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P R O L O G U E

La noche va más que bien, la propina es pletórica y el club se sigue llenando cada vez más. Me gusta ésto, sentirme extasiada con mis bailes y de alguna manera las miradas morbosas de tantos hombres en mí, lejos de asquearme me deleitan.

Cuando Liah anuncia mi nombre en la tarima, una sonrisa divertida se asoma en mis labios la escuchar tantos vítores que solo son para mí. El último acto de la noche y quizás hasta el más esperado por toda la audiencia masculina que nos visita. Yo sólo soy una bailarina profesional muy conforme con la carrera que decidí tomar, no me prostituyo, aunque muchos ya ansían que dé esos servicios. Me prometí que no vendería mi cuerpo a ningún sujeto.

Mi alma y espíritu les pertenecerán al hombre que me demuestre que en verdad me merece y sea diferente al resto de ésta sociedad sucia y podrida. Lástima para mí que ninguno cumple los requisitos pertinentes para eso.

Las luces moradas enfocan mi cuerpo en la plataforma que separa las mesas de dónde se realizan los shows. Mis movimientos van a la par del ritmo de la canción Suffer de Charlie Puth que se escucha por los altavoces. Desatando la bata de seda de color rojo que llevo puesta, la dejo caer hasta mis pies, mostrando la lencería en tono carmesí que acentúa mis curvas y el color lechoso de mi piel.

Muerdo mis labios tratando de no sonreír más de lo que debo. La máscara que llevo puesta resguarda mi cara de las miradas curiosas e impúdicas que me escanean completamente.

Haciendo leves movimientos con mis caderas recorro la barra de metal que está empotrada desde el suelo hasta el techo, para prevenir cualquier tipo de accidente en nuestras actuaciones. Mis ojos se posan en la mesa del fondo mirando a un par que me observan espectantes. Hay algo que me cautiva de ese chico que nunca antes había visto por aquí.

Sus iris son brillantes, como las de un niño esperando algún regalo en navidad. Su aspecto no se asemeja al de los tipos que frecuentan a diario el club. Él tiene ese qué se yo que te invita a seguir admirándolo. Me bajaría de aquí en un segundo e iría hasta él si no fuera por que no debo revelar mi identidad. Una lástima pues quisiera saber aunque sea a qué huele su perfume y comprobar si su cabello es tan suave y sedoso como parece serlo desde aquí.

Guiño en su dirección recorriendo mi cuerpo con mis manos, imaginando por un momento que son sus manos las que me tocan.

Mi atención está puesta solamente en la salida, necesito una cama y relajar mi espalda.

¿Acaso estoy perdiendo la técnica del pole dance?

- ¿Te vas a casa? - la pregunta de Aylin me saca de mi sufrimiento interno por querer llegar a casa de mi hermano mayor.

- Mmh - asiento regalándole un abrazo, se podría decir que ella es mi única amiga en éste lugar - ¿Las demás ya se marcharon?

- Sí.

- ¿Solas? - ella sonríe con picardía dándome un empujoncito - ¿Qué, solo tengo curiosidad?

- Ajá - pone los ojos en blanco - Creo que tienen compañía ésta noche.

¿Por qué venderse a esos hombres asquerosos? Dios me libre de hacer algo así.

- Nos vemos mañana, estoy muerta - le comunico saliendo de mi ensimismamiento, pero ella ya estaba unos metros lejos de mí.

- Amiga necesitamos un spa - se queja mientras se aleja.

Sonrío divertida a sus berrinches infantiles, sabe que no nos podemos dar el lujo de ir a uno, al menos no por el momento. Lo próximo en mi lista de cosas por hacer, es detener un taxi, que por ser tan tarde no hay muchos que digamos y no quiero llamar a un conductor asignado. ¿Por qué? Porque no tengo auto, jaja, okey, eso no dió risa. Como sea.

- Creo que ésto es tuyo - un brazo extendido en mi dirección es lo único que veo en mi campo de visión.

¿Qué es lo que es mío?

Levanto la vista topándome con esos ojos estrellados que he admirado toda la maldita noche mientras bailaba. ¿Cómo es posible que no se halla ido con alguna de las otras chicas? Debo admitir que si de lejos lo veía precioso, de cerca es un primor. ¿De dónde salió semejante hombre?

Me está agradando mucho vivir en Corea, Japón era aburrido, los mismos rostros y los mismos sitios. Aquí es diferente, todo es nuevo para mí. Debo darle las gracias a Yuta por haber sido tan pesado en hacerme pasar un curso de idioma coreano.

- ¿Disculpa? - intercalo mi mirada de su cara a su mano una y otra vez dándole a entender que no hay nada ahí.

- Esto - abre la palma de su mano mostrándome un pendiente, toco los lóbulos de mis orejas y sí, es cierto me falta uno. Sonrío levemente haciendo un asentimiento de cabeza en su dirección.

- Gracias.

Con intenciones de marcharme y a la vez quedarme miro a los lados de la calle en busca del maldito auto de color amarillo que me llevará a casa.

- Tus ojos...

- Son lentillas - le interrumpo.

- ¿Nos hemos visto antes? - inquiere sin quitarme la vista de encima, él está comenzando a aturdirme completamente y sé que si le digo algo más no me voy a querer ir de su lado.

Es raro que ésta persona extraña me halla prendado tanto. Tenía curiosidad por su perfume y ahora que lo tengo frente a mí debo admitir que su esencia es masculina, sí, pero es ligera, como si fuera una fragancia para bebés. ¿De dónde demonios salió él, que ya me lo quiero comer?

- No.

- Creo que te conozco...

- Imposible - vuelvo a interrumpirle, me aterra solo la idea de que se pudo haber dado cuenta de mi verdadera identidad.

- ¿Por qué tienes esa certeza? - se cruza de brazos, los músculos de sus bíceps se ven apretados bajo la tela de su camisa blanca y yo solo sé que quiero apretar esa zona con mis manos.

Alzo una ceja mientras me río.

- ¿Esto es un interrogatorio? - él niega y suspiro - Lo digo porque soy extranjera, japonesa para ser más exactos.

- ¡Qué extraño, me pareces conocida! - divaga en mi rostro deteniéndose en mis labios, que al instante me han dado ganas de mordermelos o hidratarlos, parecen más secos que el puto desierto del Sahara.

- Pues no, te estás confundiendo.

- ¿Al menos me dirás tú nombre?

- Tú no lo habías preguntado - me encojo de hombros, si sigo molestándole me mandará al demonio y es la decimoquinta vez en la noche que suspiro por semejante especímen andante - Nakamoto Yui - extiendo una de mis manos hacia él.

Sonríe, sus sonrisa es adorable y me dan ganas de morderle un moflete. ¡Vaya dualidad que se carga el maldito!

- Jeon Jungkook - dice estrechando mi mano.


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