James parpadeó lentamente al despertar, sus ojos se ajustaron a la luz blanca y brillante del hospital. El olor a desinfectante llenaba el aire y el constante pitido de una máquina a su lado le indicó que estaba en un lugar que no esperaba. Al mover la cabeza, sintió una punzada de dolor en las sienes, pero lo que más le llamó la atención fue la figura familiar sentada junto a su cama.

Morgie estaba ahí, con los brazos cruzados, su expresión seria y sombría, como si estuviera llevando el peso del mundo sobre sus hombros. James intentó hablar, pero su boca estaba seca, por lo que solo emitió un pequeño gruñido antes de aclarar la garganta.

—Morgie... ¿qué pasó? —Preguntó con voz ronca.

Morgie levantó la vista lentamente, su expresión dramáticamente solemne.

—Oh, James… —Comenzó con un suspiro pesado, inclinándose hacia él como si fuera a dar la noticia más grave de la vida de James—. No sé cómo decírtelo, pero… ha sido... muy, muy difícil.

James sintió que su corazón se aceleraba, el tono serio de Morgie le llenaba de una preocupación creciente.

—¿Qué? ¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó, ahora con más ansiedad.

Morgie suspiró profundamente de nuevo, apoyando una mano en el brazo de James, como si estuviera preparando el terreno para algo devastador.

—Te caíste... y fue grave. Muy grave. Nos preocupamos mucho. El médico dijo que sería complicado...

Los ojos de James se abrieron de par en par, su mente empezó a proyectar imágenes de lo peor. ¿Se había roto algo? ¿Había sido un accidente terrible? ¿Estaba en peligro de alguna manera?

—¿Voy a estar bien? —Preguntó, su voz temblando con una mezcla de miedo y confusión.

Morgie asintió lentamente, pero luego hizo una pausa, como si quisiera añadir algo más trágico.

—Al principio... no sabíamos si lo lograrías... fue tan impactante, tan inesperado...

James tragó saliva, el pánico apoderándose de él.

—Morgie... ¿qué me pasó? —Insistió mientras su corazón latía a mil por hora.

Morgie lo miró fijamente durante unos segundos más, manteniendo la tensión, hasta que de repente su rostro cambió por completo. Una amplia sonrisa traviesa se dibujó en sus labios, y comenzó a reírse de manera incontrolable.

—¡Solo te insolaste en el parque, tonto! —Soltó entre risas.

James parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que acababa de oír.

—¿Qué? —James exclamó, incapaz de creer lo que Morgie acababa de decir—. ¿Me insolé?

—¡Sí! —Respondió Morgie, sin dejar de reír—. Te quedaste al sol mucho tiempo sin gafas o una gorra y te desmayaste. Todos nos preocupamos, pero en realidad solo fue una insolación.

James lo miró con incredulidad, su preocupación transformándose rápidamente en indignación.

—¿Me hiciste pensar que me estaba muriendo por una insolación?

Morgie se encogió de hombros, aún sonriendo.

—Bueno, tenía que hacerlo interesante. No todos los días uno se desmaya por el sol. ¡Además, te ves adorable cuando te asustas!

James resopló, todavía sintiendo el alivio mezclado con algo de frustración.

—No puedo creer que hayas hecho eso —Dijo, aunque una pequeña sonrisa comenzaba a formarse en sus labios.

Morgie se inclinó hacia él y le dio un suave beso en la frente.

—Oh, vamos. Admite que fue divertido. Pero me alegra que estés bien.

James suspiró y se recostó nuevamente en la cama, ahora riéndose también.

—Eres un idiota, lo sabes, ¿verdad?

—Tal vez —Respondió Morgie con una sonrisa coqueta—. Pero soy tu idiota.

Y con eso, James no pudo evitar sonreír, contento de que, al menos, su mayor problema fuera haberse olvidado del protector solar.