1 Nathan
Me dices que debo olvidarte porque es mejor para los dos, pero como crees que amandote tanto, puedo de mi alma arrancarte.
Quizás para ti, resulte muy fácil
Pero para mi
Es algo imposible
No puedo intentarlo
Pensarlo es sufrir
¿Cómo le digo al corazón, que te olvide?
Inténtalo tú...
A ver si puedes sacarme de tu vida
A ver si logras olvidar todo mi amor
Porque yo no puedo.
JOE VERAS.
Después de 5 años, el dolor de su rechazo amoroso no afloja y aunque ha intentado retomar alguna que otra relación, no hay punto de comparación con Alexandra Gallarger, la mujer de su vida.
Ahora vivía en Londres, había creado su propia firma de ingenieros en donde sus logros lo había catapultado a la cima de los grandes negocios de construcción y esa noche recibiría uno de los más grandes premios en el gremio y esperaba concretar un negocio importante con una de las casas familiares más exclusiva de la ciudad, durante la cena.
El emporio Jiménez, se encontraba localizado en el centro de la ciudad, La City, distrito financiero lugar exclusivos de grandes firmas.
El piso número treinta donde estaba la oficina principal, desde ahí podía ver por los grandes ventanales a la ciudad y el gran ojo, espectacular vista para desligar su mente o hundirse en la nostalgia según su estado de ánimo.
En la puerta de su despacho sonó tres toques, indicio de su secretaria para entrar.
- Pase.
Su firme orden fue acatado de inmediato y la puerta se abrió para dar paso a su más que eficiente secretaria, Lucía, ella ha estado con él desde el inicio en la firma y fue de mucha ayuda, conoce todos los movimientos y en sus capaces manos dejaría cualquier negociación si lo estimara necesario.
- Nathan, aquí están los estudios, planes y logística para el proyecto urbanístico que se va a presentar a los directivos de la ciudad - le entregó la primera carpeta, que ella llevaba en sus manos. - En este folio está el proyecto que le presentaras a Odrie McPherson - Nathan soltó en el escritorio el folio para recibir el siguiente, el que le interesaba en ese momento, mientras su secretaria seguía informando - para la casa de acogida, con las anotaciones de Barbara según la especificación del señor McPherson.
- Excelente, déjame echarle un vistazo para firmar la propuesta - ojeando la carpeta y dando el visto bueno con su firma - ¿Tienes las memorias?
- Si. Aquí las tienes - se las entregó y la adjunto al folio. - Recuerda que debes pasar por la señorita Michaels, será tu acompañante esta noche. 8:30 no lo olvides.
- ¿Es necesario? - Preguntó un tanto molesto.
- Nathan - advirtió Lucía muy seria. - El protocolo de la familia McPherson lo exige, se rigen en la seriedad de la institución familiar, ahora si no deseas que firmen con la empresa, no te presentes con nadie y ya.
- ¿Y echar a la basura, el esfuerzo de todos los que colaboraron? Ni que fuera tan necio. - suspiró - Bien, que el auto esté listo para salir a buscar a Sandra, aunque no sé si soportaré otra de sus insinuaciones.
- Todo por el bien de la firma - Soltó con humor su secretaria, quien no perdía ocasión para burlarse de su jefe.
- Entonces deberías ser tú la que vaya a la reunión - replicó molesto.
- No tendría problema, iría con mi flamante y recién estrenado esposo, la situación es que yo no recibiré ningún premio esta noche. Recuerda 8:30 y sé más solicito con tu acompañante.
La carcajada le acompañó hasta la salida de Lucía, terminando de agriarle el humor a Nathan.
Ya no sabía en que términos decirle que no fueran groseros, para recordarle a Sandra, la condiciones de su asociación, el trato que habían quedado al inicio de sus apariciones en público.
Él necesitaba acompañante para quitarse a su familia de encima y ella de publicidad gratis para subir en el mundo del modelaje, todo iba perfecto hasta que cometió el error de acostarse con ella en una noche de debilidad. Maldita sea. Una sola vez y no podía quitársela de encima.
A lo hecho, pecho.
Pero si hacía tan siquiera un amague de insinuación, terminaría la asociación de inmediato.
Claro que había tenido alguna que otra escaramuza sexual con mujeres prepago bien recomendadas, pero era más el vacío que sentía que satisfacción, no estaba interesado en ninguna relación romántica ya que su corazón y su alma estaba predestinado a esa sola y única mujer, él estaba condicionado a vagar en el mundo sin tener conciencia hacia otras mujeres, era el legado de su familia en donde existía una sola persona destinada a cada uno de ellos. En su familia no había divorcio ni separaciones, todos tenían a su alma gemela, su amor eterno.
El creía que era puro cuento de viejas sin ningún oficio, supersticiones de mujeres románticas para engañar al más incauto de los hombres y después de tantas discusiones con sus hermanos, su mente fué abierta a la realidad al experimentar en carne propia el legado familiar hace un poco más de cinco años.
Una noche nublada, su corazón detuvo su palpitar y la sensación de calidez y pertenencia despertó a la conciencia frente al alma gemela en el mismo instante en que sus ojos se posaron en ella, el corazón se precipitó con fuerza en sus latidos y una picazon caliente se instaló en su pecho extendiéndose en su cuerpo para terminar en su dedo anular, el dedo donde se instalará el anillo de matrimonio.
Pero no estaba con ella, le superó el miedo a Alexandra más que su amor, ahora lo entendía pero de igual forma no lo aceptaba, no le dejó espacio para explicarle que estaban destinados a estar juntos, que él la amaba con todo su ser.
La necesitaba a ella, solo a ella. El estaba mutilado para el resto y así debía seguir funcionando en su vida, evitando que su familia se entere de que se encontraba incompleto.
Salió de su oficina, rumbo a su penthouse en el último piso del edificio, su dominio privado, al que solo dos personas a parte de él tienen el privilegio de entrar, ni siquiera su propia familia han tenido acceso a su privacidad.
- Señor, le he dejado su vestuario listo en el sillón de su armario - le informó su asistente doméstico - he seguido las indicaciones de la señorita Lucía, a las 8 pm estará esperando el chofer por usted al frente del edificio. Le he dejado en la nevera una ensalada fría y fruta picada, por si la cena no es de su agrado.
Nathan sonrió al joven Ray, un portugués enamorado de la vida y del que tuvo la suficiente suerte de encontrar vagando en las calles de la ciudad, a donde fué tirado por su familia por no aceptar su identidad sexual. El joven era un general en su casa, todo lo mantenía a punto y gracias a la ayuda de Nathan había cursando la carrera de gastronomía y estaba haciendo sus pinitos en el restaurante de su hermano Ethan, como asistente del chef.
Aunque Nathan había insistido en contratar a otra persona para encargarse de la limpieza y cocina del apartamento, Ray no lo permitió ofendiéndose en el proceso. El joven sentía que le debía mucho y decía que en esta vida no alcanzaría para pagar tanto beneficio que le había brindado.
- Estaré listo a la hora y muchas gracias por la ensalada, no debiste molestarte.
- No es molestia, espero que tenga una buena velada. Adiós. - se despidió de su jefe y al que consideraba como amigo.
Colocó el folleto en el recibidor para tenerlo a punto al salir y se dirigió a su cuarto para descambiarse e irse a la ducha, después de un buen afeitado terminó su aseo.
A las en punto estuvo al frente montando al auto que lo llevaría al hotel donde se realizaría el evento, solo esperaba no encontrar tráfico para llegar a la casa de Sandra Michaels y estar puntual en la cena de gala.
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