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Capítulo 9 - La inmortalidad para los perros es un sueño horroroso

Alexia

Es un sueño bonito —Le dije.

—Es triste —replicó dando el último trago a su quinto vaso—. La gente normal sueña con cosas apasionantes como ganar un premio nobel, ser la presidenta del país, una superespía o simplemente con ser la mejor en lo que más te gusta en el mundo —Clavó mis ojos en mí en esa última parte.

—¿Por qué me miras? Mi sueño descubrir la inmortalidad, pero sólo para los perros—Mía rodó los ojos y yo reí para después contestar más seria—. Mi sueño no es apasionante. Un gran porcentaje de niños y niñas de este país se lo plantean al menos una vez en la vida.

—Debe ser muy duro—comentó—. Desear tan fuerte algo que tanta gente quiere. Y mírate, es tu realidad.

Tragué saliva. Mi cerebro se había olvidado de hacerlo, perdiéndose en sus palabras y se estaba acumulando al final de mi boca. ¿Cómo podía elegirlas tan bien?

—A mí me gusta el tuyo.

—Querer trabajar de lo que estudiaste es lo menos original del mundo. Debería darse por hecho directamente —bufó.

—A mí me parece puro y verdadero. No tiene lados oscuros. Solo una persona y una vocación y una pasión tan grande que no necesita perseguir el sueño descabellado de otros para sentir que tiene algo inalcanzable que nunca llegará y que también por eso nunca le decepcionará. Es valiente no tener miedo a eso.

—Lo tengo muy claro —sonrió sinceramente— Y encima mi primer paciente ha sido la putísima Alexia Putellas.

Compartimos una mirada cómplice y unos segundos de silencio con dos sonrisas retorcidas, pero verdaderas dibujadas en nuestros rostros. Llevábamos ya unas cinco copas cada una y el cuerpo no estaba hecho de piedra. El suelo del bar se me movía ligeramente y la mano izquierda que convenientemente había utilizado para amarrarme a la realidad me conectaba con la gravedad desde el principio del juego.

—Eh, ¡me toca!—exclamé.

—Dispara —Respondió ella apuntándome con dos dedos y fingiendo verme a través de una mirilla en su pulgar.

—¿El chico del otro día era tu novio?

Supe que la pregunta le extrañó porque ya de por sí no era buena ocultando sus reacciones, con alcohol en el cuerpo era mucho peor. Su cara era tan expresiva, que a veces pensaba que podría ser una prima lejana de Emma Clarke.

—Sí, se llama Marc —respondió dando otro trago a la nueva bebida que se había servido.

Asentí varias veces evitando que pensara que la información me había desanimado ligeramente.

—¿Lleváis mucho tiempo?

—Eh —Mía me miró divertida y movió su dedo índice delante de mi cara a derecha e izquierda—. ¿Por qué voy a fiarme de ti? ¿Eres psicóloga?

—Hagamos una cosa—propuse—. Si alguna vez revelo tu sueño o algo de lo que me digas aquí, te regalaré otra camiseta, pero de un partido decente.

—¡Acepto! —exclamó sin dudarlo— Pero de todas formas, ahora me tocaba a mí. ¿A quién quieres más del equipo?

Abrí mucho los ojos ante su pregunta.

—¡No puedes preguntarme eso! —Me quejé.

—Acabo de hacerlo —Se encogió de hombros—. Y tienes que responder.

Cubrí mis ojos con ambas manos y maldije por lo bajo.

—Mapi o Aitana. No podría elegir.

Ella rio con gracia. Negué con la cabeza.

—No era tan complicado —Di un trago a mi copa y ella se me quedó mirando. Iba visiblemente más afectada que yo. El alcohol me estaba afectando a la vista, pero ella parecía perdida dentro de su propia cabeza—. Tres años.

—¿Qué? —Fruncí el ceño.

—Llevamos tres años juntos.

—No me has dejado preguntar —sonreí con malicia—. He cambiado de idea.

—¡Eso no vale! —Se quejó golpeando mi brazo.

Me sorprendí por su repentina cercanía. Ella no se había dado cuenta de lo mucho que había tenido que aproximarse para golpearme sin fallar. Sus ojos conectaron con los míos. Estaban brillantes y sus párpados caídos. No se separó, a pesar de que no dejé de mirarla, no fingí no haberme dado cuenta de lo cerca que estábamos.

—¿Por qué sabías mi nombre? Nunca te lo he dicho —pronunció bajando las cejas, analizando mi respuesta sin la mínima intención de esconderse.

Y quizás por lo cerca que estaba, sobre todo porque no se había alejado, decidí no mentir, no aprovecharme de una lucidez que ella no tenía y que me haría salir del paso sin problemas.

—Mapi me lo dijo.

—¿Se lo preguntaste?

—Sí, le pregunté.

De nuevo el silencio. No se apartó, yo tampoco.

—¿Por qué? —preguntó después de unos segundos.

—Me toca a mí —dije con paciencia. Ella asintió con la cabeza y se humedeció los labios. Realmente estaba borracha—. Son las tres de la madrugada.

—Sí —susurró—. Deberíamos irnos.

Dejó que yo fuera la que rompió nuestra cercanía. Agarré los vasos de la barra y los dejé en el lavavajillas. Ella susurró un agradecimiento. Se levantó y buscó su chaqueta en el almacén.

Caminamos hasta la entrada y esperé a que Mía tirara la llave y bajase la barrera metálica que protegía la entrada del bar de la calle. Nos miramos de nuevo y me miró con vergüenza.

—¿Puedo llevarte a casa? —Le pregunté.

—No puedes conducir —rio.

—Podemos compartir el taxi —insistí. Quería estirar esta noche todo lo que podía. No sabía cuánto podía tardar en repetirse y a su lado me sentía increíble—¿Dónde vives?

Dio un paso hacia mí.

—No, no. Me toca a mí —Me reí—. ¿Vas a volver?

—¿Al bar? —pregunté entre risas. Si ella supiera.

—A hablar conmigo así.

Quise responder que sí, ¿pero volvería a hacerlo? ¿Perdería Mía la emoción del momento y dejaría sólo la extrañeza e incomodidad de la cercanía que había tenido conmigo cuando me viera como una persona normal y no Alexia Putellas?

—No lo sé —respondí sinceramente.

Asintió en silencio, sin borrar la sonrisa, pero con pena en los ojos. No supe qué decir. Empezó entonces a caminar hacia un taxi de la parada de en frente.

—Entonces quizás la próxima vez te diga dónde vivo —Metí mis manos en los bolsillos y, una vez vi cómo abría la puerta del coche me dispuse a darme la vuelta—. Ah, y, Alexia —Me volví hacia su sonrisa burlona—. Conseguir la inmortalidad para los perros es un sueño horroroso. Todos sus humanos morirían y sufrirían demasiado.

Dejándome ahí, me guiñó un ojo, cerró la puerta y unos segundos después, el coche blanco se incorporó al tráfico de la calle.

A Mía le hace falta reflexionar un poquito sobre esos nervios tan raros que le quedan sólo con Alexia. Debe ser que es muy fan.

Pero, después de que reflexione un poco se vienen cositas y sobre todo, avances.

Ah y por cierto sois libres de comentarme cosas que os gustaría que pasaran o ideas. No todo está decidido y a lo mejor me sacáis de un apuro.

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