Capítulo Veinte
TaeHyung se levantó de la cama, suavemente y miró por su ventana. Se veía la fría noche transcurrir con normalidad. Tocó su pecho con la palma de su mano, sintiendo su corazón latir repetidas veces. Pensaba en aquella situación, la melancolía y la dependencia de la que jamás se pudo deshacer.
Sabía que lo que estaba pasando estaba mal. Que no debía de querer tanto a alguien tan dañino como JungKook, una persona fácilmente volátil y corrosiva para su salud mental y emocional. Pero mientras él estuviera mal, mientras JungKook cargara esas bolsas bajo sus ojos y llorara cada vez que se sentaba a la mesa, tendría que ayudarlo; su corazón nunca le permitiría menos.
Guardó su ropa en el cajón, pues se había puesto la pijama para dormir, y suspiró. Los días habían pasado rápidamente, pero un mes desde la muerte de aquel rubio no había sido lo suficiente como para que JungKook se pusiera de pie. Encaminado a la cómoda de su hermano, TaeHyung dio unos toques en la puerta negra y después entró.
— JungKook, tú... —dijo, sin embargo, cayó en cuenta que dentro de la habitación no había nadie. Miró por todos lados, y también asomó la cabeza por la escalera, pero no lo encontró.
Era tarde, poco más de las 11:00 p.m. Sus padres dormían en su alcoba, silenciosamente. No se escuchaba el ruido de nadie, y tampoco se percató de sí su hermano había salido. Se preocupó un poco. La necedad de JungKook por querer hallar aquella salvación, cada vez era peor. Despertaba a veces a la mitad de la noche con un dolor en el pecho, y después iba a tomar agua, pero no podía volver a dormir. Ya no iba a la escuela, y TaeHyung temía dejarlo la mitad del día solo.
Nada había pasado entre ellos, todo estaba estático. Sabían que era un mal momento para intentar resolver las cosas. Pero la verdad TaeHyung simplemente quería olvidar el tema.
— ¿JungKook?
Habló en alto, entrando de nuevo a su habitación. No había absolutamente nadie, nada, ni un alma. Suspiró preocupado, yendo con rapidez al baño. Tampoco había nadie. Solo estaba él. Dio vueltas en el cuarto, como un loco, buscando indicios de algo que le pudiera dar pista, hasta que escuchó la puerta cerrarse.
Volteó, viendo de inmediato a su hermanastro, quien vestía con normalidad y llevaba el cabello recogido en alto. TaeHyung se asustó un poco, por otro lado, la impaciencia de su corazón se calmó.
— O-oye.
— ¿Qué haces aquí? —cuestiona JungKook confundido, en un tono neutral y melancólico—. ¿Sucede algo?
— No —responde seguro el chico—. Es solo que no estabas y me preocupé por ti. ¿A dónde fuiste?
El pelinegro dejó caer su chaqueta por ahí, encima de una silla cercana, sin ver a TaeHyung en ningún momento. Rascó su nariz un segundo, y caminó hasta sentarse en la cama.
— Sólo fui a caminar, tenía que pensar algunas cosas.
— Ya... Veo —dice Tae, sin saber qué responder a eso. Puede notar que él tiene una tristeza que le invade.
Odiaba verlo así. Otra parte de él mismo se preguntaba si ese era el castigo de su vida. Si alguien había mandado tanto dolor porque lo había causado hacía tiempo atrás.
— Tú... ¿Fuiste a ver a Jimin? —la pregunta sale disparada.
Por primera vez en el día, mira a JungKook quedarse quieto de inmediato. Probablemente no era lo mejor para preguntar. La duda lo comía.
— Sí. Digamos que fui a verlo, le llevé flores... Siempre pedía flores.
Abrumador. La manera de pensar de JungKook era algo complicado. Quería arreglar las cosas consigo mismo, pero se detenía. Quería ser bueno, querer a quien deseaba, pero aquella imagen del rubio gritando y lloriqueando lo impedía.
— Yo... Será mejor que me sal-
— TaeHyung, duerme hoy aquí. ¿Podrías hacer eso?
El castaño miró a su hermano confundido. Pedir esas cosas era pasar la línea. Iban bien. Todo debía permanecer así. JungKook se estaba comportando como un completo inconsistente manojo de sentimientos. Era confuso. Era malo. Era malo estar jugando de aquella manera, procurando arreglar todo 0ero regresando al inicio.
Estaba harto de dar vueltas. Como un loco de amor, un amor inútil que solo le hacía sentir cada vez peor. Quería negarse con su voz, decir que no e irse. Pero su alma anhelaba el momento. Se detuvo, y habló.
— Ya no quiero depender de ti.
Esas palabras hicieron que JungKook abriera los ojos en grande. Una reacción poco convencional, que terminó por hacerle soltar un suspiro.
