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# 04: La libertad es en la superficie

Una eterna balada de traiciones se mecía entre los mares infinitos: ¿Quién controla las desbordantes emociones? Las decepciones en los corazones latentes. Una habitación vacía. Cuestionándose cuales fueron sus errores en la crianza. Incontrolable. No hubo ni un solo fallo en la linea de vida... ¿Pero quién consolaba a una madre enfurecida como alarmada? Ella volverá.

Afirmaron dos.

Menos una sabia voz que mantendría su silencio lleno de diversión.

— Ella volverá... siempre vuelve.

La balada de falsas esperanzas se sostuvieron entre sus escamas & ansiaban el cambio. Ella volverá. ¿Pero... realmente volvería? Sus sueños serían pisoteados si se atrevía a regresar a casa. O no... eso no era una casa. Siempre tan asustada de saltar. Pero siempre con una imaginación tan curiosa. No mantendría sus aletas quietas por un solo segundo, que dolor de cabeza fue criarla... una cansada Daniela lo rememoraría con cierto cariño, su pequeña felicidad creciendo, incontrolable como los bastos mares.

Sentimientos profundos.

Desconocidos.

¿Por qué... aún existían las cosas hermosas? Creía conocer todo el mar a su corta adolescencia. Pero ansiaba mucho más. Ansiaba recorrer muchos más sitios encantadores. Un té dulce en el verano. Un cono de helado. Sostener un libro sin tener que dañarlo con el agua. Leer cada una de esas paginas con historias fascinantes, porque ansia recorrer ese mundo tan fascinantes... porque en su corazón sabe cuan maldita esta su casa.

Daniela siempre esta enfadada.

Esa debe ser la razón.

Una mente soñadora no debería mantenerse encadenada a los anticuados conocimientos. Recorriendo cada sendero con sus manos a cada lado. Acariciando la corteza de los árboles. Respirando ese fresco aire. Pisando el césped. Una maravillosa sensación del verano, sentándose desde lo más alto de la colina únicamente podría afirmar para si misma en una promesa trazada que no volvería al océano.

¿Iría a nadar? Ocasionalmente.

Pero estaba enamorada de esa vista.

Porque el océano resplandecía mucho más desde la superficie.

Las cadenas caían tras otras al suelo. Siendo olvidadas. Destrozándose. Sin volverse a utilizar. Encerrada entre las sombras. Por una razón lo consideraba extraño... nacer en el océano. Pero sintiendo que su corazón solo pertenecía a la superficie, a la tierra de criaturas desconocidas que serían una amenaza. ¿Pero eran una amenaza? Ella solo quería saber.

Ella solo ansiaba obtener esa respuesta.

Porque rememoraba amabilidad de todos ellos en su primera visita.

¿Quién le diría que existía una recompensa ante las criaturas como ella? Ser asesinados. Eliminados. Porque el humano solo eliminaba lo desconocido ante ellos. Pero (t/n) no tenía ni una sola idea de eso, siquiera sospechaba como estaban dispuestos a apuntar contra su cabeza. Porque detendría su mirada en el resto de la ciudad. Porque no quería detenerse en una pequeña y diminuta isla. Su corazón ansiaba más.

Ansiaba una aventura.

Nadie la detendría de realizar sus sueños.

¿Cierto...?

Tan curioso es el hilo del destino al enredarse en todo su brazo hasta anudarse a su dedo. El hilo invisible. Tirando de ella hasta sacarla del mar. Poco consciente de ello. Estaba lista a marcharse. Su mente estaba en esa idea. Nadaría hasta allí. No tendría miedo. Estuvo ahí una vez.

¿No habría cambiado tanto? Pero incluso si el mundo cambiaba ella lo amaría.

Era tan inalcanzable cual estrella del cielo.

¿Pudo ser ese el motivo de su interés en ella? No la detuvo. Porque una parte de si mismo solo decia... nos volveremos a encontrar. Porque no estaría solo. Observándola nadar con la luz del día en dirección a donde todos los humanos se hallaban. Cuan valiente debía de ser para irse. Nunca sacaría ese nombre de su mente; (t/n), aquella que guardaba eterna valentía en su corazón.

Eterna curiosidad en descubrir el mundo.

Tan diferente al chico... de nombre Luca. Eran hermanos tan diferentes. Una estaba llena de valentía en lanzarse a las garras del cruel mundo. Aceptando correr esos riesgos. Sin detenerse, en un punto... la alcanzarían. Se prometió a si mismo, porque sabía con exactitud que conoció a una amiga que compartiría sus risas, las locuras nunca acabarían sin importar como fuese el mundo.

Sabía como ella era tan libre como las nubes del cielo.

Casi inalcanzable.

— ¿Vives aquí?

— Si — Alberto contesta con confianza —. Mi papa y yo, él casi nunca esta así que... básicamente hago lo que quiero.

"Ella no esta aquí..."

Pensaría con una tristeza oculta entre su mirada curiosa del mundo siendo descubierto. Pero era un paso. Estaba avanzando. La tendría que alcanzar una vez. La recuperaría. Pero no la obligaría a volver si el acababa amando la superficie tanto como ella... debía de tener sus motivos, una historia que él nunca conoció.

Era demasiado pequeño para saber.

Para sospechar.

— ¿Y no es arriesgado...?

— Si, es estupendo — afirma despreocupadamente Alberto —, todo lo bueno está en la superficie.

