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Capítulo Uno

TaeHyung tenía la noción de dormir por horas. Horas y horas de un sueño extasiante, donde ninguna persona podía herirlo, hacerlo sentir mal, lastimarlo. Horas donde era solo él, su madre y su abuela. Felices, brincando y jugando como cuando era un niño. Sin embargo, al abrir los ojos, sabía que estaba en el mundo real, el mundo real y doloroso al que cada día se enfrentaría, donde las horas solo eran horas, y ninguna eternidad era vista o sentida.

     Donde una sola persona era capaz de destrozarlo en pedazos.

     — Papá —habla TaeHyung al señor que lee en la mesa.

      Él levanta los ojos del periódico, prestándole una atención firme y duradera. TaeHyung se estremece por completo al verlo, sus ojos eran radiantes para ser oscuros. Su padre le sonríe, incitándole a seguir hablando.

     — ¿Puedes llevarme a la escuela? —habla bajito, jugando con sus mangas—. Es que se me hizo algo tarde.

     El adulto no pregunta nada antes de ponerse de pie y darle un beso en los labios a su esposa. TaeHyung sale a pasos lentos de su casa, subiéndose al carro de sus padres de inmediato. Papá no preguntó nada más que lo necesario. Le dijo que ya sabía la entrada y también su "transporte" y la disponibilidad de éste. No le prestó tanta atención como el adulto pensó, pero fue suficiente regaño como para configurar en su celular la alarma que lo despertaría más temprano, por precaución para los días siguientes.

    Al llegar a la escuela, bajó rápidamente y encaminó a su salón de clases. No hablaba demasiado con los demás, de vez en cuando cruzaba palabras con algunas chicas y sus amigos realmente no eran amigos. Solo lo trataban bien por su ligera posición escolar. No quería, además, que alguien le hablara.

     En su burbuja solo cabía una persona: él mismo... Bueno. En su burbuja solo había espacio para dos personas: él, y él mismo.

     — Hola, TaeHyung.

     El castaño giró sobre su propio eje y se encontró con la dulce mirada de Jimin, el sueño andante de la escuela y a quien por cierto apenas podía mirar. Intentó regresar el gesto, pero algo dentro de él simplemente no se lo permitió. Dio un paso hacia atrás y agitó la mano.

    — Jimin, hola.

    — ¿Sabes? He estado pensándolo un par de veces y creo que tienes mucho potencial para tener novio y... Ya sabes. Ser popular 

    En el fondo, TaeHyung deseaba a que esa mínima intención desapareciera por completo. Por fuera, a diferencia de su interior, TaeHyung emitió una sonrisa sincera y movió la cabeza, seguido de un pequeño "gracias".

    Dio media vuelta una vez más queriendo zafarse del problema, pero Jimin lo tomó de la mano y lo jaló de vuelta hacia donde estaban. La mirada suplicante y espantosa de TaeHyung no fue suficiente para que el rubio lo dejara en paz. Muy lejano a eso, lo enrolló entre sus brazos; encaminándose a los baños. TaeHyung no tenía nada en la cabeza, nada más que unos mil pensamientos degradantes hacia su persona, y otros diez sentimientos asfixiantes que lo hacían permanecer callado mientras lo arrastraban hacia donde sea que Jimin quisiese ir.

     — Es más, justo ahora vamos a arreglarte.

     En el baño las cosas se salieron de control. No pudo evitar sentirse nervioso cada vez que Jimin estaba cerca de él. Al quedarse quieto, él tenía libre capacidad de hacer y deshacer; el rubio removía cosas en la barra del lavabo y revolvía su cabello después de ponerle agua. Le ponía accesorios en las muñecas, acomodando de aquí a allá su ropa para hacerlo ver mejor.

     — No creo que esto sea buena idea —susurra TaeHyung al oír la campana del primer descanso.

     La clase del día había pasado y él no estaba. En cambio, tenía a Jimin encima suyo, y no era nada más que la emoción amarga de tenerlo a su lado que lo abrumaba. Se sintió más nervioso de pronto; muchas mariposas comenzaban a invadir su estómago. ¿A caso se veía muy lindo? Jimin dejó todo de lado y se recargó en la pared, contento con su trabajo.

     — Definitivamente te ves mejor así. Ya eras lindo y ahora... Ahora estás...

     — Diferente —habla el castaño viéndose de arriba abajo con una sonrisa.

     Jimin lo toma del brazo una vez más, llevándoselo sin preguntar, y lo hace felizmente porque quería presumir lo que hizo con un simple modelo. TaeHyung sonrió y tomó la mochila que estaba a su lado, para encaminar con rubio Jimin, quien, ha de admitir no le había hecho ningún mal. En sus 17 años jamás se había sentido tan bonito como para querer caminar entre todos con una de esas sonrisas poco comunes en él. ¡Se sentía genial!

     Todos lo miraban, todos le sonreían. ¿Eso era lo que sentía Jimin al ser popular? ¿Era así de lindo cuando Jimin entraba por las puertas de la escuela? Por medio segundo, sintió envidia. Y luego lo recordó a él. Era posible que por una maldita vez él viera más allá de ese cabello castaño y la sonrisita de niño. Tae cerró los ojos al imaginarlo de frente con una sonrisa.

     — ¡Vean que lindo está Tae hoy! —grita Jimin enfrente de todos.

    Los de la mesa voltean confundidos. Por primera vez, TaeHyung cae en cuenta de su posición. Estaba enfrente de ellos, de él, una vez más el alma sincera de Jimin lo llevó a aquello. Se sintió avergonzado, deseó ahogarse en el mar de inseguridades que crecían en él. No soportó la mirada de aquellos individuos. De él.

    ¿Qué estaría pensando él? ¿Estaría pensando que era lindo? ¿Por primera vez podría verlo como más que un saco para golpear?

    — ¿Es TaeHyung?

    — De qué hablas, ¡claro que sí! Debajo de todo eso que es hermoso, había oro en bruto.

    Jackson suelta una risa antes de ver  la expresión de Jennie, quien le sonríe a Jimin de nuevo. TaeHyung alza la vista, cruzando los ojos con cada uno de ellos. Sus ojos se topan con esos orbes oscuros que emitían luz propia, parecían felices, contentos, satisfechos. Entonces, TaeHyung le sonrió a JungKook. El pelinegro mantuvo su expresión seria y despreocupada antes de mirar de arriba abajo al castaño. Se recargó hacia atrás y suspiró.

    — Nada mal —dijo el pelinegro.

(...)

Su corazón acelerado y las emociones incrementaban cada vez recordaba las palabras y aquella mirada fija. TaeHyung se sentía en las nubes como un chiquillo que tenía algo nuevo entre sus manos. Se sentía feliz. Y quería seguir recostado sobre el pasto lo que restaban de las clases. Suspiró tranquilo y cerró los ojos.

   ¡A JungKook le gustó! Si, bien. No lo dijo de esa manera pero al menos no le había desagradado. El sentimiento estaba intacto al igual que sus ojos cerrados. La sombra de alguien hizo que el sol fuera debilitado en su sensible vista. Así que abrió los ojos, encontrándose con aquel rostro causante de sus más serios problemas.

    JungKook estaba ahí de pie frente a él, y de inmediato tomó asiento. Provocó que el castaño se sentara también. La incomodidad invadió a TaeHyung, que soltó un suspiro inconstante y miró de reojo al pelinegro. Las mariposas de repente le dieron un mal malestar que lo hizo ponerse de un mal humor ligero.

    — ¿Qué demonios dejaste que te hicieran?

    Las primeras palabras impactan al castaño, que mira dudoso al pelinegro antes de tocar un poco su cabello sin saber bien cómo reaccionar.

    — ¿No te gusta?

    JungKook lo mira resentido, y se da buen la vuelta hasta quedar frente a frente. Mira por un instante al chico y suspira. La mano del azabache va hasta el cabello hecho un alboroto, y lo acomoda. Tal y como siempre había estado, en orden. También abotona su camisa a como siempre la había visto. Quita un poco del carmesí en sus labios por más apetitosos que los hicieran. JungKook transformó de nuevo al TaeHyung que solía ver.

    — Es raro verte como otra persona, ¿sabes? —cuestiona esmerado el azabache.

    Le agradaba más ese JungKook.

    — Creí que te había gustado —TaeHyung se siente estúpido en el instante.

    Que JungKook lo tratara bien exactamente enfrente de los demás era algo que no solía pasar muy a menudo.

    — Sí, era lindo —admite el azabache—. Pero lucías como otra persona... Como Jimin.

    — Creí que te gustaba Jimin.

    JungKook se detiene en el mismo instante que oye eso, y sin saber por qué, se da vuelta hasta quedar viendo hasta el frente. Se queda en silencio por un instante antes de sonreírle al castaño.

    — Sabes que sí.

    — Lo sé. También a mí me gustaría. Es tan... Malditamente amable —habla TaeHyung con algo de envidia.

    Pasea un rato la vista ante ese perfil maravilloso que adoraba. Amaba ver a JungKook así. Tan tranquilo, como si los hilos de siempre cayeran de poco en poco. Una vez más quedaron callados. No querían hablar y el momento era de nuevo tan incómodo. Todo era a causa de la situación.

    TaeHyung odiaba la mitad de su vida por esa causa. La mierda de situación.

   — ¿Cómo supiste que estaba aquí, JungKook?

    — Bromeas —suelta seco el pelinegro—. Desde que tienes catorce vienes aquí.

    Los catorce años en la vida de ambos fue un problema. Las cosas se complicaban cada vez más, y todo siempre resultaba en situaciones que empeoraban su vida.

    — Sí. Entiendo.

    Entendía que recordara eso. TaeHyung y JungKook tenían algo. Que era difícil de aceptar. Todo el círculo social, los amigos y familiares eran una complicación. TaeHyung a menudo se preguntaba cómo alguien que lo hacía sentir tan mal tenía la misma capacidad de hacerlo sentir tan bien. ¿Era inhumano? Hasta el hueso.

    JungKook mira a TaeHyung, capta su atención en pocos segundos. El castaño está callado, mirándolo con paciencia y lástima. JungKook no puede evitarlo. Alza la mano, posándola en la mejilla del chico. El frío tacto con aquella piel sedosa provoca una fricción incomparable.

    — Te ves mejor sin cosas encima tuyo —confiesa el azabache. Su tono es plano, pero denota sinceridad—. Me gustas más así.

    La palabra gustar. Una vez JungKook le dijo que esa palabra era tan universal. Tan común y corriente. Que cualquiera podría usarla. Que no era especial y que para él no significaba nada.

     Sí. Y a pesar de eso, TaeHyung le sonrió.

    El momento era perfecto. La situación también. JungKook dejó que algo muy dentro de él le ganara. Los ojos del chico lee hicieron titubear pero terminó inclinándose hacia el frente. JungKook lo besaría, y TaeHyung esperaba eso. Cerró los ojos, nervioso por sentir los labios rojizos del chico.

    En el instante en que perfectamente sus labios iban a unirse, algo los sacó de esa realidad. JungKook se detuvo y retiró la mano de la mejilla del chico. El castaño abrió los ojos confundido y herido. Miró la expresión del pelinegro delante suyo. Quiso llorar pero se tragó sus lágrimas. Su orgullo y todo lo que demostrara cuán herido estaba.

     — Es hora de ir a clases —le dijo JungKook.

     El pelinegro se puso de pie en ese instante. TaeHyung lo siguió con la mirada. Todas sus acciones y la manera en la que su mirada se transformaba. Odiaba a ese JungKook.

    El azabache se inclinó un poco y revolvió los cabellos del chico. TaeHyung lo miró fijamente.

     — Nos vemos en casa —habló JungKook—, hermanito.

    Y sin decir nada más, dio media vuelta al ponerse de pie para irse.

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