Playa
El aire salado del océano se mezclaba con la brisa suave de la noche, creando el escenario perfecto en la playa desierta. Las olas rompían suavemente contra la orilla, y el único sonido que competía con ellas era el latido acelerado de los corazones de Morgie y James. El cielo despejado dejaba que la luna brillara con intensidad, bañando todo en un resplandor plateado que hacía que la escena pareciera sacada de un sueño.
Ambos estaban tumbados sobre una manta en la arena, sus cuerpos cubiertos solo por su ropa interior estaban entrelazados mientras sus labios se buscaban una y otra vez en besos intensos y apasionados. La mano de James estaba enterrada en el cabello de Morgie, tirando suavemente mientras lo acercaba más a él. Morgie, por su parte, estaba encima acomodado entre las piernas de James, presionando su cuerpo contra el del pirata, sintiendo el calor de su piel a pesar de la fresca brisa nocturna. Cada beso se sentía más profundo, como si estuvieran en su propio mundo, lejos de todo.
—¿Te das cuenta de lo perfecto que es esto? —Murmuró James contra los labios de Morgie, sin dejar de besarlo.
Morgie sonrió entre beso y beso, apenas podía respirar mientras se inclinaba más hacia él.
—Sí, es increíble —Susurró—. Como si el universo hubiera planeado este momento solo para nosotros.
La luna iluminaba la playa con una suavidad casi mágica, proyectando sombras delicadas alrededor de ellos. Sus cuerpos brillaban bajo la luz plateada, resaltando cada curva y cada movimiento. Era una noche perfecta, y parecía que nada podía arruinar ese momento.
Hasta que, de repente, James soltó un grito ahogado.
—¡Ay!
Morgie, confundido y sin aliento, abrió los ojos y lo miró, pensando que tal vez algo se había torcido o había hecho algo mal.
—¿Qué pasó? —Preguntó rápidamente, tratando de sentarse, pero James ya estaba tratando de apartarse de él, sosteniéndose el tobillo derecho con una mueca de dolor.
—¡Creo que algo me mordió! —Se quejó James, claramente molesto y adolorido.
Morgie frunció el ceño y se incorporó, mirando a su alrededor. Al principio, no veía nada fuera de lo común, hasta que notó un pequeño bulto moviéndose cerca de donde estaban.
—¿Qué es eso? —Preguntó, arrastrándose un poco más cerca.
Cuando se dio cuenta de lo que era, no pudo evitar soltar una carcajada.
—¡Es un cangrejo ermitaño! —Dijo entre risas—. Creo que pensó que tu tobillo era una amenaza y te pinchó.
James miró incrédulo a Morgie, todavía frotándose el tobillo adolorido.
—¿Un cangrejo ermitaño? ¿En serio? —Repitió, su tono mezcla de incredulidad y frustración, mirando al pequeño animal moverse en la arena.
—Sí —respondió Morgie, aún riendo mientras se inclinaba hacia el pequeño intruso y lo dejaba subir a sus manos—. Este pequeño traviesos nos acaba de arruinar el momento.
James, aunque aún adolorido, no pudo evitar sonreír al ver a Morgie reír tan abiertamente. Su frustración comenzó a desvanecerse mientras veía al cangrejo moverse lentamente sobre las manos del hechicero, ajeno al caos que había causado.
—Bueno, creo que acabamos de perder el ambiente romántico —Dijo James, sacudiendo la cabeza con una pequeña sonrisa irónica—. Creo que es mejor volver a la escuela antes de que se haga más tarde… o temprano, no se.
—Bien, ya voy —Morgie dijo, dejando al pequeño cangrejo de vuelta en la arena para que este se fuera—, adiós amiguito.
—Morgie, ¿en dónde esta nuestra ropa? —James preguntó.
—En la canasta qué me dijiste que pusiera ahí… —Morgie señaló a un lado, esperando ver la canasta, pero no había nada allí y su mirada siguió recorriendo hasta que vio dicha canasta alejándose en el mar— Ay no.
James también visto la canasta, flotando en las olas qué la llevaban cada vez más lejos de la orilla.
—Ahí va nuestra ropa —Dijo Morgie.
—Y mi garfio —James comentó.
Ambos compartieron una mirada antes de correr para entrar al agua y tratar de alcanzar la canasta. Cuando salieron del agua, con la canasta, ahora llena de ropa y agua, ambos estaban empapados y con frío recorriendo sus cuerpos.
—Ni una palabra de esto, jamás —James dijo.
—Concuerdo contigo —Morgie accedió.
Y ambos tuvieron que volver a la academia en ropa interior, por suerte nadie los vio, o al menos ese creen ellos.
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