— ¿Cómo... que cosa?

¿Desde cuando no tenía tanta diversión? El descubrir un mundo lleno de promesas lo hizo sentir libre. Incluso con todo lo extraño. Era feliz. Obteniendo un amigo que estaría a su lado. Guiándolo, enseñándole, con esperanzas de una vida llena de amistad al lado del otro, apartando la vida solitaria que solía llevar Alberto.

Pero no todo lo bueno duraba eternamente.

Y la vida solía tomar senderos turbulentos.

Deambularía curiosamente cada alrededor como una intrusa & un corazón latente al observar toda la maravillosa vida creada mientras ella no estuvo ahí antes. Asomándose entre las rocas. Curiosa. La sonrisa creciendo en su rostro, no tenía miedo de estar caminando en la cuerda floja con tal de tener una sola chance de crecer ahí. ¿Quién sostendría su mano? Absolutamente nadie.

Estaba sola.

Volvería a mirar una vez más atrás. El océano. Una pequeña duda creciendo en su mente... no, negaría con su cabeza para no caer ante las dudas. Ante los temores. No retrocedería cuando estaba tan cerca de volver al punto de inicio, uno que solo vio en su infancia. Uno que extrañaba. Sin ni un solo peso entre sus manos, solo con esperanzas se movió, sentándose entre las piedras donde el agua no tocaba su piel.

Su cabello secándose.

Preparándose mentalmente mientras miraba el océano tan lleno de vida.

¿Quién le diría que esto solo era el inicio de miles de aventuras? Que tardaría tanto en volver a casa a los brazos de sus padres. Que simplemente... muchas cosas estaban cambiando considerablemente. Nada iba a volver a ser como lo era. Era libre. Pero la libertad conllevaba miles de responsabilidades como consecuencias.

Sumida en su mundo nunca lo escucharía arribar.

Al extraño. 

— ¿Qué maravilla nos trajo el océano en este bellísimo día?

Hablaría confianzudo & lleno de burlería en su tono de voz infantil a comparación de su edad. Siempre sosteniendo cada oportunidad de divertirse en el día. ¿Pero estaría preparado ante el silencio? Notándola darse vuelta con una mirada curiosa al darse cuenta que se dirigían a ella.

El silencio se hacia notar ante todos.

— ¿Ercole?

Sus dos amigos más cercanos no tardarían en llamarlo. Esperando... casi una eternidad de silencio, sintiéndose ahogado en sus oraciones. Tragando saliva cuando nunca la había visto en ese sitio. Pero la sonrisa volvería a su rostro tras un momento de reorganizar cada uno de sus pensamientos.

Extendiendo su mano con tal de sostener la de ella.

— Piacere mio — se presentaría con un tono de voz encantador —, mi chiamo Ercole... con quién tengo el gusto de hablar, principessa?

— (t/n), piacere, girolamo trombetta!

Una leve risa brotaría de la boca de Ercole mientras únicamente mantenía su mirada en ella. Y si sus "fieles amigos" pudieran tener la palabra hubieran dicho que se estaba ruborizando. Ella no, claramente ella no... la chica de nombre (t/n) parecía bastante serena.

Inalcanzable en los vagos encantos de Ercole.

— Además de ser una bella donna tiene buen sentido del humor, ¿No es un encanto?

— Lo es — los dos adolescentes asienten con su cabeza, aunque ante (t/n) son tan extraños como con rostros mucho más amables al que está sosteniéndole la mano. Sin duda no hubiera esperado un recibimiento tan cálido como ese, pero mucho menos esperaría que ese fuese el comienzo de los errores.

— Pero no la miren tanto.

Caminos turbulentos.

— Su belleza es demasiado para especies como ustedes.

Nadie rechazaría esa amabilidad sin dudarlo. Tomando su mano con tal de levantarse. Y aunque estuviese descalza eso no fue cuestionado. En lo absoluto, Ercole estaba demasiado centrado en no soltarle la mano mientras hablaba con ella aunque la mente de (t/n) se iba de un lado a otro, todo tan pintoresco como lo rememoraba.

Y ansiaba que nadie se la llevase de ahí.

Que nadie se viera obligado en arrastrarla de vuelta al océano.

¿Pero quién le diría al oído... que olvidar de dónde vienes nunca es bueno?

Que es necesario mirar hacia atrás.

Porque caminaba en la cuerda floja... el secreto entre manos sin donde apoyarse.

Que alma tan confiada era su clase al sentarse contra la fuente mientras observaba a Ercole ir en busca de dos helados. Dándole miles de órdenes a sus compañeros. Pero ella observaría todo... ignorando los carteles que buscaban darle fin a la especie de ella. Aniquilarlos. Si tan solo las cosas se salían de control las cadenas volverían a su cuerpo, atándola, una vez más aprisionada.

Porque ocasionalmente su juicio se nublaba.

— La mia principessa aquí esta tu helado... ¿Qué te parece la textura, es el sabor que querías?

Nunca contestaría cuando el sabor tan magnifico era saboreado en su boca. El helado que menos tiempo duro en sus manos. Sonriente. No tan interesada en conversaciones cuando quería descubrir este mundo con toda libertad. ¿Pero existía esa libertad? Porque la mente llena de sueños pronto caería al abismo de que no todo es tan brillante como lo parece, que la oscuridad acecha incluso en la superficie. 

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