Lembrança
Recuerdo...
"a lembrança da felicidade não é mais felicidade; a lembrança da dor ainda é dor." (Lord Byron)
«Francisca de T...»
¿A qué le temes tanto?, Al recuerdo equivocado o al olvido que siempre estuvo ahí, dime... ¿Qué estarías dispuesto a hacer para que lo supiera?
Las memorias en su mente están intactas, permanecen impasibles ante el paso lento y tortuoso del tiempo que presuroso avanza sin detenerse ni volver la vista atrás; yacen imperturbables por el inmenso pesar que carga sobre sus hombros; esperan pacientes a ser liberadas, buscan entre aquellas revueltas ideas un pequeño hueco por dónde salir y decirle a aquel muchacho que se ha empeñado en esconderlas: "Aquí estamos", sin embargo, las barreras que a puesto son demasiado gruesas, impenetrables, irrompibles y no obstante, aquellos infantiles recuerdos permanecen aún ahí, ocultos, empequeñecidos, reducidos apenas a sueños distantes que más bien parecen recuerdos borrosos de la época en la que era feliz aún sin saberlo.
Ha hecho hasta lo imposible por mantenerse firme en su decisión y fiel a su deber pero... es tan injusto... la vida es injusta y el amor mucho más, puesto que por más que se empeña en deshacerse de aquello que siente, pareciera que su mente y su corazón se empeñan en crecer aquel sentimiento que no hace más, según él, que causarle problemas irreversibles de los cuales, en algún punto, se arrepentirá de tener... o quizá... de eso es de lo que quiere convencerse, de lo que está seguro sentir aberración, no obstante, sabe, muy en el fondo que no es así, Francisca tiene miedo, Francisca oculta lo que siente porque el deber es primero o eso es lo que dice... eso es lo que le han dicho... eso es de lo que trata de convencerse...
Círculos y más círculos, círculos sin principio ni fin, unidos unos a otros, entrelazados en un laberinto extraño que no tiene ni pies ni cabeza, envueltos en un sinfín de palabras que resuenan en aquellos pensamientos haciendo ruido y silencio, bullicio y sigilo, atravesando de aquí para allá solo para atormentar a su dueño, mortifican al muchacho castaño con el recuerdo del anónimo amante que permanece desplazado por la duda, el dolor y el par de ilusiones estrelladas que rodean su nombre, su imagen, su voz... a él. También hablan, aquellos círculos de recuerdos hablan, los malditos hacen resonar sus chillantes gritos y lo ensordecen, lo afligen y amenazan con no callarse pero parece que Francisca no les da importancia ni atención.
En aquella noche dónde las estrellas danzan alrededor de la luna al son de los canticos nocturnos de las aves, Francisca recuerda... trae al presente su pasado, la chispa que se instaló en su corazón aquel día... lo tiene presente, era apenas un niño cuando sus pequeños pies pisaron suelo griego, suelo sagrado, suelo bendecido por aquella diosa de la que solo había escuchado un par de historias y que lo llamaba aún sin saber su nombre, aún sin entender que él era solo un huérfano sin futuro cuyo cuerpo había sido mallugado por la tan corta vida que llevaba; y luego se ve así mismo fingiendo no importarle sentir dolor, alzando la mirada a los cielos y rogándole a los dioses que aquello no acabara nunca...
Era apenas un niño cuando imploró a las divinidades que aquello fuese eterno... él en su inocencia había rogado por una eternidad en aquel lugar de piedra caliza que poco a poco se iba transformando en su hogar, en lo único que conocía y recordaba, en sus días de felicidad y en aquello que creyó, era apenas un sentimiento fraterno, una pequeña sensación remolineando en su ser cuando le veía, cuando sus ojos verdes le miraban desde la lejanía. Y su infantil silueta se acerca al agujero en su mente, al espacio en blanco de sus recuerdos, se detiene frente a él, la figura de aquel que no ha de ser conocido, apenas roza sus manos y lo transporta a aquella tarde de abril dónde yacía, ingenuo, entrelazando su mano con la de aquel moreno.
Abre los ojos, los destellos intermitentes de aquella remembranza parecen traer algo oculto, era como si el destino mismo lo encaminase a permanecer a su lado la mayor parte del tiempo, era como si el hilo que tejen las moiras lo condujera, sin que pudiera poner resistencia, a permanecer encandilado con aquel par de ojos; era como si la voz de su diosa le susurrara al oído que fuese tras el indeterminado amante, cuya edad en aquella época, no pasaba los 10 años. Y hora, todo aquello parecía distante, confuso, ausente... opacado por las palabras de siempre, disminuido apenas a un nebuloso deseo que parecía ser, en gran medida, utópico; piensa, entre su cansancio, que... ¡no!, sacude la cabeza e intenta olvidarse de aquello.
Vuelve su mirada hacia la pared, a esa fría construcción que limita su vista, escucha pasos en el interior de su templo, siente su energía, su cosmo, el eco que hacen sus pies en el suelo y como el sonido del roce mismo de la armadura se expande por todos y cada uno de los pilares que sostienen el techo. El anfitrión ensimismado ha guardado silencio y finge dormir. El visitante sabe que el silencio sepulcral que escucha y que se ensancha en su ser no es más que la mentira piadosa que ocupa Francisca para evitar su encuentro; camina hasta dónde sabe, está la entrada a la habitación del castaño quien se mantiene en quietud apócrifa.
