Capítulo Cuatro
TaeHyung come en silencio mientras que sus hablan pacientemente con el rubio sentado justo enfrente, y aunque no quería prestarles la más mínima atención, lo cierto es que muy a sus adentros estaba escuchando.
JungKook le sonríe desbordante a sus padres, porque hacía un tiempo que no presentaba a alguien como su pareja. Los señores Jeon aceptaban con mucha felicidad a las parejas de sus hijos, o más bien, de uno de los dos. JungKook era el que había llevado algunos novios (un par de chicas, y varios chicos). TaeHyung no, realmente jamás habían escuchado por parte de él que gustara de alguien o le llamara la atención, chico o chica, mayores o menores. Los señores Jeon se preocupaban por su hijo mayor. Temían que fuera demasiado modesto y callado, tanto así como para no tener pareja, o algo parecido... De hecho, últimamente TaeHyung era un tanto solitario.
— Jimin, nos alegra mucho que hayas venido. JungKook casi no trae a nadie a casa —suelta feliz la señora mientras mira atenta a su hijo.
TaeHyung se cohíbe en su lugar sintiéndose mal por hacer que su mamá pensara que JungKook nunca llevaba a nadie a la casa, cuando era todo lo contrario. Lamentablemente, su corazón no le permitiría decir algo que perjudicara en algún sentido a JungKook, tampoco diría nada de las muchas personas que habían entrado a la casa; o de las veces que. cuando eran unos pocos años menores, JungKook metía a chicas y chicos solo para un rato de sexo y luego los dejaba fuera de la casa.
— Es un gusto volver a verlos —admite el rubio—. Casi no recordaba su casa.
TaeHyung mira por un segundo al chico y se pregunta, ¿cómo alguien que fue tan malo ahora lucía ser su propio ejemplo a seguir? Sim embargo, sabía que no era nada más que un pensamiento derivado de su envidia.
— Hemos remodelado bastante —dice el señor.
— De muy buen gusto. Me alegra merendar con ustedes —dice.
JungKook mira a TaeHyung por un instante, consiguiendo la atención de aquellos ojos repletos de una emoción irreconocible. Durante medio segundo, los dos se observan con la clase de mirada desentendida que los hundía en sus mundos, pero en cuanto el pelinegro cae en cuenta de la persecución sinsentido que tenían, suspiró viendo a su madre de corrido; logrando así que Tae se interese aún menos por la comida, su apetito desaparecía a lo largo de los días desde que Jimin llegaba a su casa todos los días, y JungKook iba con él, como si no existiera nada más.
Era horrible ver que se llevaban lo que tú tanto amas y anhelas.
En un segundo, las emociones de TaeHyung se vieron en un descenso que consiguió hacer que todas sus acciones y su rostro se transformaran. Estaba dolido, tenía ganas de llorar y, sobre todo, sentía que a su corazón le empezaban a fallar el resistol y la cinta adhesiva.
— ¿No te sucedió algo hoy en la escuela, TaeHyung?
La voz de JungKook lo saca de sus pensamientos, era un efecto molesto el ser tan obediente, arruinaba su propio orgullo y aceleraba su pulso. Levantó la vista, viendo los pares de ojos expectantes a que respondiera la estúpida pregunta; no obstante, no quiere responder. Qué importaba, de todas maneras siempre tenía problemas y a nadie le interesaban.
— No.
— ¿Seguro? —cuestiona JungKook con una ceja alzada. TaeHyung niega de nuevo, consiguiendo que JungKook mueva los ojos incómodo—. Oí que TaeHyung esta vez obtuvo la mejor nota en matemáticas.
Ha hecho que sus padres sonrían orgullosos del mayor de sus hijos, el que curiosamente no era problemático y se caracterizaba por ser calmado, pero TaeHyung odia que JungKook cuente cosas que específicamente no quería decir.
— Siempre pasa eso —anuncia el hermano mayor, abrumado—. Siempre tengo la mejor nota.
— ¿Y qué? Es bueno, de nuevo —recalca JungKook—. TaeHyung también ha-
— ¿Puedes dejar de meterte en asuntos que te importan en lo más jodido mínimo?
JungKook cambia su expresión a una dura, por la manera en la que su hermanastro le ha hablado. TaeHyung estaba hablando de una forma demasiado distinta, con fuerza en la garganta y brillo en sus ojos, mucho brillo. Pero eso no es lo que le molesta, en realidad está enojado con su propia reacción y con sus propios pensamientos. JungKook quería ser un buen hermano menor, presumir a su mayor, y hacerlo sentir bien. Entonces, ¿por qué no simplemente se enojaba como su hermano? ¿Por qué, en cambio, odiaba escuchar ese tono de fastidio? JungKook siente la herida abrirse de nuevo.
— ¿No quieres que lo haga? —menciona JungKook enojado—. ¡Pues bien! Sigue siendo el maldito idiota irrelevante de esta familia.
Los señores miran a sus hijos anonadados, pues esas discusiones eran completamente nuevas ante sus ojos. Jimin posa una mano en el hombro de su novio, y lo hace calmarse.
— Cálmate, cariño.
TaeHyung, al borde de las lágrimas, dirige los ojos hacia aquella mano posada sobre el hombro de JungKook, para después mirar al azabache a los ojos y distinguir aquel color oscuro que los invaden siempre que está al borde de su límite. Se levanta, incómodo, moviendo el plato sin terminar hacia delante y lanzando la servilleta por ahí.
— Terminé —anuncia—. Lo lamento mamá, papá. Iré a mi habitación.
[...]
Entonces, amar a la persona incorrecta era lo que su corazón deseaba. Un mar de agonía, dolor y resignación; en el cual flotaba reconociendo sus errores, pero más enmarcando los malos tratos que recibía. Era tan masoquista, porque aunque lloraba amargamente en su habitación, no dejaba de quererlo. ¿Esa era la manera en la que siempre todo sería? Siempre corriendo detrás de él, aventándose ciegamente a la felicidad cuando era el invierno más frío que congelaría su corazón. ¿Era su destino? ¿Vivir roto desde el fondo era su futuro?
Tres toques en su puerta lo alertaron, y rápidamente su estómago dolió. Se sentó, limpiándose las lágrimas un poco, y dudando en abrir. No quería hacerlo, quien fuera que fuera, sería detestable. No tenía tiempo para lidiar con su mamá, tampoco con su padrastro quien intentaría desprevenidamente sacarle la verdad y fallaría.
— ¿Quién es?
— Déjame pasar —la voz dura de su hermano hizo que quisiera llorar.
Esa voz detestable. Era posible odiar a alguien y quererlo tanto a la vez, él mismo era la prueba viviente de que, aunque el corazón y el cerebro dependieran uno del otro, podían sentir individualmente.
— No. Largo. No quiero verte ahora.
— Necesito que me ayudes en algo —vuelve a pedir suavizando su tono. El castaño se pone de pie, casi automáticamente y pega la frente a la puerta cerrada—. Por favor, te necesito.
Leal. El recuerdo se le viene a la mente como un balde de agua fría, pero sin poder revivirlo por completo, había olvidado ese sentimiento de vergüenza y arrepentimiento. JungKook le hizo prometerle la cosa más estúpida del mundo, una promesa infantil que cargaría hasta el fin de sus días. JungKook le hizo prometer que siempre le iba a ser leal, fiel, que siempre estaría ahí para él, en las buenas, las malas y en las peores; en la salud y en la enfermedad, en el amor... o en el odio.
En cuanto TaeHyung abre la puerta, JungKook le sonríe tan falso como cada vez que necesita un estúpido favor, sin embargo no recibe respuesta; solo la mirada muerta de un chico que desearía ahogarse en sus penas.
— ¿Qué quieres?
¿Algún día JungKook realmente lo necesitaría? Ojalá. Pero ese no era el día.
— Necesito usar tu ventana para salir.
— ¿Por qué debería de prestarte mi ventana?
— Porque eres un buen chico. Y amable, y lindo y bueno conmigo. ¿No?
Era tan débil, tan idiota. Y él era tan malo, lo odiaba, odiaba que él lo manipulara a su gusto con su tono de voz, con las miradas egoístas y sus interés falso. Odiaba que él creyera que siempre estaría a su lado, que JungKook se sintiera superior, también repudiaba eso.
Pero odiaba más...
— P-pero...
Sí, odiaba demasiado más, muchísimo más, que él tuviera tanta maldita razón.
— Por favor —dice JungKook. Toma entre sus brazos al castaño, y lo aprieta contra su cuerpo.
TaeHyung siente la calidez de su hermanastro. Siente aquella piel que adoraba, y esa esencia que le hacía sentir flotando en el cielo, como si fuese feliz, como si su corazón no fuese una caja de sentimientos detestables. El abrazo de JungKook cansó sus sentidos y los hizo inútiles.
— Bien.
— Gracias —dice el azabache entrando de lleno. Se acerca al ventanal de su hermano, y se coloca para bajar cauteloso. Antes de desaparecer hacia abajo, mira a TaeHyung—. Lo lamento, pero yo...
Los dos mantienen una mirada tensa, incómoda, como si supieran lo que venía después de ese mismo instante, sabiendo que las cosas funcionan de una forma compleja e injusta. TaeHyung quiere llorar por verlo ahí cuando le había hecho tanto daño. Él era malo, malo para su sistema. Era un patán que lo usaba, y él lo seguía permitiendo. La situación era de burla, porque su idiotez se extendía.
TaeHyung quería dejarlo, irse y olvidarlo. Pero era aún más difícil eso a intentar dejar de quererlo.
— Solo vete, JungKook.
— ¿Sabes que te quiero?
— No lo haces —dice TaeHyung bajito—. Pero yo a ti... También.
Entonces, las mentiras resultaron ser mejores que el pegamento o la cinta adhesiva. Su corazón volvió a la normalidad: roto y melancólico, pero completamente recompuesto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro