Día 4
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Hubo ya, hace muchos años, en un reino muy lejano, un matrimonio feliz con un pequeño niño. El chico crecía con el amor de sus padres, y no tenían ningún problema, pero no fue así por mucho tiempo. Cuando Denki tenía ocho años, su madre se enfermó terriblemente, y por desgracia murió.
Poco después, su padre contrajo matrimonio con una mujer llamada Mitsuki que tenía dos hijos de la edad de Denki; Katsuki y Neito Bakugo.
En cuanto los tres nuevos vieron al chico, lo odiaron. Denki tenía la piel blanca y suave, unos bonitos ojos dorados y un sedoso cabello rubio, sin duda era agraciado y además era amable. Todo lo que cualquiera buscaría, el chico perfecto.
Por ello, desde el principio la madrastra y sus hijos miraban con profunda envidia al tierno niño, que no se dio cuenta hasta que ocurrió la otra gran desgracia en su vida.
Su padre era comerciante. Cada vez que se iba de viaje les decía a sus hijos que qué querían que les trajese. Katsuki y Neito pedían cosas extravagantes, mientras que Denki le pedía algo simple.
Cuando tenía trece años, el padre de los tres rubios tuvo que irse de nuevo, y como siempre les preguntó qué querían. Mientras que sus hermanos le hicieron una lista muy larga, el pequeño Denki tan sólo le pidió la primera rama que rozase su hombro en el viaje, consiguiendo una mirada de incredulidad en sus hermanos, pero no le tomó importancia.
Su padre partió, y dejó a su hijo con Mitsuki y sus dos endemoniados hijos. En esos días, Mitsuki trasladó a Denki al desván, ya que el cuarto que compartían Katsuki y Neito era muy pequeño. Al chico no le importó, e hizo de ese lugar un sitio acogedor. Pasaba los días hablando con los animales de la pequeña granja que tenían, y les había puesto nombres. A tres ratoncitos que había allí les llamó Kyoka, Shoto e Izuku, a un pato casi negro Fumikage, y a dos geckos que siempre rondaban por las paredes Shouji y Kouda. Sus hermanastros y su madrastra lo miraban mal por ello, y lo tomaban por un loco, pero Denki no se preocupó por eso, e intentó ser feliz hasta que su padre volviese.
Un día, uno de los compañeros de su padre, el cual le tenía un cariño especial a Denki ya que lo había visto crecer, apareció en la puerta de la casa. Inmediatamente el chico le preguntó por su padre, pero el hombre le dio una noticia terrible.
-Lo lamento tanto señorito Denki... Durante el viaje se enfermó, y desgraciadamente no pudo volver. Lo siento pequeño, nos ha dejado. Murió pensando en usted, y en su madre, y me pidió que le diera esto.
Le tendió una rama, y Denki la tomó entre sus manos, acariciándola mientras comenzaba a derramar lágrimas. Su padre, el único soporte que le quedaba, ya no estaba con él. Tan solo tenía el último regalo que le pidió, esa rama que fue la primera que le rozó.
Desde ese momento el control de la casa y la fortuna familiar recayó sobre Mitsuki, quien lo malgastó satisfaciendo sus caprichos y los de sus hijos, y por supuesto puso a Denki de sirviente. Como no quería malgastar en personal, despidió a todos, ya que tenía al rubio para hacer todas las tareas de la casa.
Sus días eran aburridos, con mucho trabajo y quejas, con gritos y regaños si lo hacía mal, y sin nada de cariño. Sin embargo, fue positivo, y repetía las últimas palabras que su madre le dijo: "Sé generoso y ten valor, hay más bondad en ti de la que la mayoría de gente podría llegar a alcanzar, y eso confiere poder, más del que imaginas."
Algunas noches, como hacía mucho frío en el desván, se tumbaba junto a los restos de la chimenea, por lo que le acabaron llamando Ceniciento ya que acababa lleno de hollín. Él no tuvo valor para imponerse por sobre esas burlas, y acató todo con la boca cerrada sin rechistar. Así pasaron los años hasta que tuvo dieciséis. Denki no perdía la esperanza de que pasase algo bueno, y pudiese tener un poco de libertad.
Una mañana en la que sus hermanos y su madrastra estaban en sus habitaciones, aprovechó y tomó el único caballo que tenían. Montó sobre él y a toda velocidad cabalgó hasta el bosque, tan rápido que no vio a un ciervo que se interpuso en su camino. Su caballo se paró en seco, y el joven por poco sale disparado, pero consiguió sujetarse.
De pronto, a lo lejos se escucharon trompetas, y más caballos. Denki azuzó al ciervo a que se fuese, para que así no lo cazasen, pero su caballo se encabritó y salió corriendo tras el animal. Por mucho que el rubio intentaba pararlo, no lo conseguía, y cada vez se alejaba más.
Los gritos del pobre chico atrajeron a otro joven, que se encontraba en el grupo de caza. Un apuesto adolescente de pelo y ojos negros. Al ver al otro sobre el caballo, que no le hacía caso, le indicó al suyo que fuese tras él, y poniéndose a su lado consiguió calmar al animal.
-¿Se encuentra bien?-Le preguntó a Denki.
-S-sí, gracias.
-No debería adentrarse solo en el bosque, puede ser peligroso.
-No estoy solo, estoy con usted, señor... ¿Cómo le llaman?
El pelinegro pareció sorprenderse, y se rió.
-¿No me conoce?-Al ver la cara de desconcierto del otro chico se dio cuenta de que no.-Me llaman Hanta.
En ese momento volvieron a escucharse las trompetas, y Denki puso cara de preocupación.
-Por favor, no permita que hieran al ciervo.
-Pero, hemos salido de caza, es lo que debe hacerse.
-Que sea lo que debe hacerse no es razón para que se haga.
-Está bien,-Sonrió Hanta.-Le dejaremos en paz.
-¡Ah, ahí está...!
Al escuchar esa voz, Hanta se volteó encontrando a un chico pelirrojo.
-¡Hanta, soy Hanta! ¡Enseguida voy!
El pelirrojo comenzó a desternillarse de risa, y Hanta se puso rojo de la verguenza.
-Lo lamento, joven, pero debo marcharme. ¿Nos volveremos a ver?
Hanta tomó una de las manos del rubio, depositando en ella un beso, sonrojando al chico.
-Todo es posible, señor Hanta.
-Padre, se lo repito, no era un chico cualquiera. Era especial, era hermoso pero además parecía tan puro... y tan amable...
-Hanta, lo has visto una vez en tu vida, y durante un corto periodo de tiempo.
-Pero a ti te pasó lo mismo con mi madre.
-Es diferente hijo, tu madre era una princesa.
Los dos discutían mientras el médico real examinaba al rey. Al acabar les dio malas noticias, terminando abruptamente su pequeña discusión. Al rey le quedaba poco tiempo de vida. Antes de siquiera poder seguir hablando, la mano derecha del rey, Shota Aizawa, entró en los aposentos reales.
-Majestad, lamento interrumpir, pero debemos mandar ya las invitaciones para el baile.
El baile, un evento tradicional al que se invitaba a toda la nobleza y a la realeza de los reinos vecinos, y en el esperaban todos que el príncipe encontrase esposa, o esposo. Entonces, Hanta tuvo una idea.
-Padre, quiero invitar a todo el mundo al baile, no solo a la nobleza.
Su padre suspiró. Tenía una corazonada del por qué su hijo quería hacer eso, pero tal vez si al final no amaba al joven misterioso, podrían terminar con esa tontería.
-Está bien hijo, pero quiero que te concentres en buscar pareja.
Esa misma tarde, el emisario real repartió las invitaciones por todas las casas, incluida la de Denki. El chico no podía creerlo, y estaba muy emocionado. Le preguntó a Mitsuki si podía ir también, y ella sonrió con burla. Le dijo que si hacía todos los deberes para esa fecha y encontraba un traje decente le permitiría asistir.
Sin embargo, durante esos días recargó tanto de tareas al joven, que si no hubiese sido por la ayuda de los animales de la casa no hubiese terminado en tiempo y mucho menos hubiese tenido un traje con el que ir.
Así, llegó la fecha marcada y Denki, con todo terminado, bajó a la entrada con un lindo traje que había sido de su padre, y que por suerte se encontraba en perfecto estado. Al verle, Katsuki y Neito quedaron enfurecidos. Sabían que si su tonto hermano iba al baile, podría tener una oportunidad con el príncipe, y eso querían tenerlo ellos.
Se acercaron fingiendo alegría, pero en cuanto estuvieron lo suficientemente cerca, se abalanzaron sobre Denki y le destrozaron el traje, que quedó inservible.
-Vaya, ceniciento, parece que no podrás ir al baile. Que disfrutes de la velada aquí.
Denki se echó a llorar de impotencia mientras la madrastra y sus envidiosos hijos iban al baile.
Él se quedó en un banco del jardín trasero maldiciendo su suerte, y la miserable vida que tenía. Mientras intentaba limpiarse las lágrimas, se escuchó una explosión, como si hubiesen explotado millares de serpentinas a la vez. Denki se dio la vuelta y contempló a una bella joven de cabellos rosas envuelta en un hermoso vestido.
-¡Hola Denki, soy Mina, tu hada madrina!
-P-pero... Las hadas madrinas no existen...
-¿Me estás diciendo que soy una ilusión?
-¡No, no!
-Bien, entonces empecemos cuanto antes, no puedes quedarte sin baile.
La chica examinó a su alrededor. Denki la miraba sin creer sus palabras. ¿Cómo iba a ir si no tenía traje ni medio de transporte?
-Lo primero, necesitamos una carroza... ¡Ajá, eso servirá!
Fue hasta una calabaza del huerto, y con su varita la hizo flotar hasta ponerla en el camino de piedra, ante la mirada atónita del chico.
-Cuáles eran las palabras... Mm... ¡Ah, sí! ¡Bíbidi, bóbidi, bú!
Al momento, la calabza se transformó en una carroza hermosa y espaciosa.
-¡Perfecto! Lo siguiente serán los corceles. ¿Tenéis caballos?
-Me temo que sólo uno.
-No es suficiente. A ver...-La chica buscó con su mirada, y vio a lo lejos a los ratones, los dos geckos y al pato.-Ellos servirán.
Se acercó a los pequeños animales, y tomó entre sus manos a los tres ratones, poniéndolos delante del carruaje. Con las mismas palabras los transformó en tres corceles, uno negro, otro blanco y otro moteado, con una marca en su ojo izquierdo. Después cogió a los geckos, que pasaron a ser dos lacayos, y por último el pobre pato Fumikage quedó como cochero.
-Bueno, creo que ya está todo. Uf, sí que cuesta.
-Perdone señorita hada...
-Llámame Mina, Denki. Mi-na.
-Mina, yo... No creo que pueda ir con este traje.
Al reparar en eso, la chica se dio con la varita en la cabeza.
-Es verdad, que cabeza tengo. Vamos a arregarlo ahora. ¡Bíbidi, bóbidi, bú!
De su varita saliron unas mariposas, que envolvieron a Denki. Se produjo un destello, más suave ésta vez, y Mina contempló maravillada su obra. El joven llevaba un traje de seda fina que se ceñía a su cintura perfectamente, y sin duda le favorecía al resaltar sus atributos. Su cabello estaba perfectamente peinado y con una pequrña coleta para que no se le fuese a la cara.
-¡Estás hermoso! ¡El príncipe va a caer rendido ante ti!
Pero, al ver los zapatos que llevaba, le paró en seco.
-Wo, wo. ¿Y esos zapatos?
-Eh, son los únicos que tengo...
-Pues no vas a irte así... A ver, nunca he hecho zapatos, pero vamos a intentarlo.
Con un movimiento rápido, pasó de tener unas desgastadas zapatillas a unos hermosos y elegantes zapatos.
-Son especiales, y sólo te valdrán a ti. Ahora tienes que escuchar bien Denki. A medianoche, cuando suene la última campanada, la magia desaparecerá. Me gustaría darte más tiempo, pero aún soy novata en esto.
-No pasa nada Mina, con esto me salvaste la noche. De verdad muchas gracias.
-No hay que darlas, ahora largo, no tienes mucho tiempo.
Le montó en la carroza, y Fumikage puso rumbo al castillo.
En el palacio, todos disfrutaban del maravilloso baile, menos el príncipe. Él miraba ansioso a la puerta, esperando que el joven del otro día apareciese.
-Y ajora, el príncipe elegirá a su pareja para el primer baile.
Sero se puso nervioso ante las palabras dichas por Aizawa. No veía por ningún lado al chico del bosque. Se dirigía hacia Hitoshi, un príncipe del reino más próximo al suyo, cuando por las puertas principales entró una persona más.
Todos los invitados enmudecieron ante la belleza del joven que acababa de entrar, y no se escuchaba ni una palabra. Contemplaban al chico, que ante todo eso se veía abochornado. Por su porte, parecía un verdadero príncipe.
Sero lo reconoció inmediatamente, y se acercó a él.
-Eres tú...
-S-señor Hanta, me alegro de verle.
El rubio tenía un rubor en sus mejillas, que le hacían ver más adorable de lo que ya era. Sin esperar un segundo más, Sero le ofreció su mano, dando a entender que quería bailar con él, y Denki aceptó de inmediato.
La música comenzó, y ante las miradas de toda la multitud, los dos jóvenes danzaron como si lo hubiesen hecho toda su vida. Sus movimientos sin duda cautivaban a quien los viera, y se notaba que estaban hechos el uno para el otro.
Desde el palco real, el rey notó esa química entre los dos, las miradas, y los roces que se daban.
-Aizawa, ése es el indicado para mi hijo.
El Duque sonrió. Se alegraba por el príncipe, ya que por fin podría ser feliz.
Cuando terminó el baile, más parejas salieron a la pista. Sero tomó a Denki de la cintura más fuerte, lo acercó a él y le susurró al oído:
-Ven conmigo.
Acto seguido lo sacó de esa sala, ante la mirada furiosa de Mitsuki y sus dos hijos, que por suerte no habían reconocido a Denki.
Los dos jóvenes llegaron al jardín, y se sentaron en un banco riendo por esa salida.
-Entonces...-Habló Denki.-Eres el príncipe.
-Me pillaste, siento haberte mentido, pero quería caerte bien por cómo soy y no por mi título. ¿Cómo lo supiste?
-Digamos que tengo buena intuición. Además, el primer baile siempre lo abre o bien el rey, o el príncipe. Y éste baile era en su honor, alteza.
-Por favor no me llames alteza, para ti soy Hanta.
Hablaron un largo rato, sin querer volver al baile. Los dos se sentían en una nube.
-Dime, chico del bosque, ¿quién eres realmente?
-Si lo digo, se acabaría la magia, Hanta.
-Entonces permíteme al menos saber tu nombre.
Denki iba a decirlo, pero justo entonces, sonó el comienzo de las campanadas de medianoche.
-¡Oh, no! ¡Las campanadas, debo irme!
El rubio se levantó del banco y echó a correr. Sero le perseguía, pero Denki era más rápido. Con la séptima campanada llegó a las escalinatas. Hacia la mitad, una de sus zapatillas se cayó. Iba a recogerla pero Sero se acercaba y no tenía tiempo.
Se montó en la carroza y Fumikage azuzó a los caballos, que comenzaron a correr.
-¡Guardia, guardia! ¡Maldita sea, Kirishima!
El joven llegó corriendo al escuchar los gritos. Jamás había visto al príncipe tan alterado, y se asustó.
-¡Sigue a esa carroza, y que no escape!
-¡Sí, alteza!
Kirishima en un segundo estaba persiguiendo a la carroza. Denki estaba desesperado, en unos segundos se acabaría la magia. Justo en una curva, y con un sonido extraño, la preciosa carroza explotó, dejando a Denki y a los demás, ya convertidos en animales, en mitad del camino.
-¡Rápido, hay que esconderse!
Tomó a los ratones en sus manos y se escondieron tras unos arbustos, viendo pasar a la guardia real, con el general Eijirou al frente. Cuando ya estaba todo despejado, el rubio se miró con tristeza. Volvía a tener los harapos de antes. Por suerte, el zapato no había desaparecido, y sería el único recuerdo que le quedaría de esa maravillosa noche.
Al día siguiente todo era igual que siempre, salvo por una cosa. Sero, en cuanto vio la zapatilla tirada, obligó a Aizawa a promulgar un edicto, en el que se ordenaba a todos los jóvenes del reino a probarse esa zapatilla, en busca del joven del baile, del que no se sabía la procedencia. El edicto decía que a quien le valiese, sería el esposo del joven príncipe.
Mitsuki, por supuesto, supo de esta noticia, y se lo informó a sus hijos. Subió al desván para ordenarle a Denki que se quedara allí y no bajase, pero antes de que el joven se diese cuenta de que estaba allí, escuchó una conversación muy interesante.
-¿Sabes Kyoka? Hoy en la plaza anunciaron que a quien le valga la zapatilla del joven misterioso se casará con el príncipe. Sólo tengo que esperar a que vengan aquí y probármela. Como es mía no habrá problemas.
-Así que pensabas irte, ¿eh, Ceniciento?
El chico, al escuchar la voz de su madrastra, se giró muerto de terror.
-Tú no vas a bajar a ningún sitio, niñato malcriado.
-¡No, espere por favor!
Pero no le dio tiempo a hacer nada. Mituski fue más rápida, y cerró la puerta para después atrancarla con una silla, de forma que Denki no pudiese salir de allí.
Cuando llegaron a la casa Aizawa y Kirishima, que eran los que iban probando la zapatilla, Katsuki y Neito se esforzaron por que les sirviese, pero fue en vano.
Como no parecía haber más nadie en ese domicilio Kirishima y Aizawa estaban a punto de partir. Ya subiendo a sus caballos una dulce voz llegó ellos. Venía de la ventana más alta de la casa. La voz era suave, pero se notaba que era la de un chico.
Denki, para distraerse, se había puesto a recordar su baile con Sero, cantando y bailando, imaginando que no estaba emcerrado, y que podía volver a ver al príncipe. Al verle así, a la ratoncita Kyoka se le ocurrió abrir la ventana para que pudiesen escucharlo, y gracias a dios así fue.
-Señora, ¿no hay nadie más en la casa?
-En absoluto, excelencia.
Se notaba a kilómetros que la mujer estaba mintiendo. De pronto, uno de los lacayos que acompsñaban al Duque y a Kirishima se quitó la gorra y la capa, revelando al príncipe.
-Qué voz tan dulce, ¿no les parece? Creo que podríamos quedarnos un poco más. Kirishima, investiga la casa y trae ante mi a quien esté entonando esa melodía.
El pelirrojo se bajó de su caballo y subió las escaleras hasta el desván. Quitó la silla que obstruía el paso y grande fue su sorpresa al ver a un adolescente allí encerrado, que al verle se paró en seco en su sitio.
-Disculpa la interrumpión, pero su alteza el príncipe Hanta le espera abajo.
Denki se quedó estático, pero al ver la sonrisa de Kirishima, bajó corriendo las escaleras, seguido por el otro chico.
Al llegar a la sala de estar, se encontró con Sero, que le esperaba sonriendo con las manos en su espalda. Al verle, le preguntó:
-¿Me diras ahora quién eres?
-Me llamo Denki, alteza. Pero, como podrá comprobar, no tengo ningún título, ni carroza, ni trajes lujosos...
-Eso, es lo que menos me importa, querido Denki. Ahora, ¿me harías el honor de probarte este zapato?
Denki sonrió, y con nerviosismo dejó que Sero le pusiese la zapatilla mágica, que le quedaba perfecta.
-Creo que te encontré, chico misterioso.
Se miraron a los ojos, Sero le tendió su mano, y salieron juntos de esa casa, rumbo al castillo. A las pocas semanas se celebró su boda, y los dos gobernaron sabiamente durante toda su vida, siendo siempre generosos y amables con las gentes del pueblo.
Creo que este es el que más me gusta de toda la week. Hace mucho que no veo Cenicienta, así que a lo mejor he cambiado cosas, pero me encanta. Tenía muchas ganas de hacerlo (≧∇≦)/
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