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Ilusão...

Ilusión...

"A alma tem ilusões como as asas de um pássaro, é isso que a sustenta"* (Víctor Hugo).

»...«

¿Quién eres oh silueta, en el espejo?, ¿Porqué te pareces tanto a mi?.

Llevaba tanto tiempo pensando en lo que quería que pasara que quiza se había olvidado de quién era y de lo que representaba, se había enfrascado en la ilusión de ser alguien más, de ser solo Francisca... pero eso... eso solo pasaba en las noches en las que gozaba de un bullicioso silencio que traía consigo a su insomnio, a su desesperanza, a su desasosiego. Pensaba, pensaba y pensaba que quizá en un futuro no muy distante podría aspirar a eso que tanto... que tanto soñaba despierto, a esas mañanas dónde despertaría muy de mañana solo para ver a su lado y darse cuenta que ahí estaba él, con la respiración tranquila y con los ojos cerrados esperando...

Y de pronto... volvía del largo letargo ilusioriamente utópico para toparse con la realidad, con el ser que en verdad era, con lo que significaba estar ahí y se desvanecian aquellas esperanzas en un santiamén, en un abrir y cerrar de ojos volvía a recordar que no era solo Francisca... si no que, después de aquel nombre que era tan suyo como su sombra, se agregaban un par de palabras más, cuyas sílabas y significado hacían de su persona algo distinto, algo más que solo el muchacho castaño que soñaba con un futuro para él y para aquel anónimo amante que deseaba estuviese a su lado en ese mismo instante, no obstante aquello era por mucho: imposible, aquel desconocido era para él como las estrellas en el inmenso cielo: distante e  inalcanzable.

Y es que, sus sentidos parecían irse muy lejos cuando él aparecía, cuando estaba cerca de él, cuando sin pensarlo su imagen aparecía de improviso en su mente: recalcandole a sus ideas que aquello solo eran un par de ilusiones... ilusiones de un muchacho tonto, ingenuo, soñador e iluso que se empeñaba en desear algo que nunca llegaría puesto que hace mucho había renunciado a una vida larga y placentera como aquella de la cual gozaban todos... todos menos él... todos menos su amado... todos menos ellos... porque lo sabía, las personas como Francisca solo vivían para proteger la paz y el amor que quizá se le había negado, y es que... nunca supo porque no podía darse el lujo de amar, de soñar con una hermosa familia, con algo más que solo la cruel y sangrienta guerra para resguardar algo que no podía experimentar y eso lo aflige, lo carcome sin remordimiento alguno y deshace las ilusiones que, instaladas en su mente, no son más que sueños imposibles.

¿Y que hay del anónimo amante?, quizá no sabe lo que sucede dentro de aquella mente, quizá y solo le mira como mira a los demás, con algo parecido al compañerismo porque eso es lo que son: compañeros con un objeto y deseo en común pero nada más, solo son compañeros que comparten un lugar, una época, un enemigo; no son más que soldados rectos y dorados al servicio de una diosa que ama a la humanidad incluso más que a ella misma y es quizá aquello es lo que impide que su deseo sea consumado pues piensa, muy en el fondo, que no merece más que la gloria del servicio y el amor a todos... a todos menos a él, y hablando de aquel cuya identidad es aún desconocida, justo ahora a entrado como si nada al hogar de Francisca.

— Francisca — ha dicho casi en un susurro — ¿Estás aquí?

Ahí esta, el protagonista de sus tantas ilusiones, de aquellos sueños lúcidos que parecieran desvanecerse en sus manos en un instante sin que se de cuenta de cuanto tiempo puede reterlas entre sus dedos, quizá son minutos, tal vez segundos, quizá solo un suspiro o tal vez un parpadeo.

— si, estoy aqui, ¿Qué deseas? — pregunta como si no le importara su presencia pero en realidad, su mundo da mil y una vueltas ante esos ojos que solo han de traer desgracia a su vida.

— No te había visto en todo el día y me preocupé — se da la libertad de sonreirle, de dejar ver esa curva en sus labios sin percatarse de que aquel desconocido no ha notado el gesto. — me voy, ahora que sé, estas bien.

Le ve caminar hacía la salida, hacia la puerta que conduce al exterior del cual conoce todo y nada, de aquel mundo cuya luz traspasa las gruesas paredes que lo mantienen a salvo en su ilusión, pero tarde se da cuenta que también debe salir, aquella visita no es más que una excusa, un simple e inocente pretexto para reventar aquella burbuja en la que se ha encerrado la noche anterior. Y lo sigue, de cerca y a la vez respetando una considerable distancia, no quiere invadir el espacio personal de su compañero, no quiere perturbar su paz, no quiere... y sin embargo... ahí está... siguiendo esos pesados pasos solo para detenerlo poniendo una de sus manos en el hombro contrario, él vuelve su mirada, aquellos ojos le ven y los nervios lo atacan, podrá ser un guerrero pero su timidez es inigualable; guarda silencio por un instante porque no sabe que decir, no sabe cómo salir de aquello en lo que él mismo se ha metido, tiene ahora un par de problemas en su cabeza que dan vueltas y vueltas a las incomprendidas ideas que rondan en la memoria.

— ¿Puedo preguntarte algo? — su voz susurra, como si tuviese miedo y su compañero le mira y asiente, Francisca suspira — Nosotros estamos destinados a morir, pero si vivimos después de esto, ¿Podemos aspirar a una vida simple?

De nuevo está el silencio, la calma pero ambos saben que quizá no durará mucho, aquella pregunta viene acompañada de una respuesta que quizá no sea la esperada, que quizá hiera el corazón de aquel joven castaño que sueña despierto con un futuro que no puede ser completado porque él no es como los demás, es un humano, si, sin embargo no es un humano común ni mucho menos un humano corriente, es más que eso, quizá alguien muy especial o quizá solo sea un hombre como los demás... como aquellos que han estado antes que él e igual a los que vienen después.

— Francisca — su nombre le suena a que, de un momento a otro saldrá regañado — vivimos para y por la paz y amor que Athena le tiene a la humanidad, somos sus siervos, sus guerreros y protectores, no podemos aspirar a nada más que la gloria de haberle servido con todo nuestro ser, con toda nuestra alma y... — ha hecho una pausa y se ha llevado una mano al corazón como si quisiera sentir sus propios latidos — con todo nuestro corazón, no hay nada más, no es bueno ilusionarse con cosas como estás, no es nuestro destino y deberías comprenderlo.

Baja la mirada y suelta aquel hombro, lo comprende, eso es un hecho, pero aún no puede pensar solo en ello, tiene aún, la minima esperanza de alcanzar su máxima aspiración y es quizá la ilusión inocente que ronda en su ser la que no le deja repetir una y otra vez el inquebrantable juramento que ha hecho hace ya mucho tiempo, es quizá aquella evasiva la que impide que su mente se enfoque en la devoción que supone o que debería tener y es que no importa cuanto o cuantos lo repitan, siempre estará más que dispuesto a volver a ilusionarse con un par de palabras, con un par de excusas, con un par de ingenuos sueños que viven en él.

— Pero... — hay una objeción y el incógnito compañero le riñe con los orbes puestos en su rostro.

— sin "peros", Francisca — lo reprende y su hostil mirada se ensancha en aquel que ahora ha dado media vuelta dispuesto a volver a su fortaleza.

No hay ni una palabra más, ni preguntas ni respuestas, ni regaños ni nada que se le parezca, le han dicho lo que ya sabe, lo que acepta pero que aún quiere modificar, le han vuelto a recordar el lugar que tiene entre tantas personas que ignoran lo que piensa, lo que siente, lo que anhela ese gran corazón que se empeña en mantener oculto tras la brillante e imponente armadura cuya función esta limitada por un amor ilusorio cuyo confuso principio es igual que el complicado e inesperado final. Aquella respuesta lo ha dejado como siempre, insatisfecho y con el alma dividida en dos, en dos partes iguales pero a la vez tan distintas que él mismo no puede decir cual de ellas es más fuerte, por un lado: su devoción, su juramento, el incesante sentimiento de hacer lo que es correcto para todos incluso por encima de si mismo; y por otra parte: él, siempre él, sus sueños, el porvenir que imagina, seguramente en una hermosa cabaña al pie de la montaña o quizá en su tierra natal, con fuego hogareño y el delicioso aroma de un pan recién horneado, pero... todo vuelve a como era antes, a ser solo... dos partes de él que combinan y forman aquella silueta frente al espejo a la que todos llaman:

»Francisca de Tauro«

...

Y se desvanece, yo voy desapareciendo a medida que las palabras se repiten, una y otra vez, recordándome que no puedo amarlo, que no puedo amar, que no puedo soñar con algo que no sea la muerte que me espera, todos dicen que mis ilusiones me traerán problemas que es indigno de alguien como yo querer ser otra persona, otro ser, alguien más que solo un caballero...

Porque las personas como nosotros no estamos hechas para el futuro, para nosotros siempre habrá guerra y muerte, nos hemos hecho fuertes y leales para otorgar la paz que no conocemos, Athena nos ama y debería ser suficiente... pero... a veces no lo es... el amor de nuestra diosa protectora, a veces es insuficiente para alguien cuya alma aún no se despoja de los sueños de un humano común.

...

¿Quién eres oh silueta en el espejo?

Soy tú, ¿Que acaso no te reconoces a ti mismo? ¿O es acaso que yo no soy cómo tu?

¿Por qué te pareces tanto a mi?

Mírate, soy tú, tú eres yo, por eso me parezco a ti y tú a mí, ¿Acaso lo has olvidado?

¿Quién eres?

»...«
¿Quién eres tú?

»Francisca de Tauro«.

🐂🐂

Primer capítulo de esta cosita, espero que les haya gustado la narración.

La frase del principio dice: "el alma tiene ilusiones, como el pajaro alas, eso es lo que la mantiene" (Víctor Hugo)

Dan R.

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