𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 𝙨𝙞𝙚𝙩𝙚: La historia de Kagome
Penthouse
Kagome
Si pudiera contar las tantas veces que he tenido el corazón roto no podría hacerlo. El número de veces es enorme; tanto que me duele recordarlo.
Zeus y Moona están dormidos, muy acurrucaditos, sobre el sofá. El tiempo está igual: lloviendo pero sin mucha fuerza. Las gotitas de agua caen de mi cabello húmedo por la ducha que acabo de tomar.
Caigo sobre la cama. Estoy cansada, con un dolor tremendo en la garganta y la mano derecha cargada de culpa. No me gusta golpearlo; mucho menos sabiendo por todo lo que pasó y lo difícil que le ha sido sellar cada cicatriz de su pasado. Pero esta vez sin duda se lo merecía.
Estuve celosa, sí. Sentí celos de ella. Rin llamó su atención sin ningún pudor alguno y yo me pasé años en traerle algo de curiosidad. ¿Para qué? Para nada. Él sólo me ve como una amiga. ¿Cómo puedo decirle a mi corazón herido que ya debe olvidarlo?.
Un día tuve la debilidad de enamorarme de Sesshomaru. Él era el hombre que buscaba en todos y no lo podía tener, ni jamás tendré. Él es un pájaro libre en la naturaleza, yo estoy cautiva. Con ganas de extender mis alas a la sociedad como lo hice una vez, pero ya pasó. Fue una vez. Fue cuando todos conocían a Kagome Higurashi: la reina de la pasarela, la mejor diseñadora de modas, la chica genial que todos querían.
Esa vida fue pura y saludable. Hacía todo lo que quería, era feliz y vivía feliz. Pero un día caí en mi propia jaula
Esa Kagome que todos conocían dejó de existir y dió paso a una aburrida y oscura versión mía. La Kagome que todos odian, envidian y sienten lástima. Me compararía con un cadáver viviente pero creo que le sería una burla a los muertos y a los emos.
Observo a mi derecha cuatro estantes grandes llenos de premios. Mejor diseño. Mejor modelo. Reina de la pasarela. Mejor calificación. Mejor. Mejor. Mejor y mejor. Todo eso quedó en el pasado para mí.
Mis lágrimas comienzan a caer. Jamás quise esto para mí pero yo sola me metí en el agujero oscuro. Mi cuerpo cae en la cama y sigo llorando. Lamentando cada momento vivido.
Hasta luego de unas horas que caigo dormida.
Pasado
Kagome
Las olas del mar rozan las puntas de mis dedos. El sol el insoportable, pero no quiero irme de aquí. Quiero contemplar un poco más el mar, mi lugar feliz.
Un actor se me acerca con un cono de helado en sus manos. Me lo ofrece. Olvidé su nombre así que sólo le digo gracias. Y él se va. Mejor así; prefiero estar sola.
El equipo de grabación nos llevó esta vez a las hermosas playas privadas de Miami Beach: un paisaje digno de admirar. La película se terminará de grabar hoy así que podré dormir mejor luego de casi siete meses sin hacerlo bien. Es gratificante.
Paso mi lengua por el frío helado. Fresa. El sabor recorre toda mi boca hasta pasarme por la garganta. Es simplemente sublime su sabor. Me lo termino en minutos y voy a donde está el equipo de maquillaje. Empezarán a grabar pronto, debo estar lista.
Mayo será en dos semanas y aún no he planeado los bocetos para la semana de moda veraniega.
Mayo
Restaurante
Kagome
—...¿Y bien? ¿Vas a venir o no?.
—No sé si sea buena idea... — digo viendo a otro lado.
—¡Vamos! Será divertido. Además seguro algún tipo guapo puede hacerte pasar el mejor sexo de tu vida.
Pensándolo mejor suena bien. Hace como un mes y medio que no hago nada relacionado con el sexo. Ir a un prostíbulo estará bien. Habrá música, alcohol, mucha gente y prostitutos que le gustarían pasar una noche conmigo.
—Está bien. Acepto. — mi amiga se emociona. Pagamos la cuenta de nuestra cena entre las dos y nos vamos rápido a ese lugar pecaminoso.
Al entrar me asalta la buena música. Hay muy buen gusto en la bebida por lo que veo, las mesas no están tan mal organizadas y hasta ahora hay buen ambiente.
Un camarero nos invita a sentarnos a una mesa cercana al escenario. Él nos informa que en media hora habrá un baile y luego una subasta. Mi amiga se emociona demasiado. Pido un Martini mientras, ella un Cuba Libre con poco hielo.
Luego de minutos de espera las luces se apagan y al encenderse apuntan hacia un muchacho en el escenario. Sólo lleva unos pantalones de cuero que marcan sus piernas musculosas. Sobre sus hombros un abrigo raro con plumas que me da algo de risa.
Apoya su cuerpo al tubo en medio del escenario y lleva sus manos a su cabello largo y blanco. Adoro su melena. Es hermosísima. Se amarra el pelo en una coleta alta y suspira. La música comienza a sonar y al ritmo él comienza a bailar.
Sus movimientos son sensuales y ágiles. Admito que hasta me estoy excitando. El abrigo cae de sus hombros y refleja una espalda musculosa y ancha. Logro ver mejor su rostro y la sangre se me va a las mejillas: es un maldito dios griego.
Ojos dorados, rostro fino y varonil. Una mirada apagada que me está carcomiendo el corazón. Su cuerpo trabajado y hermoso. Su bello cabello largo y blanco. Sus manos. Sus pies descalzos. Su cara sudada.
Él es bellísimo.
Pero sus ojos no reflejan felicidad. Sólo una tristeza enorme.
Su show termina luego de estar bailando unos 30 o 40 minutos. Hace una reverencia y se va del escenario. El abrigo lo recoge un camarero junto con un pequeño vaso que seguramente es el que estuvieron sirviéndole y él se bebía.
Anuncian desde el escenario que la subasta comenzará proto y exigen paciencia. Está bien. Sólo estaré unos pocos minutos aquí y me iré.
La subasta comienza con dos chicas jóvenes. Seguramente unos años menores que yo. Rápidamente las compran y siguen así con mujeres y hombres jóvenes hasta que un albino entra en escena.
Es él. Grito desde mi cabeza.
Lo presenta el gordito detrás del micrófono. Se llama Sesshomaru y sólo tiene 20 años. Me duele saber que hasta un joven adulto está metido en un mundo así de cruel. Reviso mi cartera: no traigo mucho dinero y me he dejado la tarjeta dorada en la habitación de mi hotel.
Las sumas suben y suben. Una señora lo compra por el precio de 80 millones. Es difícil aceptarlo pero no quiero que él se valla. El corazón se me encoge aún más cuando veo que ni siquiera se tomaron la molestia de quitarle sus esposa y la correa que cuelga en su cuello.
Me duele.
—Me iré a casa. No me siento muy bien.
—¿Estás segura? Los show de media noche son los mejores.
—No, tranquila. Ya ví suficiente. — llamo a un taxi que enseguida me recoge y me lleva al hotel en donde me estoy hospedando.
Agosto
Kagome
Me fue difícil olvidarme del rostro triste de Sesshomaru así que me puse a investigar quien lo compró. Una vieja viuda que estaba desperdiciando la fortuna de su fallecido marido.
Obtuve su número de alguna manera, esta misma tarde la llamaría e intentaría llegar a un acuerdo para que me vendiera a Sesshomaru. Definitivamente lo iba a conseguir.
O eso creía hasta que me enteré que lo devolvió al mes. Y rápidamente pedí a mi chofer personal que me llevara a ese burdel de inmediato.
Eran las 12:34 AM. La subasta comenzó hace 20 minutos y aún no presentan al chico que quiero. Estoy preocupada. ¿Y si alguien vino antes y se lo llevó o tal vez lo sacrificaron por ineficiente?. Esos pensamientos de inmediato me abandonan cuando lo veo aparecer en el escenario, casi se cae al entrar y sentarse en la silla junto al presentador.
Las sumas comienzan. Yo por supuesto aún no digo nada hasta que el dinero comienza a aumentar.
—Doy 900000. — digo alzando mi voz. Sesshomaru mueve la cabeza hacia el frente.
—900000 en cinco, cuatro...
—¡9900000!.
—9900000 en tres, dos...
Ah no. Una vieja llena de arrugas no me va a ganar a mi. Recuerdo el número de dólares que traigo, aún me alcanza.
—10000000. — puntualizo. Sé que ya gané.
—¡Vendido a la señorita de los 10000000!.
Sonrío triunfadora y camino hacia el escenario. Le dejo la maleta al mapache regordete, que se quede con el sobrante. Me acerco a Sesshomaru, él no cambia su expresión seria. Le sonrío.
—Vámonos a casa, pequenín.
Camino feliz seguida por Sesshomaru. El auto se estaciona y saludo muy feliz al chófer. Estoy que desbordo felicidad. Dejo entrar primero a Sesshomaru y luego yo. Al estar dentro y en marcha me acerco un poco y hago subir una ventana de cristal para tener más privacidad ambos.
Me siento a su lado y le quito esas feas esposas. Acaricio su cabello sedoso y blanco. Sonrío.
—Nunca había visto un cabello natural de tu color... ¿Es natural, verdad?.
—Sí... — responde algo seco.
—¡Ah!. — exclamo. Le saco un pequeño susto. —Me gusta. Es muy lindo. Tú también lo eres. Que mal que hayas tenido que vivir en ese horrible lugar. — le digo con un poco de tristeza en mis palabras.
El chófer anuncia que hemos llegado.
—Muy bien. Bajemos
Bajo de mi auto y Sesshomaru vuelve a seguirme. Noto sobre mi hombro como mira todo su alrededor. Su curiosidad crece cuando entra a la casa. Tiro mi bolso sobre un sofá en la sala. Me volteo a verlo.
—Siéntate. Te traeré algo para beber.
Él obedece. No para de ver a todos lados. Su curiosidad me causa ternura. En la cocina voy preparando un té negro que seguramente le gustará. No haré café a esta hora, le quitará el sueño.
Voy a donde está sentado él. Me siento en un sofá al frente y dejo una taza de té humeante frente a mí.
—¿Te gusta mi casa?. He notado que no paras de mirar por todos lados. — sonrío.
—Es... linda. — murmura.
—Ten. Es té negro. — le ofrezco la taza que tenía en las manos. Agarro la mía y comienzo a beberlo. Noto como se queda mirando la taza. —¿Qué pasa?.
—No me gusta. Perdón.
Eso me hace darme un golpe mental y anotar ese dato en algún lugar de mi cabeza. Que tonta me estoy volviendo. Ni siquiera se cómo hablarle o las preguntas que puedo hacerle.
Y él no es muy conversador que digamos.
—Oh, debí preguntarte antes de servirte... Que tonta soy. — río nerviosa. Okey. Pero no necesitamos té para hablar, ¿cierto?. — asiente. Creo que estoy logrando algo. De repente recuerdo que tengo una barra de chocolate en la bolsa detrás de mí. —¿Tienes hambre? Yo sí. Me apetece algo rico.
Me giro un poco a buscar el chocolate. Tardo un poco hasta que lo encuentro. Levanto la vista y él está casi a punto de desnudarse. Los colores se me suben a la cara al verlo.
—Dime... ¿Qué quiere que le haga, ama?.
—¡No, no, no! Espera. No quiero eso. — él me mira desconcertado.
—¿Qué?. — pregunta. Levanto mi mano algo temblorosa y me doy el chocolate. —¿Qué es eso?.
—Chocolate. — le abro el paquete hasta dejar el dulce al descubierto. —Ten. Prueba esto.
Se sienta y comienza a comerlo. Veo reflejado en sus ojos una especie de brillo que me cautiva. Le ha gustado. Por su expresión sé que le gustó.
—¿Te gusta?.
—Mm.. Me encanta. — dice con la boca llena y luego traga. —Gracias. Pero si no quieres follar, ¿qué quieres? ¿Y por qué me compraste.
Lo pienso. Si. Tal vez lo compré porque me dolería toda la vida si supiera lo infeliz que estaba siendo. Vuelvo a mirarlo.
—Para hacerte feliz.
—No entiendo... — susurra.
—Verás... Hoy no fue mi primera vez en esa subasta. — comienzo a explicarle. Siento que me da algo de vergüenza decirte esto. —Fui a ese lugar unos tres o cuatro meses antes y también fuiste subastado. Noté tu expresión cansada y triste en ese momento, pero no poseía el suficiente dinero para hacerlo. Al final una señora te compró y te fuiste con ella.
Su expresión es de pura sorpresa. ¿Habré dicho algo mal?.
—Entiendo... ¿Y cómo supiste que estaba de vuelta en el burdel?.
—No lo supe, lo investigué. De hecho quería negociar con esa señora para comprarte. Pero luego me enteré por mis informantes que ella te había devuelto luego de un mes. Y también supe el día de la próxima subasta. Así que aproveché y lo demás ya lo sabes.
—Lo único que sé hacer bien es follar... No soy de mucha utilidad. — noto el dolor en sus ojos dorados. No me voy a rendir con él. Tengo que traerlo a la luz, debo sacarlo de ese abismo en el que se ha metido.
Él debe brillar más que el mismo sol.
—Puedes aprender. Tienes cara de ser inteligente.
—Jm... Apenas sé escribir o leer.
Eso me deja dislocada. ¿Vive en Estados Unidos y no sabe hacer algo tan vital? ¿Qué demonios le pasó en todo este tiempo?.
