Capítulo 14 Intento Premeditado.
La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.
La habitación estaba despejada. Me había cerciorado que Conall estuviera en la habitación especial en donde había sido enviado por el personal. Y la insípida de Tessa se largara a la Jefatura bajo un encargo absurdo.
Llevaba el disfraz perfecto para ser confundido con los trabajadores del lugar. Una bata blanca, mascarilla, guantes de cirugía y un coqueto gorro de cirugía. Pero la realidad era que las enfermeras estaban a sus anchas no tan pendiente de cuanta persona hubiera o pasearan en el lugar. Si que se ganan el dinero muy fácilmente- pensó con ironía-, lo que a la postre le facilitaría el trabajo que llevaría acabo.
Lo importante es lo que trae en el bolsillo de la bata. Un frasco sustraído de la farmacia del lugar y una jeringa para administrar la dosis letal de lidocaina. No se imaginó que Connell librara a la huesuda, pero pronto cambiaría ese hecho con bastante ayuda de su parte. No podía dejar ningún cabo suelto. Realmente era una lástima, apreciaba al muchacho. Pero así es la vida, sólo había una vía. ¿él o yo?. La respuesta era simple. Siempre yo.
Se acercó hasta la cama y tomó la línea intravenosa que conectaba la vena con el suero que hidrataba al paciente. Estaba lleno de cables y bolsas de aspiraciones donde supuraba la herida del pecho.
En la mesa pegada a la cama dejó el frasco y preparó la inyección para administrar la droga, tendría su efecto en un margen de 5 a 10 minutos. Tiempo suficiente para salir del lugar antes de que se den cuenta de lo que le pasa a su paciente.
-Lo siento muchacho.
Sintió un ruido en la habitación, pensando que es el hermano de su paciente se apresuró en limpiar su boca del residuo incómodo del vómito que había desechado momento antes. Había pasado vergüenza con la joven Tessa, siendo su único delito el estar enamorada del gemelo, hermano del cual estaba enamorada yo. Al menos logre farfullar unas disculpas antes de que recibiera la llamada. El estrés me estaba pasando factura.
Conociendo lo estremadamente fácil gatillo que son, decidió salir sigilosamente. La cual fue una buena decisión.
-Lo siento muchacho.
El hombre o doctor inoculó el líquido en la línea hasta que Fionna lo detuvo con un fuerte grito.
Dios no podía ser posible, tanto trabajo y un hombre disfrazado quería terminar con la vida de Connell.
El hombre salió despavorido dejando en el aire la jeringa
medio llena.
-Maldición, maldición-repetía mientras quitaba la línea de la vena en su mano.
Revisó el frasco, leyó la etiqueta pulsando el botón de emergencia. Tenía que actuar rápido.
El hombre había logrado inyectarle parte de la droga.
Lo que más le preocupaba era el hecho de que aún el sistema de Connell no había terminado de desechar la anestesia para recibir una dosis intravenosa. Maldición que tanto le hacía demorar para que entrarán al cuarto.
El monitor cardíaco empezó a sonar, la alarma hizo que pidiera a grito la ayuda que había requerido.
Al entrar las enfermeras identificó a todos para evitar algún infiltrado.
Dio órdenes lo más serena posible, siguiendo los procedimientos de sobredosis. Alcanzó a registrar la llegada de Conall. Trabajaron codo a codo para estabilizarlo y limpiar su sistema. El tiempo diría si había actuado a tiempo, no se imaginaba el hecho de no haber estado en el baño de la habitación y de lograr detener al asesino. Porque fue un intento de asesinato. Alguien quería a su paciente muerto.
Decidió ponerlo en coma para que su cuerpo terminara de
recuperarse.
Ahora tenía que enfrentarse al detective que la miro con odio en el momento en que le pidió que saliera. No podía responder en ese momento, la prioridad era su hermano.
Conall llamó a su jefe en medio de la crisis, estaba que se arrancaba los pelos de los nervio y la impotencia.
Sospechaba lo que pasó en ese cuarto de hospital. Habían intentado asesinar a su hermano.
Los tres personajes que entraron a la sala lo veían caminar de un lado al otro prácticamente haciendo un surco en la alfombra.
-¿Qué sabes?-preguntó Kiev.
-Nada. No me dejan estar ahí.
-Debes dejarlos actuar. Sólo serías un estorbo.
Miró a los otros dos que asintieron a las palabras del jefe.
María E tenía los ojos rojos de tanto llorar, lo abrazó muy fuerte para confortarlo y reconfortarse a sí misma.
Gael veía la acción en silencio y fue el primero en darse cuenta de la presencia de la doctora Fionna.
-¿Cómo está?
El resto prestó atención al escuchar la pregunta de Gael.
La respuesta se la dirigió a C.
-Ya lo estabilizamos. Tome la decisión de ponerlo en coma para que su recuperación sea rápida.
-¿No es peligroso, doctora?. Haber tomado esa decisión.
-No lo considero así. Más bien podrá recuperarse más cómodamente.
-¿Qué pasó? ¿Dónde demonios estaban?
-C.
La advertencia vino de parte de Kiev.
-Doctora Fionna, ¿Cierto?. -Gael desvío su atención hacia si mismo.
-Si.
-Es tan amable de contestarme. ¿Qué sucedió en ese cuarto?
-Había una persona con una bata de doctor, guantes, mascarilla y un gorro de cirugía que le tapaba el rostro. Así que no le puedo dar una descripción correcta. Pido disculpas por ello.
-No veo de que. Esa persona no quería que fuera identificado, no quería ser reconocido.
-En todo caso-se encogió de hombros-, no puedo identificarlo. El punto es que yo me encontraba en el baño lavándome las manos para hacerle un seguimiento, cuando sentí alguien en el cuarto. Pensé que era usted Conall y descubrí a este personaje y lo espanté antes de que completara su cometido. Vaciar la inyección de lidocaina.
-¿Por qué no pidió refuerzos?-hizo la pregunta C-. ¿No quería que lo alcanzaran?
-Mi prioridad es mi paciente, detective. ¿Estoy acusada de algo?
-Conall, eso es ser grosero-lo regaño María E.
-No te metas -le ladró.
Gael se tensó, pero al ver el gesto negativo de la cabeza de Lagartija lo dejó pasar.
-Por favor continúe -tercio Gael.
-Como venía diciendo, mi paciente es prioridad, si no estuviera en ese momento sé que lo hubiéramos perdido. Actúe en consecuencia a su salud. Desentoxicamos su cuerpo y evite que más de la droga entrara a su sistema. Para mí era más importante evitar que muriera. Soy doctora no policía. Así que detectives, no tengo más que reportarles, disculpe si no fui de mucha ayuda.
-Una última cosa, ¿Puedo verle?
-Si doctora. Pero sólo unos minutos.
-Gracias. Gael, ¿Me acompañas?
-Si.
Dentro del cuarto Lagartija evitaba derramar lágrimas. Ella lo quería como a un hermano y no podía asimilar su situación. Sabía que la profesión que practicaban tenía espacio para la violencia. Pero esto era un intento de asesinato. Iba más allá de ello.
-¿Quién lo quiere muerto, Gael?
-No lo sé. Pero lo voy a averiguar por ti, tengo tantas preguntas.
-Sé que lo conseguirás.
Se acercó a dejarle un beso en los labios y le acarició la mejilla.
-Recuperate pronto, por favor.
Se alejó mientras sus lágrimas bajaban sin control por su cara.
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