Capítulo 9 La Razón.
NUNCA NOS ACOSTUMBRAMOS AL DOLOR, TAN SÓLO APRENDEMOS A SOPORTARLO.
Hoy decidí descansar en el apartamento de María E. La encuentro dormida en el sofá con unos expedientes en su regazo. Es increíble la ternura que me hace sentir esta mujer. Quisiera besarla con fuerza pero a la vez con mucha suavidad. Me derrite su inocencia y no temo demostrarlo. El único problema es que no me deja acercarme a ella.
No entiendo el porqué de su rechazo. Ya que estoy aquí me tiraré al ruedo.
—Maríe, cariño despierta.
—Uhm... Gael, ¿Qué hora es?.
—Las siete.
—Los chicos, debo alistarme.
Se levantó con muchas rapidez que tropezó con sus propios pies cayendo literalmente entre mis brazos.
—Te tengo.
Nos quedamos mirando, sus pupilas se dilataron con excitación. Su fosas nasales se expandieron al sentir mi aliento que salía en ráfaga al aumentar mi adrenalina. La iba a besar y ella lo sabía.
Lentamente me fui acercando a su rostro para tomar posesión de sus labios. Por un momento sentí su dulzura y después el empujón que me obligó a soltarla.
—Te lo dije Gael. No quiero nada que venga de ti. Solamente la resolución del caso.
—¿Porqué?. Y quiero la verdad.
—No hay más verdad de la que te he dicho.
De hecho me acerqué a ella, necesitaba probar mi punto.
—El besarte no sería en total, una distracción mala. Más bien un punto de desahogo y retomar después la situación con más fuerza.
—No de ti. Jamás de ti.
Retrocedí...
—Disculpame si soy repetitivo. ¿Por qué?.
—Estoy atrasada los chicos... vamos a salir.
La agarro del brazo antes de que se vaya. La tengo firmemente agarrada y por mucho esfuerzo que hace no logra soltarse.
—Sueltame por favor.
—Dime la razón por la cual no dejas que me acerque a ti. ¿Cuál es?.
—Bien, aquí la tienes. Tú serías el último hombre de la faz de la tierra con el que desearía estar. Y aunque no hubiera ningún otro. No. Seguiría siendo un rotundo no.
Solté su brazo como si me quemara. Mi mente me daba vueltas para entender sus palabras y de su actitud. Tiré un paso de ahogado.
—¿Crees que no tomaría en serio lo que hubiese entre nosotros?
Soltó una risa sin ganas.
—En serio quieres que te respondas a eso. Tú, que me tuviste y luego te portaste como si no hubiera pasado nada. Me humillaste y crees que te daría otra oportunidad.
—Eso no es cierto. Así no fueron las cosas Maríe. Tú me dejaste.
—¿Qué yo te dejé? Vamos a dejar claro esto—respiró hondo para calmarse—. Me entregué a ti esa noche, la noche que nos invitaste para celebrar algo. Estuve en tu cama, te di mi cuerpo y maldita sea si no gozaste de el. A la mañana siguiente me sacaste de tu cuarto como si yo te diera asco —mi mente giraba y decía que no era cierto, así no eran las cosas —. Al día siguiente me fuiste a buscar. Yo creía que era para disculparte por la forma injusta en que me trataste. La verdad es que me ignoraste ¿recuerdas? Esa fue la gota. Tenía vergüenza. Como podía mirarte a la cara y ver el asco que podía reflejar tu mirada. Tengo amor propio Gael, tengo amor propio.
—Aunque parezca los hechos así y todo me acusa. No es cierto. No lo es Maríe, te juro que no lo es.
—Ay mira, ya te di mi postura. No estoy interesada en ti. Ya salí bastante trasquilada con tus atenciones y te vuelvo a jurar que serías el último hombre con el que tuviera algo. Eso sería traicionarme a mi misma.
Salió de la sala mientras yo digería sus palabras.
Entre a la habitación que ocupaba.
Que desastre. El camino no estaba minado, en realidad estaba cerrado a cal y canto.
Si no fuera por Lucas, no se hubiera dado por enterado que la mujer que había hecho suya, era Lagartija.
Los recuerdos aunque confusos llegaron a él.
Lucas, Jen, lagartija, un grupo de chicas más y el resto de mis compañeros a los cuales yo había invitado esa noche. Para celebrar una decisión tomada y a la cual sólo concernía a Maríe. Una decisión basada solo en ella. La mujer de la cual estoy enamorado. Al día siguiente le haría partícipe de mi decisión y que papel importante juega ella en él. Realmente estaba emocionado.
Estaba tan contento, que se me pasaron los tragos y no recuerdo mucho de lo que hice o más bien con quien estuve.
Sólo recuerdo de unos labios dulces que besaba en mi habitación. Un cuerpo cálido y firme al cual fuí desvistiendo paso a paso. De los muslos que me apretaban firmemente mis caderas. El pasaje caliente que penetraba mi pene. El orgasmo increíble y la entrega total.
Al día siguiente el horror de lo que hice a sólo pasos de lo que tenía planeado, sentí asco de mi mismo. ¿Cómo pude traicionar a pocas horas de mi intención de declararme?. No vi su cara y la eché de mi cuarto y de mi apartamento. Me sentía sucio y sin valores. A todos los cuerpos tirados en mi sala incluidos a Lucas y Jen los invité a que se fueran también.
Pase horas limpiando el desastre mientras pensaba como decirle a Lagartija lo sucedido y si tenía derecho a pedirle que fuera mía.
En mi cama encontré resto de semen y sangre en las sábanas. Pruebas de mi delicto.
La fui a buscar porque lo había prometido. Pero fue un desastre. No pude siquiera dar mi cara, la vergüenza era absoluta. Dimos una vuelta y la regresé a su hermano, no podía hablar, no encontraba las palabras. Me disculpe y la lleve a su casa.
Esa noche me prometí castigarme si volvía a hacerle infiel. Con ello lave mi culpa.
Al día siguiente mi infierno personal se desató. De un momento a otro Maria E. decidió largarse de la ciudad.
Mi costado palpitaba con fuerza. La herida no dejaba de sangrar.
Toque la cicatriz, lágrimas salían de mis ojos. Ese momento había marcado mi vida. Y tenía que encontrar otro momento, el adecuado, en el que Lagartija no se cerrara para explicarle.
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