𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 𝙨𝙚𝙞𝙨: Cita bajo lluvia
Penthouse
Sesshomaru
Me bebo el café frente a la ventana que da vista a la ciudad. Hoy el tiempo está algo nublado, anunciaron lluvia sobre las tres o cuatro de la tarde pero amaneció nublado igualmente.
Me gustan los días así: lluviosos, con truenos, nubes grises y algo de frío. Como hoy sólo que no hay truenos aún y el frío no es tanto como suele haber en otoño. Las pocas veces que llueve en primavera el frío no es para tanto, y si es que hay porque a veces llueve y sólo hay vapor.
Pero hoy está fresco y nublado.
Kagome se pasea por toda la sala con una vieja camisa mía cubriendo únicamente su cuerpo. Es lo suficientemente larga para cubrir su entrepierna pero deja a la vista sus nalgas. Buena vista pero no me apetece volverla a follar.
—¿Qué buscas?.
—¿Has visto la llave de mi apartamento?.
—Creo que te las has dejado sobre el refrigerador.
Ella va hacia allí y las encuentra rápidamente. Sólo da un pequeño saltito, que levanta más la camisa y me deja ver su rosado coño depilado, y atrapa las llaves.
—Ya... — me las enseña y se regresa a mi habitación.
Si. Ya. Pero me has dejado el inicio de un problema entre las patas, zorra.
Al regresar ya tiene unos calzoncillos míos que le quedan grandes pero al menos cubren los necesario.
—¿Te irás a la empresa?.
—Nah.. La cita con Rin es hoy.. Así que le pasaré el día aquí hasta que tenga que irme.
—Mmm... Bueno yo me voy a tu empresa a ver que tal sobre el desfile. Tal vez tenga que ir al gim.
La miro de pies a cabeza y enarco una ceja. Ella me observa con detenimiento, como si no supiera que trae ropa mía puesta y está casi desnuda. Dejo la taza vacía sobre la mesa de la sala, me acerco a Kagome y la cargo como un saco de patatas sobre mis hombros.
—¡Oye! ¿A donde me llevas?.
—A que te des un baño y te pongas ropa de mujer, apestosa. — me da un pellizco en la nalga y no dice nada.
La dejo encerrada en el baño y voy a donde dejé su maleta. La abro y saco todas las prendas hasta encontrar algo que esté aceptable para el día: un suéter negro, pantalón de mezclilla y unos zapatos Nike negros y blancos. Listo.
Sale del baño enrollada en una toalla y mira la ropa. Luego me mira y vuelve a mirar su ropa.
—No me voy a poner eso.
—Hace frío y no tenías algo más "adecuado" para la ocasión.
—Pero es ropa ancha.
—Te va a quedar bien. Si quieres ponte alguna camiseta mía y luego el suéter.
—Pero me quedará horrible...
—Kagome... — digo en tono autoritario y de inmediato agarra su ropa y se cambia frente a mí.
La dejo sola y luego de 15 minutos sale con su maleta y la cabeza agachada. Trae el cabello recogido atrás y ni siquiera se ha maquillado.
—Ya no quiero ir... — susurra con una vocesita tierna y un puchero.
—Dijiste que querías ir hace un momento y saber sobre el desfile.
—No me gusta mi ropa...Además no quiero maquillarme. — deja la maleta a un lado y me abraza.
—Ven. Yo te arreglo.
Volvemos al cuarto. Se sienta sobre la cama, abre su maleta y de ella extrae una bolsa con cosas de maquillaje.
—¿Te pongo base, corrector o..? — niega con su cabeza. —¿No quieres nada de eso?.
—Ñu.. — murmura con la misma voz tierna. Le sonrío.
—Okey..
Ella se salva que aprendí a maquillar mientras estudiaba para ser diseñador y modelo como método alternativo por si no lograba graduarme de una de las dos carreras.
Casi le termino el maquillaje. Sólo le trazo un delineado simple sobre los párpados y ella solita se pasa un gloss con olor a uvas sobre los labios. Y ya está lista. Peino su cabello y lo dejo suelto, le rocío perfume porque ni eso quiso hacer sola y ya está.
