Día 4: El hijo del jefe
Advertencias: diferencia de edad de 8 años. Mafia AU.
— Tengo que admitir que son impresionantes tus habilidades como hacker — habló un señor de cabello negro que parecía muy severo. Kaminari solo podía verlo hacia arriba mientras dos tipos lo suficientemente rudos sostenían su cuerpo magullado, después de haber recibido una paliza —. Y diste una buena pelea, aunque no fuera justa.
Kaminari quiso reír, pero rápidamente uno de los dos que lo sostenían hizo más presión en su brazo por lo que soltó un quejido y bajó la cabeza observando el pequeño charco de sangre que se había formado por su nariz. No había perdido tanta sangre, pero aún así estaba que quería desmayarse del dolor. Simplemente se negaba a cerrar los ojos por mero instinto de supervivencia. No iba a dejar su vida en manos de esas personas. Al menos no en esos momentos donde no sabía si eran aliados o enemigos. Quizá haber hackeado el sistema de la mafia de Japón, el grupo criminal más terrorífico, y hacer de eso un juego, pidiendo volverse parte de ellos, no había sido su mejor idea, pero... ¿Él cuándo tenía buenas ideas?
— ¿Cuántos años tienes? — preguntó el hombre, sentándose en una silla que estaba cerca. Se veía muy cómoda. Kaminari volvió a alzar la mirada, repasando el estudio en el que estaba, decorado con muebles muy victorianos. Una presión más le hizo morder su labio mientras se quejaba y lo tomó como un "habla ya".
— 19 — alcanzó a contestar con la voz quebrada.
— Entonces la respuesta es: sí, estás dentro. Bakugō, Kirishima, pueden soltarlo.
Después de escuchar un bufido y un suspiro al mismo tiempo, sus brazos fueron liberados y prácticamente colapsó en el suelo, arrodillado mientras intentaba recomponerse. Rió ligeramente y después pasó una mano por su castaño cabello dejando escapar un suspiro cansado, que parecía más jadeo.
— Qué agradable sorpresa — expresó, para después intentar levantarse. Falló en el primer intento, pero pronto estuvo parado con la ayuda de uno de los que le habían estado inmovilizado minutos atrás —. Gracias... Tú.
El muchacho de cabello rojo rió ligeramente y dejó que Kaminari se apoyara en él.
— Kirishima está bien — explicó, para después escuchar otro bufido del rubio que estaba de brazos cruzados frente a ellos —. Solo lo estoy ayudando, Suki. Ya es parte de esto.
El nombrado rodó los ojos y pronto el jefe soltó una agradable carcajada que hizo que los tres jóvenes voltearan a verlo. Se acomodó en la silla y, mientras arreglaba las mangas de su camisa de botones, observó a cada uno de ellos por unos segundos.
— Si me permiten, tengo cosas que arreglar en estos momentos. Ustedes dos muéstrenle su nueva habitación, estoy seguro que tenemos de sobra en esta casa. Cualquiera estará bien. De paso ayúdenlo a... — con su mano hizo un pequeño gesto sobre su rostro y pronto el dúo asintió, entendiendo que debían también ayudar al chico que horas antes casi dejaron inconsciente a puros golpes.
Salieron de la oficina y comenzaron a caminar, Kirishima siendo el único que ayudaba a Kaminari. Bakugō iba maldiciendo por lo bajo mientras observaba al castaño colgarse de su pareja, pero simplemente no hablaba.
— Quién lo hubiera dicho, ¿no, Blasty?
— Cállate, pelo de mierda.
— Ustedes dos parecen muy cercanos, ¿no? — sugirió Kaminari, ganándose pronto un golpe en la cabeza propinado por el rubio, que parecía bastante avergonzado y molesto. Se aturdió unos segundos, por lo que no se enteró del pequeño regaño del pelirrojo. Ni siquiera se dio cuenta de cuándo ingresaron a una habitación y, sin pensárselo mucho, terminó acostado sobre la cama.
No supo mucho después de eso. Solo estaba seguro de haber despertado horas después con gasas y vendajes cubriéndolo. Los dos chicos de antes seguían ahí.
— Kaminari Denki. Desaparecido hace un año. Caso sonado. Hijo de un oficial de policía alcohólico con una familia abusada por él. Se te dio por muerto meses después de tu desaparición. Nada mal, cara de idiota — fue lo primero que escuchó cuando sus ojos fueron abriéndose. La voz rasposa del rubio de antes retumbaba en su cabeza mientras recordaba sucesos que bien prefería no tener presentes en su nueva vida —. Y pensar que este hacker va a ser el cuidador del diablillo cara plana — volvió a escuchar aquella voz, aunque esta vez con tono de burla.
— Katsuki, basta — escuchó del pelirrojo de antes. Llevó sus manos a su cabeza y soltó un pequeño gruñido.
“¿Cuidador yo? Qué estupidez” pensó para sí mismo, frunciendo el ceño mientras intentaba moverse, siendo preso del dolor de forma momentánea, hasta que por fin se incorporó de a poco, viendo a los chicos de antes sentados en un mueble de dos plazas en lo que sería su nuevo cuarto.
— Tendremos que deshacernos de ese cabello castaño sin gracia, es feo — mencionó el rubio sin importarle tanto que su pareja ya le hubiera pedido que se detuviera —. ¿Tú qué dices, nuevo?
Kaminari vio al que sería Katsuki y le dedicó una mirada que básicamente decía "cállate unos segundos", por lo que Kirishima rió y el rubio chasqueó la lengua, dejando de lado los documentos que les habían entregado de la información que pudieron recopilar de su nuevo miembro.
Lo que restó del día, Kaminari lo tuvo para descansar mientras Kirishima se encargaba de renovar su apariencia. Todo bajo la atenta mirada del que parecía ser el más posesivo hombre que había conocido en la vida. Tuvieron el tiempo para conocerse un poco y, como el castaño había supuesto, eran una pareja. Ambos estaban rayando los 26 años de edad y según entendió, llevaban en esa organización ya casi 10 años. Ambos eran hijos de dos de los agentes más leales al jefe de la organización, por lo que pronto siguieron los pasos de sus padres, conociéndose desde pequeños. Eran el dúo dinámico de esa mafia. Cualquier trabajo que necesitara ser realizado, ellos lo lograrían con éxito.
Por ejemplo, encontrar su pequeña "base" -un cuarto rentado en un edificio de mala muerte- y golpearlo al punto de que ni siquiera pudiera pararse para llevarlo a la casa de seguridad principal en la organización.
También Denki aprendió que el jefe tenía un hijo de 11 años y, por más que quiso decir "no", se vio en la obligación de aceptar el puesto de hacker y cuidador. Básicamente, no haría ninguna misión que pusiera en riesgo su vida como Kirishima y Bakugō. Simplemente tendría que apegarse a cuidar al pequeño Hanta -que aún no conocía- y hacer todos los trabajos que se requiriera en el sistema. Sonaba bastante sencillo, si no fuera porque Katsuki se refería a Hanta como el "diablillo cara plana", recalcando la palabra "diablillo".
Cuando acabó ese retoque, el cabello de Kaminari era de un amarillo brillante, adornado por un rayo negro con el que Kirishima se había tardado demasiado, alegando que tendría que verse genial y masculino para estar ahí, y ese estilo le quedaba. Denki en realidad fue muy fácil de convencer y pronto aceptó su nueva versión mientras se observaba en el espejo que estaba en su habitación. Sin todas esas vendas y moretones, seguro que se vería genial. Tenía la suerte de que no le hubieran roto ningún hueso.
Ese día le permitieron descansar, para que se adaptara al nuevo entorno. Fue al día siguiente en que conoció al dichoso Hanta.
A primera hora en la mañana fue levantado por un despertador ya programado en su mesita de noche y se resignó a levantarse, listo para un nuevo día, hasta que recordó que su "nuevo día" ya no sería esa rutina tan poco saludable y agradable que llevaba en ese pobre edificio de antes con equipo que apenas era rescatable, lo que, por cierto, hacía aún más admirable su trabajo.
Se arregló con las nuevas ropas que poseía. La mayoría eran trajes sorpresivamente de su talla en el closet. No le sorprendería si le dijeran que todo eso fue puesto en la noche, porque ni de broma se hubiera despertado. Había estado tan cansado, que si hubiera habido un terremoto o una explosión, él ni siquiera se habría dado cuenta.
Sin embargo, ya estaba despierto y bien vestido con una camisa de botones y tirantes negros afianzados al pantalón de vestir del mismo color. Arremangó la camisa y se colocó zapatos, para después salir. Tuvo la fortuna de encontrarse a Bakugō y Kirishima. Ambos recién salían de sus habitaciones también -le parecía interesante que no durmieran juntos, pero a él qué debía importarle-, por lo que se apegó a ellos para no perderse mientras ellos, más que nada Kirishima, le explicaban alegremente qué tendría que hacer después de desayunar. El pelirrojo se ofreció, y de paso también a Bakugō, a llevarlo hasta la habitación de Hanta, donde el pequeño era consentido con desayuno a la cama antes de sus clases en uno de los estudios de la casa. Era educado por personas ahí, ya que su padre no confiaba mucho en dejarle salir a una escuela normal.
Todo transcurrió como le fue dicho y, cuando se percató del paso del tiempo, ya estaba frente a la puerta del cuarto de Hanta. Una de las chicas de la servidumbre le abrió después de que tocara y pasó cuando le fue permitido, encontrándose con una habitación increíblemente bien equipada con un estante lleno de libros, otro de juguetes, una enorme cama, un escritorio y muchas monerías más que a cualquier niño encantarían y, claro, se encontró también a un lindo niño de 11 años con ropa muy casual como para encajar en ese ambiente. El niño volteó a verlo unos segundos y entonces sonrió con falsa inocencia que a Kaminari alertó unos momentos, antes de que la chica que le había abierto, le asegurara que no le pasaría nada, porque "Hanta podía ser un niño muy dulce".
Quince minutos después, Denki tuvo que deshacerse de una cinta para ductos que había sido colocada alrededor de sus muñecas mientras "jugaban". “Tremendamente dulce” ironizó en sus pensamientos el ahora rubio sintiendo un tic en el ojo mientras con su boca se deshacía del gran trozo de cinta, escuchando de fondo la risa tan infantil del menor.
De eso habían pasado ya 9 años.
— ¡Sero Hanta! — gritó Kaminari, cuando un par de manos se colocaron sobre sus ojos, complicándole el trabajo que estaba haciendo en esos momentos en el ordenador que tenía en frente.
Con 20 años, el chico seguía siendo fan de las bromas y, específicamente, de molestar a Kaminari Denki, su antiguo cuidador. Ahora no eran más que amigos, pero desde que el pelinegro había cumplido los 17 años, hacía comenzado a desarrollar un enamoramiento tremendo ante ese joven rubio tan divertido y torpe. Pasó de molestarlo por diversión a molestarlo para llamar su atención. Le importaba muy poco -o nada- la diferencia de edad de 8 años. Ya tenía veinte y en su mente pensaba que era la edad adecuada para por fin intentar jugadas coquetas. De todos modos, el mayor ya sabía de su crush, pero siempre había declinado sus ofertas.
Sin embargo, eso no lo detenía, porque la única razón para negarse de Denki era "tu papá es mi jefe". Nunca fue algo parecido a un "no me atraes", por lo que tenía la esperanza de que esa atracción fuera más fuerte que simples roles en una organización criminal. Ese día iba a besarlo sí o sí, un capricho suyo, pero le había pedido tantas veces a Kaminari un beso que se estaba cansado de recibir un no por respuesta y, como se esperaría del hijo de un mafioso, de algún modo u otro obtendría lo que quería.
Observó unos momentos los números y códigos verdes que llenaban los ordenadores de Kaminari y rápidamente quitó sus manos sonriendo un poco malicioso. Kaminari suspiró rendido y dedicándole una mirada un poco molesta, siguió trabajando para codificar archivos importantes de la organización.
— ¿Cuándo acabarás? — preguntó el pelinegro, sentándose en la cama del mayor.
— ¿Qué haces aquí, Hanta? — preguntó Kaminari de vuelta, demasiado concentrado en los números para alzar la vista y ver al otro chico. Sero aprovechaba para admirar ese lindo rostros que no parecía consumirse por los años. Salvo una cicatriz en su mejilla izquierda -producto de una misión en la que se vio obligado a ir-, todas sus facciones se mantenían casi iguales a cuando lo conoció de 19 años. Se veía más grande, pero al mismo tiempo, no y eso le impresionaba. Le parecía también adorable que desde hacía un par de años hubiera comenzado a usar lentes al pasar tanto tiempo sentado viendo computadoras —. Ya no soy tu cuidador, no tienes por qué seguirme ni estar conmigo todo el tiempo como antes.
— No tengo qué, pero quiero — respondió con simpleza el otro, acostándose en la cómoda cama de Kaminari, aún observándolo de perfil. Se veía tan bien iluminado por ese brillo artificial —. ¿Me responderías?
— Otro par de archivos y ya, ¿bien? ¿Por qué no vas con Yamiko? — preguntó el mayor dándole una pequeña mirada, a lo que Sero rápido hizo una mueca como para decir "no" —. ¿Por qué no?
— Porque está ocupada con Bakugō revisando el nuevo cargamento y sonaba aburrido. Aparte, ella no es mi crush.
Y cuando dijo aquello, Kaminari pareció ahogarse con su propia saliva tosió un poco, sintiendo calor en el rostro. ¿Que Hanta nunca iba a rendirse? Cuando era pequeño solo era molesto, pero Denki terminó por encariñarse de una forma cero romántica porque a fin de cuentas, era el niño que debía cuidar, pero cuando pasó por la pubertad y la adolescencia... Para empezar, Hanta le sacaba poco más de una cabeza de altura y ya no se veía para nada como un niño. Siguiendo con eso, dejó de ser su cuidador y el chico siguió creciendo hasta volverse todo un atractivo e interesante joven de 20 años. Y él... ¡Él no podía darse el lujo de enamorarse del hijo de su jefe! No debería siquiera pensar en ese tipo de cosas como una posibilidad porque no lo era o, más bien, no debería ser así. No le apetecía morir a manos de su jefe por haberse metido con su hijo por más agradable que resultara la compañía de Sero.
Se enfrascó tanto en sus pensamientos que ni siquiera escuchó la risa del pelinegro, pero cuando volvió en sí, prefirió no contestar nada y continuar su trabajo en silencio. Hanta entendió que no debía hablar, así que se quedó también callado y, después de un rato, decidió cerrar los ojos para permitirse descansar un rato. Sus estudios matutinos habían sido pesados. La verdad era que también iba con Kaminari porque ese rubio era quien mejor le ayudaba a deshacerse del estrés o del cansancio de aquellas sesiones de estudio.
Después de casi media hora, Kaminari suspiró y se acomodó en la silla, dejando su cabeza caer en el respaldo mientras se quitaba los lentes. Por fin había acabado. Había estado casi toda la mañana en ese único trabajo, habiendo cientos de archivos que debía codificar.
Observó por sobre su hombro a Hanta y se sintió tranquilo de verlo completamente dormido en el lugar. Sonrió con ternura y se levantó del asiento, dándose tiempo para estirarse un poco. Definitivamente necesitaba estirar tanto como pudiera después de haber estado sentado por horas. Escuchó su espalda tronar e hizo un pequeño sonido a forma de queja, pero también haciéndolo parecer placentero y relajante.
Se acercó a ver a Hanta y sonrió al verlo tan apacible.
Gran sorpresa fue verlo sonreír cuando se acercó y, en cuestión de segundos, el cuerpo de Kaminari quedó contra la cama, con Hanta sobre él sonriéndole de forma maliciosa. Las piernas de Sero evitaban que Kaminari pusiera deshacerse del agarre usando sus propias piernas, y las manos del menor sostenían las muñecas del rubio.
— Una cosa que me parece interesante de ti son tus grandiosos reflejos, pero siempre que terminas de trabajar en tus computadoras... pareces perder esa habilidad. Tierno, estás cansado — explicó Hanta, acercando su rostro al del mayor que, contrario a todo pronóstico, le veía también con una sonrisa que podría confundirse con retadora, más bien era una sonrisa que le hacía entender a Sero que estaba orgulloso de su gran observación.
— Diría que estoy sorprendido, pero sería una vil mentira — comentó Kaminari, demasiado tranquilo con la situación, lo cual le daba un poco de ansiedad a Sero. Usualmente se ponía nervioso y eso le gustaba —. No esperaría menos de un Sero, ¿sabes?
El pelinegro suavizó ligeramente su agarre al escuchar aquello, más que nada tomado totalmente desprevenido con aquel comentario y, en ese segundo, Kaminari vio su abertura. Giró sus muñecas y logró tomar con sus manos las muñecas ajenas. Sabiendo que Sero tenía unos codos muy sensibles, hizo la suficiente presión para que el chico cediera y pronto la fuerza logró que invirtieran la posición. Kaminari sabía que en fuerza Sero le ganaba, pero en estrategia, el rubio no era tan malo. Conocía a ese chico desde que tenía 11. Sabía cómo pelear con él.
Una vez estuvo con sus piernas sobre las de Sero evitando que se moviera, su sonrisa de volvió confiada y decidió apartarse para darle al chico espacio.
— Admirable intento — declaró sobando sus propias muñecas como acto reflejo ante el cosquilleo de haber sentido el toque ajeno en estas. Rápido escuchó el quejido de derrota del menor y rió ligeramente para verlo por el rabillo del ojo —. ¿No estás ya muy grande para un berrinche, Hanta?
Kaminari caminó hacia su closet para buscar un suéter y, justo antes de abrir la puerta. Dos brazos le dejaron atrapado dándole la espalda al más alto. La cercanía de Sero le impedía moverse y él no estaba realmente seguro de qué tenía que hacer en esa situación, porque nunca lo había intentado el otro. Siempre que lo vencía, se rendía y ya. Ese día no parecía llevar la intención de rendirse y eso alertaba a Kaminari tal como el primer día en que vio al chiquillo de 11 años sonreír.
Se paró recto observando los dos brazos, uno a la altura de sus hombros y otro a la altura de su cadera. Buena posición. Podría volver a aprovecharse de la debilidad en los ligamentos de sus brazos, pero por alguna razón de la que era inconsciente, se quedó completamente quieto y a disposición del pequeño -definitivamente ya no tan pequeño- Hanta.
— No voy a aceptar eso como mi derrota — admitió el pelinegro, con la cabeza viendo hacia abajo, admirando el cabello rubio y esas raíces castañas apenas visibles que siempre le habían parecido adorables cuando empezaban a aparecer —. Estoy harto. Siempre obtengo lo que quiero de alguna forma u otra y tú pareces estar tan a mi alcance cuando no lo estás realmente...
— Ya te dije que eres el hijo de mi jefe, no voy--
— ¡Por eso mismo! — gritó el menor, azotando una de sus manos, la más alta —. Esa es tu única excusa. ¿Te has dado cuenta? Nunca me has dicho que no te atraigo y hasta que así sea, no me rendiré.
— No me...
— Tampoco intentes mentirme. Siempre retraes tus dedos para hacer puños cuando mientes — advirtió el menor, observando cómo justamente Kaminari había empezado a hacer eso. Rió cuando vio la mano derecha del rubio, que había dejado el dedo medio afuera sabiendo que Hanta se percataría de él —. Llevo observándote por 8 años, ¿crees que eres el único con ventaja sobre el otro?
— Desearía que así lo fuera — susurró Denki, recargándose contra la puerta cerrada y suspirando en derrota. Como pudo, se volteó para ver a Sero y ambos pudieron comprobar el rubor ajeno —. Veo que por fin me has acorralado, ¿eh?
Sero alzó el rostro de Kaminari con un par de dedos en el mentón ajeno y le sonrió triunfante, a lo que Kaminari asintió, cerrando los ojos con una sonrisa que le informaba a Sero que, efectivamente, se había rendido. Se dieron un momento para recordar todas las veces en que Denki le dejó ganar en su infancia y, conforme fueron creciendo, los juegos fueron tomando nuevos y más grandes riesgos, hasta que dejó de ser un juego para ambos.
— Te quiero a mi lado cuando me toque dirigir esta mafia — susurró Sero, haciendo que Kaminari abriera los ojos con algo de sorpresa —. No eres solo un capricho. Por decirlo de alguna forma... Quiero al mejor hacker de la organización como mi mano derecha y a Kaminari Denki como mi compañero lo que resta de vida. Ocho años de diferencia no me detienen y tampoco me detendrá el puesto de mi padre. ¿Dejarás que te detenga a ti? Te creía más arriesgado. ¿Dónde está el Kaminari que hackeó el sistemmh--?
La corbata de Sero fue jalada haciendo que sus labios chocaran de una forma un poco desastrosa los de Kaminari, pero sonrió y no dejó que el roce poco delicado acabara ahí. El beso condujo a que Sero tomara por los muslos al rubio y pronto se volvió un poco más carnal aquella muestra de afecto, con las piernas de Kaminari enredadas a la cintura de Sero, apoyándose de la pared para mantener el equilibrio.
Después de lo que parecieron unos buenos minutos, se separaron y las manos de Kaminari acariciaron el rostro de Hanta con cariño.
— Creí que jamás te callarías — explicó Kaminari, recuperando su respiración al igual que el otro.
— Por Dios, si esa es tu forma de callarme, definitivamente hablaré más — bromeó el pelinegro, volviendo a unir sus labios, de una forma más cariñosa —. Por cierto, ahora que lo recuerdo... Tenemos un encargo de mi padre.
— Nunca nos pone juntos — balbuceó el mayor, sospechando de las intenciones de Hanta.
— Bien. Tengo un encargo de mi padre. Aparentemente dos tipos se creyeron lo suficientemente grandes para amenazar a muerte a mi familia y mi padre creyó que podría manejarlo — confesó el menor, pasando sus brazos por la espalda de Kaminari para tenerlo más cerca.
— ¿El pequeño Hanta aún necesita un cuidador? — se burló el rubio, apretando las mejillas del menor, que pronto frunció el ceño.
— Oh, vamos, sabes que no me refiero a eso. ¿Qué otro tipo de primera cita se te ocurre que sea más interesante que la que te estoy proponiendo? —, mientras hablaba por fin permitió que los pies de Kaminari tocaran el suelo y pronto ambos sonrieron con diversión —. Tómalo o déjalo.
Hubo un pequeño silencio, antes de que Denki se volteara y por fin abriera la puerta de su closet para hacerse del suéter que tanto había queriendo en ese rato. Una vez se lo colocó, se giró a Hanta y alzó los hombros a manera de verse "resignado", aunque ambos bien sabían que esa primera cita les llamaba la atención.
— Lo tomaré, pero espero que en la segunda me invites un café — mencionó chasqueando sus dedos, para después dirigirse a la salida de su cuarto siendo seguido por el menor, que había soltado una risa.
— Es un alivio saberlo.
— Generalmente primero es una bebida y después la demostración de... habilidades físicas, aunque no son precisamente esas habilidades físicas las que vamos a realizar, ¿eh? — coqueteó el chico, haciendo a Sero sonrojar y desviar la mirada, con lo que se sintió satisfecho. No iba a mentir que también había sido un poco raro tomando en cuenta que lo había sentido como un gesto de alguien muy joven y claro que recordó la diferencia de edades, pero... no lo detendría. Guiñó un ojo a Sero y después suspiró tranquilo al ver al otro sonreír—. Pero, ¿qué podría esperarse del hijo de un líder mafioso?
¡Vale! Aquí está el día 4. Casi me olvido de publicar, lo lamento. Me inspiré en una imagen kiribaku que encontré por ahí, lol. Tengo sentimientos encontrados por este one-shot, porque definitivamente no es lo que esperaba y no estoy segura de que sea lo que quiero, pero bueno. El prompt "Mafia" se me hizo más fácil que el otro para este día y al final fue todo un desastre porque no soy muy afín a este tipo de tramas, pero, he aquí el OS. Ojalá no haya sido desagradable para ustedes.
Por cierto, "Yamiko" es un personaje original mío que aparece en todas mis historias de BNHA al menos una vez. Su rol puede o no ser importante, pero es un personaje al que le tengo muchísimo aprecio. Si quieren saber más de ella y su historia original/oficial, pueden leer la historia en mi perfil llamada "Dualidad". También, todas las veces que ha aparecido en mis historias, lo hace con o está relacionada de alguna forma a Bakugō. No es realmente importante, pero solo les quería comentar para que no se confundieran. Solo hay una historia donde Yamiko aparece en la que no está relacionada a absolutamente nadie de la clase A, pero aún no la publico.
¡Nos vemos mañana, espero!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro