Setenta y ocho
Tenía setenta y ocho minutos para sobrevivir.
Faltaban setenta y ocho minutos para la media noche y una parte de Yoongi estaba asustada mientras que la otra ya se sentía entumecida. Si era algo inevitable ¿Qué había en todo aquello? ¿Para qué asustarse y esconderse? Él no tenía oportunidad en cualquier caso.
Si la tienes, solo tienes que rogar porque no te encuentre y se vaya.
La brisa fresca no era lo suficientemente fuerte como para hacer que las ramas golpearan las ventanas y por consecuente la casa estaba sumida en el silencio más absurdo que lo consumía en su estado de ansiedad.
Estaba sólo siendo paranoico, pero aquel texto de su antigua pareja diciéndole que iría esa noche, lo tenía un poco al borde y, aunque cerrara los ojos a lo que no quisiera ver, el temor no se hacía inexistente.
Llamó a la policía pero dijeron que aquello no era una amenaza, que no podrían hacer nada –como si alguna vez hicieran algo–y su familia no fue de más ayuda, realmente.
Solo podía aferrarse a su teléfono en la oscuridad de su habitación, sosteniendo entre su pecho y su espalda el mensaje de Seokjin diciéndole que no se preocupara, que estaría allí a media noche y le haría compañía.
Ahora faltaban setenta y seis minutos para la media noche, su hyung llegaría y juntos le harían frente a la situación.
¿Fue un error? ¿Y si su ex le hacía algo a Jin hyung? No podría soportarlo, preferiría morir cien veces antes de siquiera pensar en que algo le pasara a Seokjin.
Cerró los ojos y las imágenes de lo que aquel otro hombre era capaz de hacer lo asaltaron como ráfagas de viento helado.
Viene por mí, Viene por mí
Algo sonó en el piso de abajo. Parecía que se arrastraba despacio por el suelo de madera antigua pero no se movía muy lejos. Era un vaivén que se sentía en algún lugar entre la base de las escaleras y la entrada de la cocina y se oía como metal contra el piso, un arrastre diminuto que turbaba la taciturnidad de la noche y lo hacía sentir como si los rasguños del suelo fuesen caricias heladas en su piel.
Como uñas arrastrándose por mis brazos.
Su imaginación revoltosa le envió pensamientos oscuros sobre monstruos, humo, demonios y fantasmas, y el temblor en sus manos se hizo más vehemente al punto de torcer sus dedos en cuestión de segundos, agarrotando los pequeños huesos de sus dígitos alrededor del aparato.
Respiraba con calma para evitar que el vaho que saliera por su boca advirtiera de su presencia mientras las luces apagadas de toda la casa le recriminaban su propio temor. Él pensará que no estoy, pensará que la casa está vacía y no verá nada...igual que yo tampoco veo nada.
Las pequeñas ondulaciones de su cabello azabache se pegaban a su frente y solo entonces advirtió el sudor que comenzaba a cubrirle todo el cuerpo, goteando aquí y allá, inundando del olor de su zozobra cada centímetro de las cuatro paredes que lo aprisionaban.
El pequeño rastro de temor que incendiaba la mitad de su cerebro comenzó a esparcirse como la peste negra, tan rápido hasta alcanzar niveles preocupantes que amenazaban con quebrar su aliento ya de por si tembloroso y hacerlo desplomarse.
Inclinado sobre sí mismo como estaba, la cama en la mitad de la habitación cubría su penoso cuerpo acurrucado en el suelo frío. Sus ojos tan abiertos y aun así tan inútiles para darle una pista de cualquier cosa.
Se arrastró con cuidado, un centímetro por minuto hasta quedar totalmente por debajo de la estructura acolchonada y mirar directamente hacia la rendija de la puerta, sosteniendo aun el teléfono y su temperatura corporal distorsionada por el calor que emanaba la cama.
Tenía sesenta y tres minutos para sobrevivir.
Él llegaría en sesenta y tres minutos y Yoongi estaría a salvo.
De alguna manera Seokjin hyung siempre lograba hacer que las cosas malas no sucedieran, que él estuviera a salvo. ¿Sería así esta vez? Jin era como una brisa fresca en su corazón que lo colmaba todo de su olor y su sonrisa, haciéndolo caer precipitado por la pendiente que llevaba su nombre.
Era su polo a tierra que en esos momentos lo mantenía alerta.
Pero ¿sabes esas cosas malas que le pasan a la gente buena? Yoongi era una de ellas, donde quiera que estuviera, hiciera lo que hiciera. Los problemas lo arrastraban tan profundo y, sin ninguna duda.
Y su hyung se arrastraba con él, saliendo siempre lastimado.
No, esta vez no, Yoongi sobreviviría antes de que Seokjin llegara. Él estaría bien.
Pero entonces otro sonido lo sobresaltó casi logrando que el celular cayera de sus manos. Lo sostuvo con más fuerza y miró desde el suelo bajo la cama hacia la puerta y, paralizado como estaba, escuchó con atención, reteniendo su respiración.
El sonido era parecido a la pequeña campana de viento que su madre había colgado en la puerta de la cocina que daba al patio cuando él tenía solo un mes de haberse mudado solo. Era un sonido tan delicado y minúsculo que le sorprendió haberlo escuchado hasta el segundo piso.
No es nada, ha sido la brisa. No es nada, ha sido la...brisa.
Respiró hondo y se dijo a sí mismo que tenía que salir de ahí, no encerrarse a él mismo como una rata estúpida.
Pero su mente atribulada y su corazón turbulento le enviaban fragmentos de moretones y sangre en su cuerpo que no estaban allí pero que podía sentir lacerando sus músculos con fuerza hasta que su cerebro intentara dejar de razonar.
El pánico que se instalaba en las profundidades de su estómago arañaba la superficie para abrirse paso por sus vísceras, dejándolo tan petrificado que hasta su propia respiración se detuvo.
Volvió a cerrar los ojos y se dijo a sí mismo que aquello no era real.
Con cuidado, comenzó a deslizarse por fuera de la cama, tan despacio que ni siquiera el roce de sus ropas contra la madera del piso era audible. Sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad pero aun así le era difícil mirar más allá de su propia mano.
Una vez su cuerpo estuvo por fuera de su prisión de calor se puso de pie y, descalzo, encaminó hacia la puerta, extendiendo su mano libre con todo el cuidado que pudo obtener hasta que las yemas de sus dedos rozaron las pequeñas astillas de la puerta blanca que lo separaba del pasillo. Agradeció a todos los dioses en los que no creía por haber engrasado las puertas unos días atrás y, con otra retención del aliento, aferró la manija de pasta y le dio la vuelta.
Pausadamente deslizó el celular en el bolsillo de su sudadera y soltó el aire caliente que se arremolinó frente a su rostro.
Abrió la puerta solo unos centímetros, ¿Qué hay detrás?
Asomó su rostro por el espacio milimétrico que había dejado y la oscuridad profunda lo saludó con gracia. El pasillo silencioso estaba tan negro como sus propios ojos y el aire frío que entró a la habitación le heló la sangre.
Amplió con paciencia la ranura que había abierto hasta que el espacio se había expandido lo suficiente como para darle paso a su cuerpo inmovilizado.
Casi pudo sentir como la adrenalina se regaba por todo su cuerpo, dilatando sus pupilas para dejar entrar más la escaza luz, haciendo que sus pulsaciones fueran tan rápidas que sus músculos temblaban y su cabeza palpitaba tan fuerte que temía que el sonido se escapase por las paredes de su cráneo.
La casa está sola, la casa está sola
Salió al pasillo, un paso a la vez, dejando un margen de tiempo entre cada movimiento y su espalda tan unida a la pared que bien podía haberse fundido con la misma.
Sentía cómo su mandíbula empezaba a doler de lo apretada que estaba y sus manos bailaron hacia el móvil para verificar la hora, teniendo especial cuidado de que la luz de la pantalla no traspasara demasiado.
Faltaban cincuenta minutos para la media noche.
El sudor se deslizaba por todo su cuerpo y lo hacían temblar con el aire que traspasaba sus ropas a medida que se acercaba a la cima de la escalera.
Yoongi tenía que descender, como si del infierno se tratase, llegar hasta el pasillo que daba a la entrada y tomar sus llaves para poder salir de la casa. Para él era más seguro y menos expuesto dejar su hogar por la puerta de la cocina, sin embargo, aquello suponía atravesar toda la casa y era una posición que lo hacía estremecer.
Tomó todo el aliento que pudo y empezó a bajar, despacio, haciendo el menor ruido y esfuerzo porque su miedo ya le había arrebatado toda la energía.
Con cada paso que daba una porción del miedo iba amainando y su seguridad ascendía hasta querer hacerlo correr.
Su pie tocó el último escalón y cada luz de la casa se encendió cegándolo momentáneamente, dejándolo estático en su lugar, con la mirada fija al frente, observando a su verdugo quien vestía de traje elegante a solo metros de su cuerpo, sosteniendo un bate de metal contra su hombro y una expresión predadora en su rostro que brotaba deseo.
