Capítulo 19 - ¿Todo bien?
Semana 7
Alexia.
"El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia. El amor no presume ni se engríe, no es mal educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca".
Había oído esas mismas palabras muchas veces. Las había integrado en mi forma de verlo todo. Me gustaba pensar que todo lo descrito por aquellas personas que decían haberlo vivido era verdad, como si fuera una religión, con la fe ciega de quien quiere creer.
Y aún así, cuando me había visto en una relación estable, larga, agradable; aunque era feliz, no lo había sentido. Había querido a muchas personas, mucho, me atrevería a decir que había llegado a amar, incluso a perder; pero nunca habría escrito una carta similar a la de San Pablo, aquella que se lee a todos los enamorados ante el altar que están a punto de dar el salto y que ahora pienso que quizás no se sienten tan así, pues yo hubiera podido llegar a casarme en alguna ocasión pensando que realmente aquello que sentía era el amor más profundo posible. Nunca habría compuesto una canción como Don't cry de Guns n Roses si el supuesto amor de mi vida me abandonara ni habría centrado mi vida en convertirme en alguien merecedora de ella como Fitzgerald y su Gran Gatsby. Pensaba en ello como licencias poéticas, una hipérbole de la realidad.
Me resultaba raro pensar que había entrado en aquel bar con los ojos ya clavados en los suyos. Mía fue lo primero que vi al entrar por la puerta y sin entender muy bien el porqué, volver a verla una vez tras otra se convirtió en una necesidad que no comprendía, pues lo que sentía por dentro era completamente diferente a todo lo anterior. Algo ajeno a la decisión y a la razón, por una completa desconocida. Y en esa noche que me había acercado a compensar mi desplante, lo supe por primera vez.
Fue completamente diferente, sintiendo lo que todos aquellos artistas describen de ese primer encuentro, de ese momento de realización, de aquel en el que te das cuenta, en que lo sabes. Y habría respetado, soportado haberla encontrado y que ella no fuera para mí, que la condena a quizás no haberla buscado suficiente fuera nunca tenerla; pero no a que se riera de mí así, a que jugara conmigo. Tenía otro gran amor en mi vida, uno del que me estaba distanciando y perdiendo concentración, uno que nunca me haría eso, aprovecharlo hasta conseguir algo de mí que le valiera la pena y luego echarme de su vida sin miramientos. Si de todas formas ya había renunciado a ella en el momento en el que pensaba que no había nada recíproco, no iba a aferrarme ahora que sabía que las dudas que yo había tenido con respecto a eso eran sólamente una patraña. Que le den.
Maldecía recolocando la bolsa sobre el hombro y con los ojos clavados en el suelo. No iba a dejar que me jodiera más la vida. Adiós y punto. Esperaba no verla más que lo estrictamente necesario y haría todo lo que estuviera en mi mano para no tener que aguantar su presencia ni un minuto más.
Fue en medio de toda esta meditación interior que un brazo envuelto en una chaqueta azul me tocó el hombro.
Joan Laporta me miraba con una sonrisa simpática, como siempre hacía, de una forma que me resultaba hasta extraña. Nadie podía estar tan contento siempre. Su presencia me sorprendió, de todas formas. Me había interceptado en mi camino desde la entrada al vestuario.
—¡Alexia! —exclamó, fingiendo que nuestro encuentro había sido fortuito y que no había esperado hasta que mi cuerpo se arrastrara camino al césped en una hora más que pactada con anterioridad—. ¿Cómo estás?
—Bien —respondí todavía extrañada.
—¿Cómo va esa rodilla? ¿Todo bien?
—No tengo molestias, por el momento.
Quizás estaba siendo un poco borde con él, pero no estaba en mis mejores días y, además, sospechaba que la razón de que hubiera querido hablar conmigo no me iba a gustar en lo más mínimo.
—Quería hablar contigo de un asunto que me tiene un poco preocupado —Puso una mano en mi espalda y me llevó con él por el pasillo, pues algunas de mis compañeras estaban llegando ya para el entrenamiento y parecía que sería una conversación privada—. Me han dicho que has vuelto a cancelar la sesión con Mía las últimas dos semanas ¿Es eso cierto?
Bingo. Justo lo que más de mala hostia podría ponerme hoy.
—Sí —respondí.
—Sabes que lo más importante es que os sintáis cómodas y si tú al final has visto que no es lo que necesitas podemos buscar a uno de los otros psicólogos o lo que haga falta.
—No —respondí de inmediato, casi interrumpiéndolo—. Mía está haciéndolo muy bien. El problema soy yo, que no me gusta compartir lo que tengo por dentro; pero sé que debo hacerlo y Mía es la persona idónea.
—¿Estás segura? —Me cuestionó.
Asentí con ganas.
—Segurísima. No confío en nadie más.
—Está bien entonces —dijo no muy convencido—. Suerte en el entrenamiento.
—Gracias —Me despedí de Joan con la mano y continué mi camino.
Ni siquiera sabía por qué había dicho eso. Bufé para mí misma. Había tenido la oportunidad de alejarla de mí del todo y no había tenido los huevos de hacerlo. Podía ver a mi conciencia rodando los ojos en aquel preciso momento. ¿Qué mierda me estaba pasando?
Sacudí la cabeza con ganas. Ahora debía centrarme en el entrenamiento, en volver a ponerme a tono para dar lo mejor de mí. Los cuartos de final de la Champions se acercaban y debía estar preparada.
De pronto, su colonia. Levanté la cabeza al momento para encontrármela de frente, mirándome seria. Las dos nos quedamos quietas, a un par de metros de distancia. Llevaba sin verla deliberadamente durante dos semanas y no podía decir que el haberlo hecho ahora mismo, el tenerla ahí delante no me generara cierta impresión.
Pensé que ella hablaría, pero sólamente me observaba en silencio. Estuvimos así un par de segundos, hasta que, sin decir nada más, Mía, pasó por mi lado, sin rozarme, sin mirarme, sin dedicarme la más mínima palabra, dirección a su consulta. Apreté los dientes y bajé finalmente hasta el vestuario.
Saludé a mis compañeras ocultando la ira que me corría por dentro. Me apreté fuerte los cordones de las botas y me quité la chaqueta para saltar al césped con el resto del equipo.
Calentamos un poco corriendo alrededor del campo, un par de saltos, sprints de pocos metros y movimientos ligeros que despertaran las articulaciones. Después un poco de toque de balón antes de empezar con el físico.
—¡Ale! —Jonathan me llamó desde una de las bandas, mis compañeras me adelantaron por ambos lados dirección a los balones— ¿Cómo vas? ¿Todo bien? ¿Ya no hay molestias?
—Parece que todo está bien.
—Vale, bien —Asintió—. Ya sabes que no importa si tarda un poquito más. Lo importante es que sane del todo.
—Lo sé.
—Bueno, hoy entrenas con el grupo. Toca físico. Si notas cualquier cosa, para inmediatamente, ¿vale?
Asentí sin demasiado entusiasmo y volví a unirme a mis compañeras, dando algunos pases y tirando a la portería de Sandra desde fuera del área para que ella también entrara en calor y contacto con la pelota.
El físico empezó poco después. Era exigente y notaba que la rodilla se resentía. Quizás era mucho todavía. Me había esforzado en poder jugar algunos minutos a medio gas para empezar a coger forma y había conseguido que Jonathan y los fisios lo aceptaran, incluso lo respaldaran; pero ahora ya no era un partido de liga, tenía que estar lista para los cuartos de final.
Notaba que las piernas me pesaban y que el apoyo de una de mis piernas flaqueaba más que el otro. Aún así aguanté. No iba a permitir quedarme sin nada, volver a sentarme en el banquillo sin saber si convencería a alguien a tiempo para saltar al terreno de juego antes de que la Champions terminase, por un motivo o por otro. No podía permitirme perder y sólo mirar cómo ocurría.
Di un pase a Patri, en la otra banda del campo. La recibió con la rodilla y la controló. Mapi, que estaba como mi compañera de ejercicio, pasó la banda elástica por encima de mi cabeza y envolvió mi abdomen con ella para hacer de carga. Una vez todo estuvo listo, Patri golpeó el balón, un pase al hueco largo y comencé a correr contra la fuerza de Mapi.
Después de unos pocos metros, ella me liberó y aguanté la carrera como pude. La rodilla se quejó de nuevo y bajé el ritmo, incapaz de llegar al balón y dejando que éste se escapara por la banda por mucha distancia. Me di la vuelta resignada.
—¿Todo bien? —preguntó preocupada.
Eché una mirada a Jonathan, que me observaba con el ceño fruncido. No me iba a sentar. No podía permitirme hacerlo después de lo de Mía. La sangre me hirvió al mentar su nombre. Respiré hondo.
—Sí —espeté como respuesta para la rubia—. Vamos a repetir—. Mandé otro balón a Patri y Mapi me envolvió de nuevo con la banda. Su fuerza de resistencia había disminuido considerablemente, probablemente no muy convencida por mi estado—. ¡Haz fuerza, joder! —Le grité.
Ella apretó su agarré, descolocada por mi actitud. Clavé los tacos en la hierba y la arrastré por el campo con fuerza, persiguiendo la trayectoria del balón y desoyendo los quejidos de la articulación.
El momento de soltarme llegó. La rodilla derecha aguantó la arrancada, acelerando la trayectoria y acercándome al balón. Llegó entonces el turno de la izquierda. Noté un pinchazo. La rodilla se dobló, sin aguantar el peso de mi cuerpo junto con la fuerza de arrancada. Mi cuerpo tocó el césped con violencia. El balón volvió a escaparse por la banda.
Las cabezas de mis compañeras fueron tapando progresivamente la luz del sol que llegaba a mi cuerpo tendido sobre la hierba, abrazando la rodilla izquierda con fuerza. Entre todas me levantaron, con gritos de ánimo y palabras de afirmación. Cojeé agarrada del personal médico del club, dirección a la enfermería.
—¡Alexia! —Su voz me llamó.
Había abierto la puerta de la consulta apenas un segundo antes de que pasáramos frente a ella. No quería mirarla, no quería desmoronarme. Los dos hombres que me ayudaban a caminar se detuvieron, dándome la oportunidad de hablar con ella. Mía pasó su mano por mi brazo, vi de reojo la extrema preocupación de su rostro y aparté mi mirada de nuevo. Entendiéndolo, ellos continuaron caminando, llevándome con ellos y dejándola allí.
Dije que habría capítulo de reyes y aquí está :). Nos vemos el lunes que viene!
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