—Ahora lárgate.
—¿Y si me llevas?.
—Carajo, Kagome. ¿No pudiste decirlo antes? Ni siquiera me he bañado.
—Y me dices apestosa. Anda a lavarte. Yo misma te escojo la ropa.
Me empuja al baño y sonrío. Esta Kagome me volverá loco un día.
Empresa Taisho
Kagome
Reacomodo el suéter feo y oscuro que traigo puesto. Ni siquiera sé en que pensaba cuando lo compré en Francia, ¡está horrible!. Sesshomaru conduce con cuidado el Mustang blanco por toda la ciudad. El día está oscuro, no tanto como mi suéter, pero lo está.
Saco mi celular y veo algunas tiendas de ropa online. Tengo demasiado ropa del año pasado que quiero donar y así podré llenar mis armarios con ropa nueva y actualizada.
El auto se detiene en un semáforo y él saca su celular. Lo veo por el rabillo del ojo: tiene un pequeñita sonrisa mientras escribe sobre el teclado. Me acerco disimuladamente a él para ver a quien le escribe y leo el nombre de "Rin".
Silbo. Apaga su teléfono y me mira.
—¿Qué pasa?.
—Nada... Sólo te veía sonreír mientras le escribías.
—No lo hacía. — mira hacia adelante. El semáforo está en verde así que arranca el auto.
—Debí haberte hecho una foto. Tenías cara de enamorado. — digo bajito lo último. Vuelvo a prestarle atención a mi celular y agrego las primeras prendas al pedido. No toco el tema de Rin en el transcurso del viaje, y él menos.
—¿Quieres algo para comer?. — me pregunta. Aparca el auto cerca de una cafetería.
—Unas donas y un capuchino están bien. — pido sin quitarle la vista al celular.
Se saca el cinturón de seguridad y baja del auto. Se ha dejado otra vez las llaves dentro. Pongo el seguro a las puertas y continúo con mis compras. Para cuando llega Sesshomaru con mi pedido, luego de unos 15 minutos, yo ya he terminado de llenar el carrito de compra online.
Recibo un mensaje de la tienda avisándome que mi pedido llegará en cuatro días a la dirección de mi apartamento.
—Ten.
Quito el seguro de las puertas y él logra entrar. Pone la bolsa y mi café sobre mis muslos y se vuelve a colocar el cinturón de seguridad. Trae en la mano un vaso de café humeante, sólo eso se compró. Meto el celular en el bolso y abro la caja con seis redondas donas con distintos tipos de glaseado y decoración.
Agarro un de chocolate y comiendo a comerla. Dejo mi café junto al suyo en el portavasos y veo hacia la ventana. El tiempo se está poniendo un poco más oscuro.
Luego de unos minutos llegamos a su empresa. Ni se molesta en aparcar en el túnel subterráneo. El Mustang se detiene y él me mira. Termino de tragarme la última dona y coloco la correa de mi bolso sobre mi hombro. Tomo la caja vacía y mi café a l mitad.
Sesshomaru se baja del auto, me abre la puerta y me ayuda con toda la basura que traigo entre mis brazos. Susurro un gracias y me quedo quieta, él se gira un poco y tira la caja en un contenedor de basura.
—Llámame cuando acabes con lo que sea que hagas aquí. — su teléfono comienza a sonar dentro de su bolsillo.
—Está bien.. ¿Podrías ir a mi apartamento y verificar que Moona y Zeus estén bien? Iré a verlos esta tarde cuando recoja mi maleta, o puedes traérmela cuando vengas a buscarme.
—Bien. Iré a verlos y te traigo la maleta cuando venga. Anotado. — me río. Su teléfono no para de sonar.
—Deberías cogerlo. Puede ser importante.
—Lo haré. — se inclina un poco hacia mí y me da un beso en la mejilla. —Te veo después, Kag. — le da la vuelta al auto, entra y se va.
Me quedo mirando como su vehículo se aleja de mi campo de visión hasta ya no lograr verlo. Suspiro frotando mis manos. ¿Es idea mía o está haciendo un poco de frío?. Miro hacia arriba: sólo nubes negras y los pocos rayos del sol colándose a través de los nubarrones. Me giro sobre los zapatos y camino hacia el interior de la empresa.
Antes de poder llamar al encargado de la organización del desfile, aparece Koharu: una de las modelos que participará en la pasarela. Charlamos un rato mientras me lleva hacia donde están las otras modelos y quien las está dirigiendo esta vez.
Para mi sorpresa es Bankotsu otra vez. Como en la colección pasada de invierno, fue un éxito gracias a él y Sesshomaru por su perfecta conexión y sus gustos casi iguales.
Lo saludo con la mano cuando sus ojos zafiro oscuro se fijan en mí. El día va a estar interesante.
Él me sonríe.
3:35 PM
Penthouse
Sesshomaru.
Hace media hora que recibí a Rin en mi propia casa. La cita en una cafetería se canceló por el mal tiempo y bueno, sugerí traerla aquí. Se le ve muy contenta paseando por mi sala, viendo los cuadros de mi familia adoptiva, algunos libros, la decoración y los cuadros caros de paisajes que compré hace años en Alemania.
Se le ve fascinada.
Dejo la botella de vino dentro de la hielera y le llevo una copa. Ella la acepta, susurrando un suave gracias de sus labios color melocotón. Me siento sobre el sofá y estiro mis piernas. Ella me imita a un lado mío.
—¿Te gusta mi casa?. — pregunto sin titubear. Ella asiente levemente, tragando el vino.
Lame sus labios. Oh, joder. Eso me ha encantado. Sus facciones, acciones y provocaciones me están calentando sin siquiera darse cuenta. Probablemente lo hace sin quererlo, o tal vez sí, sólo sé que está iniciando un fuego interno en mi cuerpo que si no apago de inmediato se volverá un problema.
—La decoración es exquisita. Tienes buen gusto.
—En realidad, casi toda la decoración la dejé en manos de mi mejor amiga. Yo sólo compré lo que ella me decía y ya. — bebo un poco del vino para bajar el calor.
—Tiene buenos gustos ella. Por cierto, ¿quién es?. — pregunta curiosa. Coloca el brazo derecho sobre el respaldo del sofá y se gira a verme con una sonrisa.
—Kagome Higurashi. Debes conocerla, ¿cierto?. Fue reina de la pasarela hace dos años en Washington.
Ella hace un gesto de estar pensando. Levanta su rostro hacia el techo y la detallo por décima vez en el tiempo que llevamos juntos. No hizo una mala elección de ropa: un suéter rojo con cuello de tortuga, falda negra y unas medias del mismo color por debajo. Y en los pies zapatos tacón aguja en un tono vino.
Vuelve a verme y mis ojos viajan de su pecho a sus ojos avellana rápidamente.
—Creo que no... Investigaré sobre ella.
—Suena bien. — se corre un poco más hacia a mí. Quedando un pequeño espacio entre los dos.
—¿Tu madre de verdad es Izayoi?. — la pregunta casi hace que me atragante. —Tienes un rostro muy encantador. Físicamente te pareces al señor Taisho, pero hay algo... No encaja mucha similitud en ella.
—Tal vez porque sólo me parezco a él. — respondo. Entrecierra sus ojos y se aleja un poco. Vuelve a beber del vino hasta dejar vacía la copa. —¿Te sirvo más?.
—Por supuesto. ¿Puedo seguir viendo tu casa..?. — señala hacia la habitación.
—Claro, ve.
Rin se levanta rápidamente. Luego de verificar que se metió a mi habitación voy hacia la cocina y sirvo más vino para ambos. La botella casi está vacía, tal vez debí haber comprado más vino.
Reviso la despensa: sólo licores, whisky, un vodka que traje de mi viaje de Rusia en Enero y tequilas. Muchos tequilas. No tengo limón en la nevera, supongo que si prefiere tomar alguno de esos tendrá que ser sólo con hielo.
O tal vez agregarle sumo de naranja.
Camino hacia mi cuarto con ambas copas en las manos y me detengo en el marco de la puerta. Se ha acostado descaradamente en mi cama, sin sus tacones y está leyendo un libro sobre literatura inglesa que estoy casi seguro que estaba dentro de mi armario.
