Fiebre
La tarde transcurría con una pesadez que se sentía en el aire. El calor sofocante del día se había disipado, pero en su lugar quedaba una especie de letargo que parecía afectar todo a su alrededor. Morgie estaba sentado en la mesa de la cocina, jugando distraídamente con el borde de una taza de té, sin prestarle mucha atención a nada en particular. Sus ojos estaban cansados, y había algo en su postura que delataba su malestar.
James, quien había estado observando en silencio desde el otro lado de la mesa, frunció el ceño al notar el ligero rubor en las mejillas de Morgie y la forma en que sus párpados caían. No había dicho nada, pero era evidente que algo no estaba bien.
—¿Te sientes bien? —Preguntó James con suavidad, aunque ya tenía una idea de la respuesta.
Morgie levantó la vista lentamente, como si el simple acto de hacerlo le costará más esfuerzo del habitual. Sonrió un poco, pero la sonrisa no era compatible con la mirada en sus ojos.
—Estoy bien —Él murmuró, su voz sonaba más débil de lo normal—. Solo un poco cansado.
James no se dejó engañar. Sabía reconocer cuando algo no andaba bien con Morgie, y ahora, al verlo tan desganado, una pequeña alarma interna comenzó a sonar. Se levantó de su silla y caminó hacia él con pasos ligeros.
—Déjame ver algo —Dijo sin esperar respuesta.
Antes de que Morgie pudiera protestar o siquiera preguntarle qué planeaba hacer, James se inclinó hacia él, colocando suavemente su mano en su hombro para estabilizarse. En un gesto rápido pero delicado, apoyó su frente contra la de Morgie, cerrando los ojos brevemente al hacerlo.
El contacto fue cálido, más de lo que esperaba. La piel de Morgie estaba notablemente caliente, lo suficiente como para confirmar lo que ya sospechaba: tenía fiebre.
—James… ¿qué estás haciendo? —Preguntó Morgie con su voz siendo apenas un susurro. Podía sentir la respiración tranquila de James contra su piel. Aquel gesto lo tomó por sorpresa.
—Comprobando si tienes fiebre —Respondió Hook sin moverse, todavía con la frente apoyada contra la de él.
El silencio que siguió no fue incómodo, sino más bien lleno de una familiaridad reconfortante. Morgie parpadeó, intentando procesar el gesto. Sabía que James solía ser atento cuando estaban solos, pero esta muestra de cuidado fue más íntima y más cercana de lo que esperaba.
—¿Y? —Preguntó Morgie tratando de sonar en un ligero toque de humor, intentando romper la seriedad del momento.
James finalmente se apartó, aunque no demasiado. Sus ojos se encontraron con los de Morgie, y la preocupación en ellos era innegable.
—Tienes fiebre —Dijo con tono firme, como si fuera una sentencia ineludible.
Morgie suspiró, resignado.
—No es nada —Él intentó desviar la atención—. Seguro que solo es cansancio.
James no estaba convencido. Sabía cómo Morgie solía minimizar las cosas, especialmente cuando se trataba de su propio bienestar. Pero no iba a dejar que eso pasara desapercibido esta vez.
—Ve a descansar un poco —Sugirió James, usando un tono más suave que antes—. Necesitas cuidarte.
Morgie miró a James por un momento, notando la sinceridad en sus palabras. Sabía que discutir no tenía sentido. La forma en que James lo miraba, con esa mezcla de preocupación y ternura, lo desarmaba por completo. Al final, solo asintió lentamente.
—Está bien —Cedió finalmente—. Pero no es para tanto, enserio.
James sonrió, acostumbrado al comportamiento de Morgie en los momentos como ese.
—Sabes que voy a estar aquí para recordarte que lo es —Respondió.
Morgie no pudo evitar devolverle una sonrisa cansada. Morgie siempre estaba ahí cuando James estaba enfermo, lo cual era común, sorprendente considerando ya que es un pirata. Y ahora James estaba demostrando que eso es recíproco al cuidarlo a él.
Con un último suspiro, Morgie se levantó lentamente de la silla, y James, siempre al pendiente, lo guió hacia la habitación con suavidad, asegurándose de que se recostara en la cama.
—Voy a buscar algo para bajar tu temperatura, mientras solo descansa —Dijo James mientras se dirigía a la cocina.
Morgie cerró los ojos, sintiendo cómo el cansancio finalmente lo invadía por completo. Cuando James volvió, con una taza de té y un frasco de pastilla, el hechicero ya había caído dormido.
El pirata le sonrió, dejando todo sobre la mesa de noche, posteriormente dejó un beso en la mejilla de Morgie y se fue, dejándolo descansar.
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