Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

08: "No finjas conmigo"

Justin no volvió a emitir palabra alguna, ni siquiera cuando Stefania lo llevó de regreso al Instituto de Salud Mental. Ella deseaba que él dijera algo, cualquier cosa, para erradicar al menos una de los tantas emociones contrapuestas en su interior.

Primeramente, sentía una embarazosa ansiedad. La noche anterior ambos habían compartido un momento que merecía ser esclarecido, pero el asunto quedaba inconcluso frente la nueva información que había caído sobre ellos y que opacaba cualquier otra cosa.

También, y sobre todo, estaba desconcertada. La muchacha supo desde el inicio que el tiroteo en la secundaria el cual su compañero había protagonizado no fue obra de un impulso, sino una masacre cautelosamente premeditada. Al hecho de que él la hubiera reconocido y permitido vivir se le sumaba que, tanto Justin como los dos jóvenes armados que lo acompañaban, habían atacado sectores específicos de la escuela, como la Biblioteca, los vestuarios del equipo de fútbol, y salones donde se impartían clases de último año.

Las siete víctimas del asesino en serie (cuyos ataques comenzaron meses después) eran personas que deberían haber estado en algunas de esas zonas específicas el día que la masacre tuvo lugar, mas por algún motivo no lo estaban. Una de ellas era un profesor titular de Matemáticas, otra el consejero escolar, otra el entrenador del equipo de fútbol y dos jugadores del mismo (un graduado que ayudaba en las prácticas y Bobby Warner, asesinado hacía pocas semanas). Otra era, por supuesto, Karen, quien se había ausentado a clases por padecer anginas. Y finalmente, último en la lista pero el primer asesinado, Patrick Blast.

Sin poder evitarlo, Stefania se estremeció. Ni siquiera sabía que él había sido una víctima del asesino. Creyó que había muerto en el tiroteo junto con tantos otros de sus compañeros.

Justin descendió del coche, su habitual expresión impasible oscurecida por un tono mayor de seriedad. Por un momento, antes de cerrar la puerta y marcharse al edificio, fijó sus ojos sobre la chica. Parecía estar a punto de decir algo, en cambio, frunció su ceño de manera pronunciada y exhaló aire con brusquedad.

Esa madrugada, Stefania se encontró imposibilitada de conciliar el sueño sabiendo que la lista de sospechosos empezaba a reducirse a un mínimo de personas. Sin embargo, no podía tratarse de los compañeros de Justin en la matanza puesto que ambos estaban en prisión. Por tanto, su tarea consistía en identificar a los que pudieran tener algo que ver con la secundaria en esa época, más específicamente con el tiroteo.

Ante aquel mayúsculo avance, la joven estaba ansiosa por empezar el trabajo, mas un pensamiento la asaltó, llenándola de pánico: ella era una de las personas que debía morir aquel día.

Se giró una vez más en el colchón, observando su teléfono celular. Había enviado múltiples mensajes de textos a Cole, incluso efectuado varias llamadas, pero él no respondió ninguna. Entendía su enojo y su incomprensión, porque ella misma también estaba desconcertada por su propia actitud, pero esperaba que su amigo pudiera dejar de lado eso para atender la urgencia que se presentaba.

Suspiró y volvió a girar, dejando que un brazo colgara del borde la cama. Sus dedos comenzaron a jugar con las sábanas de forma inconsciente y pronto se encontraban metidos debajo del colchón. Frunció el ceño al sentir el tacto de un pequeño objeto extraño. Lo extrajo de su escondite y observó con consternación la minúscula pastilla para la gripe que sostenía.

Era idéntica a la que había metido en la sopa de Justin cuando éste se encontraba enfermo, mas no podía concebir que fuera la misma. El muchacho había dejado claro que la había descubierto, mas ella lo había visto tragarla así que no encontraba explicación para aquello.

De repente, se incorporó en la cama observando la píldora, soltando un grito ahogado seguido de un jadeo.

—No puede ser— Gimió.

Se levantó y se dirigió con rapidez a su despacho, donde comenzó a revisar cada rincón. Desde los cajones olvidados hasta las macetas portadoras de plantas, escudriñó cada lugar recóndito. Llegó entonces a un cuadro colgado en su pared que había adquirido en una tienda de baratijas y movió el marco, notando que el mismo había sido levemente separado de la pintura. Observó aquel diminuto espacio y llevó sus manos a su cabeza al descubrirlo repleto de píldoras. Eran los psicofármacos que Justin estaba obligado a ingerir y que, de alguna forma, había logrado sortear, burlando no sólo su tratamiento, sino también a la misma Stefania.

—¡Maldita sea!— Exclamó ésta, con furia.


—¿No vas a preguntarme nada?— Justin ingresó a la cocina, donde se encontraba Stef. —¿A recomendar algo? ¿A regañarme por no compartir mis premisas contigo?— Interrogó, receloso y desconcertado por la actitud de la joven.

Ésta lo había dejado trabajando solo en su despacho ese día. No sentía fuerzas ni ánimos para enfrentarlo. Él se acercó y se paró frente a ella, la mesada quedando en medio de los dos.

—¿Para qué lo haría?— Espetó, apoyando su taza de café sobre la mesada. —Después de todo, no eres más que un mentiroso— Lo acusó.

Justin se mantuvo impertérrito. Observó fijamente a su compañera unos segundos antes de decir:

—Estás molesta porque crees que tuve sexo contigo solo para vengarme de Palette— Conjeturó.

Stefania parpadeó varias veces, sorprendida. Era la primera vez que Justin Bieber erraba en una de sus conclusiones... aunque, en realidad, no estaba del todo equivocado, por lo que no podía adjudicarle más que un error parcial. Ella sí seguía dolida por ello, sin embargo, no era el motivo de su molestia en ese preciso momento. Antes de que pudiera rebatir, Justin continuó:

—No es así, Stef, lo juro— Murmuró. El asombro fue mayor en su interlocutora al notar que, por primera vez, la mirada del chico no parecía estar especulando algún fin. —Deseaba tanto besarte, hace mucho tiempo. Dos mil setecientos diecisiete días para ser exacto— Articuló con voz ronca, distrayendo a Stefania de su enojo. —Llegar a tocarte y hacerte mía era un anhelo, lo hice porque quise hacerlo...— Aseguró con dulzura.

La muchacha desvió su mirada, clavándola en sus tostadas. Sus mejillas tornándose coloradas y su corazón palpitando con fuerza. La declaración de Justin había sido tan encantadora como abrumadora en varias maneras. Primeramente, nunca antes él había denotado tantas emociones en sus palabras. La psicopatía no solía permitir a los sujetos que la padecían conectarse con sus sentimientos más que para activar la empatía, habilitándoles para entrar en la mente de otras personas y lograr manipularlas.

Al recordar eso último, Stef hizo a un lado las sensaciones agradables y utilizó su racionalidad para reaccionar y volver en sí misma. Hizo contacto visual con Justin nuevamente, dándole paso al enojo que había estado gestando.

—¡Estás mintiendo!— Exclamó. —Todo lo que haces es mentir... Tú... ¡Tú ni siquiera estás tomando tu medicación!

Los ojos de Justin recobraron el brillo calculador que habían perdido antes de abrirse a la chica y negó con la cabeza, fingiendo incomprensión.

—No sé de qué hablas— Se defendió, inexpresivo.

—Encontré las pastillas en mi cuadro. No finjas conmigo— Advirtió ella.

El muchacho se mantuvo inmóvil y en silencio durante unos segundos. Luego, farfulló:

—Nada personal. Hace años no tomo la maldita medicación— Habló entredientes.

—¿Por qué?— Ella negó, exasperada. —Es esencial para tu tratamiento...

—¡No necesito ser tratado, Stefania!— Espetó el joven. —No quiero ser tratado— Remarcó. —Esas pastillas me quitan todo lo que soy.

—¿Y qué eres, Justin Bieber?— Preguntó Stef en un murmullo.

Sin quitar la mirada de su interlocutora, el aludido tomó de la mesada el utensilio que ella utilizaba para untar sus tostadas. Los encerró en su mano derecha, apretándolo con fuerza y sintiendo como los bordes filosos hacían daño en su palma.

—Hay algo hermoso en la destrucción— Empezó a enunciar. —Algo sublime. Tan discreto que escapa a la percepción humana, pero algunos privilegiados llegamos a apreciarlo— Abrió su mano y dejó caer el utensilio al suelo. —La satisfacción de hacer daño— Culminó.

—¡Justin!— Gimió Stefania, alarmada por las heridas expuestas en su acompañante pero al mismo tiempo aterrada ante aquel espectáculo.

Se debatió entre rodear la mesada y ayudarlo a curarse, o correr y llamar al Instituto para anunciarles todo y pedir ayuda. Una duda empezaba a aterrorizarla.

—Por favor, dime que no tienes nada que ver con los asesinatos— Suplicó con un hilo de voz, dando un paso atrás, más cerca del teléfono.

El ceño de Justin se frunció ante esa imputación, pero ella había cavilado las opciones rápidamente para llegar a la misma. Que él hubiera estado encerrado la época en la que el asesino en serie estaba en su auge, atacando muy seguido, no significaba que no estuviera implicado en absoluto. Bien podría haber diseñado cada homicidio como autor intelectual y tener un ejecutor afuera.

—¿De verdad acabas de decir eso?— Expresó él, incrédulo.

—Has matado antes ¡¿Cómo puedo siquiera confiar en ti?!

—Me parece...— La voz de Justin adquirió un tono tan grave como cínico. —... Que deberías haber pensado en eso antes de sacarme del Instituto y traerme a tu casa, dulce Stefi— Masculló.

—No sabía que estabas mintiendo. No sabía que estabas fingiendo tu propia mejoría— Señaló ella, dando otro paso hacia atrás.

El chico cerró sus ojos y suspiró con fuerza.

—No me importa en absoluto si crees que he matado al maldito país entero— Pronunció lentamente. —Pero realmente me jode que me tengas miedo justo ahora— Apuntó. —Te salvé la vida una vez y voy a trabajar en este caso para seguir manteniéndote a salvo— Determinó, abriendo sus párpados y dándose la vuelta, dispuesto a salir del cuarto.

Un impulso dentro de Stefania que la incitaba a ir detrás de Justin había apartado el susto, mas el teléfono sonó justo en ese entonces. Ella se apresuró en contestar. La madre de Karen estaba al otro lado de la línea, anunciándole que Cole había sido atacado la noche anterior. Habían golpeado su cabeza para reducirlo, pero él logró mantener la consciencia y luchar por escapar. En ese momento, se encontraba hospitalizado.

Las lágrimas comenzaron a caer del rostro de la muchacha al imaginar lo que hubiera sido de su amigo si no hubiera logrado librarse de aquella situación. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza.

No estaba a salvo. Nadie estaba a salvo. Y no estaba segura en quién debía confiar.


-TatianaRomina-

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro