10: "Caso resuelto"
ÚLTIMO CAPÍTULO
(Pronto el epílogo)
Justin Bieber no había manifestado ninguna conducta atípica, ninguna reacción desmedida o preventiva por estar rodeado de gente. Eso es lo que Stefania describió en su reporte, omitiendo que el muchacho no parecía siquiera percatarse de estar situado en un ámbito social.
Más temprano, después de debatir el asunto evitando volver a pelear, ambos jóvenes llegaron al acuerdo de realizar la salida que el Instituto había establecido para su paciente ese día. Transcurrieron poco tiempo en el centro comercial antes de dirigirse al parque central de la ciudad. Durante el paseo, el dolor de cabeza había atacado a Stef en forma esporádica, mas disminuyó su intensidad debido a los analgésicos que ingirió apenas llegó a su departamento por la noche.
Concluyó su reporte y plasmó su firma en él justo cuando Justin se posicionó detrás de su asiento y se inclinó para depositar un beso en su cabeza.
—¿Terminaste?— Inquirió la voz ronca y masculina.
Stefania asintió y se puso de pie, girando sobre sí misma para enfrentar el rostro de su acompañante.
Además de su migraña, había estado desorientada la mayor parte del día por causa de los últimos acontecimientos. La acusación de Justin en la que afirmaba que ella se había escabullido la madrugada anterior, cosa que no recordaba haber hecho en absoluto, la había turbado.
Revisó su campera, en la cual había detectado una enigmática mancha de aceite, para descubrir que éste mismo se trataba de gasolina. Ella no poseía un vehículo y no recordaba haber tenido contacto con sustancias similares en el último tiempo. Tampoco tenía memoria de cómo ensució con lodo ese par de zapatos en su armario ya que no los había utilizado en toda la semana.
En un momento de desesperación, mientras meditaba en todo eso, había llegado a creer que estaba volviéndose loca. Las cosas se estaban desordenando tanto a su alrededor que esperaba cualquier giro en la situación.
—¿Qué quieres para cenar?— Preguntó la chica, sonriendo mientras su mirada conectaba con ese par de ojos color ámbar.
—Lo que sea está bien para mí— Respondió él, apartando con delicadeza un mechón de cabello del rostro de Stef y colocándolo detrás de su oreja. Luego, utilizó esa misma mano para acariciar el rostro de ella. —¿Estás bien?
Justin había formulado ese interrogante repetidas veces durante el día. Stefania no estaba segura si su enredo interior era tan evidente en su semblante o el muchacho simplemente conjeturaba que algo la estaba perturbando (después de todo, era un experto en el arte de interpretar a las personas). Pero ella presentía que había algo más detrás de esa indagatoria. La ansiedad en la expresión del chico, la expectación dilatando sus pupilas, como si esperara que ella confesara algo, como si lo estuviera deseando.
Esos signos implantaron una duda en Stef, un recelo, una cautela con respecto a las intenciones de él. De repente, lucía como si pretendiera imponer algo sobre ella.
—Haré pasta, entonces— Determinó, mostrando una débil sonrisa y separándose del tacto del joven para dirigirse a la cocina.
Su respiración se agitó mientras ponía la olla con agua sobre el fuego. Su corazón latía con prisa, recordando la mirada incitadora de Justin.
¿Qué ocultaba ese gesto? Se preguntó a sí misma, porque percibía que la respuesta sería perjudicial para ella.
Un potente sonido provocó que se sobresaltara. Ahogó un grito y llevó una mano a su pecho, sintiendo como sus ya acelerados latidos aumentaban aún más su marcha. Observó el teléfono, el cual estaba sonaba con insistencia. Atendió el aparato y no encontró su voz para hablar en cuanto oyó la de Cole:
—¡Stefi! ¿Eres tú? ¿Estás bien?— Su amigo denotaba la preocupación en su tono.
—Sí... Sí, Coley. Estoy bien— Respondió ella, suspirando con fuerza. —¿Cómo estás tú? ¿Algo malo ha ocurrido?
—¡Por supuesto que sí!— Anunció él. —Hubo otro asesinato anoche. Han atacado a un policía que trabajaba para una empresa de seguridad privada. Adivina qué...
El cuerpo de Stefania comenzó a temblar violentamente mientras procesaba las palabras de su interlocutor.
>>—Era el guardia que custodiaba el campus de nuestra escuela. Otro más que se suponía que debía morir en el tiroteo.
—¡Espera, Cole, espera!— Exclamó ella, casi sin aire. —¿Dónde has visto eso?
Al llegar del parque, la chica había prendido su televisión y, aunque con un bajo volumen, había permanecido en el canal de noticias mientras escribía su reporte para el Instituto. No recordaba haber visto aquello en el canal.
—Me he enterado por mis fuentes— Se limitó a contestar él. —Ocurrió en una gasolinera, no muy lejos de tu apartamento. Tengo miedo por ti, Stefi... Mañana mismo, cuando el doctor venga, le pediré mi salida. Tenemos que irnos de esta maldita ciudad...
Repentinamente, la línea del teléfono se cortó, interrumpiendo las palabras del muchacho. Stefania apretó los botones intentando recobrar la señal, pero el pitido de fallo que emitía el aparato no cesaba. Colgó el auricular y fue con paso apresurado a la sala de estar. No divisó a nadie allí.
—¿Justin?— Lo llamó, mas no recibió respuesta.
Se asomó por la puerta de su despacho, pero el chico tampoco se encontraba allí. Entró a su habitación y encendió la luz para descubrirla también vacía. Echó un vistazo rápido para descubrir que el teléfono fijo ubicado en su dormitorio había sido arrancado junto con los cables que lo conectaban a la pared.
—¡Justin!— Volvió a proferir.
Un fuerte golpe proveniente del techo hizo que la joven mirara hacia arriba, alarmada. Sobre ese cuarto se encontraba el desván donde guardaba sus cosas viejas. Se encaminó enseguida por las escaleras de mano y empujó la madera que descubría la abertura del altillo. Ingresó a éste, la oscuridad era lo único que la rodeaba.
Encendió la linterna de su móvil y alumbró unos pocos centímetros por delante de ella.
—¿Justin? ¿Estás aquí?— Susurró, el miedo comenzando a tomar posesión de ella mientras se adentraba en la negrura.
Cajas, adornos rotos y viejos libros era lo que hallaba la luz emitida por su celular. Llegó frente a un viejo mueble, el cual había traído de la casa de sus padres cuando se había mudado. Un cajón abierto llamó su atención, por lo que apuntó con el resplandor al contenido de éste.
Un chillido escapó de su garganta mientras daba varios pasos hacia atrás. Un antiguo machete de gran longitud estaba escondido allí, junto con su antigua lima de uñas, aquella que solía utilizar cuando era una adolescente y que creyó perdida durante mucho tiempo... aquella con la que, según los registros conformados por Justin, había sido utilizada para mutilar a las víctimas del asesino.
Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, se giró para darle la espalda al mueble mientras dejaba salir los sonoros sollozos que no podía contener. Cerró sus ojos con fuerza mientras lloraba.
No quería ver nada de eso. No podía creerlo en absoluto.
Abrió sus párpados cuando sintió una presencia cercana a ella, y enfocó la linterna hacia el lugar determinado. Justin estaba allí, de pie, observándola fijamente con una mirada indescifrable. Debido a la nebulosidad creada en su visión por el llanto, Stefania no divisó el bate de baseball que él sostenía de inmediato, pero una vez que lo hizo, cesó de llorar y luchó por controlar su respiración.
—Justin ¿Qué está pasando?— Musitó, su tono de voz afectado por la angustia.
El aludido dio un paso más cerca de ella antes de pronunciar:
—No vas a irte a ningún maldito lado con él, Stefania— Determinó, severo.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—No...— Justin sostuvo el bate con ambas manos y lo elevó un poco en el aire. —...No vas a irte con él, Stefania. —Repitió, esa vez delatando su furia.
Parpadeando repetidas veces, la muchacha retrocedió, asustada por el gesto del chico.
—¿De dónde sacaste eso?— Interrogó, señalando el bate.
—Lo encontré entre tus cosas— Afirmó él, todavía contemplándola fijamente.
Entonces, ella recordó su mirada. Esa mirada que él le había otorgado momentos atrás, donde se había percatado que había algo detrás, intenciones ocultas. Justin quería que ella confesara algo, que ella admitiera algo... Algo que, quizás, no hubiera fuera real.
Pretendía hacerle creer que ella era una asesina.
—¡Tú!— Vociferó, alterada. —¡Manchaste mi ropa y escondiste estas cosas aquí a propósito! ¡Quieres convertirme en culpable!— Acusó.
Justin dio otro paso y acortó la distancia entre ambos.
>>—¡No te acerques!— Advirtió ella, alejándose hasta que su espalda chocó contra el mueble. —Llegaste aquí con tu discurso de que todos nos perdemos a nosotros mismos, de que todos podemos llegar a ser unos malditos locos y nunca saberlo ¡Solo para jugar con mi mente y lograr que me incriminara a mí misma!
Sosteniendo el bate con una mano, Justin utilizó la otra para agarrar el brazo de la muchacha, mas ella se zafó de inmediato y corrió a la abertura, descendiendo con prisa las escaleras. Llegó a la puerta principal de la sala de estar e intentó abrirla, pero estaba bloqueada. Buscó las llaves con mirada, sin encontrarlas por ningún lado. Volvió a intentar forzando el pomo justo cuando la voz de Justin habló en su oído:
—Dulce Stefi, sigues siendo la reina de las malas decisiones.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la chica, sin embargo, logró controlar el miedo y propinó un fuerte golpe al muchacho con su codo, provocando que él se alejara y le diera suficiente espacio para escapar.
Cruzó el umbral de la cocina al mismo tiempo que la impactó un fuerte dolor de cabeza. La potencia del mismo era tal que se dobló sobre sí misma, arrodillándose en el suelo. Sentía que miles de agujas estaban siendo clavadas repetidas veces en su cerebro. Dejó escapar un grito, sin poder soportar el suplicio del ardor.
—¡Stefi!— Justin se arrodilló a su lado. —¡Stefi! ¡Resiste! Estarás bien, mi amor.
La rodeó entre sus brazos y la estrechó contra su cuerpo. Ella volvió a gritar y él intentó calmarla, rechistando con suavidad.
>>—Está bien. Estarás bien, lo juro. Lo siento, nunca quise lastimarte...
—¡¿Qué me está pasando?!— Sollozó la joven.
—La verdad es lo que pasa, Stefi. La verdad es lo único que duele de esta forma.
—¡No!— Ella negó con la cabeza, utilizando sus manos para tapar sus oídos. —No es cierto.
—Mírame— Ordenó Justin, obligándola a hacerlo. —Siempre lo supiste, Stefania. Como todo el mundo, buscabas una verdad que estaba dentro de ti misma.
—No puede ser...
—Estarás bien, te dije que cuidaría de ti... ¿Recuerdas que hoy fui a hablar con los muchachos en prisión?
Stef gimió, adolorida, apoyando su cabeza en el pecho de Justin y escondiéndose en su abrazo. Asintió.
—Ellos me confesaron todo— Prosiguió el chico. —Admitieron que sabían sobre estos asesinatos, la continuación de los nuestros...
—¡Justin!— Lloró Stef, sintiendo que su cráneo estaba a punto de estallar.
—Cole. Cole Palette es el asesino en serie— Enunció él, en un murmullo casi inaudible.
—¡No!— Se opuso ella.
—Sí, Stefi. Lo es. Los muchachos van a declarar todo en cuanto avisemos a la policía...— Se separó unos pocos centímetros de la chica para poder enfrentar su rostro y ver directo a sus ojos. —Caso resuelto— Dictaminó.
Una vez más, aquella mirada significativa apareció en la expresión de Justin. Stefania guardó silencio unos segundos, observándola con detenimiento.
Al final, la descifró.
—Lo hiciste— Murmuró frágilmente. —Resolviste el caso.
Justin volvió a abrazarla. La estrechó con fuerza mientras las comisuras de sus labios se elevaban muy lentamente, formando una sonrisa, y agregó:
—Lo hicimos.
-TatianaRomina-
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro