Compras
El centro comercial estaba, como cada fin de semana, lleno de vida, con luces brillantes, música suave de fondo y personas de todas las edades moviéndose de tienda en tienda. Era un sábado por la tarde y, como tantas otras veces, James había insistido en ir de compras y llevaba el ritmo para avanzar por delante. Morgie, por otro lado, caminaba detrás de él con un paso más lento, arrastrando los pies mientras cargaba varias bolsas que colgaban de sus manos como si fueran pesas.
James, con una sonrisa radiante en el rostro, estaba en su elemento. Saltaba de tienda en tienda, sus ojos brillaban cada vez que veía una prenda que llamaba su atención o algún accesorio brillante, girando emocionado para mostrarle a Morgie, quien lo seguía a regañadientes, pero poniendo una sonrisa en sus labios cada que James volteaba a verlo.
—¿Qué tal esto? —Preguntó James, sosteniendo una chaqueta de cuero con tachuelas que parecía sacada directamente de una película de acción.
Morgie levantó una ceja, claramente menos impresionado.
—¿Para qué necesitarías eso? —Murmuró, mientras ajustaba las bolsas que llevaba en cada mano—. Llevas siempre ese saco rojo que apenas si usas chaquetas.
James ignoró su tono, colocándose la chaqueta sobre los hombros y dando una pequeña vuelta frente al espejo.
—Porque se ve increíble, obvio —Respondió, sonriendo mientras posaba de manera exagerada frente al espejo—. Además, nunca se sabe cuándo te ocurrirá una fiesta en la que esto combine. Mejor estar preparado, ¿no?
Morgie soltó un suspiro, pero no pudo evitar sonreír levemente ante el entusiasmo de James. Aunque las compras no eran su actividad favorita, de hecho, probablemente era lo último que querría hacer un sábado por la tarde, pero ver a James tan emocionado hacía que el esfuerzo valiera un poco la pena.
Después de un rato más de deliberación, James finalmente decidió que no necesitaba la chaqueta, al menos no ese día. Continuaron su recorrido, entrando a una tienda de ropa más casual donde James rápidamente encontró una nueva obsesión: un par de tenis brillantes con estampados rojos que parecían haber sido diseñados por alguien bajo los efectos de demasiada cafeína.
—¡Mira estos! —Exclamó, señalando los zapatos como si hubiera descubierto un tesoro perdido, ja, tesoro, pirata, ¿lo entienden?
Morgie se acercó lentamente, mirando los zapatos con una mezcla de incredulidad y resignación.
—Son… únicos —Dijo con cautela, sin querer apagar el entusiasmo de James—. ¿Pero realmente los necesitas?
James lo miró, su expresión emocionada explotando en su rostro.
—¿Qué tipo de pregunta es esa Morgie? —Dijo, fingiendo indignación—. ¡Claro que los necesito! Ayúdame a probarmelos.
Sin más, James se agachó para probárselos, mientras Morgie observaba a su alrededor, buscando un lugar donde dejar las bolsas. Había algo casi hipnótico en la manera en que James se sumergía completamente en la experiencia de comprar, probándose diferentes prendas, comparando colores y tejidos, como si cada elección fuera parte de una aventura personal, casi como si todo fuera de vida o muerte.
Después de lo que parecieron horas, aunque probablemente no había pasado más de una, James salió de la tienda con una sonrisa triunfante y una nueva bolsa para la colección que ya cargaba Morgie.
—Estos zapatos son oficialmente mis nuevos favoritos —Declaró, claramente satisfecho con su adquisición.
—Claro que lo son… Como cada par nuevo —Murmuró Morgie, aunque no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo de James.
Caminaron un poco más por el centro comercial, James hablando sin parar sobre todas las cosas que había visto, mientras Morgie seguía detrás, en silencio, contento de simplemente estar allí, aunque su rol pareciera ser el de cargador oficial de bolsas, lo cual también ya lo había cansado.
Finalmente, después de lo que para Morgie sintió como una eternidad, llegaron a una cafetería. James se detuvo y se volvió hacia él, con una sonrisa cómplice.
—Bueno, creo que te has ganado un descanso —Dijo sonando casi cínico, señalando una mesa vacía junto a la ventana—. Voy a pedir algo para los dos.
Morgie dejó caer las bolsas en el suelo junto a la mesa y se dejó caer en la silla con un suspiro de alivio.
—Gracias al cielo —Murmuró, cerrando los ojos un momento.
James regresó minutos después con una bandeja de cartón con dos cafés y unas rebanadas de pastel, sentándose frente a Morgie con una sonrisa.
—Sabes —Dijo James mientras removía su café—, sé que las compras no son lo tuyo, pero agradezco que me acompañes.
Morgie abrió un ojo y lo miró, su expresión más suave ahora que finalmente estaba sentado.
—Bueno, alguien tiene que cargar tus bolsas —Respondió en tono seco, aunque la calidez en su mirada traicionaba su verdadera actitud.
James rió, inclinándose hacia él.
—Lo haces muy bien —bromeó—. Tal vez debería contratarte como mi asistente personal de compras.
Morgie soltó una risa corta, sacudiendo la cabeza.
—Ni en tus sueños —Dijo serio.
Pasaron el resto de la tarde en la cafetería, hablando de cualquier cosa menos de compras. Y aunque Morgie no lo admitiría en voz alta, había algo reconfortante en esas salidas, en ver a James tan feliz, en compartir esos pequeños momentos que, al final del día, hacían que todo el esfuerzo valiera la pena.
Mientras salían del centro comercial, con el sol comenzando a bajar en el horizonte, James miró a Morgie y sonrió.
—La próxima vez prometo no arrastrarte por tantas tiendas.
Morgie lo miró de reojo con una pequeña sonrisa curvando sus labios.
—Me dices eso cada que salimos.
James le dio un suave codazo, y ambos caminaron juntos hacia el auto, con el sonido de las bolsas tintineando a su paso.
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