—Por Dios... ¿Qué demonios hiciste en tu infancia?. — suelta una pequeña sonrisita y mira hacia abajo.
—No querrás saberlo. — deja el paquete vacío del chocolate sobre la mesa y vuelve a mirarme. —Es traumante.
—Entonces habrá que empezar de cero. ¿Tienes nombre? ¿Apellido? ¿Conoces tu edad o la fecha de tu nacimiento?.
—Me llamo Sesshomaru, tengo 20 años...Lo demás ni idea.
Miro hacia un lado. Bien. Necesita un apellido y una fecha de cumpleaños. Puedo inventarla o tal vez buscar en los registros de maternidad de hace 20 años, pero dudo que él esté ahí. Sobre el apellido podría darle el mío, pero llamaría mucho la atención. No tenemos nada en común y que aparezca así de la nada hará que los medios exploten.
—¿Y tú?. — lo miro. —No te has presentado.
—¿Qué? ¿No lo he hecho? Ay, perdón... — carraspeo un poco y suelto una pequeña sonrisa. —Soy Kagome Higurashi, tengo 22 años.
—No me has dicho tu fecha de nacimiento.
—Te lo diré en otro momento. ¿Quieres tomar un baño y comer? Tengo ropa de hombre y un cuarto para tí. Podemos cenar juntos si quieres. — digo.
—No creo que sea buena idea...
—Shh, cállate y me haces caso. — se queda tranquilito. —Ven. Te voy a ayudar.
Le tomo su mano y lo llevo al piso de arriba en donde entramos a un cuarto de baño.
—Quítate la ropa y envuélvete en una toalla. Ya vuelvo.
Digo eso y salgo del baño en busca de ropa cómoda para él. Al regresar ya está listo. Lo empujo hacia la bañera. Tomo mi shampoo entre mis manos y observo su pelo.
—¿Usas algún shampoo en específico?.
—No... — responde suavemente.
—Bien. Te aplicaré el mío. Ese cabello necesita vida.
Comienzo a agregarle el líquido anaranjado del shampoo de naranja con miel y hago masajes. Le doy una esponja para baño y él solo se va frotando con ella. Al rato salimos. Dejo que se vista tranquilo y luego tomo su mano, lo llevo hasta abajo y le pido a mis sirvientes que sirvan la comida.
Agarro un tenedor y comienzo a darle de comer. Me mira algo raro, seguramente ni sepa lo que es. Sonrío en respuesta y le sigo alimentando yo misma. Estuvimos juntos cenando hasta sugerirle dormir.
Lo llevé a su habitación y yo me fui a la mía. Sonreí feliz acostada en mi cama. Ni siquiera podía cree que por fin él estaba aquí. Me cubrí con las mantas y cerré mis ojos. El día para mi ha estado genial.
Presente
Kagome.
Me despierto abruptamente por el sonido estridente de golpeteos en mi puerta y el timbre sonar una y otra vez. Reviso la hora. ¿Ya es de noche? ¿Quién demonios viene a visitarme a las 8:27 PM?.
Acomodo mi bata de descanso y hago un nudo. No sé si sea muy adecuado abrir la puerta vestida de esta manera pero igual lo haré. Reviso a mis mascotas al llegar a la sala. Moona está mirando fijamente la puerta moviendo su colita de un lado a otro. Zeus frente al sofá se mantiene en alerta sin gruñir o ladrar.
Seguramente es alguien coconocido. Abro la puerta y un ramo de rosas me recibe. Noto quien está detrás.
—No me voy hasta que me perdones. — su sonrisa... ¿He dicho que la amo?.
—Gracias... — Moona corre por mi costado y se aferra al pantalón de Sesshomaru. —Oye..
—Hola, bebé. — la carga. —¿Me extrañaste, Moon?.
Le tomo del brazo y lo hago entrar. Sigue cargando a Moona mientras ella le da lametones su nariz. Zeus al verlo también salta a recibirlo, rogando por un poco de amor con sus ojos grandes. Sesshomaru se pone de cuclillas y acaricia a ambos animales. Se ve demasiado tierno ahí.
—Ahora... ¿Pedimos esa pizza?. — sonrío yendo al teléfono.
—Sin aceitunas, por favor. — dice y yo río.
Sin duda muy adorable.
Nota de la autora: no tengo ni la menor idea de por qué he hecho este cap así. Pero así mismo lo dejaré.
Que sepas que esta es una primera parte. Tanto como la historia de Sesshomaru como la historia de Kagome tienen segunda parte. Pero aún no publicaré
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro