Observando a una desconocida con coloridos cabellos como el fuego deteniéndose frente a ellos. Una carreta con mucho pescado tras lo que parecía una bicicleta. Si es que estaban en lo correcto, observándola en silencio sin mucho más que decir.
La situación se desarrolló casi desastrosamente.
Pero ni uno de ellos lo olvidaría fácilmente.
— Apestulia.
Los tres no tardarían en intercambiar una mirada confundidos. Liándose en asuntos de este pueblo. Cosas que no eran de ellos. Pero ahi estaban. ¿Que se le podía hacer? Cuando esta sería la manera en que vivirían. Debían afrontar esos problemas.
O al menos intentar comprender.
Los inicios nunca son sencillos. Casi sobresaltándose al sentir otra mano contra su hombro. Pero al voltear casi asustada se calmaría. Era la mano de Alberto. Solo era él... no había ni un peligro en él. Lo miro apenas unos segundos para haberse percatado de lo orgulloso que lucía él, ella no lo noto... no en ese momento cuando su corazón aún estaba acelerado con la adrenalina. Su mano dolia levemente. Seria quizá uno de los secretos de Alberto, cuando todo el mundo pareció tornarse brillante, como su sonrisa creció... sus ojos iluminándose con asombro, el resto del mundo se apagó cuando la vio solo a ella, actuando con una valentía que acelero su corazón.
¿Eso sería orgullo...? El mundo fue lento... como si de una manera todo comenzara a tener sentido. ¿O fue solo su corazón aquel que sintió el entusiasmo? Desconocido, inentendible por motivos que no sabía aclarar. Felicidad, pero... también algo más profundo a lo que podía ponerle un nombre.
Que emoción más extraña.
— ¿Asi entrenas para la carrera? — cuestiona Ercole al cruzarse de brazos.
— ¡Tu reinado del terror se terminará!
— ¿Igual que el año pasado cuando no dejabas de... vomitar?
Burlón. Sin evitar imitar los hechos del año anterior... desconocidos ante los tres que observaban en silencio la interacción entre los dos. De uno a otro. Pero también desviando su mirar a los pesces muertos acomodados en la carreta... sintiendo un pequeño sentimiento al verlos ahí. Tragando saliva.
— ¡No renuncie, ellos me obligaron!
— Para el caso es igual — no tarda en reprocharle Ercole sin dejar de mostrar su verdadera personalidad molesta. Un hecho que sin duda hizo que (t/n) reconsiderase mejor con quién entablar una amistad —. Ahora vete, me divierto con mis nuevos amigos.
— ¡Ellos vienen conmigo!
Lo acorta de manera inmediata ella.
— Suban, necesito el peso extra.
¿Cómo continuaría la vida? Llena de cambios. Sentándose en medio de ambos mientras sentía sus manos en sus hombros. Pese a que estaba calmada aun cuando miraba a Ercole yacía ahi una llama de furia. Advirtiéndole silenciosamente que si se volvía a meter con su hermano pequeño no dudaría en atacarlo otra vez.
Los momentos caían cuales fichas de dominó.
Determinando sus destinos.
El descenso final cada vez más cerca de ellos.
— Le cose non resteranno così — Ercole diría en un murmullo mientras se marchaba con sus dos supuestos amigos. Aún con su rostro colorado. Sin olvidar nada de esos momentos, el ánimo de su día inmediatamente por los suelos.
Furioso.
La vida habría sido una maravilla si los escombros no cayesen como lluvia... ¿Cómo evitar lo inevitable? Todo sucedería sin un freno de manos. Inevitable destino, estaban encaminándose a este sin saberlo. Distraída con sus propios pensamientos (t/n) se sobresaltó con la voz de la desconocida resonando con el mismo malhumor de ella.
Al menos coincidían en algo.
— Por eso... los relegados nos cuidamos entre nosotros — oírla hablar la atrae de vuelta en la realidad. Volteando levemente con tal de mirarla. Sus cabellos son llamativos. De un color maravilloso, pensando que tal vez la había visto antes merodeando... aunque sus caminos no se encontraron hasta ahora —. Pero tú... ¿Eres una relegada? Creo haberte visto con ese patán.
Señala con una mirada acusadora.
— Eh... ¿Yo, bueno... que es eso de regados? — inocentemente cambia el tema con las últimas palabras aun en su cabeza. Una oleada de sentimientos sobre ella. Cayendo como una cubeta de agua fría... se equivocó, confió obviamente en una persona errónea. ¿Sería crucificada por ese error? Esperaba que no.
Porque cargaba con un sentimiento horrible en su interior.
Tomando los rumbos incorrectos del nuevo mundo.
— ¿Quiénes están regados?
Alberto cuestiona intercambiando una mirada con (t/n); ambos tan confundidos con esa selección de palabras. Sin ordenar sus pensamientos lo suficiente para entender a la desconocida que aún no ha dicho su nombre.
— Raros, chicos diferentes — aclara ella sin tomar a mal que no sepan que quiere decir —. Con ropa extraña o que tal vez sudan más de lo normal. ¿Me pase...? ¡Me pase! — exclama ella demasiado nerviosa ante su elección de palabras —. Pero tú... dejame entender esto.
Señala una vez más a (t/n) con su dedo acusador. Su otra mano contra el puente de su nariz. Queriendo entender exactamente porque la chica nueva de la que todos estaban hablando en el pueblo estaba ahi... la vio. No tardo en notarla. ¿Quién no la noto? Si Ercole andaría con el más grande orgullo diciendo que la chica más hermosa cayo rendida a sus brazos. Ella no negaría que la desconocida tenía una belleza encantadora.
Incluso sentiría admiración con lo bonita que era... ¿Quizá como un cuento de hadas andante? No, había algo realmente maravilloso en ella que la hizo notarla. Pero también la descarto como una amistad cuando la vería pasear con Ercole. Pero tampoco presto tanta atención a los pequeños detalles... en cómo (t/n) solo aceptaría esa guía turística, sin escuchar realmente a Ercole, más maravillada en descubrir el mundo que oírlo hablar sobre su vida.
— ¿Creí que eras la novia de ese patán?
— ¿¡Novia...!?
Una risa resonó en la desconocida cuando escucho como los tres se sobresaltaban con esa pregunta. Confirmando ciertas sospechas. Era obvio que Ercole estaría mintiéndoles a todos en el pueblo. Hasta se reiría de sí misma como pudo haber caído en esa mentira... ni una chica estaría tan loca para enamorarse de un tipo como él.
— Eso ni en mis peores pesadillas... mi madre me mataría si salgo con un hu... un... scemo... — nerviosamente ella aclara antes de haber soltado palabras erróneas que pudieran sospechar de su verdadera procedencia. Ruborizándose ante su desliz. Rascándose la nuca, saltando fuera de la carreta cuando se hayan lo suficientemente distantes para que Ercole no los fastidie.
— ¿Scemo? Si, incluso peor — asiente la extraña con una sonrisa —. Que alivio ver que no estas de su lado.
— Uh no... eso nunca, solo... creí que era amable, nosotros... no somos de aquí.
Aclara inmediatamente con los mecanismos de su cerebro creando excusas creíbles. Y lo eran. Porque al menos no estaba mintiendo del todo. Desconocían de este mundo. De ese pueblo. Eran unos extraños descubriendo nuevos mundos contra las reglas de sus padres, incluso si sabían que hacían mal... ¿Por qué se sentía tan bien?
— Entonces... ¿Vinieron a competir? — la pregunta no tarda en sorprenderlos nuevamente para intercambiar más miradas de desconcierto —. ¿Vienen por la copa Portoroso?
— ¿Perdón, que cosa...?
— Bueno... los dejo — ella no tarda en decir incómodamente al notar que esta conversación no va a un sentido concreto —. Tengo que entregar esto, siempre estoy entrenando.
El adiós es casi silencioso. Observándola continuar con su camino. La radio resonando con una animada melodía. Mientras tanto los tres solo dan media vuelta con tal de continuar con sus caminos hacia donde... ¿Quién lo sabía? (t/n) aún tenía muchas cosas que discutir con su hermano pequeño.
Dándole una corta mirada que él tomaría como una advertencia.
Estremeciéndose.
Su mente estaba demasiado inquieta. Demasiado temeroso... enfrentarse al malhumor de su hermana sería un problema con el cual no estaba contando. ¿Qué pasaba si ella decidía devolverlo al océano? No... ¿Ella haría eso, iría a ese extremo? Sus preocupaciones eran tensas cual hilo a punto de ser cortado con una tijera filosa. Pero el hilo caía al suelo. Olvidado. La tensión abandonando su cuerpo cuando oía la conversación a su lado, la forma en que la mano de (t/n) tomaba casi bruscamente la de Alberto cuando lo vio hurgándose la nariz.
— ¡Eso es asqueroso...! — ella exclama dándole una mirada asqueada —. ¿Acaso no tienes modales?
— ¿Qué cosa, esto?
Alberto cuestiona moviendo su dedo en dirección del rostro de ella con una sonrisa maliciosa. Observándola con diversión retroceder. Asqueada, haciendo muecas de asco mientras él solo podía reírse al ver tal reacción de su parte. Podría haber corrido hacia ella cual niño pequeño, porque sabía que ella correría de él.
¿Por qué eso lo entusiasmaba en cierto modo? Obtener la atención de ella... esos ojos (c/o) posados en nadie más que él. Era cálido. Como la luz del amanecer cayendo sobre él al despertarse cada mañana. Como si ansiase tocar ese sentimiento... temiendo arruinarlo si cedía al sentimiento tan extraño.
— Eres asqueroso...
— ¿Lo soy? — él se burla con una carcajada antes de que ese momento se acabe. Porque nada es eterno. Porque no están ellos dos solos. Luca también estaba ahi... casi riéndose, pero también con una idea en mente que no podía silenciar en lo absoluto al tomar la mano de su mejor amigo.
Esa sería su oportunidad de escabullirse del lado de (t/n): Esa conversación tendría que esperar. Pensaba mientras se marchaba corriendo con Alberto a su lado. Dejándola atrás. Ella estaría bien... perfectamente bien. Aunque nunca tomo nota del cambio en Alberto, caminaría a su lado, lo haría, pero en más de una ocasión su mirar caería hacia la persona que dejaron atrás.
Un extraño anhelo en su corazón solitario.
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