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8

Pov. Jungkook

Las caderas de Luna se balancean sobre mi miembro, montándome con maestría.

Su piel clara brilla empapada de sudor, ahora entiendo su nombre, es fantástico como ella. Aunque ésta chica es más magnífica que la propia Luna. Me está volviendo loco.

Acaricio su torso hundiéndome en la curva de su hombro, besando su cuello exquisito. Sus gemidos son melodías gloriosas para mis oídos y creo que no me cansaría de follarla nunca. Su firme agarre en mi cuello la sostiene a la vez que arquea la espalda, la siento estremecerse y retorcerse sobre mi, chillando de placer con su tercer orgasmo.

Mi polla se agita en su interior liberando mi semilla en largos chorros que me dejan exhausto. Respira agitadamente clavando sus ojos en los míos.

Algo se siente familiar en ella y juro que muero por arrancarle ese maldito antifaz de su rostro para poder verla.

Acaricio su mejilla, llevando las manos con lentitud hasta la máscara. Ella agarra mis muñecas con claro terror en su mirada.

- No - dice con autoridad.

- Déjame verte - aprieta el agarre a la vez que niega con espanto - Por favor - susurro acariciando mis labios con los suyos.

Esos labios que fueron diseñados para pecar, tiemblan de miedo.

Se incorpora dejándome salir de su interior. Dando vueltas por toda la habitación recoge sus prendas con apuro comenzando a vestirse sin volver a mirarme. Odio inundan mis venas tan solo de pensar que ella va a salir de éstas cuatros paredes vestida así, me enerva reflexionar que allí afuera hay un montón de hombres que quieren tenerla tanto como yo.

Y díganme loco, pero Luna tiene algo que no me deja razonar con cordura, la quiero para mí. Qué solo sea yo el que pueda besar sus labios, tocar su cuerpo y enterrarme en su delicioso coño.

- Luna - la llamo con calma pero ella está en su propio mundo tratando de huir de mí lo más rápido que pueda. No le haré daño, sería incapaz y aunque quiero saber en realidad quién es debo respetar su privacidad - Luna - llego a su lado tomándola de los brazos, un atisbo de duda está presente en su mirada cuando la hago mirarme levantando su barbilla - Está bien, entiendo que quieras mantener tu identidad oculta, pero no te vayas todavía.

La realización de mis palabras la golpean relajando su semblante y ahora no sé qué me dicen sus ojos.

- Querías sexo, lo tuviste. Mi trabajo está hecho - su forma coqueta de hablarme hace un rato desaparece rotundamente dejándome ver una seriedad indómita.

Es como si hubiesen quitado una chica y puesto a otra. Esto no está bien, no se siente para nada bien.

- Creí haberte escuchado decir que no hacías éste tipo de trabajo - murmuro tensando la mandíbula.

- Y estás en lo cierto. Tuviste suerte.

- Suerte - me burlo resoplando en una risa la palabra - Yo diría que fue el dinero.

Ella sabe la cantidad de dinero que tuve que ofrecerle a su jefa para poder estar a solas, juntos. Un millón de wons pidió la bailarina porque se rehusa a estar con cualquier hombre, no se prostitúye pero muy bien que tuvimos sexo hace un momento. El dinero puede hacer muchas cosas, incluído conmover el corazoncito de una puta.

- ¡No estoy aquí por dinero! - reclama dando un paso atrás - Oye no sé lo que te habrá dicho Liah, pero yo no te voy a cobrar, no hago éstas cosas. Ella lo sabe, es una cláusula importante en mi contrato.

¿Qué?

Es como un balde de agua fría lo que me cae encima con sus palabras. Esa mujer se aprovechó viéndome tan deseoso de estar con la rubia. Maldita salamandra.

- ¿Me estás diciendo que no pediste un millón de wons por exclusividad? - pregunto hirviendo en cólera.

- ¿Pagaste un millón de wons por mí? - chilla escandalizada dejándose caer al borde de la cama - ¡Guau! - exclama con la mirada perdida - Haré que te devuelva el dinero - dice decididamente.

- El dinero no es un problema para mí...

- ¿¡Cómo que no!? ¿Sabes todas las coreografías que me tengo que montar para solo ganar menos de la mitad?

Y no lo pongo en duda, hay personas con más suerte que otras, supongo. Yo nací con una cuchara de oro, no puedo opinar lo mismo de ella, aunque eso no la hace menos.

- Si dices que no te dedicas a ésto. ¿Puedo seguir viéndote? - una chispa de esperanza se alberga en mi pecho cuando la veo subir su mirada hasta mí, me escanea de arriba abajo y luego se acerca con lentitud a mí.

- Tendré que pensármelo - su tono de coquetería vuelve dándole una mirada rápida a mi polla que está en todo su esplendor aún y con eso sale de la habitación sin mirar hacia atrás.

- ¡Dios! ¿Eso fue un sí, verdad?

La llamada que recibo en la mañana, de mi padre, no puede significar nada bueno. El señor presidente nunca me cita sin una excusa contundente con la cual regañarme. Esto de mantener las apariencias por ser el hijo del mayor político del país es agobiante, ni que fuera un crío.

El hastío me llena cuando me adentro a su oficina totalmente pulcra. Los rincones están llenos de estanterías con libros que dudo halla leído alguna vez. La amplia ventana de cristal detrás de él deja entrar la luz del astro mayor, reflejándose en el contorno de su cuerpo como si fuese un dios sentado detrás de su buró de madera oscura. Créanme que ese señor le queda mucho mejor el papel de Belcebú y no el de un santo.

La visita a su oficina se vuelve más amarga al percibir las otras dos personas presentes. Su perro faldero, conocido como su secretario o mi ex suegro.

El señor Manoban me da una mirada de advertencia cuando me escucha bufar al ver a su hija venir casi corriendo hacia mí hasta estamparse contra mi pecho y rodear mi cuerpo con sus flacuchos brazos.

¿Ya dije que la detesto?

- Amor, te extrañé - dice ella de lo más angelical.

¿Qué amor ni ocho cuartos?

Me alejo de ella al percibir su intención de besarme delante de ellos. No quiero a ésta mujer cerca de mí nunca más. Ahora me pregunto si su padre o el mío estarán al tanto de todo lo que ocurrió, pero con sus miradas de amenazas hacia mí me dejan en claro que no. Tal vez ha sido mi error y yo era el que tenía que dar la noticia de lo mujerzuela que salió mi ex.

- Padre - esbozo una sonrisa ladeada listo para ver arder ésta habitación - ¡Qué bueno verte, necesito darte una noticia importante! - se va a cagar, Lisa se va a arrepentir de haber jugado conmigo - A usted también, señor Manoban.

Tomo una respiración profunda antes de soltar la bomba.

- ¡Seremos padres! - chilla la rubia enlazando su brazo al mío.

¿Qué es lo que acaba de decir?





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