— Ni yo de ti, TaeHyung —le dijo—. Te prometo que solo será esta noche. Después de eso...
TaeHyung alzó la vista hacia él. Lo observó con cuidado, observó sus brazos llenos de arañazos porque cuando estaba ansioso comenzaba a hacerse eso. También miró sus labios lastimados, por morderlos casa vez que estaba preocupado. Sus ojos rojos, probablemente por llorar. Y aquellas bolsas por debajo, que le dejaban en claro que no dormía.
No quería ser tan cruel. Y eso lo llevaría a ser cruel consigo mismo.
— Después de eso tú y yo no seremos nada más que hermanos, JungKook.
— Te lo prometo, entonces.
El castaño asintió, y dio unos pasos lentos hasta él. JungKook se puso de pie, sin dejar de observarlo. Alzó la mano, para poder estrecharla y TaeHyung lo hizo. Podría sonar idiota pero los dos sabían que esa era una promesa irrompible. Tendrían que aprender a superarse, y aunque eso les llevara toda la vida, después de esa corta noche que quisieran que fuera eterna, su historia no daría para más.
[...]
TaeHyung despertó en medio de la noche, mirando hacia todos lados y escuchando el ruido del movimiento en la cocina. JungKook no estaba en la habitación, y eso fue preocupante. Cerró los ojos cuando escuchó los pasos de su hermano hasta que él entró y cerró la puerta de nuevo.
TaeHyung se sentó sobre la cama y lo miró.
— Hey —dice el pelinegro—. Bajé a tomar algo de agua, estaba sediento.
El mayor lo sigue con los ojos, él llevaba un vaso cristalino de agua. Lo dejó sobre la mesita y metió la mano en su bolsillo.
— Me asustaste.
— Sabes que no me iría por algo peor.
— ¿Tomar agua es asunto catalogado como "peor"?
Él le sonríe. Apenas y puede verlo porque está oscuro.
Todo sigue siendo intocable, malo, muy malo. Están terminando todo de una vez por todas, actuando como si fueran solo amigos que de verdad se aprecian. Quemaba. Pero TaeHyung sabía que tenía que terminar con eso antes de morirse de amor.
TaeHyung rápidamente se recostó, cerrando los ojos y procurando volver a dormir. JungKook se movía, podía sentirlo. De lado a lado, pensando tal vez. Quién sabe. No quería averiguarlo.
El mayor simplemente no querría pensarlo mucho. Tenía ganas de llorar desde que JungKook le estrechó la mano, y tal vez en algún punto de la noche lo había hecho.
— Deja de moverte tanto, JungKook. Solo duerme y ya.
— Está bien.
Escuchó que se metía al baño, cerrando la puerta. No se asustó, ni nada, pero prefirió no conciliar el sueño hasta tenerlo ahí consigo. Cerró los ojos por bastante tiempo, su hermanastro estaba tardando mucho.
Quizá unos quince minutos, o poco menos. Confundido y recostado en una cama que no era la suya. Todo era raro. Escuchó la puerta abrirse, y entonces no se movió de su lugar aún con los ojos cerrados.
— Dormiré, lo haré. ¿Estás despierto? —dice JungKook. Él no responde.
El pelinegro se detiene un segundo, se lo oye tomar un trago de agua profundo, antes de soltar un suspiro desde el fondo de su estómago.
— TaeHyung, no es necesario que me respondas esto.
Hizo caso. Se quedó callado. Era por el bien de ambos. Debían de cortarlo de raíz. Es lo único que se repetía en la cabeza.
— Y, probablemente me vayas a odiar. Mañana, o pasado. Hoy más al rato —hablaba apresurado, rompiendo el tiempo—. Pero te amo.
Y ese fue su momento de quiebre. TaeHyung quería decirle que también lo amaba. Gritarle que lo necesitaba. Quería llorar. Odiaba el momento en el que todo se complicó, y no entendía por qué la vida era tan injusta con ellos. Si siempre se habían comportado bien. Siempre intentaron dar lo mejor.
Era tan dependiente. Tan fiel. Tan enfermizo. Deprimente y horrible.
— Y lo lamento por todo. Es solo que tenía miedo de herirme y herirte. Realmente yo... Soy un idiota.
Eso fue lo último que escuchó. JungKook apagó la luz, y se metió a la cama pensando que nadie le había escuchado. Poco satisfecho por no apresurarse pero un poco mejor. TaeHyung sintió aquellos brazos envolverlo, y pudo permanecer quieto ahí. Soltando lágrimas saladas que terminaría por hacerlo sentir mal.
Pensó en silencio que a veces, y solo a veces, las despedidas eran mejores que todo el transcurso de la historia.
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