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Capítulo 26 - Bú

Durante los siguientes cuarenta minutos escuché con atención la felicidad que la morena irradiaba, las historias y anécdotas del viaje, lo bien que se sentía todo con ella, terminando con un tono ligeramente más oscuro.

—Lo malo que tienen estas escapadas tan increíbles es que, en cuanto llegan, sé que eso significa volver a reiniciar la espera hasta la siguiente, volver a estar sin ella.

—Debe ser muy difícil concentrarse en disfrutar, sabiendo siempre que es una cuenta atrás hasta volver a separarse —Jana ladeó la boca ante mi comentario—. ¿Cómo lo estás llevando?

—Creo que estamos llevando bien el estar presentes. Llamadas, mensajes, regalos, visitas... En cierto modo es bonito pensar que en cuanto tu novia tiene un día libre, está sacando un billete para verte, aunque signifique pasar la mitad de ese tiempo en un avión.

—Eso es muy bonito, Jana —Le sonreí tristemente—. Estoy muy feliz por ti, de verdad.

No podía negar que su situación me recordaba a aquel posible futuro que me había planteado con Alexia. Yo no podía estar con ella siendo su psicóloga, pero si dejara de serlo y buscara trabajo en otro equipo, quizás y dejara pasar el tiempo suficiente, entonces todo estaría bien. Yo mantendría la licencia, Alexia no sería cuestionada por nadie y podríamos descargarnos de toda la presión que implicaba el secretismo. Pero yo nunca había estado hecha para una relación de ese tipo y era demasiado loco ofrecerle a Alexia una separación de tanto tiempo nada más haber empezado a salir.

Jana pareció notar mi cambio de ánimo.

—Es complicado. Duele a veces —Conectó sus ojos con los míos y se inclinó sobre la mesa, acercándose a mí y ganándose todavía más mi atención. Me sonrió con ternura—. Pero por la persona adecuada, vale mucho la pena.

Asentí agradecida, Jana era realmente cercana, sabía calmar y entrar en los demás como nadie. Probablemente hubiera resultado mucho mejor psicóloga que yo, pero hay gente que simplemente nace con demasiados talentos para dedicarse a todos ellos.

—Casi parece que la sesión me la estés dando tú a mí —reí tratando de ocultar lo que realmente me había afectado la conversación, aunque estaba claro que Jana ya se había dado más que cuenta.

—De alguna forma tenía que pagarte el haberme pasado casi una hora hablándote de lo pillada que estoy —Le restó importancia—. ¿Quieres ver las fotos? —preguntó emocionada, tratando de sacarme del turbio estado mental en el que había terminado.

—Claro —Sonreí a Jana, que se lanzó a buscar entre las fotos de su móvil aquellas de su viaje a París. Una vez encontró una que le gustaba, como se podía ver en sus ojos, entornados, brillantes, me tendió el móvil con ternura, como con cuidado de que el meneo del teléfono le hiciera daño a la chica de la pantalla—. ¡Joder! —exclamé—. Qué guapa es esta tía.

Jana rompió a reír.

—¿Nunca habías visto a Jill?

Negué con ganas.

—Te aseguro que si la hubiera visto alguna vez me acordaría —Volví a agarrar la mano de Jana, acercando el móvil de nuevo a mí—. Es preciosa.

—¡Mía! —Se quejó la morena en broma—. No sabía yo que te gustaban las chicas. 

—Bueno, tengo ojos en la cara —respondí divertida.

—Pues a lo mejor puedo conseguirte algún número de una holandesa —Reí ante la ocurrencia y le devolví el móvil después de haber visto unas cuantas fotos más—. Oye, una cosa—Levanté los ojos encontrándome una mirada maliciosa—, llevas ya unos cuántos meses aquí...

—Ajá.

—Y ahora que sé que te gustan las chicas... —Levanté una ceja—. ¿No le has echado el ojo a nadie por aquí?

Abrí mucho los ojos.

—¿Qué? Claro que no —Negué repetidamente con la cabeza—. Sois pacientes. Eso no puede ser.

La sonrisilla de Jana no se movió lo más mínimo.

—Te has puesto roja —rió sin disimulo.

—¡Jana! Son las seis ya —Hablé recogiendo un par de papeles que se esparcían sobre la mesa—. Se acabó la sesión.

La nombrada se levantó animada, con el estímulo de haber jugado conmigo y haber descubierto algo jugosísimo. Se apartó el pelo con gracia y dio un par de pasos hacia la puerta.

—Que sepas que con esa frase me acabas de confirmar que no sólo te has fijado en alguien, sino que además no es del cuerpo técnico —Me guiñó un ojo con descaro—. Es del equipo —Abrió la puerta y se asomó antes de decir algo más—. Ya se hablaba de ti en el vestuario... Esto va a ser un bombazo. Que den comienzo los Juegos del Hambre.

Sin permitirme responder. Jana desapareció fuera de la consulta. Suspiré y comencé a reorganizar algunos papeles. Entonces mi teléfono sonó.

Ale

En una hora en el pasillo norte. Es importante.

Pestañeé varias veces al leer el mensaje. ¿Tendría que ver con lo que Joan me había preguntado? Se me hacía raro pensar que podía haber algo oscuro entre la rubia y el club. El FC.Barcelona era su vida entera y no había más discusión. ¿Qué narices estaba pasando?

Salma entró cerrando la puerta tras de sí. Mi última consulta del día y la que más lenta se me había hecho en toda la historia. No por no tener tanta afinidad con Salma, sino por el pensamiento rumiante de aquello que Alexia necesitaba decirme. Prácticamente eché a la futbolista de consulta cuando se cumplió el tiempo, aprovechando, por suerte, que aquel día no había sido una sesión demasiado exigente emocionalmente.

Apagué el ordenador y recogí el resto de mis cosas para luego colgarme el bolso del hombro y cerrar la puerta con llave. Subí las escaleras de dos en dos y recorrí la distancia que separaba las escaleras del pasillo norte.

Alexia no estaba allí. Miré de un lado a otro con el ceño fruncido. Llegaba algunos minutos tarde, la rubia ya debería estar aquí. El pasillo ya estaba oscuro, parte de las luces, aquellas menos importantes ya se habían apagado, pero aún así algunos administrativos o personal vario caminaban todavía de una oficina a otra con apuro.

Saqué el móvil del bolsillo dispuesta a llamar a la rubia justo cuando una mano me tomó del hombro y arrastró mi cuerpo a dentro del almacén.

—¡Bú! —exclamó antes de clavar sus labios en los míos, aprisionando mi cuerpo entre el suyo y la pared—. Llevo todo el día echándote de menos —gruñó llevando su boca esta vez a mi cuello.

No pude evitar gemir, tanto por la sorpresa como por la sensación que empezaba a invadirme sintiendo su calor por toda mi piel. Clavé las uñas en la sudadera que llevaba.

—...Pensé que querías hablar de algo importante —articulé con dificultad.

—Mientras te quedes aquí puedo hablarte hasta de física cuántica, si quieres —pronunció, haciendo que su aliento golpeara contra la parte húmeda de mi cuello, erizándola.

—¿En el almacén? —Los ojos de Alexia, oscurecidos por la excitación me miraron por un segundo, para asentir una sóla vez, antes de atacar mi boca de nuevo—. Sexy —dije en medio del beso, ganándome una sonrisa de la rubia.

Tomé el borde de la sudadera y tiré de ella hasta arrancársela. Sin esperar más de un segundo en el que su lengua me distrajo de nuevo, hice lo mismo con la camiseta. Después, tomé el cuerpo de Alexia, girándolo sobre sí mismo y haciendo que su espalda chocara con mi pecho.

Deslicé mis labios desde su hombro hasta la oreja. Alexia dejó escapar un gemido y envolvió mi cuello con sus brazos pegándolo todavía más a ella.

—Jana me ha dicho algo interesante hoy, ¿sabes?

Alexia trató de responder afirmativamente, abriendo los ojos de forma intermitente mientras mi mano se colaba dentro de sus pantalones de deporte y sus uñas se clavaban todavía más en mí.

—¿Ah... sí? —Suspiró comenzando a sentir el placer.

—¿Qué es eso que se habla de mí? —Gruñí contra su cuello. Alexia abrió más las piernas, permitiéndome mayor acceso a ella y recostó su cuerpo contra el mío.

—Mhh...  —murmuró cerrando los ojos—. Puede ser que tengas un par de fangirls.

—Debes estarlo llevando genial —tanteé sabiendo que a la rubia no le estaría gustando ni un pelo.

—Para nada —respondió dándose la vuelta y tomando el control,  avanzando el único paso necesario para dejarme esta vez a mí contra la pared. Me besó con violencia, enredando sus dedos entre el pelo de mi nuca y controlando la disposición de mi boca como a los mandos de una marioneta—. Pero luego quien está aquí encerrada contigo —su lengua bajó por mi cuello haciéndome jadear—, quien te toca —Sus manos recorrieron todo el dibujo de mi cintura, de mis caderas—, quien te prueba —Se agachó desabrochando mis pantalones de tela—, quien te satisface —pronunció contra mi sexo, completamente a su merced —, soy sólo yo.

Me mordí el dorso de la mano cuando Alexia se hundió entre mis piernas, tratando de evitar que alguno de los pocos funcionarios que todavía se pasaban por delante de aquella puerta, de los cuáles se oían pisadas apuradas haciéndolo aún más excitante, se enterara de lo que estaba pasando en aquel cuartucho lleno de material de gimnasio desfasado.

El final llegó. Fue inevitable que un rastro de voz se escapara a la pequeña instancia aún con la resistencia de mi mano derecha. Alexia aguantó la risa, subiendo rápidamente a tapar mi boca con la suya. Cerré los ojos, acomodándome en la sensación.

—Parece que ha estado bien.

Agarré su muñeca con la mía y la retiré con cuidado, dejando que su palma dejara un rastro por toda la superficie de mi cuerpo que alcanzaba a tocar en su camino hacia abajo. A continuación, introduje dos dedos dentro de mi boca, bajo los atentos ojos avellana de la rubia. Después, introduje mi mano dentro de su ropa interior, tratando de no rozar con nada que no fuera ella y mantenerlos completamente húmedos. Alexia gimió al notar el contacto, rodeó mi cuello con sus brazos y me besó.

El beso duró el tiempo suficiente para hacer que las piernas de Alexia, sucumbieran a los círculos que mi mano dibujaba en su cuerpo. Su respiración, disfrazando los gemidos que tantas veces ya había oído de suspiros, se hacía cada vez más pesada.

—Tengo una pregunta para ti —dije contra sus labios. Ella me besó, aprovechando mi boca para dejar escapar un gemido sin ser escuchada. Haciéndolo sólo para mí—. ¿Qué te pasa con el contrato?

Sus ojos se abrieron de golpe, su cuerpo se separó del mío y mi mano abandonó obligada el centro de la futbolista.

—¿Tú cómo sabes eso?

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