Su espalda, junto al peso de la armadura, se estampan en la fría pared que parece estremecerse por aquella acción, suspira intentando deshacer el nudo que se ha formado en su garganta, justo a la misma altura de su manzana de adán que no deja de moverse de arriba hacia abajo; él desconocido inquilino ha recordado, ha hecho memoria y de ella han salido un sin fin de recuerdos que lo han llevado a estar parado en el lugar en el que ahora está de píe, esperando a que su valentía sea suficiente para hablar; pero parece que no es lo que espera, se ha mordido el labio y mira de un lado para otro, como esperando a que alguien le llame y lo salve... para su desgracia nadie acude a su auxilio.
Por fin, despues de un largo silencio, se decide a hablar. — Francisca... — el nombre del castaño sale pausado, como si partiera el vocativo en cada una de sus silabas "Fran ... cis. ..ca", con lentitud y un deje de amabilidad — sé que no quieres hablar conmigo, quizá fue por las cosas que dije — se detiene un poco, mide lo que dirá a continuación — lo siento, no quise lastimarte, nunca fue mi intención.
El silenció vuelve a reinar, era cierto, nunca fue su intención principal, había dicho que ellos no tenían derecho a imaginar un final feliz y que no había más gloria que la de morir por la humanidad y aunque se lo había dicho a Francisca, en realidad lo había dicho para si mismo, porque en realidad... porque en verdad.... y con certeza, estaba comenzando a ilusionarse de la misma manera, volvía a ser el pequeño moreno de ojos verdes que soñaba despierto tumbado en el pastizal imaginando que en un futuro... que su futuro podría ser feliz a lado de aquel a quien ama.
El corazón del dueño de aquel templo se acelera y la sangre le sube a las mejillas al escuchar su nombre en aquella voz que apenas llega a sus oídos, en aquel tono tranquilo y tembloroso que es igual al que recuerda de antaño, con ese tono trémulo que le parece tan conocido pero a la vez extraño. Ahoga su grito en la almohada para despues regresar a reservar sus palabras y sigue en espera que aquella voz continúe su discurso, está expectante a lo que dirá, a escuchar eso que tanto anhela en la misma medida que teme.
— Nunca debí responderte de esa manera, esas palabras nunca fueron para ti — se detuvo un poco antes que su voz se quebrara a causa de las lagrimas que amenazaban con escapar de ese par de ojos — quería convencerme de nuestra condición de guerreros no nos permitía ilusionarnos y tal vez no lo haga pero... eso no me da el derecho a lastimarte — se mantuvo suspirando un largo tiempo y al notar nula respuesta de su compañero emprendió el paso a la salida.
Su andar se desvanece una vez que sus pies tocan el primer escalón ascendente que le llevará a su hogar, entiende el desliz de Francisca y en cierto modo se aflige porque su indiferencia lo lastima, le duele en el alma el silencio que se ha formado entre los dos, recuerda con nostalgia marcada las infantiles vivencias que lo unían a Francisca en aquel pasado que parece tan lejano pero que a la vez es tan tangible como la piedra que ahora recorren sus dedos. Y es que, aquel misterioso caballero ha pensado en muchas ocasiones que el objeto de su deseo no lo desea de la misma manera y por ello trató de herirse, creyó que así se libraría de esos sentimientos pero tarde se dio cuenta que posiblemente había perjudicado a su amado.
Dentro del cuarto de piedra que yace iluminado apenas por la luz de la luna, el joven castaño permanece en silencio pero con un nudo en la garganta, le ha pedido perdón por algo que había escapado de sus manos y de lo que nunca se sintió ofendido pero de lo tampoco había tenido el valor para salir y decirle que sus palabras no habían tenido el efecto esperado... no obstante se sentía como un cobarde por no haberlo hecho que en un punto se golpeo mentalmente, giró en la cama y cerró los ojos con la esperanza de que aquellos recuerdos no se hicieran presentes.
...
Como anhelo decirte que mi corazón es tuyo, que lo tomes y lo guardes cerca del tuyo o dónde mejor te plazca, que solo en tus manos late tan fuerte y sin parar, que desde hace mucho tiempo se aprieta cuando estás cerca de mi, pero... si tan solo fuera a mi a quien quieres... pero tienes en las manos y en la mente cosas que no permiten que pienses en mi ni que me ames... y creí por un momento que lo imposible era posible, veo que... lo que podría haber sido fácil lo has hecho más difícil.
Solo míranos, hemos vuelto a ser un par de niños que se esconden tras los pilares y sé que llegará el día en el que abramos los ojos y nos habremos ido y yo me pregunto ¿Por qué creí por mucho tiempo que todo sería diferente? ¿he pensado que por tanto tiempo que sientes algo por mi?, tus ojos me dicen que lo sientes pero tus palabras no son más que puñales atravesando mi corazón. Quizá lo que vivimos en el pasado, solo sean los recuerdos de un par de infantes que se quedarán en el olvido tal vez para siempre.
...
¿A qué le temes tanto?
A su rechazo tal vez, o la finitud de lo que durara
Al recuerdo equivocado o al olvido que siempre estuvo ahí.
Es una posibilidad, todo eso me asusta.
Dime... ¿Qué estarías dispuesto a hacer para que lo supiera?
Tal vez, todo...
¿Qué es todo, Francisca de T...?
🐂🐂
He aquí otro capitulo, espero que les haya gustado y que vayan teniendo un poco más de claridad en cuanto a lo que nuestro torito siente y piensa.
La frase del principio dice: "el recuerdo de la felicidad no es más felicidad, el recuerdo del dolor sigue siendo dolor"
Dan R
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