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Capítulo 16 Arrepentimiento.

El falso arrepentimiento es cuando el individuo todavía siente el deseo de pecar. Se abstiene de hacerlo, no porque lo aborrece, sino porque teme sus consecuencias.
Charles Finney.

En una mañana hermosa, la tibieza de los rayos solares despierta de buen humor al detective Mcallister. Sus pensamientos revolotean al rededor de los sucesos ocurridos en la noche y de la mujer que aún duerme acurrucada a su cuerpo.
Se toma el tiempo en escuchar su respiración que levanta un mechón de su cabello haciéndole cosquillas en su nariz.
En admirar su belleza tan fina y delicada, también de sus labios rosados aún hinchados por sus besos.
Le inspira tanta ternura que pasa sus dedos con delicadeza por los contornos traslúcidos de su cara y en la columna de su cuello, cuando de momento una mancha de un rojo oscuro le llama la atención, sonríe al percatarse de su naturaleza.... una marca.
Los recuerdos de su posesión y la exquisita entrega por parte de ella hacen que su miembro termine en erguirse.

Los mismos rayos que hace momentos le despertaron hicieron que su amada arrugara la nariz y se moviera aún lado con el fin de alejarse de tan molesta sensación.
El movimiento la alejó de él, quitándole el peso de la dulzura de su cuerpo y descubriendo un pezón oscuro al correrse la sabana blanca que la cubría.
Con una erección incipiente decidió contra todo pronóstico levantarse y en vez de tener un ejercicio matutino se desencantó por un gesto romántico. Un desayuno a toda regla.

Quería demostrarle lo que tanto ella evitaba saber. Que estaba para ella, no en el sentido sexual sino que las emociones entraban en la relación. En la relación que deseaba tener con esa mujer, la dueña de su corazón y de cada aliento que respiraba.

Necesitaba demostrarle que él quería ir en serio, no importaba el tiempo que llevara para que lo comprendiera sin ningún margen de duda ó error.
Como no tenía ropa en ese cuarto salió para usar el baño de su habitación, cambiarse y prepararle un buen desayuno.
Le sopló un beso en la mejilla para no despertarla y salió en silencio de la habitación.

Media hora después de la salida de Gael, Maríe despierta totalmente desubicada al ver el sol por la ventana.
Tenía tanto tiempo sin dormir las suficientes horas, cada vez que se acostaba y abría sus ojos aún el cielo estaba oscuro.
Se sentía descansada y sentía dolorcitos muy cómodos en su cuerpo.... un momento, ¿dolorcitos en su cuerpo?
Estaba desnuda debajo de la sabana y el olor penetrante a sexo ofendió a su olfato. Recordó, si que recordó y se le fué el alma al suelo.
¿Cómo pudo hacerlo?...¿Cómo pudo ser tan estúpida?
Rebajarse a pedir sexo para calmar su angustia, ¿Qué clase de huérfana mental era?
Había rebosado la cuota de imbecibilidad, había ganado el primer lugar y la medalla de oro olímpica, que olimpica...universal.
No tenía ni una maldita excusa. Y recordar que él se había negado.
Debía de haber aceptado su decisión y al final pedirle que olvidara su exabrupto como un momentáneo comportamiento senil de su parte. Y no haber salido tan altiva y ofendida así él no hubiera reconsiderado su imbécil propuesta.
Lágrimas salieron de sus ojos por la vergüenza y el asco que sentía hacia si misma, ¿Cómo pudo rebajarse tanto?
Se golpeaba la frente con la palma de su mano mientras repetía como una mantra.
-Estúpida, estúpida, estupida, completamente estúpida, rematadamente estúpida.
Y se meseaba de adelante y hacia atrás.

No se percató que Gael la veía desde la entrada del cuarto que estuvo abierto todo el tiempo desde que él salió a prepararle el desayuno.
Que él, con mucho dolor vió los cambios en su rostro hasta llegar al del arrepentimiento y posteriormente al del asco hacia lo que había sucedido entre los dos.
Una presión dolorosa y sorda se instaló en su pecho.
Lo sabía, sabía que ella se arrepentiría y que lo odiaría mucho más que antes.
Lo que nunca se imaginó era que él pudiera producir tanto asco.
Un nudo se le instaló en su garganta que amenazaba con dejarlo sin respiración, su conciencia le pedía a gritos que saliera de ese lugar, que dejara todo atrás.
Había perdido.
Se precipitó.
Lo hubiera tomado con calma y hablado primero. Esto no estuviera sucediendo.
Ella se lo había dicho y como no, se tiró de cabeza a pesar de intuir lo que pasaría.
Se odio a sí mismo por dañar la oportunidad que hubiera tenido realmente. Debía salir de ahí ahora mismo.
Su día feliz había muerto irremediablemente.
Carraspeo para hablar, como para pasar el nudo que obstruía su garganta.
Ella inmediatamente levantó su cabeza y enfocó su mirada en él.

Él camino lentamente hasta la mesilla que se encontraba al lado de María E, para dejar la bandeja del desayuno.
En ningún momento dejó de mirar su destino con tal de que ella no pudiera leer la desazón que sentía en ese momento.
-Aquí te dejó algo para que comas, ya que anoche no lo hiciste. Cuando termines deja la platera afuera para limpiarla.
Todo lo decía en tono monocorde. No quería que se notara lo sentido que estaba. No quería dar más leña al fuego.
-¿Cuánto tiempo has estado parado ahí?
-No importa.
-Oh sí. Si importa.
-¿Que más da? María E.
Resintió que la llamará por su nombre completo, no lo había hecho desde que se... no sé, creo que nunca.
Insistió en ver su cara, pero él veía todo menos a ella. Ella bajo su cabeza para analizar lo que estaba sucediendo. Hasta que escucho sus palabras.
-Lo siento yo...
-No. No lo sientas, es totalmente mi culpa. No debí ir en tu busca. No estaba en mis cabales y por descontado sabes que no puede, ni va a volver a ocurrir. Fué error que no pienso volver a cometer, ¿Lo entiendes?
Lagartija levanta su mirada al no recibir aceptación ni replica a su pregunta.
Suelta un leve jadeo al encontrar por fin su mirada. No ocultaba su sufrimiento de ella. Sus ojos se ensombrecieron hasta quedar sin brillo.
Tragó saliva, carraspeó y volvió a tragar.
Cerró los ojos y luego los abrió para mirarle directamente.
-Como desees-se dió la vuelta y antes de salir por la puerta, suelta -. Tómate el zumo con el desayuno.
Cerró la puerta tras él, dejando la sensación de pérdida en el ambiente.
Sólo cuando se fué, es que le prestó atención a la bandeja que le había dejado en la mesilla.

Constaba de un plato con una ensalada de fruta decorada en forma de corazón con rebanadas de manzana roja, de naranja, melon, fresas, uvas. Cada especie de fruta hacia un corazón más pequeño que el otro y en el centro un pequeño tazón de yogurt. En el otro plato había tortillas dulces rellenas de blueberrys y un toque de crema dulce y blanca. Un vaso de zumo de naranja recién hecho. Y al costado una rosa roja con el tallo cortado y sin espina con sus pétalos abiertos, despidiendo su penetrante aroma. Sus ojos se llenaron de lágrimas al entender el gesto romántico que quiso darle a ella. Y sólo así entendió lo que la hizo jadear al ver sus ojos.
Lo había lastimado de alguna manera.

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