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Pov.Yui

Unos murmullos detrás de la puerta del cuarto de visita dónde me estoy quedando, en la casa de mi hermano, me hacen despertar de mi cómodo sueño reparador. Tomando mi teléfono celular que se encuentra en la mesita de noche, tengo que cerrar los ojos pues el brillo de la pantalla me ciega de momento. Son las ocho y trece de la noche cuando me fijo en la pantalla otra vez, estuve durmiendo demasiado tiempo y mi estómago me regaña con un gruñido, recordándome que no he probado bocado desde que salí de Japón en la madrugada.

Con la pereza más grande del mundo me levanto y me coloco unos shorts y una sudadera negra con capucha. Debería ir cambiando mi manía de dormir en ropa interior, digo, ahora vivo con mi hermano y no sería agradable que me encontrara sin ropa o peor aún, mi sobrino.

La habitación es acogedora al igual que la casa entera. Las paredes de un color rosa palo me dan la sensación que éste suele ser el cuarto de Haruna, mi otra sobrina de siete años. Ella vive con su madre Kira, a esa pequeño remolino sí lo conozco y la adoro, al igual que a su mamá, no sé qué vió Yuta en la mosca muerta de Lizzy para pedirle matrimonio y procrear otro bebé.

La cama personal no está nada mal para ser la de una niña, el colchón es de buena calidad y las mantas son calentitas para poder soportar el clima frío que azota ahora mismo a la ciudad de Seúl.

Dos pares de ojos me observan con curiosidad una vez me decido por abrir la puerta.

- Hola tía Yui - sonrío al escuchar la voz del niño, parece todo un hombrecito con su esmoquin negro y corbatín rojo. Su cabello azabache está perfectamente peinado y se tambalea de adelante hacia atrás en sus piecitos de forma adorable - Mi nombre es Nakamoto Haru y tengo cinco años - levanta una manita en mi dirección mostrándome su edad con sus deditos regordetes, es tan lindo que duele - Soy su sobrino.

- Hola pequeñín - le saludo arrodillándome frente a él para estar a su altura, me muestra una sonrisa hermosa de dientes chuiquititos y hoyuelos que me hace suspirar de amor, me encantan los niños - Estás muy guapo.

- Mami me vistió como papá.

Miro a mí cuñada que está parada detrás de él, vistiendo elegante como su hijo. Un vestido azul marino abraza su esbelta y delgada figura, lleva un maquillaje sencillo y el cabello suelto cayendo en ondas por su espalda. Levanto una ceja en su dirección de forma inquisitiva.

- Yui, cariño nosotros...

Una risa irónica se me escapa al escucharla haciéndola cerrar la boca y fruncir el ceño. ¿Me ha llamado cariño?

- Papá tiene una fiesta en el bufete donde trabaja - Haru abraza mis piernas mirándome desde abajo y acaricio su mejilla sonrosada.

- ¿Amor, les falta mucho?

Un grito de mi hermano proveniente de la sala de estar nos interrumpe.

- Haru, ve con papá - le ordena su madre con una sonrisa.

- Sí mami, adiós tía Yui - se despide el pequeño corriendo escaleras abajo - Papá, papá. ¡La tía Yui es linda, parece una Barbie y su cabello es como el de la tía Brianna!

- ¿Sí?

- Sí - chilla emocionado - Cuando sea grande como tú voy a pedirle ser mi novia.

- Pero tú tía no puede ser tu novia.

- ¿Por qué no?

- ¡Porque no!

- ¿Por qué porque no?

Los gritos del niño llegan hasta mis oídos haciéndome reír. Su energía es increíble, me recuerda a Yuta cuando era pequeño y jugábamos juntos, sacando de quicio a nuestra madre.

- La cena está en el horno, puedes calentarla. Buenas noches.

Lizzy decidida a marcharse, la detengo con mi pregunta, su rostro es neutro y creo que se ha molestado un poco.

- ¿Por qué te casaste con mi hermano?

Ella bufa una risita incrédula cerrando los ojos por un momento, cuando los vuelve a abrir parece echar fuego de ellos.

- Nuestra historia es demasiado larga y ahora mismo no tengo tiempo, ni deseos de contártela - me guiña, su pose es de autosuficiencia y el descaro con el que me habla es repugnante, otro motivo para que la odie - Volveremos tarde, adiós linda.

- ¡Mami, papá ha dicho una mala palabra!

- ¿Sí? ¿Lo castigo?

- Sí, por favor - responde mi hermano con todo ese doble sentido que siempre ha tenido.

- ¡Yuta!

La lasaña que estaba en el horno estuvo realmente deliciosa pero no ha conseguido aplacar mi hambriento estómago.

La melodía suave del ringtone de mi teléfono móvil me hace pararme de prisa de mi asiento en la encimera de la cocina. Me caigo al enredarme con la alfombra gris, corro como puedo hasta la habitación. Al parecer estoy en una carrera de obstáculos, me he pegado en la cadera con una esquina de la peinadora y ya he tropezado más de tres veces.

- ¡Jodida mierda!

Grito con histeria echándole garra al aparato que no ha dejado de sonar.

- Hola - contesto de una buena vez. Aún me estoy sobando los golpes, si no me pongo hielo saldrán moretones, lo sé, odio ser tan blanca por eso.

- Estúpida. ¿Dónde estás?

Frunzo el ceño alejando el teléfono de mi oído para ver la pantalla y comprobar que es la persona que creo. Mi mejor amiga, solía vivir en Osaka aunque luego se mudó hacia acá pues su madre así lo quiso.

- ¿Aylin?

- Sí. Dime que aún no has conseguido trabajo.

- ¿Cómo voy a tener trabajo si acabo de mudarme? - espeto con ironía.

- Vente, tengo uno muy bueno para ti.

- ¿Un qué?

- Estás jodidamente en las nubes, Yui. Arréglate, toma un taxi y ven a verme - ordena, del otro lado de la línea se escucha música alta y muchas más voces que no logro distinguir bien.

- ¿Cómo iré a verte? No conozco la ciudad - ladro tumbándome en la cama, las ganas de dormir me invaden nuevamente cuando mi cabeza se hunde en la suave almohada.

- No te la tires de Nemo, que no te voy a buscar - bufa encolerizada, me encanta ponerla así, es divertido - Menos mal que no se oye lo que pienso aveces.

- ¿Pues qué es eso que piensas? - pincho, me muerdo los labios aguantando la risa, dentro de poco me mandará al demonio.

- ¡Haz lo que te he dicho! Te mandaré la dirección por mensaje, solo muéstrasela al conductor y ya está.

- Vale, no te enojes.

- Te veo en media hora, pérfida.

¿Me llamó pérfida?

A esa chica le hace falta unas clases de educación.

Un club. En un maldito club nocturno me citó Aylin y no es que no me gusten las fiestas, pero si ella me lo hubiese dicho antes, tal vez me hubiera vestido mejor. Unos pitillos negros con camisa blanca y converse. No, definitivamente éste no es outfit para salir de fiesta y menos a un lugar así.

La arquitectura del establecimiento es bellísima e impone a demasía. Tiene columnas griegas que sirven de soporte para el techo de cristal de la entrada y las luces led de color magenta le da ese toque característico de discoteca. El nombre no puede ser más interesante y peculiar.

Calypso. Es la diosa del mar que se enamoró de Odiseo y lo atrapó en su isla durante siete años.

No estoy entendiendo nada, quizás el dueño nombró así el lugar solo porque le gustó y ya está o tal vez dentro todo sea con temática griega, solo queda entrar y ver qué tal.

Me lo imaginé, soy buena leyendo éstas cosas. La cultura griega es bastante famosa y es peculiar un club de ese estilo. Es fantástico y original, bastante original diría yo.

- ¡Aquí estás!

Grita esa voz eufórica que conozco desde los trece. Mi amiga me abraza hasta sacarme el aire, extrañé muchísimo a ésta idiota.

- Estás guapísima - le halago, pero estoy en lo cierto.

Su cabello castaño hasta la cintura resplandece con las luces de colores y el atuendo que lleva le hace ver las piernas más largas de lo que ya son, hasta el escote de su blusa le da ese toque atrevido que antes se negaba a ocultar. Es como haber pulido un diamante en bruto, jamás me la imaginé de ésta forma.

- Lo sé, pero tú estás preciosa y no puedo esperar para presentarte a Liah.

- ¿Quién es Liah? - inquiero, la cabeza me da vueltas y mis ojos no se quedan quietos, tratando de observar tanto como puedo.

- Es mi jefa.

Me lleva con ella por un pasillo que da con la barra donde preparan las bebidas. Hay muchísimas botellas coloridas y con etiquetas extravagantes que me apetece probar.

- Este es mi trabajo, la chica de las bebidas - levanta las cejas colocándose detrás de la barra - Y ella es Diana, mi compañera en la faena - señala a una chica con cabello corto a su espalda, ambas están vestidas igual, así que debe ser su maldito uniforme.

- ¿Seré mesera?

Pregunto repasando la vista entre las mesas. Está lleno de hombres y dos chicas se las arreglan para servirles, tratando de que no le metan una mano debajo de la falda para que le toquen el trasero. Esto será un poco difícil para mí.

- Claro que no - responde exaltada - Las meseras son Vega y Stella.

- ¿Entonces? - alzo una ceja cruzándome de brazos - No fregaré el suelo, que lo sepas - la señalo acusatoria mente, su risa escandalosa se hace presente llamando la atención de una señora de labios color carmín.

- Yui, somos dos cocteleras, dos meseras y dos bailarinas...

- Tres - interrumpe la señora de antes.

- ¿Si? - aplaude con emoción mi amiga y yo entiendo menos aún - Bueno son tres bailarinas, así que sumaría siete. El número perfecto - aplaude con felicidad, si vuelve a chillar juro que le voy a estrellar una botella en la cabeza.

- Aylin, estás divagando mucho - mascullo, la mujer a mí lado no me quita la mirada de encima y estoy a tres segundos de decirle que no soy lesbiana para poder espantarla.

- Ella es Liah, la dueña del local y tú nueva jefa.

- Oh, no, yo no he aceptado el maldito trabajo aún.

- Oh, créeme que sí. Eres la bailarina que nos faltaba - me comunica la castaña.

- ¿Bailarina? - mi mirada viaja entre las dos mujeres una y otra vez.

¿Yo?

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