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3. Lo que es Correcto

Día 3: policías AU.

[...]

Kirishima se había despertado temprano aquella fría mañana, algo desorbitado en realidad. La brisa fresca se colaba por las ventanas de la casa y atravesaba la puerta de la habitación hasta envolver todo el entorno, provocando en Eijiro la suficiente pereza como para permanecer otro rato más allí.

Y lo hubiera hecho, claro que si, si la segunda alarma de la mañana no hubiera sonado indicando que tenía que levantarse a trabajar de una vez.

Kirishima soltó un bufido antes de erguirse en la cama, permaneciendo sentado en ella, y tomar su celular para apagar la alarma antes de deslizarse hasta el borde y pararse con pereza, estirando los brazos mientras suelta un cansado bostezo.

Camina hasta el baño con los ojos entrecerrados por el sueño y entra en la pequeña habitación, abriendo la llave del agua para mojarse la cara y despertar de una vez. Cuando siente que la pereza por fin desapareció de su sistema, Kirishima toma una toalla pequeña y se seca la cara, tomando el gel y un peine del botiquín en el espejo para comenzar a preparar su cabello antes de irse.

Con más ánimos vuelve a la habitación y se cambia, vistiendo el uniforme que con tanto orgullo porta día a día. Va a la cocina y desayuna algo ligero, tomando sus cosas junto a las llaves antes de salir y partir camino a la estación de policía.

El día en la estación empieza como cualquier otro: Bakugo gritando a diestra y siniestra, Midoriya tratando de huir de la furia de su amigo y Kaminari riendo a lo lejos mientras trata de ligar con el guapo oficial peli morado quien todos creen que es el hijo perdido de su jefe, aunque nadie lo dice en voz alta a menos que quieran un día de entrenamiento con tortura incluida, gratis.

—Blasty —saluda el pelirrojo una vez llega al lado de su amigo.

Bakugo lo voltea a ver con el ceño fuertemente fruncido y un cartel de peligro escrito con letra enorme sobre su cabeza, aun así, Kirishima lo ignora.

—¿Qué sucede? —pregunta, mirando al pobre peli verde tratando de cubrirse con una carpeta.

—Pelos de mierda —saluda Bakugo en un bufido, extrañamente más calmado de lo que estaba hace unos segundos —. El maldito nerd de mierda cree que puede ser mejor oficial de policía que yo.

Kirishima suelta un "oh" y asiente, tomando con un brazo los hombros del cenizo. Todos en la jefatura miran al pelirrojo de lejos, temiendo por su pobre vida al atreverse a tocar al cenizo.

Pero, muy a lo contrario de lo que todos pensaron que sucedería, Bakugo no hace ningún amago de quererlo lejos. Eijiro sonríe mostrando sus puntiagudos dientes y le palmea la espalda en un gesto amistoso.

—Tranquilo, Bakubro, apuesto que tú serás el mejor policía de toda la estación —le asegura el pelirrojo con emoción—. Pero no tienes que gritarle a Midoriya, ¿okey?

Bakugo bufa una vez más y aparta la mirada, moviendo sus hombros para que Kirishima quite su brazo.

—Como sea —responde sin mucho interés, comenzando a caminar directamente hasta las patrullas —. ¡No te metas en mi puto camino nerd! —le grita mientras se dirige a la puerta, sin molestarse en echarle una mirada al mencionado.

—¡No lo hago! —grita de vuelta Midoriya sin inmutarse por lo brusco que siempre es su amigo cuando se dirige a él, sonriendo.

Kirishima menea la cabeza a los lados, con una sonrisa en los labios. Bakugo nunca cambiará por más años que pasen.

Continúa su camino hasta su propio escritorio y toma asiento, usando la computadora frente a él para terminar de hacer su informe y poder entregárselo a Aizawa.

—Fue super arriesgado lo que hiciste hoy —mencionó Kaminari mientras permanecía colgado de la pared que separaba ambos escritorios.

Eijiro se encogió de hombros, restándole importancia.

—Kirishima Eijiro, el domador de bestias —bromea el rubio, moviendo una de sus manos frente a su rostro como si fuera algo completamente alucinante —que de cierta forma lo era— y ríe.

—Ya —pide el pelirrojo mientras suelta una risa —. ¿Terminaste el informe que Bakugo te pidió que hicieras sobre la Liga de Villanos?

La expresión que su amigo le dedicó fue más que suficiente para confirmarle que lo había olvidado completamente —probablemente por estar coqueteando con Shinso, quien parecía ignorarlo omniplacientemente— y que seguro el cenizo lo iba a matar por esto.

Kirishima negó con la cabeza, conociendo ya de antemano lo olvidadizo que era su amigo rubio.

—Te sugiero que te apresures a hacerlo antes que Bakugo vuelva, o si no seguro te matará —le recomendó el pelirrojo, Kaminari asintió varias veces antes de volver a su escritorio y comenzar a hacer el informe cuanto antes.

Kirishima volvió a lo que estaba haciendo antes que Kaminari se presentara, tomando el informe entre sus manos antes de levantarse y caminar hasta la oficina de su jefe y dar unos suaves toques.

—Pase —fue lo único que se escuchó del otro lado de la puerta.

Kirishima entró en silencio antes de dejar el informe sobre el escritorio de Aizawa Shota, su jefe, y esperar a que le diera nuevas instrucciones para hacer.

—Bien —murmuró Aizawa mientras tomaba el informe antes dado y le echaba un ojo a las páginas —. ¿Y tu compañero? —preguntó con una ceja enarcada, sabiendo de ante mano la respuesta que le darían.

—Bakugo salió a patrullar hace un rato —respondió Kirishima.

El peli negro soltó un suspiro bastante cansado.

—Estos mocosos de hoy en día —se lamentó el mayor en un susurro para sí mismo —. Bien, Kirishima, quiero que tomes un vehículo y patrulles la zona Este, se han reportado varios robos por esos lugarares últimamente —le indicó su jefe antes de volver a su taza de café con estampado de un gato.

Kirishima asintió con energías antes de darse la vuelta y salir de la oficina de su jefe rumbo a la puerta que daba acceso al estacionamiento de la jefatura de la policía.

Kirishima había estado, por lo menos, unas horas patrullando las calles de la ciudad antes de ver su reloj y notar que ya era hora del almuerzo, por lo cual tendría al menos media hora para estacionar y comer algo rápido.

Conduce unas cuadras hasta llegar a un restaurante algo sencillo y pequeño, que está algo cerca de una tienda de joyas, donde decide almorzar. Aparca el auto una cuadra más adelante bajo la sombra de un árbol y baja, activando la alarma antes de cruzar la calle directamente al restaurante.

Una alarma suena —y no es necesariamente la de su auto— pocos segundos después, haciendo que Kirishima girara el rostro en el momento justo que un hombre alto de ojos oscuros pasa corriendo frente a él con un bolso en mano y ropa de calle que oculta perfectamente su identidad con la capucha y el tapabocas puesto.

Y aunque sus ojos hayan chocado durante solo una milésima de segundo, para Kirishima es el tiempo suficiente como para quedar congelado en la vereda con el corazón atorado en la garganta, como si hubiera visto un fantasma del pasado. Aún así se obligó a reaccionar y comenzar a correr tras el sospechoso que acaba de salir a plena luz del día a robar en una joyería.

—¡Alto! —grita mientras comienza la persecución, corriendo a todo lo que sus piernas daban para atrapar al sospechoso, sabiendo que el hombre no le hará caso en lo más mínimo.

La persecución dura unas cuadras donde la ventaja en las calles se la lleva el ladrón, corriendo con maestría entre las calles y saltando entre cada muro y banca presente como si fuera cosa de todos los días, como si estuviera acostumbrado a huir siempre.

Kirishima sabe que no puede alcanzarlo así, así que, cuando el sospechoso salta una verja que da directo a los callejones, el policía decide tomar otro camino para interceptarlo.

El ladrón parece detener su carrera cuando cree que nadie le sigue y que logró perder al policía, soltando un suspiro lleno de alivio antes de dar un paso y ser embestido con fuerza por el pelirrojo, cayendo ambos al suelo mugriento del callejón —aunque eso es lo que menos importa en estos momentos— y rodar mientras forcejean para ver quién logra quitarse al otro de encima primero.

Kirishima gana, posicionándose encima del sospechoso mientras atrapa sus manos con su diestra y busca las esposas con la mano sobrante. Pero, cuando se gira dispuesto a esposarlo y llevarlo a la jefatura, Kirishima se petrifica, observando el rostro del sospechoso antes cubierto por el tapabocas y la capucha totalmente desnudo antes sus ojos; revelando su cabello azabache como la noche y sus ojos profundos, dibujando una sonrisa triangular despreocupada que hace al oficial dudar.

Su corazón golpea contra su pecho con fuerza y Kirishima es incapaz de salir del trance hasta que las palabras se deslizan solas por su lengua, como si estuviera lo suficientemente sorprendido como para ser capaz de bocalizar algo coherente.

—¿...Sero? —pregunta, parpadeando incrédulo, sin moverse.

El ladrón le dedica otra sonrisa.

Se escucha el sonido de una sirena a lo lejos y Kirishima voltea por inercia a ver. Sero aprovecha su desconcentración —y el hecho de que Kirishima haya disminuido la presión sobre sus manos— para golpear al pelirrojo en la nariz, provocando que el policía caiga hacia atrás y el ladrón escape antes que alguno sea capaz de razonar.

—¡Kirishima! —grita una voz a lo lejos, trotando hasta agacharse a su lado.

Eijiro parpadea algo perdido, siendo consciente que de su nariz cae sangre pero no lo suficiente como para cubrir la herida o responder a los llamados de la persona a su lado.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Tetsutetsu algo preocupado, ayudando al pelirrojo a levantarse.

Eijiro se tambalea ligeramente hasta que logra mantener el equilibrio y asiente, pasando sus dedos hasta tocar con cuidado la sangre en su nariz.

—Eh... si, estoy bien —titubea luego de unos segundos de silencio.

—¿Quieres que te lleve al hospital o...? —pregunta su amigo platinado, queriendo confirmar que en realidad está bien.

Kirishima niega.

—No, no. Iré a la estación —Eijiro fuerza una sonrisa para que Tetsutetsu vea que se encuentra bien, el chico se la devuelve con algo de duda.

Kirishima se despide dejando a Tetsutetsu con las palabras en la boca y sale del callejón con un raro sentimiento en la lengua y una pinchazón en el corazón.

Eijiro sale del trabajo entrada la noche, conduciendo su vehículo sin muchos ánimos hasta su casa. Hoy no había sido un buen día prácticamente después de lo último que sucedió, Kirishima había tenido la cabeza en otro lado casi todo el día laboral y no le había prestado atención a nada por más gritos que Bakugo le haya lanzado.

Se detiene cuando el semáforo marca que está en rojo con el señalero puesto para doblar una vez cambie el color.

Su mente viaja hasta los ojos negros y  profundos de la persona que alguna vez fue su mejor amigo, y quien quizás pudo ser algo más. Habían pasado tantos años desde la última vez que lo había visto que aún se siente irreal, extraño. Y hubiera pensado que aquello había sido una simple alucinación, una mala pasada de su cerebro o algo; claro, si la curita en su nariz no estuviera allí o el cosquilleo en sus manos que hasta el momento permanece vigente.

Suelta un suspiro cansado, cambiando el señalero una vez el semáforo cambia a verde, tomando otra ruta la cual es probable que se arrepienta después de dar.

La calle es silenciosa mientras conduce hasta un lugar donde su cerebro le traiciona, mostrando imágenes de sucesos que hace años había dejado enterrados en aquel lugar.

Se detiene pocas calles después, bajandose del auto y caminando hasta un lugar tan conocido pero lejano para él que hasta el día de hoy puede afirmar que recorrerlo con los ojos cerrados sería cosa fácil; aún así, eso no evita el nudo en su garganta por cada paso que da.

Sube las escaleras de madera de una vieja casa abandonada que se encontraban bien escondidas y se detiene a tomar asiento a un lado del azabache, dejando a sus pies colgar desde la altura.

—Sabía que podía encontrarte aquí —se obliga a decir, mirando la misma vista que su acompañante —, Sero.

La brisa fresca de la noche revuelve los cabellos de ambos. El azabache permanece en silencio un rato, admirando desde el techo de la vieja casa el vecindario. Kirishima trata de hacer lo mismo, aunque sabe que le cuesta seguir pareciendo sereno cuando Sero está a su lado con la expresión ida en el paisaje nocturno.

—Debería arrestarte —murmura Eijiro, sosteniendo su cabeza con ambas manos.

—Deberías —coincide Sero, su voz sale con la calma y despreocupación que siempre le caracterizaron —. Eso sería lo correcto.

—Pero eso no significa que no me sienta mal después —confiesa Kirishima, soltando una risa amarga mientras se traga el nudo en su garganta.

Sero no le voltea a ver en ningún momento, permanece con su vista enfocada en algún punto del panorama. Kirishima alza la vista hasta un árbol en particular de la cuadra y exhala una risa que no pudo contener.

—Recuerdo que de niños trepabamos aquel árbol —menciona el pelirrojo, mirando con nostalgia el árbol.

Sero también lo observa, dibujando una pequeña curva con sus labios.

—Y luego venía tu madre y nos retaba porque nos podíamos lastimar —continuó Hanta, soltando una leve risa acompañado de Eijiro.

La sonrisa en el rostro de Kirishima pronto se volvió una mueca triste mientras observaba los ojos negros del contrario.

—Esta no es la solución, Sero —le dijo —. Puedo ayudarte si quieres, por favor.

—Conoces la condición de mi hermana —replicó Sero en un tono más brusco, suspiró cuando notó como Kirishima apretaba los labios y bajaba la cabeza.

—Me gustaría que las cosas no fueran de esta forma —confesó el policía en un susurro quebrado.

Sero soltó el aire de sus pulmones, levantándose del muro donde se encontraba sentado para empezar a caminar hasta el otro lado dispuesto a irse.

—A mi también —fue lo último que le escuchó murmurar antes de que el azabache apoyara una mano en el granito y saltara, camuflandose entre las sombras de la noche hasta desaparecer.

2393 palabras.

Uno de los días que más me gustó escribir, aunque por lo mala que soy plasmando los sentimientos de los personajes no puedo decir tanto. Aún así sigue siendo uno de los que más me gustaron, hasta ahora.

Y para que entiendan un poco el fondo de toda esta historia, Kirishima y Sero eran amigos desde niños. La hermana menor de Sero (quien es tan solo una niña) posee un cuerpo débil, por lo que Sero siempre se pasó la vida robando para poder pagar su tratamiento en el hospital.

Ambos siempre se quisieron de adolescentes pero nunca formaron una relación porque Sero sabía que no iba a funcionar, después de todo, él es un ladrón y Kirishima quería ser un policía.

El vecindario donde se encuentran al final era donde ambos vivían antes cuando eran niños, y la casa vieja era la guarida de juegos de ambos. Sero iba seguido al techo y se sentaba a pensar. Cuando Kirishima quería encontrar a Hanta, siempre iba primero al techo de la casa.

Después de que Kirishima se mudara del vecindario ambos perdieron contacto, teniendo que pasar algunos años para volverse a ver.

Y así es como va la historia.

Espero les haya gustado el cap de hoy, les mando un enorme saludo por correo electrónico (que ya no sé ni mi contraseña) y nos leemos en la actu de mañana —Kirishi365

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