Me acerco a ella y me siento en el piso. Se sienta aún manteniendo sus ojos sobre el libro hasta que los cierra y me mira. Miro el libro y luego la miro a ella. Se ha sonrojado. Supongo que ya sabe lo que diré.
—¿No estaba ese libro dentro de mi armario?.
—Sí... Lo abrí sin permiso, perdón. Quería ver la ropa de un diseñador famoso como tú. — Sonríe. Esa sonrisita no me va a convencer.
—¿Cogiste algo de valor?.
—¿Qué? No soy una ladrona, Sesshomaru.
—Acabas de hacer algo que cualquier ladrón haría. — dejo el vino sobre la mesa de noche y voy hacia el armario.
Abro ambas puertas. Todo está organizado, como si hubiese tomado el libro y ya. Reviso los lugares en donde suelo tener mis relojes y algunas joyerías. Nada. Todo está intacto. A lo igual que mi ropa: está organizada.
—Te dije que sólo miré y tomé únicamente el libro. — cruza de brazos. Cierro el armario y vuelvo al lugar en el que estaba.
—Disculpa. Un vez fui robado, es normal que me desconfíe un poco.
—No pasa nada... — sus tobillos cruzados rozan mi pierna derecha. Está seduciéndome a través del tacto, va por el camino que quiero. —¿Te dije que me torcí un poco el tobillo cuando venía hacia acá?.
—No... ¿Te hiciste daño?.
—No sé... Es el derecho. ¿Puedes revisar que esté bien?. — coloca su pie derecho sobre mi pierna, lo mueve de atrás hacia adelante suavemente.
Sonrío un poco, dejando mi copa a un lado de mi cuerpo y sostengo su pierna. Toco un poco sobre la tela en la zona del tobillo. Ella deja la copa sobre la mesa y con sus manos retira la media, dejando expuesta su pierna. Levanto mi mirada y hallo sus ojos inyectados en deseo.
Mi ego se hincha. Otra más que cae sin siquiera molestarme en soltarle palabras bonitas o darle obsequios. Simplemente gratificante.
Paso mis manos desde la punta de sus dedos hasta su tobillo. No está dañado o hinchado. Está perfectamente bien. Tal vez mintió para que la tocara, muchas hacen esos. Me dedico a masajearla, sin pasarme del área de su tobillo y subir más hacia arriba. Dejo de tocarla y escucho como suelta un suave suspiro.
Agarro mi copa y le doy un sorbo. Rin hace lo mismo sin dejar de mirarme.
—Lindo masaje.
—De nada.
—Esas manos deberían ser un delito. — bromea. Seguramente no tanto. Suelto una suave carcajada.
—No sólo mis manos deberían ser un delito, Rin. — ella se me acerca, levantándose de la cama y sentándose a horcajadas sobre mis piernas. Sus manos se colocan alrededor de mi cuello.
—Tienes razón... Deberías ser tú un delito. — roza mis labios con la yema de sus dedos índice y corazón. Está jugando, intentando provocarme.
—Que la justicia se haga cargo de mí entonces.
—Debería tomar cartas en el asunto. Podría ayudarlos. — su boca se estampa con la mía en un beso deseoso y lleno de sabor. Nuestras lenguas hacen una batalla interna en la que salgo ganando. Me muerde el labio antes de separarse de mí.
—¿Y qué me harás al respecto?.
—Muchas cosas... Podemos jugar ambos.
—Sé más clara.
—Podemos... conocernos.
Río. Por supuesto que no me quedaré satisfecho hasta que lo diga claramente.
—Sé. Más. Clara. — separo las palabras.
—Quiero que me folles.
—De nuevo, sé más clara.
—Quiero ser tuya. — suspira.
La tomo de la cintura y la pego más hacia mí. Mis labios chupan los suyos en un momento de frenesí necesitado. Aún no entiendo por qué me comportó así como adolescente puberto. Ayer tuve sexo con Kagome, no debería sentirme así.
Pero ya me da igual. Mis labios bajan de sus labios hasta la zona bajo su mandíbula. Ella sola retira un poco el cuello de su ropa para mí. Mis labios chupan su cuello desde lo más arriba hasta darle suaves besos en la clavícula.
Escucho el sonido del timbre fuera. Me separo de ella. Rin se levanta algo sobresaltada y cae sentada sobre la cama. Me levanto y voy hacia la puerta dispuesto a acabar con quien me molesta de una vez.
Al abrirla está Kagome fuera. Con el cabello y la ropa empapada. Sus brazos cruzados y su expresión seria me muestra lo enojada que está.
—¿Por qué no...?...
—Diez veces, Sesshomaru. Te llamé diez veces seguidas para que vinieras a buscarme. Al final tuve que tomar un taxi que para mi mala suerte la rueda se pinchó a medio camino de aquí y tuve que venir caminando. Y lo peor de todo es que de inmediato empezó a llover. ¡¿Qué coño hacías?!.
—Yo... — trago grueso.
—Tienes un grave problema, Sesshomaru. — escucho a Rin detrás de mí. Kagome suelta un resoplido. —Me tengo que ir. Me necesitan en mi casa.
—¿Quieres que te lleve?. — Kagome carraspea a un lado mío. Le lanzo una mirada seria y vuelvo a mirar a Rin. Ella también la vio y escuchó.
—No, tranquilo. He llamado un taxi. Ya está abajo. — se acerca, me da un beso en la mejilla y sale.
Cierro la puerta con seguro detrás de mí y voy hacia la cocina. Agarro mi celular y reviso: 10 llamadas perdidas de Kagome con 40 mensajes de texto de ella.
—¿Pido pizza?.
—¿Me cambias por una putita barata? Pensé que habías cambiado.
—Kagome, no empieces con tus celos. — tira sus zapatos de mala gana hacia a un lado y vuelve a verme. —No escuché el celular.
—¿Tampoco escuchaste el teléfono del apartamento sonar?
—No..
Se me acerca muy amenazadora y pega el índice en mi pecho. Miro su dedo y luego veo ese par de ojos azules llenos de odio. Trago grueso otra vez.
—Se suponía que ibas a buscarme. Estarías al pendiente del celular. — suelta un bufido y se separa de mí. —¿Al menos fuiste a ver a mis mascotas?.
—Estaban bien. Llamé a su cuidadora y dijo que estaban perfectos.
—¡Te pedí que fueras tú!.
—No tuve tiempo, Kagome.
Un error contestarle con esa frase. Los pocos metros que nos separaban los cruzó a zancadas y estampó su mano en mi cara. Es la primera vez que me pega de esta manera: tan fuerte, cruel y sin titubear. La miro tocando la zona en la que me acaba de abofetear. Me arde y pica.
—No digas que no tuviste tiempo. Porque para tí yo siempre lo tuve, lo tengo y lo tendré. No te olvides de mí cuando estás con alguna amante, porque cuando yo estoy en pleno sexo y me has necesitado lo he dejado y he venido a verte. Así que no me salgas con esas porquerías, Sesshomaru. No creo en nada.
—No era necesario golpearme tan fuerte...
—Debí haberte dado con el puño cerrado. Pero sería una lástima arruinarte la cara para cuando vallas mañana a la rueda de prensa, ¿no?.
—Perdóname, Kag... No...
—Cierra la puta boca. ¿Dónde dejaste mi maleta?.
—Kagome.. Vamos a hablarlo. No te enojes así.
—¡¿Tengo que darte una bofetada para que me digas donde está la puta maleta?!.
Suspiro. Así no lograré hablar con ella. Pongo las manos a mis costados y agacho la cabeza. Vuelvo a ser sumiso ante ella, otra vez
—En mi habitación. Al lado sofá.
Camina con pasos firmes hacia donde le digo. Me mantengo quieto en mi lugar hasta que ella sale y se va sin tan siquiera despedirse o verme. Suelto otro suspiro en mi lugar y voy hacia el balcón. De los cajones de la mesa de exterior que hay en el balcón hay una caja de cigarros. Sin pensarlo mucho me pongo a fumar, apoyado sobre el barandal mirando hacia la ciudad.
Llueve. Pero no tan fuerte. Pero está lloviendo.
Y
ella se ha ido enojada
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