—Yoon-ah —sonrió —por fin saliste a jugar
Yoongi no supo si fue la adrenalina combinada con su mero instinto de supervivencia, pero le quedaban cuarenta y dos minutos para sobrevivir y él se había lanzado a correr.
Sentía los pasos tan cerca, demasiado cerca, y cosas que se estrellaban y voces y gritos que se agolpaban en su cerebro enajenado que solo quería escapar intentando sacar su teléfono del bolsillo para llamar a la policía.
Sus sollozos se hacían cada vez más fuertes y la cocina tan lejana de repente desapareció de su visión cuando un cuerpo pesado derribo el suyo débil contra el suelo en un ruido sordo que le arrebató todo el aire de los pulmones.
—No debiste haberme denunciado Yoon-ah —escupió en su rostro mientras el bate aprisionaba la garganta de Yoongi, dejando marcas violáceas rápidamente en la piel blanquecina. El cuerpo más grande del hombre mantenía el suyo contra la madera sin dejarle mucho margen para retorcerse mientras intentaba sacar los brazos debajo de su cuerpo.
—S-Suel... suelta-me —sus ojos se llenaron de lágrimas por la falta de aire y las pulsaciones de su corazón daban la impresión de que lo harían explotar en cualquier momento
No quiero morir, no quiero morir
—Eres una pequeña mierda
Se acercó al rostro debajo de él y plantó un beso seco en su frente para luego separarse con lentitud y sonreírle.
Pausadamente ejerció mayor presión en el bate, impidiendo que el aire ingresara al cuerpo de Yoongi y cuando este empezaba a ponerse morado, lo elevaba, permitiéndole el acceso hasta recuperarse para después continuar su juego. Dejándolo al borde de la inconsciencia y luego trayéndolo de vuelta.
Media hora para sobrevivir, solo media hora.
Sintió a medias la vibración del aparato que llevaba en el bolsillo pero su mente se había alejado lo suficiente para no captarlo, aceptando el destino inminente mientras su corazón poco a poco se ralentizaba y le daba un último vistazo de su vida, acompañado de los jadeos enfurecidos del hombre encima de su cuerpo inservible.
Un puñetazo llegó, y luego otro.
Sintió las lágrimas confundirse con la sangre que brotaba de su piel desgarrada y como todo lo comenzaba a ver rojo.
Diez minutos para sobrevivir.
Lo contaba en su cabeza, segundo a segundo.
Pero su pulso cada vez llegaba más rápido a un punto muerto y no podía decir si había alguna parte de su cuerpo que aun sintiera.
Despidiendo su último aliento, le dedicó un pensamiento efímero a su hyung, su pareja, su mejor amigo y deseó poder verlo por última vez.
Sonrió en su intento de sobrevivir mientras el rostro de quien más amaba bailaba por encima de su cabeza en su imaginación, haciéndolo recordar las promesas, los pequeños besos, el último te amo que él no respondió adecuadamente.
El rostro de Seokjin giraba sobre el suyo tan cerca y tan lejano que no podía alcanzarlo.
Pero entonces esa imagen se volvió tan real que pensó por un momento que ya había muerto.
Un segundo después el aire estaba volviendo a su cuerpo de golpe y tan rápido que lo dejó mareado y confuso.
No podía saberlo pero escuchaba sonidos grotescos de carne contra carne y jadeos y más gritos y más cosas quebrándose justo a un lado de su propio cuerpo, pero no podía moverse, sus movimientos ya no le pertenecían.
Un segundo después, o un minuto o cien, cuando su cuerpo inmóvil era levantado en brazos más fuertes fue que reconoció el sonido de una ambulancia y una sirena de patrulla en algún lugar cerca al suyo.
Agua salada caía sobre su rostro y sus labios entreabiertos cuando sus pupilas comenzaron a levantarse con dificultad
—Ah —susurró con dificultad y dudaba con creces de que el daño en su garganta permitiera que sus palabras fuesen entendibles —estás aquí...mi novio el policía —Jin aferró su delgado cuerpo en sus brazos mientras escuchaba voces de paramédicos que pedían llevárselo de allí. Yoongi sonrió cuando la calidez del cuerpo ajeno envolvió el suyo haciéndolo ignorar las laceraciones de su piel.
—Yoon —murmuraba casi incoherente el otro —Yoon
Y él lo escuchaba, fuerte y claro, intentando recuperar algo de sus funciones básicas.
Sobreviví, sobreviví
—Llegaste un minuto antes de las doce, hyung
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