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Día 3: Lenguas moradas

Advertencias: Uhm, pues, pues creo que mejor solo pondré la lista de kinks que usaré, ¿no? Porque va a estar kinky. Ah, y que es +18 y aged up. Eso también. Pero, ajá, ahí van: slight degradation kink (degradación, pues, pero no tanta), praise kink (encontrar sexy que te den cumplidos), exhibicionismo, BDSM casual, ojo, edging (llevar a una persona al clímax sin permitirle correrse/tener su orgasmo), teasing (sigo sin saber explicarlo en español, pero es algo así como provocar, k? K.), marcas (como mordidas y chupetones), choking (pues ahorcar o no permitir el paso de aire a los pulmones, amixes, para corto), hair pulling (jalar el cabello), electro play (uhm, sí, básicamente descargas eléctricas) y creo que ya. Seh...

El sabor a chicle inundó la boca de Denki junto con la grandiosa sensación rasposa y helada en su lengua provocada por el granizado que le habían entregado hacía un par de segundos. Un granizado milagroso, según él, pues el calor estaba a todo lo que daba en las costas de Bávaro y ya no aguantaba.

Antes de seguir comiendo, llevó el vaso desechable hasta su frente y suspiró con alivio cuando esa misma fría sensación se esparció por su piel. Una risa se escuchó a su lado y volteó a ver a Hanta a su lado. Frunció el ceño ligeramente.

— No está tan mal — comentó el azabache, recibiendo entonces su propio raspado de cereza. Pagó ambos helados y entonces ambos comenzaron a caminar por la playa, lejos del puesto ambulante.

— Seguro estamos a 40° — se quejó Denki, exagerando como siempre hacía con los climas. Igual era tierno. Hanta volvió a reír.

— Sí claro — respondió sarcástico, dándole una primera lamida a su postre. Era delicioso.

El par de recién casados continuó avanzando por la playa, con sandalias llenas de arena y trajes de baño pegados a sus piernas por el agua que aún no terminaba de secarse al haber estado toda la mañana nadando y jugueteando en la playa. Gotas de sudor y agua salada bajaban por sus espaldas y torsos mientras degustaban en un silencio cómodo su propio raspado antes de que estos se derritieran bajo el sol.

Se detuvieron bajo una palmera ligeramente apartada de la zona más concurrida de la playa y se sentaron en la arena, aprovechando la sombra que las palmas les proporcionaban.

— Y ahora nos quedamos aquí hasta que se haga de noche porque no quiero seguir caminando bajo el sol — expresó el rubio, recargándose en el tronco de la palmera. Colocó lo que restaba de su granizado en sus mejillas, alternando el lado cada ciertos segundos, a veces pasándolo también por su frente.

— Qué buena manera de pasar nuestro segundo día de luna de miel — bromeó el más alto, decidiendo también recargarse en la enorme planta. Dejó su vaso ya vacío en la arena, procurando no ponerlo en un lugar donde pudiera perderlo de vista para llevárselo cuando Denki decidiera irse.

El rubio rió ligeramente y entonces le mostró la lengua a Hanta cuando este se volteó. Sin pensárselo mucho, el menor picó la lengua del otro y entonces Denki se apartó de un salto, escupiendo ligeramente.

— ¡Hanta! — lloriqueó ligeramente volviendo a escupir al lado contrario —. ¡Tenías arena en la mano!

— Oh, lo siento, es que tu lengua está azul... — se excusó el menor, rascando su nuca. Cuando sintió la arena que Denki decía, sacudió sus manos contra su short húmedo, sacando casi toda. Era mejor que nada.

— ¡Oh, es cierto, la tuya debe ser roja! — dedujo el mayor, viendo con curiosidad a Hanta —. Sácala.

El azabache obedeció, mostrando su lengua en un gesto adorable, a lo que Denki sonrió enternecido, antes de decidir acabarse su propio granizado. Hanta guardó su lengua de nuevo y observó a su ahora esposo comer gustoso, aunque muy concentrado, el dulce hielo que estaba a nada de volverse agua. Cuando esto pasó, se empinó el vaso y Hanta se lo quitó para ponerlo con el suyo. Así no los perderían.

— Me pregunto... — comenzó Denki, volteándose para ver de frente a Hanta —. Si nos besáramos, ¿se volvería morado?

Hanta ladeó la cabeza, procesando.

— ¿Eh? — fue lo único que alcanzó a soltar —. ¿De qué hablas?

Denki jaló aire para explicarse, pero antes de hablar, unas cuantas personas pasaron frente a ellos. Esperó a que se alejaran para poder hablar, como si hubiera olvidado que no todas las personas en República Dominicana hablaban japonés.

— Mi lengua es azul, la tuya es roja... Esos dos colores hacen morado, ¿crees que si nos besamos se haga morado? — volvió a preguntar el más bajo.

— No sé, ¿quieres intentar? — sugirió el pelinegro, alzando los hombros. Denki asintió varias veces, antes de abrir sus piernas para poder sentarse sobre el regazo de su esposo. Hanta rió ligeramente y se acomodó con el chico encima.

Acarició la cintura desnuda del rubio y le dedicó una sonrisa amorosa antes de dejarse llevar por aquellos labios expertos sabor chicle.

Sin prisa, ambos se fueron fundiendo en el beso, moviendo sus labios con lentitud en un ritmo que el más bajo marcaba, permitiéndose disfrutar del sabor del otro. Poco a poco los movimientos dieron paso a un beso más profundo, más intenso, en el que ambas lenguas se encontraban a la mitad del camino antes de regresar y volver a encontrarse.

La mano derecha de Denki subió por el torso de Hanta hasta alcanzar su nuca, tomando esta con firmeza para decirle al azabache que no quería separarse aún. Sus dedos dejaron escapar un poco de electricidad que, aunque algo dolorosa, solo provocó más a Hanta, haciéndolo ladrar la cabeza para poder morder el labio inferior de Denki antes de regresar al beso, escuchando el pequeño jadeo que logró arrancarle al rubio.

Cuando se separaron, Denki no dudó en bajar sus besos labios al cuello del azabache, aún jadeante, pero sin importarle aquello. Lamió cerca de su clavícula, probando el contrastante sabor salado del sudor y el agua de mar que le hizo olvidar momentáneamente el de cereza que recién había alcanzado a probar de los labios ajenos.

Hanta apretó la cadera de Denki para presionarlo contra su regazo y cerró los ojos cuando su miembro aún flácido alcanzó a rozar el muslo de su esposo con las telas de por medio.

— Comienzo a creer que no querías ver si nuestras lenguas se volvían moradas — bromeó el azabache, suspirando cuando el rubio mordió cerca de su clavícula después de haber creado un chupetón.

Denki se detuvo y alzó la mirada, sonriendo coqueto.

— Claro que no — susurró, moviendo sus caderas sobre Hanta lentamente para conseguir una reacción ahí abajo —. ¿Cómo se ve?

Abrió su boca grande, sacando entonces su lengua para que Hanta la viera. Sus ojos ligeramente entrecerrados se veían traviesos y Hanta se supo atrapado en cuanto conectó su mirada con el rubio. Regresó su mirada al gesto sugestivo de su boca y observó cómo el azul se había desvanecido dando paso a un púrpura algo oscuro.

— Morado — respondió el menor.

Su mano derecha inconscientemente se acercó nuevamente a la boca ajena, pero antes de siquiera alcanzar a tocar la barbilla de Denki, regresó su mano a su propio cuerpo, tratando de limpiar esta de arena contra su propio torso. Sin embargo, no se esperó que el propio rubio tomara su mano y dirigiera sus dedos índice y medio directo a su boca.

Comenzó a pasar su lengua por estos bajo la atenta mirada de Hanta y la comisura de sus labios se estiró en una sonrisa maliciosa cuando debajó de él sintió cómo lentamente algo comenzaba a despertar.

— ¿Divirtiéndote? — preguntó en un susurro el mayor sacando los dedos momentáneamente antes de pasar al pulgar que, como sabía, era una zona erógena en el cuerpo de los hombres si hacía exactamente lo que estaba haciendo.

Hanta tragó saliva y vio hacia los lados. Había algo de gente a su costado izquierdo, la parte más concurrida aún a unos 40 metros de ellos o tal vez más. A su derecha habían menos personas, pero igual había.

— Tú te quieres meter en problemas — advirtió el pelinegro, con voz baja, grave. Denki abrió los ojos con falsa sorpresa.

— Ay, no, nunca — respondió haciendo un pequeño puchero con ambos labio aún rozando el pulgar. Volvió a sonreír y Hanta entendió entonces.

— Mhm, ok —. Ambas manos del azabache sostuvieron con firmeza la cadera de Denki y lo presionaron nuevamente hacia abajo, sacándole un jadeo y haciéndole sostenerse de los fuertes hombros de Hanta, donde el azabache recibió otra minúscula descarga eléctrica —. Si así quieres jugar...

Esa confirmación hizo que Denki regresara la mirada al cuello de Hanta, a la marca que estaba volviéndose a hacer y, entonces, decidió sonreír para hacerle saber a Hanta que él tenía el control e iba a hacer lo que quisiera, a lo que Hanta también sonrió, aunque claro, cuando Denki ya no miraba.

El cuello de Hanta pasó a ser nuevamente el centro de atención y el rubio se dedicó a llenar este de marcas con la forma de sus labios, dientes y boca por todos sus lugares favoritos, mientras sus caderas se movían al ritmo que las manos de Hanta marcaban, a veces yendo como él quería solo para sentir la presión del agarre ajeno regresarle a un ritmo lento tal como el rubio esperaba.

Las manos de Denki comenzaron a pasearse por el torso de Hanta, sabiendo exactamente a dónde quería llegar. Poco a poco se fue separando del más alto para poder comenzar a bajar su traje de baño. Denki se recargó en sus rodillas y Hanta permitió que el chico bajara el elástico solo lo justo para dejar su miembro ahora erecto al descubierto.

Denki retrocedió un poco en sus rodillas para acomodarse mejor y se agachó, colocando ambas manos en los muslos ajenos, pero cuando intentó comenzar a lamer a Hanta, este le detuvo sosteniendo su mentón con los dedo para que lo viera desde ahí abajo.

— ¿Tan desesperado estás por metértelo a la boca que no te importa que estemos en público? — preguntó con una sonrisa que le daba aires de superioridad, acarició con su pulgar la barbilla de Denki —. Mírate tan necesitado de mi pene, tan lindo, Den.

Con esas palabras, un sentimiento ya conocido se plantó en el torso del rubio, una extraña sensación caliente que le hacía sentir nervioso y excitado al mismo tiempo. Fue ahí cuando supo que había perdido el control que había "reclamado antes", o más bien, se dio cuenta que nunca lo tuvo realmente. Solo alcanzó a asentir con la boca ligeramente abierta. Hanta presionó su labio inferior con su pulgar y él solo lloriqueó bajo, esperando así conseguir el permiso ajeno.

Y así fue.

En cuanto los dedos de Hanta dejaron de tomarle, su boca instintivamente buscó la cabeza para envolverla en sus labios, lamiendo en movimientos circulares antes de empezar a mover su cabeza de arriba a abajo, comenzando a meter centímetro por centímetro en movimientos lentos. Y en esos momentos, le importaba realmente poco el sabor salado del agua impregnado en la piel de Hanta o los ocasionales granitos de arena. Solo quería tomar a su novio en ese lugar, en ese momento.

Era excitante y al mismo tiempo aterrador. Estaban en público. Había gente. Cualquiera podría descubrirlos si intentaban ver por las palmeras. Solo tenían un par a sus costados para cubrirse de otras personas, pero cualquiera podría descubrirlos.

No era la primera vez que hacían esta clase de cosas arriesgadas, a ambos les gustaba sentir la adrenalina corriendo por sus venas mientras tenían sexo en los peores lugares posibles. No entendían cómo nadie los había atrapado, era casi arriesgar sus carreras enteras como héroes profesionales si los atrapaban, pero Denki suponía que eso también era parte el encanto de hacer algo así en un lugar en el que no tenían que hacerlo.

Inconscientemente gimió, demasiado concentrado en el miedo de ser visto y el puro placer que eso le generaba.

Abrió los ojos sin estar seguro de cuándo los cerró y miró hacia arriba cuando su nariz rozó el vello púbico de su esposo. La mirada de Hanta se paseaba por toda la demás playa mientras jadeaba, perfectamente perdido en la sensación de tener su miembro casi en su totalidad dentro de la boca del rubio. Cuando llegaron a conectar miradas, Hanta llevó una de sus manos a la cabellera ajena y acarició mechones en lo que Denki resumía sus movimientos, expectante a lo que fuera a hacer el azabache.

De pronto una mano se colocó a a altura de su mandíbula y lo empujó suavemente hasta que su boca quedó vacía. Con ojos confundidos observó a Hanta, pero estos solo se abrieron con sorpresa el momento en que esa misma mano tomó con firmeza un puñado de mechones, haciendo a Denki mantener su cabeza en una sola posición.

— ¿Cuál es tu color? — preguntó Hanta, llevando su mano libre a su propio miembro para masturbarlo lentamente en esa pequeña pausa.

Denki tragó saliva y probablemente algo líquido preseminal y observó la mano ajena moverse de arriba a abajo sobre su miembro. Sintió un pequeño jalón que le indicaba que debía contestar y, después de perderse momentáneamente en la sensación, volteó a ver a Hanta, encontrando sus ojos. Esa mirada expectante, paciente y comprensiva, pero al mismo tiempo lujuriosa y desesperada por más.

— Verde — respondió por fin.

Hanta sonrió.

— Entonces sé un buen juguete para mí, ¿quieres? — habló Hanta, soltando su miembro. Denki asintió varias veces antes de abrir la boca tan grande como podía —. Buen chico.

Tan pronto como Hanta dijo aquello, subió su cadera, metiendo directamente toda su longitud dentro de la boca del más bajo, sintiendo cómo este apretaba sus muslos entre sus manos, gimiendo alrededor del falo que llegaba a tocar su garganta. Apartir de ese movimiento, el azabache comenzó a embestir contra su boca, ni rápido ni lento, pero de una manera muy firme que hacía que a Denki le temblaran las piernas.

Le encantaba que Hanta hiciera eso. La manera en que su miembro chocaba en el interior de su boca, arrancándole gemidos que ni siquiera sabía si salían de su boca porque no estaba muy seguro de estar respirando. Todo pensamiento racional se le iba de la cabeza, dejando solo deseo de más que era saciado con cada movimiento. Para esto había entrenado su reflejo faríngeo en la adolescencia, oh, sí. Lo estaba amando.

Apenas y podía mantener sus ojos abiertos. Se sentía tan bien que podría correrse de solo ser usado de esa forma por Hanta. De hecho, inconscientemente se encontraba frotando sus muslos en busca de alguna presión o contacto que aliviara su miembro. No lograba nada y esa sola frustración solo aumentaba sus ganas de seguir.

Unas voces se escucharon tal vez demasiado cerca y Denki sintió su cuerpo paralizarse. De un momento a otro, su boca estaba vacía. Le dolía ligeramente la mandíbula, pero no le importaba. Tragó el exceso de saliva en su boca y se dejó hacer por los brazos ajenos, que lo acercaron hasta su pecho para recargarlo ahí.

— Cierra los ojos — ordenó Hanta, a lo que Denki obedeció sin rechistar.

El cuerpo de Denki tapaba la erección del azabache que no habían tenido tiempo de esconder en sus shorts de nuevo. Los brazos del más alto envolvían con ternura el cuerpo más chico, como si solo se estuvieran relajando.

Buen día — saludó en español una mujer que venía acompañada de sus hijos. Hanta le dedicó una sonrisa tranquila, sintiendo cómo el cuerpo que tenía encima se tensaba imperceptiblemente a ojos distraídos.

Buen día — respondió Hanta en el mismo idioma, soltando a Denki de un lado para despedirse con un gesto de mano de la familia de tres, viendo cómo los pequeños le regresaban el gesto mientras se iban dando saltitos en la arena.

Denki abrió los ojos cuando el sonido se alejó y alzó la vista a Hanta, cuya sonrisa se había tornado traviesa. Bajó su rostro hasta el oído de Denki y dejó un beso ahí.

— Estuvo cerca, ¿no? — susurró, haciendo al más bajo temblar encima de él —. ¿Mhm? ¿Tú ya estabas por terminar?

Hanta separó sus pechos y volteó hacia abajo, viendo su propia erección presionada por la de Denki, que aún estaba apresada en su traje de baño.

— No--

La voz de Denki se quebró en un pequeño lloriqueo el momento en que su miembro fue atendido.

— ¿No? A mí me lo parecía por cómo te movías tan patéticamente mientras te cogía la boca — expresó el azabache, sin dirigir la vista al rostro sonrojado del rubio. Sus ojos estaban concentrados en sus propias manos que despojaban de la ropa al miembro de Denki, comenzando a tocarlo y acariciarlo como si realmente no quisiera que Denki se corriera —. ¿Te gusta ser usado así? ¿Te gusta ser reducido a un desastre de gemidos y lágrimas?

Aunque Denki asintió, Hanta no lo vio, así que detuvo sus casi inexistentes caricias y Denki soltó un sonido de frustración.

— Te hice una pregunta — habló Hanta con una voz más dura que de costumbre. Denki sintió que se le iba el aire de los pulmones.

— Sí — alcanzó a responder jadeante.

Su miembro recibió un apretón en la base y dejó escapar un quejido.

— ¿Sí qué?

— Sí, amo, me gusta — se corrigió el rubio.

— Mhm, eso está mejor.

Hanta comenzó a mover su mano con más rapidez, haciendo que Denki se encorvara hacia él escondiendo su cara en su cuello mientras gruñía por lo bajo, moviendo sus caderas en busca de su propio orgasmo mientras que con una mano se agarraba del hombro del azabache y la otra se posaba en la arena para más estabilidad.

Pasado los minutos, los muslos del más bajo comenzaron a tensarse, clara señal de que estaba cerca de venirse. Sin embargo, su orgasmo se vio cortado de pronto cuando Hanta apretó sus testículos, deteniendo la masturbación de pronto. Un gemido cortado que parecía más un llanto se le salió de los labios al confundido rubio que se encontró a sí mismo casi llorando por esa interrupción.

Cuando vio el rostro de Hanta, se encontró con una mueca complacida. Entonces era a propósito.

Odiaba esa sensación de no llegar aún estando tan cerca, pero realmente no podía quejarse cuando sabía de los planes del azabache. No era nada nuevo lo que estaban haciendo y aún así, siempre era igual de extasiante.

Antes de poder recuperarse por completo, la mano que Hanta tenía en sus testículos pasó de nuevo a su falo y volvió a comenzar con lentas caricias, buscando llevar a su esposo a lo más alto nuevamente. La mano libre del azabache pasó a dejar suaves toques en el torso de Denki. Un acto tan dulce que contrastaba increíblemente bien con la mano que comenzaba a moverse más rápido, pero no lo suficiente para que el rubio pudiera llegar a su tan esperado orgasmo.

La segunda vez le tomó a Hanta menos tiempo acercar a Denki a su clímax, arrebatándole la sensación justo a tiempo exactamente igual a la primera vez. Un sonido casi sofocado fue la manera que Denki tuvo para expresar su frustración. Un par de lágrimas recorrieron sus mejillas mientras sus ojos se fijaban en su propio miembro abandonado. Dolía.

— P-por favor-- — susurró entre pequeños jadeos que trataba de suprimir mientras veía a los dedos de Hanta masajear sin mucho interés su escroto.

— ¿Solo puedes tomar dos? Esa es una mentira, bebé — murmuró el menor un poco más dulce de lo que Denki esperaba —. Puedes con más, ¿así que quién va a ser un buen juguete y va a tomar todo lo que le dé con buena actitud?

— Y-- —. Denki gimió, interrumpiéndose a sí mismo cuando Hanta comenzó una nueva ronda —. Yo, a-amo.

— Porque eso es lo único que sabes hacer bien, ¿no? Dejarte usar como un muñeco para tomar mis manos y mi polla tal como yo quiera.

Entre palabras, la mano de Hanta subía y bajaba por la erección ajena, apretando la base de vez en cuando para ver a Denki temblar encima de él, queriendo mover sus caderas en busca de más contacto, pero conteniéndose como podía, dejando que el azabache tuviera completo control de su cuerpo y reacciones.

La tercera negación a su orgasmo llegó tan solo en tres minutos, Denki dejándose llevar por el doloroso placer de la sobre estimulación. Ambos brazos de Hanta volvieron a abrazarlo y apegarlo a su propio pecho, pero Denki solo procesó que otro par de personas pasaron cuando las vio a lo lejos a su derecha, caminando ya lejos de ellos. Su mente estaba nublada gracias al placer.

— Uno más y ya — fueron las palabras que Hanta le dedicó, que sonaron tan dulces al oído de Denki que solo frotó su frente contra el hombro ajeno en una muestra de cariño y agradecimiento que pronto expresó verbalmente con un "gracias, amo", que salió en un hilo de voz.

Las manos del más alto retomaron su trabajo, buscando provocar a Denki tanto como fuera posible hasta que sintiera cómo los muslos ajenos temblaran encima de él. El mayor lloriqueó cuando su placer fue cortado de golpe, esta vez con una mano apretando la base de su miembro y la otra envolviendo la cabeza con la misma fuerza.

— Muy bien, Den, lo haces muy bien — halagó con un tono suave el menor, llevando una de sus dos manos al rostro del rubio para limpiar sus lágrimas. Por fin lo vio a los ojos y sonrió sin intenciones ocultas —. ¿Quieres correrte?

— S-sí, amo — contestó el mayor vagamente. Su mente parecía estar más en las sensaciones que en el momento.

Hanta le dio un beso en los labios que el rubio apenas y pudo corresponder antes de que se apartara.

Una última vez, las manos habilidosas del menor comenzaron a trabajar con el miembro de Denki, ayudándolo a conseguir su tan ansiado orgasmo. Esa era una de las cosas que más le gustaba hacer con Denki. Adoraba negarle repetidas veces la oportunidad de llegar, para que, cuando se le fuera otorgada, se deshiciera por completo ante su toque. Disfrutaba ver el rostro de Denki en una expresión mortificada pero al mismo tiempo completamente entregada al placer del momento.

Se sabía todos las pequeñas cosas que el rubio llegaba a hacer inconscientemente, como tensar sus piernas, mover sus dedos nerviosamente sobre la piel ajena, esperando con ansias el momento que tanto deseaba, mover sus ojos de aquí para allá sin ver una cosa en específico... Era fascinante.

Por última vez, Denki comenzó a acercarse al clímax y, en vez de detenerse, Hanta solo aceleró el ritmo de su muñeca, ganando unos buenos, sonoros gemidos por parte del mayor, al que ya no le parecía importar para nada que estuvieran en público como para no cuidar su volumen. Su cabello pareció elevarse tal como con la estática y Hanta recibió un repentino, pero ya esperado, shock eléctrico que le dejó la piel de gallina.

— ¡Hanta! — chilló, en cuanto acabó en la mano ajena, por fin. Su cuerpo inmediatamente colapsó hacia adelante y el azabache lo abrazó, acariciando su espalda con la mano limpia.

Podía escuchar los suaves sollozos de su precioso rubio mientras bajaba de aquella sensación tan única como lo era correrse después de haber sido negado esto varias veces. Le encantaba verlo así. Esa era su parte favorita de toda esa práctica.

— Lo hiciste muy bien, amor, fuiste muy bueno — mimó el pelinegro, repartiendo varios besos a la cabellera ajena entre palabra y palabra —. Te veías hermoso como siempre.

Denki sonrió de forma débil, incapaz de abrir los ojos. Se dejó arrullar con palabras bonitas y llenas de amor en lo que la sensación orgásmica desaparecía y comenzaba a ser reemplazada por un poco de cansancio.

Hanta le dejó descansar tal vez un par de minutos, pero el mismo pelinegro no podía sentirse tranquilo, no cuando él estaba aún increíblemente duro. Denki le ponía tanto.

— ¿Puedes con más? — preguntó el pelinegro, buscando la aprobación y el consentimiento de su pareja para estar seguro de qué hacer después.

Al rubio le tomó un momento para entender y después otro poco para reunir la fuerza física y de voluntad para separarse del cálido cuerpo que le resultaba tan cómodo. Cuando se sentó más recto, notó entonces la mano del menor aún cubierta en su semen y cómo su miembro seguía erecto. Alzó la mirada y asintió.

— Necesito una confirmación verbal, Den — solicitó el más alto, con un tono que le aseguraba al rubio que no había respuestas erróneas y él tenía el control sobre la situación y cómo avanzaría.

— Sí, puedo — contestó, tomándose una buena cantidad de segundos para contestar. Su mirada había viajado hacia abajo de nuevo. Quería continuar.

— Entonces ayúdame a limpiarme, ¿sí? — pidió Hanta, alzando la mano que tenía empapada en semen de Denki. El mayor asintió, abriendo su boca listo para degustarse a sí mismo —. Después iremos al cuarto a darnos una ducha y pediremos servicio a la habitación.

Después de escuchar el plan, sin problemas, Denki recorrió toda la mano de Hanta con su lengua, limpiando cualquier rastro de su semilla en ella. Nuevamente en su estómago parecía comenzar a formarse esa cálida sensación de excitación al ver el rostro complacido de su esposo mientras lamía su mano como si su vida dependiera de ello.

Y le tomó segundos, pero cuando vio aquellos ojos oscuros decidió que la diversión no iba a acabar ahí. Una sonrisa lentamente se hizo paso en su rostro y poco a poco descendió hasta que su rostro quedó a centímetros del miembro ajeno. Dejó que su aliento chocara contra la cabeza de este y escuchó a Hanta mantener su respiración por un momento.

— ¿Den--? Mmh — Hanta se cortó a sí mismo, apretando sus labios para no dejar salir a ningún sonido de su boca.

Pronto se encontró siendo atendido otra vez por la boca de Denki, con movimientos parecidos a los de antes, igual de energéticos y exquisitos y eso le hizo entender lo mucho que había querido y necesitado ese contacto en todo el rato que estuvo provocando a su esposo.

Aunque claro, no sabía que el rubio pretendía pagar con la misma moneda.

Cuando Hanta sintió que se acercaba, el contacto húmedo se detuvo y tardó en entender qué era lo que había ocurrido de un momento a otro. Denki se había movido a su costado para alcanzar con su mano derecha los vasos de plástico que habían dejado en la arena y, sin dudar, se levantó apoyándose en piernas que no se veían muy estables aún para empezar a caminar hacia la zona concurrida de la playa después de haberse subido el traje de baño como lo llevaba antes de que todo iniciara.

— ¿Huh? — Hanta soltó, viendo a su pareja caminar algo torpe por la arena, alejándose cada vez más de él con una sonrisa coqueta —. ¡Denki!

Y no estaba seguro de si era el sol o el brillo natural que el rubio parecía desprender después de sus orgasmos, pero se veía más radiante y preparado que antes, lo cual solo provocó más al pelinegro.

Presuroso, se levantó de donde estaba después de subirse los pantalones y comenzó a trotar, sintiéndose caliente e incómodo por llevar una erección en shorts de playa que no dejaban mucho a la imaginación y una cantidad cuestionable de marcas alrededor de su cuello, hombros y clavículas. Denki sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

Hanta avanzó presuroso hacia el chico que ya se había hecho paso por la enorme cantidad de gente que había en la playa, dirigiéndose hacia donde estaba el hotel, después de haber tirado los vasos de plástico en el primer bote de basura que vio.

Cuando por fin pudo alcanzar a Denki, este ya estaba por pisar el camino al hotel que conectaba con la playa, pero fue detenido por una mano que le jaló por el brazo, haciéndole tropezar un poco con esas piernas un poco inestables aún. 

— ¿No íbamos a ir a la habitación? — preguntó divertido viendo hacia arriba para encontrarse con el rostro entre furioso y excitado de su esposo, cosa que solo le emocionó más.

Comenzaron a avanzar hacia otro lugar que quedaba más cerca que el hotel. Las regaderas y vestidores públicos. El estómago de Denki dio un vuelco de pura excitación. Qué buen segundo día de luna de miel, pensó.

— Al carajo la habitación, tú estás rogando por un castigo en una segunda ronda — Hanta masculló entre pasos, procurando mantener un tono bajo al pasar entre unas cuantas personas.

— Uy, ¿cómo supiste? — respondió Denki, mostrándole la lengua en un gesto infantil, pero demasiado travieso como para siquiera interpretarlo erróneamente.

Cuando por fin llegaron a la pequeña edificación de duchas, Hanta empujó a Denki con suavidad y cuidado hacia el primer cubículo vacío, no queriendo lastimar a su esposo en realidad. El rubio caminó a trompicones hasta tocar la pared helada y se volteó cuando escuchó la puerta de madera azotarse al ser cerrada.

Hanta estaba parado frente a él, con un brazo aún sosteniendo la puerta, con dedos suficientemente hábiles para colocar el seguro de gancho sin ver, pues su mirada, que se parecía a la de un predador, estaba completamente enfocada en el rubio.

Soltó el seguro cuando ya estaba puesto y acorraló al rubio contra la pared, yendo directo a besar aquellos labios entre abiertos hasta dejarlos entumidos.

Denki recibió esto con brazos abiertos, enroscando estos por el cuello ajeno, dejando que el menor recorriera todo su cuerpo con esas manos desesperadas por explorar cada centímetro de él.

Cuando las manos de Hanta alcanzaron la espalda baja ajena, no dudó en seguir bajando estas, haciéndose paso por los shorts de Denki, bajando estos con cada movimiento de sus manos hasta que terminaron deslizándose por las piernas del rubio sin necesidad de más jalones del más alto.

Con un par de pequeñas patadas, Denki se liberó por completo de la prenda, lanzándola con su pie hasta la esquina contraria a ellos. Sus manos bajaron por la espalda de su esposo, determinado a deshacerse también del traje de baño de Hanta al sentir cómo este frotó su erección contra su cadera.

Jaló el elástico ligeramente y comenzó a bajarlo con ambas manos hasta que Hanta rompió el beso, soltando un suspiro cuando su miembro fue liberado de aquella molesta prisión de tela. Con sus propias manos, el pelinegro bajó por completo los shorts y los aventó junto a los de Denki, antes de volver a unir sus labios, sintiendo cómo el rubio soltaba un pequeño gemido casi en cada movimiento, probablemente por sus labios ya sensibles.

De un momento a otro, Denki se separó con un jadeo de sorpresa, ligeramente confundido cuando sintió cómo agua algo fría recorría todo su cuerpo. Suspiró algo atontado y sus manos fueron a su rostro para quitar el exceso de agua.

Cuando observó al azabache entre el agua que seguía cayendo sobre ambos, notó su sonrisa divertida.

— Supuse que sería mejor deshacernos de la arena antes de cualquier cosa — se explicó en un tono que le hizo entender al rubio que era más para sacarlo de su trance y molestarlo que para en serio limpiarse, aunque esa también fuera una razón menor.

Logrando lo que quería, Hanta observó al más chico refunfuñar ligeramente, sin realmente quejarse en voz alta. Las grandes manos del azabache regresaron al cuerpo de Denki y comenzó a pasearlas por la piel desnuda, entre acariciando y ayudándolo a deshacerse de la poca arena que aún debía tener.

Se agachó hasta quedar en sus rodillas mientras acariciaba los muslos de Denki y entonces una de sus manos alcanzó el miembro del rubio, para comenzar a masajear este con lentitud, sacándole al chico unos cuantos jadeos. Hanta observó con gracia cómo Denki trataba de sostenerse inútilmente de la pared y sonrió malicioso, antes de dejar un beso en la punta, pasando su pulgar después.

Después de un rato más de estar provocando al mayor con pequeños besos y movimientos estratégicamente lentos, Hanta regresó a su posición inicial, levantándose solo para recorrer su propio cuerpo con sus manos bajo la atenta mirada de un jadeante Denki.

El pelinegro cerró la llave y el agua dejó de caer sobre ambos, dándole a Denki un respiro en el que se sacó toda el agua que pudo del pelo y el rostro, pero ni bien se estaba recuperando, el menor sostuvo con sus manos su rostro de una forma dulce.

— Manos arriba, cielo — pronunció Hanta, procurando que el rubio le viera a los ojos. Le dio un casto beso en sus labios y observó cómo el chico obedecía, atento y casi alerta de cualquier movimiento.

Elevando su codo y activando su don, Hanta apresó en su cinta ambas muñecas del rubio y conectó estas al tubo de metal de la regadera, haciendo así que a Denki le fuera imposible alejarse de la pared o bajar los brazos. El rubio tragó saliva y movió sus piernas un poco de forma inconsciente y ansiosa.

Para probar el amarre, el más bajo hizo presión con sus manos hacia el frente y pronto entendió que no podía escapar para nada. Por eso la cinta de Hanta era una de las mejores formas para atrapar villanos. Y eso resultaba muy, muy estimulante.

Los dedos de Hanta tomaron con suavidad el mentón ajeno y Denki le vio con ojos deseosos, casi rogando con ese solo mirar que el azabache hiciera con él lo que quisiera. Y era exactamente lo que Hanta tenía planeado hacer.

— ¿Color? — preguntó de nuevo el pelinegro, para asegurarse que su esposo estuviera cómodo y de acuerdo con la situación.

Denki sonrió ligeramente.

— Verde.

Dicho esto, Hanta se acercó a su cuello, comenzando a besar este con tal de hacer desesperar al rubio. Sus manos viajaron hasta la espalda baja y los dedos de su mano derecha bajaron un poco más, buscando separar sus glúteos un poco para comenzar a presionarlos contra su entrada.

Sintió cómo el más bajo tensó sus brazos, tratando de bajarlos sin lograr nada y sonrió contra su cuello, dejando un beso sobre el mismo lugar, antes de introducir un primer dedo. Las piernas de Denki temblaron ante esto y la mano libre de Hanta acarició su cadera buscando brindarle al rubio una sensación reconfortante.

La preparación no les llevó más de tres minutos, tomando en cuenta que a Denki no le costaba relajar su cuerpo bajo el toque del pelinegro.

Para cuando tres de los dedos de Hanta se encontraban simulando suaves embestidas para masajear la próstata del más bajo, este ya era un desastre de ruegos, con piernas que no tardarían en ceder, a como lo veía el pelinegro.

— Hanta... Hanta, por favor — pidió Denki, al tiempo que sus propias caderas se movían buscando más contacto.

Hanta separó su rostro del pecho ajeno y le vió con una sospechosa mirada tierna.

— Shh~ — calló el más alto, acariciando con su mano libre la mejilla derecha del mayor —. Nada de Hanta, dulzura. Si vas a pedir algo, pídelo bien.

Hanta sacó sus dedos, ganándose un quejido inconforme por parte de su esposo, y pronto ambas manos fueron hasta los muslos del rubio, separando estos un poco para después, sin mucho esfuerzo, cargar a Denki.

Al no tener un agarre seguro, el rubio, se echó para atrás, recargando su espalda en la pared helada, y después enroscó sus piernas en la cadera del más alto, sintiendo claramente cómo la erección ajena rozaba sus nalgas y la manos de Hanta sostenían su cuerpo desde sus glúteos.

— Por favor, amo — se corrigió Denki, observando a Hanta con los ojos más suplicantes que el pelinegro le había visto en todo el día, cosa que lo llevó a morder el interior de sus mejillas, en un intento de mantener el autocontrol, para llevar la situación como él deseaba —. Te quiero dentro.

— Mucho mejor.

Tras aquello, el pelinegro alineó su miembro con la entrada de Denki y, sin prisa y con cuidado, fue introduciéndolo hasta que se hundió por completo en su esposo. Escondió su rostro en el cuello de Denki, respirando hondo para calmarse y así dejar que el más bajo se ajustara.

Debía comenzar lento, procurando a Denki, pues no estaban usando lubricante y no quería llegar a lastimarlo. Esperó a alguna señal para que pudiera comenzar a moverse y esta llegó después de un par de minutos en los que se concentró por completo en el cuello del rubio para besarlo y ayudarlo a acostumbrarse más rápido a la sensación.

Entendió como afirmativa para moverse el leve movimiento de cadera que hizo el chico en su agarre y entonces Hanta se movió, alejando sus caderas, para después embestir suavemente a Denki, ganándose un gemido bajo por parte de este, mientras que las piernas que rodeaban a Hanta solo apretaban su agarre, como queriendo que no se vuelva a alejar.

Conforme fue moviéndose, Hanta comenzó a tomar confianza en sus embestidas, haciendo estas más fuertes a cada minuto, teniendo en consideración por completo aquello que Denki deseaba, basándose en sus reacciones y pequeños murmullos de placer, hasta que llegó un punto en el que el rubio no podía pronunciar una sola palabra completa sin interrumpirse a sí mismo con un gemido.

Hanta separó su rostro de la piel ya amoratada del mayor y se concentró entonces en sus expresiones. Si había algo que llevaba al pelinegro a tentar su propio control, era la manera en que el rostro de Denki reflejaba todo el placer al que era sometido y escucharlo prácticamente gritar, completamente perdido en sus sentidos.

El cabello de Denki se pegaba a su frente y nuca por el agua y el sudor, sus ojos derramaban lágrimas, apenas pudiendo mantenerse abiertos, sus mejillas estaban sonrojadas por el calor del momento y su boca se mantenía abierta y soltado toda clase de sonidos candentes e indecentes mientras Hanta arremetía contra él sin darle tregua. Era tremendamente atractivo.

A Hanta le parecía increíble, hermoso y, sobretodo, provocador.

— Mírate completamente lleno de mí gritando por más en un lugar público — murmuró el pelinegro, jadeante, después de asegurarse que tuviera la atención ajena, cambiando el agarre de sus manos de las nalgas de Denki a su cadera, para tener un mejor agarre y poder embestirle mejor, recargando por completo al rubio contra la pared —. ¿Tanto te pone que te haga esto cuando hay más personas que pueden escucharte?

Denki agachó la cabeza un momento, abrumado con su propio placer como para poder contestar, pero no le duró mucho el gesto cuando una mano se posó en su cabellera y jaló hacia atrás, haciéndole alzar la mirada, la cual, aunque era borrosa, conectó con la de Hanta un momento.

Con algo de dificultad, asintió con la cabeza, sintiendo los jalones de cabello como una nueva fuente para su deleite.

— Solo sabes rogar por más y ser un buen hoyo para mí, ¿verdad, tontito? — continuó Hanta, apretando su agarre en la cabellera del chico hasta que le sacó un pequeño lloriqueo.

— Mhm, s-sí, am-- ¡Ah! — logró decir Denki, en un momento de lucidez que pronto perdió, rindiéndose por completo ante el pelinegro, que solo sonrió triunfante, sin disminuir sus movimientos.

— Sí... — Hanta concordó, cerrando los ojos para recargar su cuerpo por completo en el del mayor, manteniendo a Denki pegado a la pared que ahora el rubio encontraba inusualmente cálida —. Lo haces muy bien, Denki, eres hermoso...

Había algo que el rubio encontraba realmente estimulante en ser arrastrado por el suelo con insultos y palabras degradantes y después ser elevado al cielo con dulces cumplidos, que le hacía gemir fuertemente y deslizarse aún más a la extasiante sensación de ser tomado por su esposo. Le calentaba demasiado.

En esa nueva posición, la boca de Denki quedaba a escasos centímetros de la oreja de Hanta, logrando que hasta el más pequeño sonido fuera captado por el menor, mandándolo cada vez más cerca de su clímax.

Sabiendo que ambos estaban cerca, el pelinegro se dedicó a mantener la fuerza y rapidez de sus movimientos de forma casi inconsciente, pues para más, era como si su cuerpo se moviera ajeno a sus pensamientos y podía imaginarse que él estaba tan desconectado de su racionalidad como Denki. Y le encantaba.

— Hanta — gimoteó el rubio, haciéndole saber al mencionado que ya estaba cerca.

Denki tenía la adorable costumbre de dejar su juego de "amo y juguete" de lado y comenzar a llamar al pelinegro por su nombre cuando estaba cerca de correrse. Era lo mejor del mundo, porque para Hanta, no había punto de comparación entre escuchar "amo" y escuchar su nombre salir de los labios ajenos con esa voz quebrada tan dulce que el rubio tenía al momento de llegar a su orgasmo.

Hanta gimió cuando su esposo comenzó a apretar su miembro con contracciones erráticas que estaban fuera del control de Denki y, en vez de continuar con sus embestidas, solo se dedicó a mover su cadera sin despegarla ya de las nalgas del rubio, alcanzando una y otra vez la próstata del chico y masajeando esta con los nuevos movimientos.

Esto consiguió que la voz de Denki comenzara a bajar su volumen, dejando los gemidos sonoros de lado y dando paso únicamente a soniditos de llanto bajos que pedían al menor que no se detuviera por nada del mundo, porque ya estaba muy cerca.

Sin llevarse demasiado tiempo, el pelinegro fue el primero en conseguir su orgasmo, corriéndose dentro del rubio aún moviendo sus caderas, en busca de prolongar ese sentimiento tanto como fuera posible.

Antes de que el cansancio siquiera llegase a apoderarse de su cuerpo, su mano derecha tomó el miembro de Denki y comenzó a moverla con rapidez para ayudarle al mayor a alcanzar su propio orgasmo. Cosa que consigo en cuestión de minutos, arrancándole a Denki un gemido ahogado de su nombre ligeramente mal pronunciado y, de paso, ganándose un buen shock que hizo que sus propias piernas flaquearan en un dolor extrañamente agradable.

Algo asustado por no poder aguantar el peso del rubio más tiempo, Hanta salió de Denki y alcanzó la cinta que sostenía los brazos del mayor para cortar esta por la mitad con un buen jalón, sin liberar sus manos aún, pero permitiéndole ya bajar los brazos.

Denki no tardó ni un segundo en posicionar sus brazos entumidos sobre los hombros de Hanta, incapaz de poder separar sus muñecas, ya que el resto de la cinta aún las mantenía juntas.

Poco a poco ambos se deslizaron hasta el suelo y Hanta acomodó al mayor sobre sus piernas, antes de sacar su cabeza por el pequeño hueco que ambos brazos de Denki formaban. Con dedos algo temblorosos se deshizo de la cinta y con cuidado sus manos envolvieron las de Denki para acercarlas a sus labios, dejando varios besos alrededor de sus muñecas para intentar aliviar la sensación de ardor que el rubio probablemente comenzaba a sentir.

Antes de que pudiera seguir besando las manos de Denki, estas alcanzaron el rostro Hanta y lo tomaron por sus mejillas, acercándolo para que el rubio pudiera besarlo.

Se fundieron en un beso lento, suave, con toda la dulzura que ambos deseaban después de una sesión tan buena e intensa y dejaron que sus labios exploraran los ajenos por un buen rato, permitiendo que sus cuerpos se relajaran por completo bajo el tacto del otro.

Cuando se separaron, Hanta acarició el cabello de Denki, pasándolo hacia atrás para descubrir su rostro y darle un beso en la frente.

— ¿Cómo estás, cielo? — preguntó con una voz baja, aún peinando los mechones rubios fuera del rostro de Denki.

El rubio sonrió débil y presionó su cabeza contra la palma de Hanta como para decirle que no detuviera sus caricias.

— Bien — respondió con una voz risueña pero cansada —. Increíblemente bien, de hecho, eso fue tan sexy — complementó, soltando por fin una pequeña risa que hizo a Hanta sonreír.

— ¿Sí? Tú te veías muy sexy — halagó el azabache, abrazando a Denki para recargar su barbilla en el hombro del rubio, que solo hizo lo mismo, aunque dejando un pequeño beso en el hombro de Hanta antes de recargarse.

Pasaron un par de minutos en esa posición, pero por más cómoda que fuera, sabían que tenían que moverse de ahí para descansar propiamente.

Hanta fue el primero en separarse y Denki lloriqueó suavemente, sabiendo qué era lo que implicaba esto.

— Lo sé, lo sé — susurró Hanta, acariciando los costados de su esposo —. Pero debemos irnos de aquí, Den. ¿Te ayudo a limpiarte aquí o prefieres llegar ya a la habitación para hacerlo?

— Quiero un baño y mimos — pidió el rubio, haciendo un puchero.

Hanta sonrió y asintió, ayudando al chico a levantarse de su lugar, para después hacerlo él. Se colocaron sus trajes de baño, apoyándose contra la pared y entonces salieron, de la manera más sinvergüenza posible, como si hace un rato no hubieran tenido sexo siendo verdaderamente ruidosos.

Para su suerte, realmente no había nadie en el pasillo, pero sí en los demás cubículos. Nadie los veía, así que caminaron de forma apresurada para salir e ignorando magistralmente las miradas que cualquiera pudiera dedicarles, avanzaron hasta el hotel con sus manos entrelazadas.

Una vez en su suite, ambos se desnudaron y caminaron directo al baño, donde llenaron la bañera y, mientras esperaban sentados en el filo de la bañera, no dejaban de reírse como niños pequeños después de hacer una travesura. Realmente no había gran diferencia.

— En serio deberíamos dejar de hacerlo — comentó Hanta, entrando primero a la bañera, para después recibir con brazos abiertos a su rubio, que únicamente rió.

— Sí, algún día nuestra suerte se acabará — concordó Denki, recargando su espalda contra el pecho del azabache.

El nuevo matrimonio compartió una mirada cómplice y ambos supieron que ninguno deseaba dejar esas prácticas, no aún. Bufaron con diversión y entonces se dedicaron a bañarse juntos, disfrutando de la presencia del otro, como siempre hacían.

— ¿Crees que nuestras lenguas sigan moradas? — preguntó Denki cuando ambos ya estaban envueltos en unas batas de algodón blancas, acostados en la cama, buscando una película que les llamara la atención en la televisión, mientras esperaban que su servicio a la habitación llegara.

Hanta rió.

— Puede ser.

¡Ya está! Dios, en serio, este era el día que más me emocionaba escribir porque soy fan del +18, pero me llevó CASI DOS SEMANAS y hasta ahorita pude acabar. Menos de una hora antes de que acabe oficialmente el día tres en mi país. Oh, vaya.
¡Pero bueno, ya quedó! Cabe aclarar que esto solo es fanfiction. Si piensan intentar cosas así, por favor, investiguen y no se guíen por fanfics. La realidad puede ser muy distinta, el sexo kinky seguro implica muchas, muchas cosas que deben considerar antes de hacerlo por primera vez. Y nunca olviden, el consentimiento es lo más sexy que hay ( ꈍᴗꈍ)

¡Nos leemos mañana, corazones!

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