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Capítulo 4 - Halloween

El sentido del ridículo es algo realmente importante a mantener. Se recomienda encarecidamente guardarlo en un pequeño rinconcito del cerebro en el que no moleste mucho, pero se le oiga claro cuando necesite hablar, que evite que digas algo demasiado directo a tu crush, que cantes fuera te ducha o que escribas un fanfic en internet sobre una tía guapa que no te conoce.

Pensé en ello en profundidad cuando me vi reflejada en el grifo de cerveza de la barra, relleno de gotas de agua por la condensación que aparté con la mano para observar mejor el desastre.

—Venga, no es tan horrible —Mi amiga Irene me miraba desde uno de los taburetes altos tratando de aguantarse la risa.

La miré con sarcasmo.

Llevaba un enorme gorro de bruja y un abrigo largo. Por si fuera poco, a Maite, que había tenido la suerte de disfrazarse de fantasma, le había parecido gracioso mandarme limpiar el suelo de todo el bar para completar el atuendo con una escoba desgastada.

Irene había accedido a pasarse por el bar un par de horas para que mi momento de vergüenza absoluta fuera lo menos traumático posible. Aún así, para dejar claro quién lo estaba pasando mal y quién no, había escogido el disfraz de Halloween con el que más había ligado en su vida y que le sentaba de muerte: una enfermera cubierta de sangre.

—¿Que no es tan horrible? Llevo toda la tarde escuchando bromas sobre si voy a comérmelos o si le he echado algún hechizo a las bebidas —Me quejé.

—Eso es gracioso —advirtió con el dedo índice levantado mientras terminaba de tirar la caña que me había pedido—. Además, a ti te encanta Halloween, disfrazarte y esas paridas. Siempre nos obligas a coger disfraces conjuntos.

—Pues no te veo vestida de gato.

—Mmm... La verdad, que un disfraz de gata negra me habría sentado de miedo —Se chuleó. Rodé los ojos y puse la copa frente a ella—. No le habrás echado ningún hechizo, ¿verdad?

—Estúpida —escupí.

Me di la vuelta dispuesta a dejar el enorme gorro sobre una de las neveras y descansar el cuello del peso y el alma del ridículo. Era la primera fiesta temática en el bar. Fernando se había pasado la semana repartiendo carteles y pensando ofertas que no le hicieran sangrar demasiado el bolsillo.

—¡Esto es un éxito! —Hablando del rey de Roma. Después de mirar orgulloso, las mesas completas y a los clientes bailando con copas en la mano, se fijó en mí—. Mía, el gorro.

—¿De verdad es necesario?

—Es lo más importante —advirtió. Irene rio por lo bajo—. Ahora, ¿ves la mesa que he colocado en la parte del fondo del bar? —Asentí. Él dejó una caja de cartón repleta de cosas en mis manos—. Quiero que vayas y la llenes de telarañas, calabacitas de cartón y todas esas gilipolleces. El DJ está a punto de llegar.

Sin decir nada más, Fernando se retiró a hacer lo que hacía siempre, absolutamente nada. Se sentó en uno de los taburetes y se sirvió una copa a modo de celebración por su buena gestión. Yo respiré hondo y le dediqué a mi amiga una mirada de circunstancias.

Acababa de coger la caja en brazos cuando ella chisteó para llamar mi atención.

—Mira —ordenó señalando a la televisión con los ojos, ilusionada.

En la pantalla se podían ver imágenes de FCB en sesiones de entrenamiento. Algunos pases, rondos, tiros a puerta, sprints, saltos... Y abajo del todo, el titutlar por el que sabía que mi amiga me había llamado la atención. "Se espera el regreso de Alexia este fin de semana tras su vuelta a los entrenamientos con el grupo y su entrada en convocatoria".

—¡Hala! —exclamé con alegría—. ¡Qué ilusión! Espero que esté llevando bien la presión. Con tanta gente esperando que vuelvas a ser la de antes... Tiene que ser complicado.

—Lo hará. No entres en fase psicóloga, hoy eres una bruja —Me guiñó un ojo.

—Sí y mañana una camarera otra vez  —Me burlé de mí misma.

Empecé a andar hasta la mesa del fondo. «Un DJ» pensé. Definitivamente, Fernando se había vuelto loco. Por lo menos la fiesta de Halloween tenía un sentido lógico, pero por los ejemplos que había puesto cuando nos transmitió la idea de este tipo de noches, tenía otras mucho más enrevesadas. Además, podría haber pedido que trajéramos los disfraces de casa y yo no estaría tan horrible ahora.

Dejé la caja en el suelo y me puse de cuclillas para empezar a decorar. Lo primero fue una tela que cubría la mesa y los lados, dando la sensación de que era un mostrador. Después, fui colocando varias letras para que después se pudiera leer "Halloween The Elf Bar". Miré con orgullo mi creación y observé las que aún quedaban en la caja. Tenía que formar el nombre del DJ, de seguro, ¿pero cuál podría ser? Seguro que no Manuel o Rafael. No tenía ni idea de por dónde empezar. Me di la vuelta dispuesta a ponerme en pie y preguntar a Fernando, pero ahí, frente a la puerta, me encontré el horror.

Mapi León estaba delante de mí, a unos dos metros como máximo. Era fácilmente reconocible por el tatuaje de su cuello, pero quizás no por cualquier persona. Estaba disfrazada de matrix. Llevaba un largo abrigo negro de cuero, prácticamente hasta el suelo, unas botas negras, unos pantalones y una camiseta del mismo color. Sus gafas de sol alargadas me miraron de arriba a abajo y vi como esbozaba una sonrisa contenida. Genial.

Entonces, unas cuantas personas más se movieron a su espalda y un escalofrío me recorrió toda la columna. No había venido sola. ¿Cuánta gente más me vería hacer el ridículo de esa manera?

Una, dos, tres, cuatro, cinco... Me temí lo peor. Seis, siete, ocho. Ocho. Eran ocho jugadoras del Barcelona detrás de la rubia. Me di la vuelta muerta de vergüenza y me concentré en decorar la mesa y fingir que no estaba a punto de desmayarme del ridículo. Tierra, trágame.

Entre Lucy Bronze y Mariona juntaron un par de mesas. Muchas de ellas habían optado por seguir el disfraz de Mapi y conjuntar, ya que les proporcionaba bastante anonimato. Eso me explicó por qué habían venido tantas de ellas hoy, el poder disfrazarse también las hacía más invisibles. Pero aún así, siendo hoy un día importante, ¿por qué no salir en alguna discoteca de moda y entrar a la zona reservada?

Cuando se sentaron la busqué, inevitablemente. Alexia se había sentado entre Patri y Claudia Pina, frente a Graham, Aitana y Sandra Paños. Lucy, al acabar de llegar al club, se había tomado la libertad de elegir un disfraz de diablesa, Graham había hecho lo mismo disfrazándose de zombie, pero lo de Alexia no lo podía entender.

Hubiera sido fácil disfrazarse de Matrix y ocultar la mayor parte de su rostro para hacerla irreconocible, pero nada más lejos de la realidad. Llevaba unas lentillas rojas, una camisa ancha con las solapas desordenadas y exageradamente grandes, unos colmillos falsos y restos de sangre por todo el cuerpo. Me estremecí viendo como las gotas de sangre simulaban derramarse desde ambos lados de sus labios y repetía como un tic lamerse los colmillos de plástico.

Negué con la cabeza repetidamente y volví a lo mío, empecé a colocar las telarañas por toda la mesa evitando siempre volver a exponerme a ellas o darme la vuelta, ya que habían cogido justamente esa mesa.

—Anda, ¿qué es eso? —Oí preguntar a Sandra.

Recé porque no se estuviera refiriendo a la mierda de mesa que estaba preparando.

—Traerán a un DJ o algo —dedujo Pina.

Mierda, definitivamente era sobre mí. Tenía los ojos de la plantilla del Barcelona en la nuca. ¿Qué mierda se hace en estos casos? Esperaba tener una nuca bonita, nunca lo había pensado.

—¿Halloween The Elf Bar? —dijo Graham con socarronería.

—Debe ser un bar irlandés. Los elfos, el rollo de que todo sea de madera, oscuro... Tiene pinta —habló Mapi— Deberíamos pedir unas de esas cervezas de jarra que son enormes.

—¡Cubatas! —exclamó Lucy.

—Mírala, esa palabra se la ha aprendido bien —Se rió la rubia.

Empecé a levantarme, calculando la mejor ruta para que se me viera lo menos posible.

—No sé si es lo mejor —Añadió Aitana—. Si nos mazamos hoy y estamos mañana de resaca, llegaremos al partido hechas un asco.

—¡Ehhh, cierto! La única que debería ir algo contenta es Alexia, a ver si se le baja la tontería que tiene encima —Se burló Mariona.

Me volví a sentar.

—Vamos, dejad en paz a la pobre —Trató de poner paz Pina —Tampoco nos va a pasar nada por tomarnos uno todas juntas.

—¿Estás muy nerviosa? —preguntó Mapi en un tono más calmado.

—No puedo evitarlo. Simplemente se siente diferente —Su voz. Me quedé estática— Y si se siente tan diferente, a lo mejor es porque lo es.

—A todo el mundo le resulta raro hacer algo de nuevo cuando estuvo tanto tiempo sin ello. Es sólo la novedad, recordar cómo había que moverse, soltarse —dijo Aitana.

—Supongo que sí —suspiró—. Aún así no puedo evitarlo. Quizás este parón es demasiado para volver al punto en el que estaba como si no hubiera pasado nada.

—Entonces tendrás que encontrar un punto diferente en el que empezar —Aitana acalló el murmullo de la mesa y todo se sumió en un íntimo silencio del que me sentí intrusa.

—Voy a ir al baño.

Oí la silla deslizarse por la madera y supe que era mi momento de huir sin que ella me viera. La noche iba a ser larga.

Primero de todo, voy a tomarme la libertad de inventarme que la lesión de Alexia termina este mes porque ya es Spooky Season y me ha dado la gana de hacerme un par de capítulos temáticos.

Segunda cosa: Quiero ser constante en esto así que voy a subir capítulo los lunes. Si me veo con mucho tiempo libre a lo mejor puedo subir algún otro por el medio, pero de primeras, los lunes hay capítulo nuevo.

Abur!

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